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Autor: Patricio Osiadacz

EDD. martes 02 de julio de 2024.

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Amós (3,1-8;4,11-12):

Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel, a todas las familias que saqué de Egipto:
«A vosotros solos os escogí, entre todas las familias de la tierra; por eso os tomaré cuentas por vuestros pecados. ¿Caminan juntos dos que no se conocen? ¿Ruge el león en la espesura sin tener presa? ¿Alza su voz el cachorro en la guarida sin haber cazado? ¿Cae el pájaro por tierra si no hay una trampa? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado? ¿Suena la trompeta en la ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad que no la mande el Señor? Que no hará cosa el Señor sin revelar su plan a sus siervos, los profetas. Ruge el león, ¿quién no teme? Habla el Señor, ¿quién no profetiza? Os envié una catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, y fuisteis como tizón salvado del incendio, pero no os convertisteis a mí –oráculo del Señor–. Por eso, así te voy a tratar, Israel, y, porque así te voy a tratar, prepárate a encararte con tu Dios.»

Palabra de Dios

Salmo 5,5-8

R/. Señor, guíame con tu justicia

Tú no eres un Dios que ame la maldad,
ni el malvado es tu huésped,
ni el arrogante se mantiene en tu presencia. R/.

Detestas a los malhechores,
destruyes a los mentirosos;
al hombre sanguinario y traicionero
lo aborrece el Señor. R/.

Pero yo, por tu gran bondad,
entraré en tu casa,
me postraré ante tu templo santo
con toda reverencia. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,23-27):

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»

Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

2 de julio de 2024

El lago era un laguito y los discípulos eran pescadores. Pero también es verdad que incluso hoy en día ese lago con tormenta no es un lugar agradable. Y menos, es de suponer, con las barquitas de la época. Primera observación: los discípulos, aunque acostumbrados al lago, tenían miedo. Y el miedo en el mar es cosa seria. Se decía tradicionalmente que una buena tormenta en el mar era una buena ocasión para aprender a orar. Segunda observación: Jesús era un hombre tranquilo y de buen dormir. Porque en medio de la agitación de la barquilla, dormía tranquilamente. Así que ahí estamos: Jesús dormido y los discípulos aprendiendo a rezar en un curso acelerado. Cada ola era una lección con ejercicios incluidos.

La respuesta de Jesús, cuando le despiertan con sus gritos los discípulos, es inmediata. Primero les increpa a ellos y luego a los vientos y al lago. Y se produce la calma. Y sobreviene la admiración: “¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!”

Es una historia que nos habla del poder de Jesús como alguien que está por encima de la naturaleza. Pero a la vez nos habla de lo que debe ser la fe para nosotros. Fe es confiar en la presencia y la fuerza de Dios. Incluso en el caso de que no actúe como a nosotros nos parece que debería de actuar. Jesús tiene poder para hacer que le obedezcan el viento y el agua. Pero eso no quiere decir que siempre lo ejercite. Lo que sí debemos tener seguro es que siempre está a nuestro lado. Está ahí aunque nos parezca que está dormido. Y con él a nuestro lado las situaciones más complicadas y negativas que nos puedan parecer son siempre ocasión de gracia, de salvación, de vida.

Nuestra vida es como es barca en la que iban los discípulos. También viene Jesús en nuestra barca. A veces la travesía es apacible. A veces las tormentas agitan la barca. Pero siempre Jesús está ahí. A veces la tormenta pasa. A veces la tormenta termina por destrozar la barca. Pero Jesús sigue con nosotros. Eso es tener fe y confiar. Y no ser cobardes.

Fernando Torres, cmf.

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/evangelio-lecturas-hoy/

EDD. lunes 01 de julio de 2024.

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Amós (2,6-10.13-16):

Así dice el Señor: «A Israel, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias; revuelcan en el polvo al desvalido y tuercen el proceso del indigente. Padre e hijo van juntos a una mujer, profanando mi santo nombre; se acuestan sobre ropas dejadas en fianza, junto a cualquier altar, beben vino de multas en el templo de su Dios. Yo destruí a los amorreos al llegar ellos; eran altos como cedros, fuertes como encinas; destruí arriba el fruto, abajo la raíz. Yo os saqué de Egipto, os conduje por el desierto cuarenta años, para que conquistarais el país amorreo. Pues mirad, yo os aplastaré en el suelo, como un carro cargado de gavillas; el más veloz no logrará huir, el más fuerte no sacará fuerzas, el soldado no salvará la vida; el arquero no resistirá, el más ágil no se salvará, el jinete no salvará la vida; el más valiente entre los soldados huirá desnudo aquel día.» Oráculo del Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 49

R/. Atención, los que olvidáis a Dios

«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?» R/.

«Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño.» R/.

«Te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.» R/.

«Atención, los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,18-22):

En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»
Otro, que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.»
Jesús le replicó: «Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

El texto evangélico de hoy señala una cuestión que es realmente importante para la vida del cristiano. El letrado, un hombre de estudios, que se acerca a Jesús y le dice: “Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas” da en el clavo y nos dice algo muy importante para nosotros. No dice: “Señor, déjame ir contigo y aprender de tu sabiduría”. Eso era lo que hacían los estudiantes en aquellos tiempos. No había universidades ni escuelas. Los que se querían dedicar al estudio iban a vivir con el maestro y éste de una manera informal les iba enseñando. Cuando llegaban a un cierto nivel, se podían establecer por sí mismos y dedicarse ellos también a la enseñanza. Pero el letrado de hoy quiere “seguir” a Jesús. No es lo mismo que aprender. Quizá había descubierto que lo de ser cristiano no consiste en aprenderse de memoria el catecismo ni hacer estudios universitarios de teología ni leer libros gordos escritos por autores alemanes y llenos de citas a pie de página. Lo nuestro consiste en seguir a Jesús por las sendas del Reino, de la fraternidad y de la justicia, en la conciencia firme de que todos somos hijos de Dios y hermanos unos de otros.

Es posible que ese seguimiento no nos saque de nuestra casa ni de nuestro barrio pero seguro que nos sacará de nuestras casillas, de nuestras inercias, de nuestro siempre se ha hecho así y nos llevará a una forma nueva de ver la realidad y las personas que nos encontremos, marcada por el amor, la compasión y la misericordia.

Lo del discípulo al que Jesús le dice “Deja que los muertos entierren a sus muertos” no quiere decir que no haya que atender a los padres. Más bien, tenemos que entenderlo en la línea de que tenemos que dejar atrás, sin nostalgias, nuestro antiguo estilo de vida (las “casillas”, las “inercias”, los “siempre se ha hecho así” a los que me refería antes) y entrar en la nueva familia del Reino. Tiene que haber un corte en nuestra vida para entrar en la dimensión del Reino. No para amar menos sino para amar más. A nuestros padres y a los que no son de nuestra sangre (¿de verdad que hay alguien que no sea de nuestra “sangre”? es que nos encanta poner barreras y fronteras), a los lejanos y a los cercanos. Porque todos somos hijos de Dios y ciudadanos del Reino.

Fernando Torres, cmf.

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/events/lecturas-del-lunes-de-la-xiii-semana-del-tiempo-ordinario/

Comentario al Evangelio del domingo 30 de junio de 2024

XIII Domingo del tiempo ordinario – San Marcos 5, 21-43


Dejarse abrazar por Cristo elimina lo inmediato, hacer vislumbrar el horizonte de perfección que es Dios (la resurrección), que conlleva la felicidad inmortal, cuyas semillas ya están en el verdadero seguidor del Señor.

Dios creó al hombre y mujer para la inmortalidad, le hizo imagen de su propio ser. No tengas miedo. ¡Solo ten fe! Nuestro Dios es un Dios en la persona de su Hijo Jesucristo, que trae la curación a nuestras heridas, nos levanta para seguirlo en nuestra vida y poder gozar de su salvación. El evangelio de hoy nos invita a confiar en la Palabra de Cristo que nos levanta de las tantas caídas que llevamos en esta vida. Es necesario mirar al maestro y confiar en él. Jesús nos trae algo más allá de la visión meramente humana. Nos saca de entre la multitud buscando con nosotros un encuentro personal. La narración del Evangelio de este domingo nos ofrece dos milagros que son realizados por Jesús. En el primer milagro Jesús despierta a la hija de Jairo del sueño de la muerte. El segundo es la curación de la mujer que tiene hemorragia desde hace muchos años. Jesús, una vez más, está en el barco cruzando al otro lado de la orilla. Hay una multitud numerosa junto a él y, con la gente, tiene un jefe de la sinagoga, llamado Jairo. Él se acerca a Jesús, cae sobre sus pies y ruega a Jesús que vaya a su casa e imponga las manos sobre su hija. Mientras Jesús acompaña a Jairo, la multitud también lo seguía. Entre las personas hay una mujer que sufre de hemorragia hace ya mucho tiempo. Como Jairo, también ella se acerca a Jesús por detrás y toca sus ropas. Cree que si toca en él quedará curada. Imaginamos las dos escenas. Aquel padre desesperado porque sabe que está delante de la muerte de su hija. Aquella mujer que lleva una enfermedad humillante e incómoda. Oye hablar de Jesús y cree que si toca en él será curada. Pero hay dos obstáculos. Tiene miedo de acercarse, porque era considerada una persona impura y también porque hay una gran multitud, lo que dificulta acercarse y tocar al Maestro. Ante el relato del Evangelio tenemos dos aspectos importantes. Claro que aquí podríamos profundizar otros, pero éstos son suficientes para el objetivo de la reflexión. El primero es que en ambos casos existe el deseo de la persona necesitada de acercarse a Jesús. Tanto Jairo como la mujer enferma creen que Jesús tiene poder para sanar. «Mi hija está en las últimas. Ven y pon las manos sobre ella para que ella sane y viva». «Si al menos toco su ropa, estaré curada», dice la mujer hemorrágica.
Mi hermano y mi hermano ¿qué milagro necesitas en tu vida y en la vida de tu familia?
¿Creemos como Jairo y esta mujer que Jesús puede cambiar nuestras dificultades en abundancia?
El milagro sucede en nuestra vida cuando tenemos confianza y creemos que Jesús puede sanarnos y liberarnos de todos los males. Es nuestra fe en Él la que hará que ocurra el milagro. El segundo aspecto que debemos traer a nuestra vida es que al acercarnos a Jesús necesitamos depositar fe. Si nuestra cercanía con el Señor no produce cambios en nuestra vida, significa que nuestro contacto con él no es verdadero. Seguimos siendo la multitud que lo acompaña, pero no se deja transformar por su presencia. Pidamos a Jesús la gracia de acercarnos a él sin miedo y con fe. Fue lo exigido por las dos personas en el Evangelio de este domingo. Cuando dejamos que el Señor conduzca nuestra vida, con la verdadera confianza en él, somos transformados. Tenemos que seguir pidiendo a Jesús que nos cure, acercarnos de Él, para recibir Su fuerza. Confiando, y aceptando lo que Él nos dé. Con fe. Porque es la fe la que nos sana. Que, entonces, Jesús fortalezca en nosotros la fe y la confianza, para que podamos percibir y vivir su inmenso amor en nuestra vida. –

Hermano Mauricio Silva dos Anjos – Hermano Menor Capuchino de Chile.

Homilía para la Eucaristía del domingo 30 de junio de 2024.

DOMINGO TRECE DEL CICLO B.
Sabiduría 1,13-15; 2,23-24: Algunos versículos que reflexionan sobre la muerte; tenemos una visión positiva de la creación, no fatalista.
2Corintios 8, 7,9.13-15: Exhortación a la colecta en favor de los cristianos de Jerusalén. El modelo de esta acción: Cristo que, en su generosidad, se anonadó por nosotros y nos asoció a su riqueza: divinidad.
Marcos 5,21-43: Jesús interviene y salva a dos mujeres. Sólo exige fe.

1.- Qué hermoso como comienza la primera lectura: “Dios no hizo la muerte”. El texto no se está refiriendo a la muerte física, sino la espiritual, que es consecuencia del pecado. Por eso la muerte física es considerada un “dormir” y así lo afirma el evangelio. San Pablo también cuando habla de la muerte se refiere a la pérdida de la amistad y comunión con Dios.
La etapa del ser humano en este mundo es provisional y transitoria. Por eso se habla de un “Paso” de lo temporal a lo eterno.
Nosotros, influenciados por una cultura no bíblica, dividimos al ser humano en dos: cuerpo y alma; la concepción bíblica considera al ser humano como un todo. Morir es perder a Dios.
2.- Tenemos que saber encarar a la muerte con una nueva mentalidad. Es cierto que la muerte nos asusta, no la queremos, ya que hemos sido creados para la vida, para disfrutar la vida.
Pero los humanos no sabemos vivir, ya que nos dejamos influenciar por el egoísmo, el apetito de gozar la vida sin importar las consecuencias. Por eso sufrimos. La mayoría de los males, por no decir todos, son causados por nosotros mismos. No queremos sufrir, no queremos morir, pero el pecado, presente en la humanidad, acarrea todos los males. Y Dios no quiere eso; lo afirma la Escritura.
3.- Una de las raíces de tanto mal es el egoísmo y el egocentrismo imperante en la sociedad. Nos cuesta entender que sólo saliendo de nosotros mismos es coo llegaremos a ser plenos, maduros y felices. San Pablo nos dice hoy algo muy concreto. Como Cristo, nosotros debemos ser solidarios, romper las barreras o cercos que nos separan. Así lo hizo el Señor; Él dio un gran salto, un tránsito, se hizo pobre para enriquecernos. Y lo logró con su muerte y resurrección. Mientras nosotros no hagamos este tránsito estaremos asfixiándonos en nuestro propio egoísmo. Y el Señor nos quiere plenos, llenos de vida.
4.- Lo escuchado en el evangelio no deja de ser interesante. Dos mujeres, una, la hija de Jairo, la otra, la mujer enferma; ambas están perdiendo paulatinamente la vida. Ambas representan al pueblo de Israel, que se asfixia en su propia Ley sin vida. Por eso Jairo quebranta la ley al invitar a Jesús a su casa; la mujer enferma por mezclarse con la gente, cuando la ley lo prohibía.
Lo que dice Jesús es clave: “No temas. Basta que creas”. He aquí que se nos presenta la fe como un contacto que hay que tener con Jesús. Si la muerte es perder la comunión vital con Dios, la fe que da vida es el entrar en comunión con Jesús. La fe no es un elemento mágico, sino una disposición de confianza total con Jesús, la que se irá desarrollando en una aceptación de Cristo Salvador. Porque a través de la fe y la gracia que Él nos concede podemos superar la muerte, todas las situaciones de muerte.
Aquí en la Eucaristía hacemos comunión con l Señor; se nos da el Pan de la Vida, porque a eso vino el Señor, para que tengamos vida en abundancia. Hermano Pastor.

EDD. sábado 29 de junio de 2024

Primera Lectura

Lectura de las Lamentaciones (2,2.10-14.18-19):

El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob, con su indignación demolió las plazas fuertes de Judá; derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los príncipes. Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan polvo en la cabeza y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan hasta el suelo la cabeza. Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas; se derrama por tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mi pueblo; muchachos y niños de pecho desfallecen por las calles de la ciudad. Preguntaban a sus madres: «¿Dónde hay pan y vino?», mientras desfallecían, como los heridos, por las calles de la ciudad, mientras expiraban en brazos de sus madres.

¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén? ¿A quién te compararé, para consolarte, Sión, la doncella? Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá curarte? Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras.
Grita con toda el alma al Señor, laméntate, Sión; derrama torrentes de lágrimas, de día y de noche; no te concedas reposo, no descansen tus ojos. Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón en presencia del Señor; levanta hacia él las manos por la vida de tus niños, desfallecidos de hambre en las encrucijadas.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 73

R/. No olvides sin remedio la vida de tus pobres

¿Por qué, oh Dios, nos tienes siempre abandonados,
y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño?
Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo,
de la tribu que rescataste para posesión tuya,
del monte Sión donde pusiste tu morada. R/.

Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio;
el enemigo ha arrasado del todo el santuario.
Rugían los agresores en medio de tu asamblea,
levantaron sus propios estandartes. R/.

En la entrada superior
abatieron a hachazos el entramado;
después, con martillos y mazas,
destrozaron todas las esculturas.
Prendieron fuego a tu santuario,
derribaron y profanaron la morada de tu nombre. R/.

Piensa en tu alianza: que los rincones del país
están llenos de violencias.
Que el humilde no se marche defraudado,
que pobres y afligidos alaben tu nombre. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,5-17):

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.»
Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo.»
Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy quién soy yo para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; a mi criado: «Haz esto», y lo hace.»

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
Y al centurión le dijo: «Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído.» Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

Se dice de Pedro y Pablo que son las columnas de la Iglesia. Y en la mente se nos crea la imagen de un templo, que posiblemente guarde una cierta similitud con la basílica de san Pedro de Roma. Una nave inmensa y una cúpula que sobresale por encima de todos los edificios circundantes. Damos por supuesto que los cimientos de semejante edificio son firmes y profundos. No permiten que los muros del edificio se muevan ni con el más fuerte de los terremotos. Y pensamos que así es la Iglesia.

Pero la verdad es que la imagen no es verdadera. La Iglesia es un edificio vivo. Y los creyentes somos los ladrillos que van dando forma a los muros. Los cimientos están también vivos. Es la fe vivida y hecha práctica de amor, de justicia, de Reino, a lo largo de la historia. Cimientos y muros han tenido muchas restauraciones a lo largo de los siglos. En algunos momentos daba la impresión de que el edificio se caía, que no iba a aguantar la siguiente tormenta. Los mismos cimientos han podido darnos la impresión de que eran débiles.

De Pedro y Pablo, ellos incluidos naturalmente, en adelante ha habido mucha debilidad en la Iglesia, mucho pecado, mucha desorientación. A veces el Evangelio de Jesús se ha leído con muchos prejuicios. La Iglesia que se dice a sí misma que es experta en humanidad (Pablo VI) a veces se ha comportado de una forma cruel con los de fuera y con los de dentro.

Claro que también a lo largo de la historia ha habido muchos creyentes, muchos ladrillos, que han dado fuerza a las paredes, que han sido fieles al Espíritu de Jesús, que han abierto las puertas para que entrase el viento del Espíritu y barriese las inmundicias. Son los santos y santas, muchos más de los reconocidos oficialmente por la iglesia. El edificio se va manteniendo y ampliando.

Y ¿qué es lo que brilla en toda esta historia y hoy mismo? Pues la gracia de Dios, la fuerza de su Espíritu. La misma fuerza y gracia que animó a Pedro y a Pablo, a pesar de sus debilidades y limitaciones, a anunciar la buena nueva de la salvación para todos. Es un buen día para dar las gracias por esta historia hecha de amor y fidelidad, pero también de pecado y deslealtad.

Porque en ella se ve con claridad que es la gracia de Dios la que mantiene en pie el edificio. Hasta que todos, hombres y mujeres, lleguen a conocer el amor con el que Dios nos ama.

Fernando Torres, cmf

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/evangelio-lecturas-hoy/

EDD. viernes 28 de junio de 2024.

Primera Lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes (25,1-12):

El año noveno del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y construyó torres de asalto alrededor. La ciudad quedó sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías, el día noveno del mes cuarto. El hambre apretó en la ciudad, y no había pan para la población. Se abrió brecha en la ciudad, y los soldados huyeron de noche por la puerta entre las dos murallas, junto a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el camino de la estepa. El ejército caldeo persiguió al rey; lo alcanzaron en la estepa de Jericó, mientras sus tropas se dispersaban abandonándolo. Apresaron al rey y se lo llevaron al rey de Babilonia, que estaba en Ribla, y lo procesó. A los hijos de Sedecías los hizo ajusticiar ante su vista; a Sedecias lo cegó, le echó cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia.

El día primero del quinto mes, que corresponde al año diecinueve del reinado de Nabucodonosor en Babilonia, llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia, funcionario del rey de Babilonia. Incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén, y puso fuego a todos los palacios. El ejército caldeo, a las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén. Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivos al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la plebe. De la clase baja dejó algunos como viñadores y hortelanos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 136,1-2.3.4-5.6

R/. Que se me pegue la lengua al paladar sí no me acuerdo de ti

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R/.

Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.» R/.

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R/.

Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,1-4):

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

Hoy el texto evangélico nos plantea un milagro. Jesús cura la lepra a este hombre que se le acerca y que muy humildemente dice a Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme.” Más allá de la respuesta inmediata de Jesús (“¡Quiero, queda limpio!”), hay dos cosas que me sorprenden en este hombre.

La primera es que era muy consciente de su lepra. Podemos pensar que esto no es gran cosa, que la lepra es algo que se ve a primera vista. Es cierto. Pero también podemos dedicar un tiempo a pensar en la inmensa capacidad que tenemos de autoengañarnos y de ocultarnos a nosotros mismos nuestras lepras. Curiosamente, son lepras que los demás, los que nos rodean, ven con mucha facilidad. Aquí se cumple perfectamente aquello que decía Jesús en otro pasaje de que somos capaces de ver perfectamente la paja en el ojo ajeno pero nos cuesta infinito ver la viga en el nuestro.

Una primera consecuencia es que quizá nos convendría un rato de reflexión sobre nosotros mismos –quizá con un espejo delante que nos haga ver nuestra imagen real y no la imagen que nos hemos construido en nuestra mente de nosotros mismos–. Objetivo: tratar de descifrar donde están nuestras lepras, cuáles son, llamarlas por su nombre. Hace falta ser valiente para dar este primer paso. Sólo así podremos plantarnos delante del Señor y pedirle que nos cure. Porque a veces en nuestra oración le pedimos cosas que no tienen mucho sentido. Como dijo Jesús a los Zebedeos que le pedían estar a su lado en el Reino: “No sabéis lo que pedís.”

La segunda cosa que me maravilla de este hombre es que su petición está llena de humildad. Ese “si quieres”, es al mismo tiempo un reconocimiento del poder de Dios manifestado en Jesús y la asunción de que quizá esa lepra forme parte de su vida y que va a tener que aprender a convivir con ella en paz. Porque no somos perfectos. Y porque el primer paso es aceptarnos como somos.

Tendríamos que aprender a añadir, de corazón, ese “si quieres” a todas nuestras oraciones. Y decirle que tanto si nos cura como si no, nos comprometemos a trabajar por el Reino, por la fraternidad, por la justicia, por hacer llegar a todos el amor de Dios. Porque todo eso es mucho más importante que nuestra particular “lepra”.

Fernando Torres, cmf

Fuente : https://laicoscapuchinos.cl/wp-admin/post.php?post=17473&action=edit

EDD jueves 27 de junio de 2024

Primera Lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes (24,8-17):

Cuando Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre. En aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la cercaron. Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus oficiales la tenían cercada. Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de Babilonia los apresó el año octavo de su reinado. Se llevó los tesoros del templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo según las órdenes del Señor. Deportó a todo Jerusalén, los generales, los ricos –diez mil deportados–, los herreros y cerrajeros; sólo quedó la plebe. Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia. Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus funcionarios y grandes del reino, todos los ricos –siete mil deportados–, los herreros y cerrajeros –mil deportados–, todos aptos para la guerra.

En su lugar nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 78,1-2.3-5.8.9

R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.

Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.

No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,21-29):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: «Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?» Yo entonces les declararé: ‘Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados.» El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

Esta semana vamos de refranes. El de hoy es: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Dicho con otras palabras, que ser cristiano no consiste en pasarse el día metido en la Iglesia rezando y rezando. Que el partido del Evangelio no se juega en la contemplación mística sino en los brazos abiertos al hermano que sufre y que a nuestro lado necesita nuestra ayuda.

Entonces, ¿es que no tiene sentido orar? ¿No tiene sentido ir a la Iglesia y participar en la Eucaristía? Ciertamente todo eso tiene sentido y mucho sentido pero en tanto que no es fin sino medio. Tiene sentido en tanto que nos lleva fuera de esos muros del templo –donde a veces nos sentimos muy bien y seguros–, hacia la vida y los hermanos y la calle y nos compromete en la construcción del Reino de Dios, en el trabajo por la justicia y la fraternidad. Es ahí en medio de la imperfección, del barro de la vida, donde tenemos que dar el do de pecho los cristianos. Por eso, el refrán de hoy, “A Dios rogando y con el mazo dando”, se entiende perfectamente en el marco de las palabras de Jesús.

Poner el centro de nuestra vida cristiana en esos momentos íntimos de encuentro con el Señor, en la oración silenciosa y pacífica, es una equivocación. Repito que la jugada está fuera. En el encuentro con los hermanos y en el compromiso, el mismo que guio a Jesús toda su vida, por el Reino, por la fraternidad, por convocar y hacer realidad la familia de los hijos e hijas de Dios, el Padre que nos ama sin distinción.

En ese compromiso es donde se edifica sólidamente nuestra vida cristiana. A partir de ahí, el encuentro con los hermanos en la celebración de la Eucaristía será ocasión y motivo para reiterar y reforzar nuestro compromiso con el Reino. Comulgar el cuerpo de Cristo será comulgar con él y hacer nuestro su compromiso de vida. No se tratará tanto de pedirle qué puede hacer él por nosotros sino de mirar qué podemos hacer nosotros por él. Porque nosotros somos sus manos y sus brazos y sus pies, su corazón y su mente.

Es decir, sus testigos en el mundo de hoy. No entrar por este camino es edificar nuestra casa sobre arena: al primer viento, la casa se hundirá y nos quedaremos sin nada.

Fernando Torres, cmf

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/evangelio-lecturas-hoy/

EDD. martes 25 de junio de 2024

Primera Lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes (19,9b-11.14-21.31-35a.36):

En aquellos días, Senaquerib, rey de Asiria, envió mensajeros a Ezequías, para decirle: «Decid a Ezequias, rey de Judá: «Que no te engañe tu Dios en quien confías, pensando que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. Tú mismo has oído hablar cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?»»
Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó; después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró: «Señor, Dios de Israel, sentado sobre querubines; tú solo eres el Dios de todos los reinos del mundo. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina tu oído, Señor, y escucha; abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha el mensaje que ha enviado Senaquerib para ultrajar al Dios vivo. Es verdad, Señor: los reyes de Asiria han asolado todos los países y su territorio, han quemado todos sus dioses, porque no son dioses, sino hechura de manos humanas, leño y piedra, y los han destruido. Ahora, Señor, Dios nuestro, sálvanos de su mano, para que sepan todos los reinos del mundo que tú solo, Señor, eres Dios.»

Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: «Así dice el Señor, Dios de Israel: «He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: Te desprecia y se burla de ti la doncella, la ciudad de Sión; menea la cabeza a tu espalda la ciudad de Jerusalén. Pues de Jerusalén saldrá un resto, del monte Sión los supervivientes. ¡El celo del Señor lo cumplirá! Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará contra ella su flecha, no se acercará con escudo ni levantará contra ella un talud; por el camino por donde vino se volverá, pero no entrará en esta ciudad –oráculo del Señor–. Yo escucharé a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi siervo.»
Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se volvió a Nínive y se quedó allí.

Salmo

Sal 47,2-3a.3b-4.10-11

R/. Dios ha fundado su ciudad para siempre

Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios.
Su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. R/.

El monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey.
Entre sus palacios, Dios
descuella como un alcázar. R/.

Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios,
tu alabanza llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,6.12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.»

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

Más allá de las maravillas y señales, del nacimiento milagroso, de los ángeles y otras historias, conviene que nos centremos en lo que los evangelios nos quieren transmitir de Juan el Bautista. Él es el precursor. El que anuncia. El que señala.

Juan el Bautista, tal como lo presentan los Evangelios, fue uno que no se quiso poner en el centro sino a un lado. Y dejó que el centro lo ocupase Jesús. Y nos señaló a todos a donde tenemos que mirar. Nos marcó con una señal inconfundible cuál es el centro de la vida de la comunidad cristiana, de la Iglesia, y de cada cristiano. Él no tuvo dudas en menguar para que Jesús creciese. Si por un momento alguno de sus seguidores llegó a pensar que con seguir a Juan Bautista tenía suficiente, el mismo Juan se encargó de decirles que no perdiesen el tiempo y que fuesen detrás de Jesús. Quedarse mirando a Juan es hacer como el tonto que se queda mirando al dedo que apunta a la luna y no va más allá.

Esa actitud me parece que es la clave de nuestra vida y de la vida de la Iglesia. No somos el centro del universo. La iglesia no está para perpetuarse a sí misma sino al servicio de una misión: hacer que los hombres y mujeres de todos los tiempos lleguen a conocer a través de su estilo de vida, de su forma de comportarse y relacionarse, y de su anuncio, por supuesto, a Jesús, el testigo del amor de Dios entre nosotros, el que se entregó por nuestra salvación, el que nos abre a una nueva esperanza. Lo que se dice de la Iglesia se aplica a cada uno de los que la formamos. No estamos para mirarnos al ombligo. No estamos para defender nuestros derechos ni nuestras sacrosantas tradiciones sino para anunciar el Evangelio, la buena nueva de la salvación, a todos los que nos rodean.

Ser cristiano no es cultivar devotamente una relación personal con Dios, con el que en la intimidad puedo dialogar y sentirme bien y amado y perdonado. Es eso pero no es solo eso. No puede ser solo eso. Es además y sobre todo vivir y actuar invitando a todos a que lleguen a descubrir a Jesús en sus vidas. Es ser anunciadores y señaladores. Como Juan el Bautista, el Precursor.

Fernando Torres, cmf

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/evangelio-lecturas-hoy/