El laico capuchino busca a Dios, escucha a Dios, se deja amar y moldear por Él presente en la creación.
El laico capuchino sigue a Jesucristo y vive el evangelio, en y con la mirada de Francisco.
El laico capuchino, consciente de su realidad humana y espiritual, tiene la madurez necesaria para descubrir, asumir y vivir su proyecto personal de vida evangélico.
El laico capuchino da testimonio alegre, coherente y cálido de su experiencia de Jesucristo en su entorno familiar, laboral, eclesial y social.
El laico capuchino comparte con otros su vida, se deja acompañar, corregir, sabe escuchar, está dispuesto a la comunión y al compromiso fraterno.
El laico capuchino asume la minoridad como estilo de vida, poniéndose siempre al servicio del otro, viendo en él a Jesucristo.
El laico capuchino es orante, vive los sacramentos en plenitud y está en comunión con la Iglesia.
El laico capuchino es un discípulo misionero al servicio de Jesucristo dentro de la Iglesia.
El laico capuchino es artífice de la paz y de la reconciliación.
El laico capuchino respeta y acepta a los que piensan distinto, no hace diferencias de raza, credos ni clases sociales.