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Autor: Patricio Osiadacz

HOMILÍA DEL PAPA EN LA EUCARISTÍA EN ECATEPEC – MÉXICO.

«La riqueza, vanidad y orgullo, nos apartan del proyecto de Dios «
El Papa en Ecatepec celebra ante 300 mil personas y recuerda el mensaje del evangelio del día.
El santo padre Francisco llegó este domingo a las 11 horas locales en helicóptero, al aeropuerto de la municipalidad de Ecatepec, desde donde fue en el papamóvil hacia el área del Centro de Estudios, en donde a lo largo del camino era evidente el entusiasmo de la gente que le saludaba a su paso, en este segundo día de su viaje apostólico.
Una vez en el lugar de la misa, el obispo de la ciudad, Mons. Oscar Roberto Domínguez Couttolenc, y algunas autoridades locales entre las cuales el alcalde, le entregaron las llaves de la ciudad, informó la sala de prensa de la Santa Sede.
El Papa presidió la misa del primer domingo de cuaresma, delante de unas 300 mil personas, vistiendo paramentos color violeta. Después de la proclamación del Evangelio, el Pontífice en su homilía, recordó que en este tiempo de cuaresma debemos “recordar el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios”. Reavivando el don que nos ha sido obsequiado “para no dejarlo dormido como algo del pasado o en algún ‘cajón de los recuerdos’”.
Y así recuperar –dijo el Santo Padre– la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre, “Padre de una gran familia” no de algunos ‘hijos únicos’, sino que “sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro no del ‘padre mío’ y ‘padrastro vuestro’”. Francisco señaló además, que ese sueño es “testimoniado por la sangre de tantos mártires de ayer y de hoy”.
Un sueño, dijo, que “se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira” que “genera una sociedad dividida y enfrentada”. Una sociedad de pocos y para pocos en la que no se reconoce “esa dignidad que todos llevamos dentro”.
El Pontífice latinoamericano aprovechó para señalar como la cuaresma es “tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y proyecto de Dios”, señalando como en el Evangelio de hoy, se indican las “tres tentaciones de Cristo… Tres tentaciones del cristiano” que “buscan degradar y degradarnos”.
La primera es la riqueza, “adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o ‘para los míos’. Es tener el ‘pan’ a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida” y “en una familia o en una sociedad corrupta es el pan que se le da de comer a los propios hijos”.
La segunda tentación, señaló, es la vanidad, “esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que ‘no son como uno’”.
Y la tercera, “el orgullo , o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la ‘común vida de los mortales’, y que reza todos los días: ‘Gracias Señor porque no me has hecho como ellos’”.
“Vale la pena entonces preguntarnos”, dijo el Papa, “¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones? ¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida? ¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza?”
Por todo esto, “la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que lo degrada, degradándose o degradando” dijo. Porque “Dios tiene un nombre: misericordia”. Por ello pidió que “el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de que su nombre es misericordia”.
Fuente: http://es.zenit.org/

MENSAJE DEL PAPA A LOS OBISPOS DE MÉXICO

El Papa pide a los obispos ‘mirada limpia, alma transparente y rostro luminoso’ 
Les pidió no tener miedo de la transparencia, no limitarse a condenar genéricamente al narcotráfico, a reconocer el aporte indígena, a ser padres con los sacerdotes en dificultad y a ayudar a los migrantes
El papa Francisco ha tenido hoy sábado poco antes de medio día, un encuentro con los obispos de México, reunidos en la catedral metropolitana, dedicada a la Asunción de la Virgen María.
Procedente del  Palacio Nacional, el Santo Padre llegó en el vehículo abierto que antes de detenerse realizó un giro en la Plaza de la Constitución. El Pontífice fue recibido por el Capítulo de la catedral que lo acompaño al interior del templo, pasando por la Puerta Santa de este templo, y llegando hasta el Altar del Perdón, donde estaba expuesto el Santísimo Sacramento.
Poco después le saludaron el arzobispo de Ciudad de México, el cardenal Norberto Rivera Carrera, y el presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, cardenal José Francisco Robles Ortega.
El Santo Padre dirigió sus palabras, recordando que está visitando México “siguiendo los pasos de mis Predecesores” y se interrogó si “¿Podría el Sucesor de Pedro, llamado del lejano sur latinoamericano, privarse de poder posar la propia mirada sobre la «Virgen Morenita»?”.
Porque “mirando los ojos de la Virgen alcanzo la mirada de su gente”, porque “Ella custodia sus más altos deseos y sus más recónditas esperanzas; Ella recoge sus alegrías y sus lágrimas; Ella comprende sus numerosos idiomas y les responde con ternura de Madre porque son sus propios hijos”. Tanto “aquí, en las cercanías del «Cerro del Tepeyac», como en los albores de la evangelización de este Continente” dijo.
Y les recordó que “la «Virgen Morenita» nos enseña que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios”. Citó así a un “inquieto y notable literato de esta tierra” que dijo “que en Guadalupe ya no se pide la abundancia de las cosechas o la fertilidad de la tierra, sino que se busca un regazo en el cual los hombres, siempre huérfanos y desheredados, están en la búsqueda de un resguardo, de un hogar”.
El Santo Padre indicó también conocer “la larga y dolorosa historia que han atravesado, no sin derramar tanta sangre, no sin impetuosas y desgarradoras convulsiones, no sin violencia e incomprensiones” y les invitó “a partir nuevamente de esta necesidad de regazo”, que es la “fe cristiana”, capaz de reconciliar el pasado, frecuentemente marcado por la soledad, el aislamiento y la marginación, con el futuro continuamente relegado a un mañana que se escabulle” porque “sólo en aquel regazo se puede, sin renunciar a la propia identidad, descubrir la profunda verdad de la nueva humanidad, en la cual todos están llamados a ser hijos de Dios”.
Les invitó así a ser “obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso”. Y les exhortó: No tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los «carros y caballos» de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la «columna de fuego» que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer gran rumor”.
Porque, dijo, “es necesario responder a la gente que Dios existe y está cerca a través de Jesús”. Y aseguró que “en las miradas de ustedes el Pueblo mexicano tiene el derecho de encontrar las huellas de quienes han visto al Señor”.
Por ello les exhortó a no perder tiempo y energías en las cosas secundarias, en las habladurías e intrigas, en los vanos proyectos de carrera, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubs de intereses o de consorterías”.
Les invitó también a “ofrecer un regazo materno a los jóvenes”, a “captar lo que ellos buscan, con aquella fuerza con la que muchos como ellos han dejado barcas y redes sobre la otra orilla del mar”.
“Les ruego –señaló el Pontífice– no minusvalorar el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para le entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia”, para ello “sin refugiarnos en condenas genéricas”, y “realizando un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana”. A partir “de las familias; acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, la comunidades políticas, las estructuras de seguridad”.
“En el manto del alma mexicana Dios ha tejido, con el hilo de las huellas mestizas de su gente, el rostro de su manifestación en la Morenita” dijo. Y pidió una “mirada de singular delicadeza hacia los pueblos indígenas, y no pocas veces masacradas culturas”, porque “los indígenas de México aún esperan que se les reconozca efectivamente la riqueza de su contribución y la fecundidad de su presencia, para heredar aquella identidad que les convierte en una Nación única y no solamente una entre otras”.
“Custodien la memoria del largo camino hasta ahora recorrido –les señaló el Papa a los obispos– y sepan suscitar la esperanza de nuevas metas”, y les invitó a contribuir a la unidad de su Pueblo; favorecer la reconciliación de sus diferencias y la integración de sus diversidades.
¡Ay de ustedes si se duermen en sus laureles! Es necesario no desperdiciar la herencia recibida, custodiándola con un trabajo constante”, dijo.
El papa Francisco invitó entonces a los obispos: “El primer rostro que les suplico custodien en su corazón es el de sus sacerdotes. No los dejen expuestos a la soledad y al abandono, presa de la mundanidad que devora el corazón”. Así como pidió que sostengan a quien se sienta abatido, “sin que nunca falte la paternidad de ustedes, obispos, para con sus sacerdotes”.
Invitó también a que la Pontificia Universidad de México “esté cada vez más en el corazón de los esfuerzos eclesiales para asegurar aquella mirada de universalidad sin la cual la razón, resignada a módulos parciales, renuncia a su más alta aspiración de búsqueda de la verdad”.
Y reiteró:“No se necesitan ‘príncipes’, sino una comunidad de testigos del Señor”.
Al concluir sus palabras indicó su aprecio “por todo cuanto están haciendo para afrontar el desafío de nuestra época representada en las migraciones”.
Recordó que se trata de “millones los hijos de la Iglesia que hoy viven en la diáspora o en tránsito, peregrinando hacia el norte en búsqueda de nuevas oportunidades. Muchos de ellos dejan atrás las propias raíces para aventurarse, aun en la clandestinidad que implica todo tipo de riesgos, en búsqueda de la ‘luz verde’ que juzgan como su esperanza”. Y que “tantas familias se dividen; y no siempre la integración en la presunta ‘tierra prometida’ es tan fácil como se piensa”. E invitó a seguirlos y alcanzarlos más allá de las fronteras y reforzar la comunión con sus hermanos del episcopado estadounidense.
“Queridos hermanos, el Papa está seguro de que México y su Iglesia llegarán a tiempo a la cita consigo mismos, con la historia, con Dios” concluyó, y si bien reconoció que “alguna piedra en el camino retrasa la marcha” no será jamás bastante para hacer perder la meta. Porque “¿puede llegar tarde quien tiene una Madre que lo espera?”
Fuente: http://es.zenit.org/

MENSAJE DEL PAPA EXPLICANDO LA MISERICORDIA.

El Papa explica a los sacerdotes romanos el motivo del Jubileo de la Misericordia
En la basílica de San Juan de Letrán, el Pontífice pide al clero de su diócesis que sean generosos al perdonar y entender los diferentes lenguajes de los penitentes
El papa Francisco fue este jueves por la mañana a la basílica de San Juan de Letrán, donde se estaba celebrando la tradicional reunión del clero romano con motivo del inicio de la cuaresma. Una vez en el templo, el Santo Padre confesó a diez sacerdotes y, a continuación, él mismo se confesó con uno de los penitenciarios.
El encargado de recibir al Pontífice y dirigirle un saludo de bienvenida fue el cardenal vicario Agostino Vallini, que le aseguró la proximidad del clero romano ante su inminente viaje a México y el encuentro con el Patriarca de Moscú, “un punto de inflexión en la historia de la unidad”. El hecho de insistir en la misión del Obispo de Roma, dijo el cardenal Vallini, ha “impresionado mucho” incluso al metropolita ortodoxo Hilarion.
Según informó L’Osservatore Romano, periódico de la Santa Sede, el purpurado también dio las gracias al Papa por la visita y por haber mantenido el tradicional encuentro con el clero de su diócesis. “Estamos viviendo el Jubileo con mucho compromiso en las parroquias”, aseguró finalmente el cardenal vicario, “sobre todo experimentando la misericordia a través de las confesiones y la peregrinación”.
En un discurso improvisado, Francisco instó a los sacerdotes a vivir de manera completa la misericordia, para comprender y perdonar a las personas que se acercan al confesionario. Recordó que la caricia de un cura hace mucho bien, señalando el ejemplo del Señor, que es siempre misericordioso. La gente –afirmó el Pontífice– ha de encontrar en el confesor a un padre que no deja a su hijo alejarse.
La idea del Jubileo de la Misericordia –confió– es fruto de una inspiración espiritual y viene de lejos: se remonta a Pablo VI, a las enseñanzas de Juan Pablo II, al mensaje de santa Faustina Kowalska y a las catequesis de Benedicto XVI. Si el Señor quiere un Jubileo de la Misericordia –enfatizó– es para haya misericordia en la Iglesia, para que se perdonen los pecados. De ahí la invitación a los sacerdotes para que sean generosos al perdonar y entender los diferentes lenguajes de los penitentes: existe el lenguaje de las palabras, pero también el de los gestos que expresan la voluntad de aprovechar el perdón de Dios.
La reunión en el Laterano tenía un carácter penitencial. Antes de la llegada del Santo Padre había sido el obispo auxiliar de Roma, monseñor Angelo De Donatis, que preside el Servicio para la formación permanente del clero, el que había sugerido una reflexión centrada en la negación de Pedro. Además, como gesto cuaresmal, las ofrendas de los sacerdotes durante la reunión se destinaron a Cáritas. Por último, el cardenal Vallini donó el libro del Papa, “El nombre de Dios es Misericordia”, a todos los presentes. Francisco regresó al Vaticano en torno a las 13 horas.

COMENTARIO AL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 13 DE FEBRERO DE 2016.

Evangelio de hoy.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):
En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros.
Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les replicó: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy sábado, 13 de febrero de 2016
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
El sábado es un día más relajado, laboralmente hablando. Es un buen momento para descansar y dedicar un poco más de tiempo para orar con más calma y sosiego, para saborear a Dios en el banco de un parque, contemplando la naturaleza, encontrando el silencio y la quietud que apacigüa nuestra alma. El corazón necesita escuchar a Dios. Cuando somos capaces de estar a la escucha de forma pacífica y confiada, nuestro interior puede oír la voz de Dios que llama insistentemente y con dulzura a nuestra puerta, como la voz que hoy llama a Leví, sentado al mostrador de los impuestos.
…Se levantó y lo siguió. Sólo un corazón disponible es capaz de levantarse. Levantarse implica dejar todo lo que estás haciendo, dar prioridad a quien te llama, renunciar. No se puede permanecer sentado en el mostrador de los impuestos y seguir a Jesús al mismo tiempo. El seguimiento implica cambio de dirección. Este es el problema que, en ocasiones, nos impide avanzar en la vida de fe: nos da miedo levantarnos y abandonar nuestras seguridades. El profeta Isaías lo explica muy bien en la primera lectura: …cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.
Cuando somos capaces de avanzar en el seguimiento de Jesús porque superamos el inmovilismo que nos estanca, nuestro corazón se alegra, hace fiesta. El banquete de Jesús con Leví expresa la alegría del encuentro. Jesús está deseando sentarse a nuestra mesa. Es necesario estar muy atentos para escuchar sus llamadas y estar vitalmente dispuestos a levantarnos y dejar lo que tengamos entre manos para abrir la puerta a nuestro Señor, aquel que viene a traer mucha paz y alegría a nuestra vida. Que este sábado sea un día propicio para ello. ¡Feliz jornada!
Vuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.
Fuente : http://www.ciudadredonda.org/
 

EDD. SÁBADO 13 DE FEBRERO DE 2016

Sábado después de Ceniza
Libro de Isaías 58,9b-14.
Así habla el Señor:
Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna;
si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía.
El Señor te guiará incesantemente, te saciará en los ardores del desierto y llenará tus huesos de vigor; tú serás como un jardín bien regado, como una vertiente de agua, cuyas aguas nunca se agotan.
Reconstruirás las ruinas antiguas, restaurarás los cimientos seculares, y te llamarán «Reparador de brechas», «Restaurador de moradas en ruinas».
Si dejas de pisotear el sábado, de hacer tus negocios en mi día santo; si llamas al sábado «Delicioso» y al día santo del Señor «Honorable»; si lo honras absteniéndote de traficar, de entregarte a tus negocios y de hablar ociosamente,
entonces te deleitarás en el Señor; yo te haré cabalgar sobre las alturas del país y te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob, porque ha hablado la boca del Señor.
Salmo 86(85),1-2.3-4.5-6.
Inclina tu oído, Señor, respóndeme,
porque soy pobre y miserable;
protégeme, porque soy uno de tus fieles,
salva a tu servidor que en ti confía.
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!
Evangelio según San Lucas 5,27-32.
Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme».
El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.
Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: «¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?».
Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan».
Comentario del Evangelio por  San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia. Catequesis bautismales, n° 1.
«Dejándolo todo, se levantó y le siguió»: la cuaresma conduce al bautismo.
Sois ya discípulos de la nueva Alianza y partícipes de los misterios de Cristo, ahora por vocación, pero dentro de poco también como un don: haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo (Ez 18,31) para que se alegren los moradores del cielo. Pues si, como dice el evangelio, «habrá alegría por un solo pecador que se convierte»( Lc 15,7), ¿cuánto más no moverá a la alegría a los habitantes del cielo la salvación de tantas almas?
Habiendo entrado por un camino ancho y hermoso, recorred cautelosamente la senda de la piedad. Pues el unigénito Hijo de Dios está plenamente dispuesto para vuestra redención y señala: «Venid todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré»( Mt 11,28). Los que lleváis el pernicioso vestido de vuestras ofensas y estáis oprimidos por las cadenas de vuestros pecados, escuchad la voz del profeta que dice: «Lavaos, purificaos, quitad de delante de mis ojos las maldades de vuestra alma»( Is 1,16), de modo que os aclame el coro de los ángeles: «Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado»( Sal. 31,1). Los que habéis encendido hace poco por primera vez las lámparas de la fe, sostenedlas en las manos sin que se apaguen, para que aquel que en otro tiempo abrió por la fe el paraíso al ladrón en este santísimo monte del Gólgota (Lc 23,43) os conceda también a vosotros cantar el cántico nupcial.
Si alguno es ahora esclavo del pecado, prepárese mediante la fe para la regeneración liberadora de la adopción filial. Y abandonada la funesta servidumbre de los pecados, una vez dedicado al dulce servicio del Señor, será juzgado digno de disfrutar la herencia del reino celestial. Desvestíos por medio de la confesión del hombre viejo, que se corrompe por las concupiscencias del error, para revestiros del hombre nuevo, que se renueva por el conocimiento de aquel que le creó. Recibid por la fe las arras del Espíritu (2Co 5,5) para que podáis ser recibidos en las moradas eternas. Acercaos (a recibir) el sello espiritual para que podáis ser reconocidos favorablemente por vuestro dueño.

HOMILÍA PARA LA EUCARISTÍA DEL DOMINGO 14 DE FEBRERO DE 2016.

Hermanos, con el inicio de la santa Cuaresma se reparten las alcancías para la cuaresma de fraternidad. Este año lo recaudado  se destinará a obras en beneficio del Adulto Mayor. En nuestra parroquia hay dos grupos de Adulto mayor, aparte de los hogares de ancianos del sector. ¿Nos quedaremos con los brazos cruzados? Animemosnos

Hermano Pastor.

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA.

Deuteronomio 26,1-2.4-10: texto llamado también el Credo Histórico de Israel. La fe de Israel no es abstracta, sino concreta, histórica: proclama a Dios que actuó a favor de su Pueblo. Israel descubre que su historia es “Historia de Salvación”: Dios presente en los acontecimientos; hay dos coprotagonistas: Dios y el hombre.

Romanos 10,8-13: se nos presenta la naturaleza de la fe cristiana: aceptar que Jesús es el Señor, que resucitó de entre los muertos. Aceptar y confesar esto hace justo al hombre.

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COMENTARIO AL EVANGELIO DE HOY VIERNES 12 DE FEBRERO DE 2016.

¿Por qué tus discípulos no ayunan?
Cuaresma y Semana Santa
Cristo vino a cargar con nuestras flaquezas. Él tiene el bálsamo que cura nuestra alma.
Por: P. Clemente González
Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 14-15
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús, preguntándole: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: -¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán.
Oración introductoria
Señor, dame la gracia de caminar esta Cuaresma por la senda de una fe viva, operante y luminosa que me permita iluminar todos los acontecimientos de mi vida con tu luz, y me ayude a ser fiel y perseverante en mis propósito de acompañarte en la cruz con amor y generosidad.
Petición
Señor, dame la gracia de renunciar, por amor, a algo lícito y placentero, para que este sacrificio sea el medio para reparar y purificarme de mis debilidades.
Meditación del Papa Francisco
El segundo elemento significativo del camino cuaresmal es el ayuno. Debemos estar atentos a no practicar un ayuno formal, o que en verdad nos “sacia” porque nos hace sentir satisfechos. El ayuno tiene sentido si verdaderamente menoscaba nuestra seguridad, e incluso si de ello se deriva un beneficio para los demás, si nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina sobre el hermano en dificultad y se ocupa de él. El ayuno comporta la elección de una vida sobria, en su estilo; una vida que no derrocha, una vida que no “descarta”. Ayunar nos ayuda a entrenar el corazón en la esencialidad y en el compartir. Es un signo de toma de conciencia y de responsabilidad ante las injusticias, los atropellos, especialmente respecto a los pobres y los pequeños, y es signo de la confianza que ponemos en Dios y en su providencia. (Homilía de S.S. Francisco, 5 de marzo de 2014).
Reflexión
A un observador de las cosas de este mundo parecería que el hombre debe esperar a llegar al Cielo para tener una vida sin preocupaciones. Si hay carestía de algo en el mundo, no es precisamente de preocupaciones. El que tiene hijos se preocupa por ellos, quien tiene ancianos a su cuidado se preocupa por ellos. El empresario se preocupa porque su empresa vaya adelante, el ama de casa se preocupa de que su hogar esté en orden y dispuesto, el estudiante se preocupa por aprobar sus exámenes. Todos tenemos nuestra ración cotidiana de preocupaciones.
Algunas sin embargo son muy pesadas, y nadie puede negar su importancia. Son enfermedades o situaciones familiares y sociales de muy difícil solución. El evangelio de hoy nos presenta un aspecto de la figura de Cristo que debe llenar de esperanza los corazones atribulados. Cristo como aquel que «tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras iniquidades». Esto puede parecernos simple palabrería, pues el que tiene problemas no siempre encuentra una solución a ellos en la oración. Y surge la tentación de pensar que a Cristo le son indiferentes nuestras preocupaciones. Sin embargo es cierto que Cristo vino a cargar con nuestras flaquezas.
Tal vez no como nosotros lo esperamos, pero seguro que sí como Él quiso entregarse. Porque lo que Cristo nos ofrece quizás no sea la solución material a nuestras dificultades, pero no cabe duda que nadie como Él tiene el bálsamo que cura nuestra alma, el remedio que calma nuestro espíritu, la palabra que pacifica nuestro corazón.
Propósito
Mortificar mi egoísmo haciendo, por amor, un acto de caridad con alguien cercano a mí.
Diálogo con Cristo
Señor, dame el gozo y la generosidad en el sacrificio al saber que es el medio que me acerca a Ti. Tú te entregaste por mí hasta morir en la cruz para salvarme, yo, para corresponderte, quiero ayunar más de mí mismo y de mis cosas, no quiero escatimar nada para colaborar contigo en la salvación de los hombres mis hermanos.
 

EDD. VIERNES 11 DE FEBRERO DE 2016.

Viernes después de Ceniza.
Libro de Isaías 58,1-9a.
Así habla el Señor Dios:
¡Grita a voz en cuello, no te contengas, alza tu voz como una trompeta: denúnciale a mi pueblo su rebeldía y sus pecados a la casa de Jacob!
Ellos me consultan día tras día y quieren conocer mis caminos, como lo haría una nación que practica la justicia y no abandona el derecho de su Dios; reclaman de mí sentencias justas, les gusta estar cerca de Dios:
«¿Por qué ayunamos y tú no lo ves, nos afligimos y tú no lo reconoces?». Porque ustedes, el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre.
Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas.
¿Es este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso lo llamas ayuno y día aceptable al Señor?
Este es el ayuno que yo amo -oráculo del Señor-: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos;
compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.
Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor.
Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!».
Salmo 51(50),3-4.5-6a.18-19.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!
Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti sólo pequé
Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
Evangelio según San Mateo 9,14-15.
Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?».
Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Comentario del Evangelio por  San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia. Sermón 1 para el primer día de Cuaresma.
“Entonces ayunarán”.
¿Por qué el ayuno de Cristo no es corriente entre todos los cristianos? ¿Por qué los miembros no seguirán a su Cabeza? (Col 1,18). Si de esta Cabeza hemos recibido los bienes ¿por qué no vamos a soportar los males? ¿Queremos rechazar su tristeza y comulgar con sus gozos? Si es así nos mostramos indignos de formar parte de esta Cabeza. Porque todo lo que él ha sufrido ha sido por nosotros. Si nos repugna colaborar a la obra de nuestra salvación ¿en qué vamos a demostrar que queremos ayudarle? Ayunar con Cristo es realmente poco para quien debe sentarse con él a la mesa del Padre. Dichoso el miembro que se habrá adherido en todo a esta Cabeza y le habrá seguido dondequiera que vaya (Ap 14,4). Ya que si llegara a ser cortado y separado de él, forzosamente se vería inmediatamente privado del aliento de vida…
Para mí, oh Cabeza gloriosa y bendita por los siglos, sobre la cual se inclinan los ángeles con avidez (1P 1,12), es un bien adherirme completamente a ti. Te seguiré donde quiera que vayas. Si pasas por el fuego, no me separaré de ti ni temeré ningún mal, porque tu estás conmigo (sl 22,4). Tú cargas con mis dolencias y sufres por mi. Tú, el primero, has pasado por el pasaje estrecho del sufrimiento para ofrecer una ancha entrada a los miembros que te siguen. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Rm 8,35)… Es este el perfume que baja de la Cabeza hasta la barba, que baja también hasta la franja del vestido para que quede ungido hasta el más pequeño hilo (sl 132,2). En la Cabeza reside la plenitud de las gracias, y de ella las recibimos todos. En la Cabeza reside la plenitud de la misericordia, en la Cabeza la profusión de los perfumes espirituales, tal como está escrito: “Dios te ha ungido con aceite de júbilo” (sl 44,8)…
Y a nosotros, ¿qué es lo que el evangelio nos pide en este comienzo de Cuaresma? “Tú, dice, cuando ayunes, perfúmate la cabeza” (Mt 6,6). ¡Admirable condescendencia! El Espíritu del Señor está sobre él, ha sido ungido por él (Lc 4,18), y, sin embargo, para evangelizar a los pobres, les ha dicho: “Perfúmate la cabeza.”
 

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA CUARESMA 2016.

«“Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13). Las obras de misericordia en el camino jubilar»
Miércoles de cenizas

EL MIÉRCOLES DE CENIZAS EL SACERDOTE SIGNA LA CRUZ CON LA FÓRMULA: ‘CONVIÉRTETE Y CREE EN EL EVANGELIO. (FOTO WIKI COMMONS)
Publicamos a continuación el texto completo del Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de 2016, que inició este miércoles de cenizas, 11 de febrero
1. María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada
En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida
con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.
María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, María canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.
2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia
El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y
su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.
Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.
Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.
3. Las obras de misericordia
La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor
fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo.
Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.
Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión.
Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.
La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo.
A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida.
No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
Vaticano, 4 de octubre de 2015
Fiesta de San Francisco de Asís
Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano
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Fuente: http://es.zenit.org/

ENCUENTRO DE FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD – LAICOS CAPUCHINOS – FEBRERO 2016.

ENCUENTRO  DE  FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD  –  LAICOS CAPUCHINOS.

Las Camelias  –  5, 6 y 7  de Febrero de  2016.-

«Laudato Si » – » Alabado seas mí Señor «.

¡Hermanos, Paz y Bien!

Durante los días viernes 5, sábado 6 y domingo 7 de febrero de 2016, un grupo numeroso, alrededor de 120 hermanos – laicos que son parte del movimiento de Laicos Capuchinos de la Provincia San Francisco de Asís de Chile, se reunieron en el internado del Colegio  “ Las Camelias “, que administran las religiosas de la Sagrada Familia, de la localidad de Las Camelias, ubicado en la comuna de Retiro, región del Maule, en el Sur de Chile, bajo el lema : “ LAUDATO SI “ – ALABADO SEAS MÍ SEÑOR “.

Fueron días maravillosos,  donde vivimos la fraternidad y sencillez   entre los hermanos que convivimos esos tres días, la espiritualidad expresada en las diferentes actividades que desarrollamos como Católicos, incansables seguidores  de Nuestro Señor Jesuscristo ( aunque sin duda débiles y pecadores  que somos ), al estilo de San Francisco y nuestros hermanos Capuchinos de Chile.

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