Lunes de la quinta semana de Cuaresma
Libro de Daniel 13,1-9.15-17.19-30.33-62.
Había en Babilonia un hombre llamado Joaquín.
Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa de Dios;
sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés.
Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos.
Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: «La iniquidad salió en Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo.»
Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún litigio se dirigían a ellos.
Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear por el jardín de su marido.
Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días, empezaron a desearla.
Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios.
Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró Susana en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de dos jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín.
No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos, estaban al acecho.
Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las puertas del jardín, para que pueda bañarme.»
En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron, fueron corriendo donde ella,
y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros.
Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.»
Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros.
Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho que pecar delante del Señor.»
Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos gritaron también contra ella,
y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.
Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría,
y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de Susana.
A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos inicuos contra Susana para hacerla morir.
Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana, hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla,
y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes.
Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían.
Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus manos sobre su cabeza.
Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios.
Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y luego despachó a las doncellas.
Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella.
Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta iniquidad, fuimos corriendo donde ellos.
Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó.
Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven.
No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la condenaron a muerte.
Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda,
tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí.»
El Señor escuchó su voz
y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel,
que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta mujer!»
Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que has dicho?»
El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel?
¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!»
Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.»
Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré.»
Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida pasada,
dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: ‘No matarás al inocente y al justo.’
Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.» Respondió él: «Bajo una acacia.»
«En verdad – dijo Daniel – contra tu propia cabeza has mentido, pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por el medio.»
Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu corazón!
Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad.
Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?» El respondió: «Bajo una encina.»
En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros.»
Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él.
Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio
y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se salvó una sangre inocente.
Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.
Evangelio según San Juan 8,12-20.
Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida».
Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale».
Jesús les respondió: «Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie,
y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió.
En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido.
Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí».
Ellos le preguntaron: «¿Dónde está tu Padre?». Jesús respondió: «Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre».
El pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.
Comentario del Evangelio por
San Clemente de Alejandría (150-c. 215), teólogo
Stromatas
“Yo soy la luz del mundo”
Cuando tú, Señor Jesús, me conduces a la luz y encuentro a Dios, gracias a ti y, gracias a ti, recibo al Padre, soy coheredero contigo (Rm 8,17), ya que tú no te avergüenzas de tenerme como hermano. (Hb 2,11) Apartemos, pues, el olvido de la verdad, venzamos la ignorancia. Habiendo disipado las tinieblas que nos envuelven como una nube, contemplemos al Dios verdadero y proclamemos: “Bendita sea la luz verdadera.”
Porque la luz ha brillado sobre nosotros que estábamos hundidos en las tinieblas y en la sombra de la muerte. (Lc 1,79), luz más pura que el sol y más bella que la vida de este mundo. Esta luz es la vida eterna y todos aquellos que participan en la luz tienen vida eterna. La noche huye de la luz, se esconde por miedo y cede ante el día del Señor. La luz que no se puede apagar se ha extendido por todas partes, de Oriente a Occidente. Esto es lo que significa “la creación nueva”. En efecto, el sol de justicia (Ml 3,20) que ilumina toda cosa resplandece sobre toda la humanidad, a ejemplo de su Padre que hace salir el sol sobre todos los seres humanos (Mt 5,45) y deja caer sobre ellos el rocío de la verdad.
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MENSAJE DEL PAPA DURANTE EL REZO DEL ANGELUS DE HOY DOMINGO 13 DE MARZO DE 2016.
Texto completo del ángelus del domingo 13 de marzo de 2016
El Papa en el ángelus explica: ‘Dios no nos clava en nuestro pecado’, nos quiere liberar y esto es posible
•13 marzo 2016•Redaccion•El papa Francisco
Angelus 13-3-2016
El papa Francisco antes de la oración del Ángelus, ante la plaza de San Pedro (Foto Osservatore Romano – CTV)
En este quinto domingo de cuaresma, varios miles de fieles se reunieron en la plaza de San Pedro para rezar la oración del ángelus y recibir la bendición del papa Francisco, se dirigió a los presentes desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico. Abordando el tema del Evangelio del dia, el de la mujer adúltera, el Santo Padre recuerda que Dios no nos clava en nuestro pecado, que la adúltera quizás por primera siente reconocida su dignidad de persona, porque el Señor quiere la dignidad para cada uno de nosotros y nuestra conversión. Y que esto con la gracia de Dios es posible.
A continuación el texto completo antes de la oración del ángelus:
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este quinto domingo de cuaresma, es tan lindo, a mi me gusta tanto leerlo y releerlo. Nos presenta el episodio de la mujer adúltera, poniendo en el centro el tema de la misericordia de Dios, que nunca quiere la muerte del pecador, pero que se convierta y viva.
La escena ocurre en la explanada del Templo. Jesús está enseñando a la gente, y aquí llegan algunos escribas y fariseos que arrastran delante de él a una mujer sorprendida en adulterio. Aquella mujer se encuentra así en medio de Jesús y de la multitud, entre la misericordia del Hijo de Dios y la violencia de sus acusadores.
En realidad esos no fueron al Maestro para pedirle su opinión, sino para tenderle una trampa. De hecno si Jesús seguirá la severidad de la ley, aprobando la lapidación de la mujer, perderá su fama de mansedumbre y bondad que tanto fascina al pueblo; si en cambio querrá ser misericordioso, deberá ir contra la ley, que Él mismo dijo no quería abolir sino cumplir.
Esta mala intención se esconde bajo la pregunta que le plantean a Jesús: “¿Tú que dices?”. Jesús no responde, se calla y cumple un gesto misterioso: “se inclinó y se puso a escribir con el dedo en la tierra”. Quizás hacía dibujos, algunos dicen que escribía los pecados de los fariseos, vaya a saber, pero escribía, estaba en otro lado. De esta manera invita a todos a la calma, a no actuar en la onda de la impulsividad, a buscar la justicia de Dios.
Pero aquellos malvados insisten y esperan de él una respuesta. Entonces Jesús levanta la mirada y les dice: “Quien de ustedes esté sin pecado, tire primero la primera piedra contra ella”.
Esta respuesta desorienta a los acusadores, los desarma a todos en el verdadero sentido de la palabra: todos depusieron las armas, o sea las piedras listas para ser arrojadas, sea aquellas visibles contra la mujer, sean aquellas escondidas contra Jesús.
Y mientras el Señor sigue escribiendo sobre el piso, a hacer dibujo, no lo sé, los acusadores de van uno después del otro, comenzando por los más ancianos que eran más conscientes de no estar sin pecado.
Qué bien nos hace tener consciencia de que también nosotros somos pecadores, cuando hablamos mal de los otros, todas estas cosas que todos nosotros conocemos bien.
Qué bien nos hará tener el coraje de hacer caer al piso las piedras que tenemos para arrojarle a los otros y pensar a nuestros pecados. Se quedaron allí solos la mujer y Jesús: la miseria y la misericordia, una delante del otro. Y esto cuantas veces nos sucede a nosotros delante del confesionario. Con vergüenza para hacer ver nuestra miseria y pedir perdón.
“Mujer dónde están”, le dice Jesús. Y basta esta constatación, y su mirada llena de misericordia y lleno de amor, para hacer sentir a aquella persona –quizás por la primera vez– que tiene una dignidad, que ella no es su pecado, que ella tiene una dignidad de persona, que puede cambiar vida, puede salir de sus esclavitudes y caminar en una vía nueva.
Queridos hermanos y hermanas, aquella mujer nos representa a todos nosotros, pecadores, o sea adúlteros delante de Dios, traidores a su fidelidad. Y su experiencia representa la voluntad de Dios para cada uno de nosotros: no nuestra condena, sino nuesta salvación a través de Jesús.
Él es la gracia que salva del pecado y de la muerte. Él ha escrito en el piso, en el polvo del que está hecho cada ser humano, la sentencia de Dios: “No quiero que tu mueras pero que tú vivas”.
Dios no nos clava a nuestro pecado, no nos identifica con el mal que hemos cometido. Tenemos un nombre y Dios no identifica este nombre con un pecado que hemos cometido. Nos quiere liberar y nosotros también lo queramos junto a Él. Quiere que nuestra libertad se convierta del mal al bien, y esto es posible, es posible con su gracia.
La Virgen María nos ayude a confiarnos completamente a la misericordia de Dios, para volvernos criaturas nuevas».
El papa reza la oración del ángelus y después dirige las siguientes palabras:
« Queridos hermanos y hermanas,
saludo a todos, provenientes de Roma, de Italia y de diversos países, en particular a los peregrinos de Sevilla, Friburgo (Alemania), Innsbruck y del Ontario (Canadá).
Saludo a los numerosos grupos parroquiales, entre los cuales los de fieles de Boiano, Potenza, Calenzano, Zevio y Agrópoli. Así como a los jóvenes de tantas partes de Italia: no puedo nombrarlos a todos, pero recuerdo a aquellos de Compiobbi e Mozzanica, a los de la Acción católica de la diócesis de Latina-Terracina, Sezze- Priverno, a los recién confirmados de Scandicci y de Milán y Lambrate.
Y ahora quiero renovar el gesto de donar a los presentes un Evangelio de bolsillo. Se trata del Evangelio de Lucas que leemos en los domingos de este año litúrgico. El librito lleva como título: “El Evangelio de la Misericordia de San Lucas”; de hecho el evangelista reporta las palabras de Jesús: “sean misericordiosos como es misericordioso el Padre vuestro”, del cual fue tomado el tema de este año jubilar.
Será distribuido gratuitamente por los voluntarios del Dispensario Pediátrico Santa Marta en el Vaticano, por algunos ancianos y abuelos de Roma. Cuanto mérito tienen estos abuelos y abuelas que transmiten la fe a los nietos. Invito a tomar este Evangelio y a leer un párrafo cada día. Así la misericordia del Padre habitará en el corazón y podrán llevarla a todos los que encuentran.
Y al final, en la página 123 están las siete obras de misericordia corporales y las siete obras de misericordia espirituales. Sería lindo que se las aprendieran de memoria, para que sea más fácil hacerlas. Les invito a tomar este Evangelio, para que la misericordia del Padre se vuelva obra en los aquí presentes. Y los voluntarios, abuelos y abuelas, piensen también a la gente que se quedó afuera, en la plaza Pio XII, porque no lograron entrar, para que ellos reciban este Evangelio.
Les deseo a todos un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. Que tengan uen almuerzo y hasta la próxima».
(Transcrito desde el audio por ZENIT)
COMENTARIO AL EVANGELIO DE HOY 13 DE MARZO DE 2016.
Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?
5o.Domingo de Cuaresma Ciclo C. ¡Cuánto agradecimiento y amor habrá nacido en el corazón de esa mujer. Se sintió respetada, aceptada como ella era!
Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».
Oración introductoria
Señor, gracias por este Evangelio que me confirma tu actitud ante el pecado, como dijo SS Benedicto XVI, «no te interesa las caídas sino las levantadas». Aquí estoy, arrepentido de todo lo bueno que he dejado de hacer, confío en tu misericordia, te quiero y deseo amarte con un corazón más puro, te suplico me des esa gracia.
Petición
Ayúdame, Jesús, a experimentar tu misericordia para que pueda dispensarla a los demás.
Meditación del Papa Francisco
Los fariseos que llevan la adúltera a Jesús tenían adentro el corazón, la corrupción de la rigidez. Se sentían puros porque observaban la letra de la ley y porque decían: La ley dice esto y se debe hacer esto. Pero no eran santos, eran corruptos, porque una rigidez de este género solamente puede ir adelante en una doble vida y estos que condenaban a estas mujeres después iban a buscarlas de manera escondida, para divertirse un poco. Los rígidos son, uso el adjetivo que Jesús les daba a ellos, hipócritas. Tienen una doble vida. Con la rigidez no se puede ni siquiera respirar. […]
También hoy, el pueblo de Dios cuando encuentra a estos jueces, sufre un juicio sin misericordia, sea en el lado civil que en el eclesiástico. Y donde no hay misericordia no hay justicia. Cuando el pueblo de Dios se acerca voluntariamente para pedir perdón, para ser juzgado, cuantas veces, cuantas veces, encuentra a uno de estos.
Encuentra a los viciosos que son capaces de intentar explotarlos y esto es uno de los pecados más graves; encuentra a los negociantes que no le dan oxígeno a esa alma ni esperanza; y encuentra a los rígidos que castigan al penitente lo que ellos esconden en su alma. Esto se llama falta de misericordia.
Querría solamente decir que una de las palabras más bonitas del evangelio que a mí me conmueve tanto: «-¿Nadie te ha condenado? -No, nadie Señor. -Tampoco yo te condeno». El Tampoco yo te condeno es una de las palabras más hermosas, porque llenas de misericordia. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 23 de marzo de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
Un grupo de judíos, capitaneados por algunos letrados y fariseos, presentan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio, con la intención de apedrearla.
¡Hipocresía y dureza de corazón que nos indigna! Acusan a una mujer y se amparan en la Ley de Moisés para poder condenarla a muerte y saciar en ella su sed de odio y de sangre, bajo la apariencia de «justicia ante la ley». Usan el nombre de Dios y de su santa Ley para matar, asesinar y quebrantar el mandamiento más importante, que es el de la caridad. Actitud mezquina e inmisericorde que, en vez de perdonar a quien falla y se equivoca, por los motivos que sean, se ceban en el pecador para condenarlo sin ninguna piedad ni compasión. Esto se llama fariseísmo y fanatismo. Algo de esto es lo que estamos viendo ahora todos los días en Medio Oriente y en muchas otras partes del mundo: violencia, terrorismo, kamikazes que se «inmolan» para matar, asesinar y sembrar el pánico entre la gente. ¡Matar en nombre de Dios! Eso es una contradicción.
Pero lo más lamentable y penoso de estos fariseos es que, además de acusar a esta pobre mujer, querían aprovechar esta ocasión para poder acusar y condenar a muerte al mismo Jesús. ¡Dos objetivos igualmente malvados y asesinos!
Sin embargo, el comportamiento de nuestro Señor es totalmente diferente: abre su corazón infinito, dulce y misericordioso para perdonar todas las heridas morales de esta mujer. Pero no sólo la perdona, sino que la comprende, la acoge, la defiende. Yo creo que, más que el mismo perdón -que ya es un gesto inmenso- lo más maravilloso de todo es la manera como lo ofrece: con un respeto infinito, una dulzura increíble, una comprensión inimaginable. Jesús no se escandaliza ni pone el grito en el cielo porque «esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio». Palabras textuales de los fariseos. ¡Hipócritas fanáticos y asesinos!
Jesús no. Él calla. Se mantiene sereno. Finge no oír las acusaciones. Se inclina y escribe en la tierra como para hacerse el desentendido. Hace la vista gorda y parece no ver ningún mal. Perdona. Comprende las miserias humanas.
Pero como los fariseos insistían en sus acusaciones, nuestro Señor se incorpora y responde con un golpe magistral, de los suyos, como Él sabe hacerlo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». Y después de esta sentencia, otra vez se inclina y continúa escribiendo en la tierra. No es la actitud orgullosa y desafiante del polemista que se siente ya vencedor del pleito. No. Permanece en su postura humilde, discreta, como para no humillar ni poner a nadie en evidencia, a pesar de que los acusadores sí que lo hacen. Jesús deja que sean ellos mismos quienes se desenmascaren delante de Dios y de su propia conciencia.
Y entonces -nos dice el Evangelio- «al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno». Juan añade, con un cierto tono de ironía: «empezando por los más viejos». Todos hemos pecado. Y si todos somos pecadores, ¿por qué nos empeñamos en ser tan crueles y duros con los que caen? Ya nuestro Señor nos lo había dicho en el Sermón de la Montaña: «¿Cómo puedes ver la paja del ojo de tu hermano, y no ves la viga que hay en el tuyo? ¡Hipócrita! Primero saca la viga del tuyo y luego podrás sacar la paja del ojo de tu hermano» (Mt 7, 3-5). Y, hablándonos del perdón, nos enseñó a perdonar sin condiciones a nuestro prójimo, «porque, si no perdonáis a quien os ofende, tampoco vuestro Padre Celestial perdonará a vosotros vuestras faltas» (Mt 5, 14-15; 18,35). San Pedro Crisólogo, hablando de la oración y de la misericordia, nos dice en el Sermón 43: «Es un mal solicitante el que espera obtener para sí lo que él niega a los demás». También el perdón y la compasión.
Ya cuando se han marchado todos los acusadores, entonces Jesús se incorpora y espera a que la mujer, toda temblorosa, se acerque hasta Él: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿ninguno te ha condenado?». «Ninguno, Señor» –respondió ella con grandísimo respeto, humildad y confusión. «Pues tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no peques más». ¡Qué maravillosas palabras, brotadas directamente del corazón de Dios! Jesús era el único que, en justicia, podía condenarla, porque Él no tenía pecado. Y, sin embargo, su actitud es de inmensa piedad y compasión, de ternura y misericordia hacia esa pobre mujer: «Vete y no peques más».
¿Cuánto agradecimiento y amor habrá nacido en el corazón de esa mujer? ¡Se sintió respetada, aceptada como ella era, también con sus miserias y pecados! Pero, sobre todo, se supo comprendida, perdonada, acogida y elevada a una dignidad mayor.
¡Éste es el poder y el secreto de la misericordia de nuestro Señor! Al igual que al hijo pródigo, la ternura del corazón de Dios destruye lo pasado, regenera, da nueva vida. El Papa Juan Pablo II, en su encíclica «Dives in misericordia» («Dios, rico en misericordia»), nos dijo que Él (el padre de la parábola, o sea Dios) actúa bajo el influjo de un profundo afecto y así se explica su generosidad; además, con su misericordia salva otro bien fundamental: la dignidad, la humanidad del hijo (DM, 6).
Es lo que hace Jesús al perdonar a la mujer y al perdonarnos a cada uno de nosotros. Nunca nos humilla. Nos respeta, nos eleva, nos dignifica. Y, sobre todo, nos lleva al Corazón del Padre, a la experiencia del amor infinito de Dios. Si así es la misericordia del Padre, ¿cómo no acercarnos a pedirle perdón y a reconciliarnos con Él?
Propósito
¿Qué estamos esperando para convertirnos en esta Cuaresma? ¿Por qué no volver a Dios con todo el corazón y con toda el alma, a través de la confesión y de los sacramentos? ¡No lo dejes para mañana! Hoy es el día de la salvación.
Diálogo con Cristo
Jesús, para experimentar y valorar auténticamente la misericordia necesito tomar conciencia de mi debilidad y poca correspondencia a tu gracia. Ayúdame a tener un encuentro personal contigo, como lo tuvo la mujer del Evangelio. Mi soberbia y mi sensualidad frenan mi deseo de conversión. Señor, dame el don de saber enmendar mis faltas al experimentar tu amor profundo.
domingo de la quinta semana de Cuaresma
Libro de Isaías 43,16-21.
Así habla el Señor, el que abrió un camino a través del mar y un sendero entre las aguas impetuosas;
el que hizo salir carros de guerra y caballos, todo un ejército de hombres aguerridos; ellos quedaron tendidos, no se levantarán, se extinguieron, se consumieron como una mecha.
No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas;
yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa.
Me glorificarán las fieras salvajes, los chacales y los avestruces; porque haré brotar agua en el desierto y ríos en la estepa, para dar de beber a mi Pueblo, mi elegido,
el Pueblo que yo me formé para que pregonara mi alabanza.
Salmo 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones.
Hasta los mismos paganos decían:
“¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”.
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!
¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones.
El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas.
Carta de San Pablo a los Filipenses 3,8-14.
Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo.
y estar unido a él, no con mi propia justicia -la que procede de la Ley- sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe.
Así podré conocerlo a él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a él en la muerte,
a fin de llegar, si es posible, a la resurrección de entre los muertos.
Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús.
Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante
y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús.
Evangelio según San Juan 8,1-11.
Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?».
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí,
e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?».
Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».
Comentario del Evangelio por
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022), monje griego
Himno 45
“Yo tampoco no te condeno… Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,11-12)
Oh Dios mío, que amas tanto perdonar, mi Creador,
haz crecer sobre mí el esplendor de tu inaccesible luz
para llenar de gozo mi corazón.
¡Ah, no te irrites! ¡Ah, no me abandones!
pero haz que mi alma resplandezca de tu luz,
porque tu luz, oh Dios mío, eres tú…
Me extravié del camino recto, del camino divino,
y, lamentablemente, abandoné la gloria que se me había dado.
Me despojé del vestido luminoso, el vestido divino,
y, caído en las tinieblas, yazgo ahora en las tinieblas,
y no soy consciente de que estoy privado de luz…
Porque si tú has brillado desde lo alto, si te has aparecido en la oscuridad,
si has venido al mundo, oh Misericordioso, si has querido
vivir con los hombres, según nuestra condición, por amor al hombre,
si… tú has dicho que eres la Luz del mundo (Jn 8,12)
y nosotros no te vemos,
¿no es porque somos totalmente ciegos
y más desdichados que los ciegos, oh Cristo mío?…
Pero tú, que eres todos los bienes, que los das sin cesar
a tus servidores, a los que ven tu luz…
Quien te posee, en ti lo posee realmente todo.
¡que yo no sea privado de ti, Maestro! ¡que no sea privado de ti, Creador!
¡Que no sea privado de ti, Misericordioso, yo, humilde extranjero…!
Te lo ruego, ponme junto a ti
aunque sea verdad que he multiplicado los pecados más que todos los hombres.
Acoge mi oración como la del publicano (Lc 18,13),
como la de la prostituta (Lc 7,38), Maestro, aunque yo no llore como ella…
¿No eres tú, manantial de piedad, fuente de misericordia
y río de bondad? : por estos títulos, ¡ten piedad de mi!
Sí, tú que has tenido las manos, tú que has tenido los pies clavados en la cruz,
y tu costado traspasado por la lanza, Compasivo Señor,
ten piedad de mí y arráncame del fuego eterno…
Que en este día permanezca ante ti sin condenación
para ser acogido dentro tu sala de bodas
donde compartiré tu felicidad, mi buen Señor,
en el gozo inexpresable, por todos los siglos. Amén.
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CUARTA PREDICACIÓN DE CUARESMA DEL PADRE RANIERO CANTALAMESSA A LA CURIA ROMANA.
MATRIMONIO Y FAMILIA EN LA “GAUDIUM ET SPES” Y HOY
11 de marzo de 2016
http://www.cantalamessa.org/?p=3032&lang=es
Cuarta predicación de Cuaresma
Dedico esta meditación a una reflexión espiritual sobre la Gaudium et spes, la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo. De los varios problemas de la sociedad tratados en este texto conciliar -cultura, economía, justicia social, paz-, el más actual y problemático es el relativo a matrimonio y familia. A esto la Iglesia ha dedicado los dos últimos sínodos de los obispos. La mayoría de nosotros aquí presentes no vivimos directamente este estado de vida, pero todos debemos conocer los problemas, para entender y ayudar a la gran mayoría del pueblo de Dios que vive en el matrimonio, hoy especialmente al centro de los ataques y amenazas por todas partes.
La Gaudium et spes trata en profundidad de la familia al inicio de la Segunda Parte (nrr. 46-53). No viene al caso citar sus afirmaciones, porque no es más que la doctrina católica tradicional que todos conocemos, a parte del relevo dado al mutuo amor entre los cónyuges, reconocido ya abiertamente como un bien, también primario, del matrimonio, junto a la procreación.
A propósito de matrimonio y familia, la Gaudium et spes, según su buen conocido procedimiento, destaca primero las conquistas positivas del mundo moderno (“las alegría y las esperanzas”), y en segundo lugar los problemas y los peligros (“las tristezas y las angustias”). Yo me propongo seguir el mismo método, pero teniendo en cuenta los cambios dramáticos sucedidos, en este campo, en el medio siglo que ha pasado desde entonces. Llamaré velozmente la atención sobre el proyecto de Dios sobre matrimonio y familia, porque es siempre desde este que nosotros creyentes debemos partir, para después ver qué puede aportar la revelación bíblica a la solución de los problemas actuales. Me abstengo deliberadamente de tocar algunos problemas particulares discutidos en el sínodo de los obispos, sobre los cuáles solo el Papa ya tiene el derecho de decir todavía una palabra.
1. Matrimonio y familia en el proyecto divino y en el Evangelio de Cristo
El libro del Génesis tiene dos historias distintas de la creación de la primera pareja humana, que se remontan a dos tradiciones diferentes: la jahwista (siglo X a.C.) y la más reciente (siglo VI. a.C.) llamada “sacerdotal”. En la tradición sacerdotal (Gen 1, 26-28) el hombre y la mujer son creados simultáneamente, no uno del otro; se pone en relación el ser masculino y femenino con el ser a imagen de Dios: “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó”. El fin primario de la unión entre el hombre y la mujer es visto en el ser fecundos y llenar la tierra.
En la tradición jahwista que es más antigua (Gen 2, 18-25), la mujer sale del hombre; la creación de dos sexos es vista como remedio a una petición (“No está bien que el hombre esté solo; le quiero dar una ayuda que sea parecido”); más que el factor procreativo, se acentúa el factor unitivo (“el hombre se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne”); cada uno es libre frente a la propia sexualidad y a la del otro: “Entonces los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza”.
La explicación más convincente del porqué de esta “invención” divina de la distinción de los sexos la he encontrado no en un exegeta; sino en un poeta, Paul Claudel:
“El hombre es un ser orgulloso; no había otro modo de hacerle comprender al prójimo que introduciéndolo en su carne. No había otro medio de hacerle entender la dependencia y la necesidad, más que mediante la ley de otro ser diferente [la mujer] sobre él, debida al sencillo hecho de que existe” .
Abrirse al otro sexo es el primer paso para abrirse al otro que es el prójimo, hasta el Otro con la letra mayúscula que es Dios. El matrimonio nace en el signo de la humildad; es reconocimiento de dependencia y por tanto de la propia condición de criatura. Enamorarse de una mujer o de un hombre es hacer el acto más radical de humildad. Es un hacerse mendicante y decir al otro: “Yo no me basto por mí mismo, necesito de tu ser”.
Si, como pensaba Schleiermacher, la esencia de la religión consiste en el “sentimiento de dependencia” (Abhaengigheitsgefühl) frente a Dios, entonces, podemos decir que la sexualidad humana es la primera escuela de religión. Hasta aquí el proyecto de Dios.
No se explica el resto de la Biblia si, junto con la historia de la creación, no se tiene en cuenta también el de la caída, sobre todo lo que se le dice a la mujer: “Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará” (Gen 3,16). El predominio del hombre sobre la mujer forma parte del pecado del hombre, no del proyecto de Dios; con esas palabra Dios lo preanuncia, no lo aprueba.
La Biblia es un libro divino – humano no solo porque tiene por autores a Dios y al hombre, sino también porque describe, mezclados entre sí, la fidelidad de Dios y la infidelidad del hombre. Esto es particularmente evidente cuando se compara el proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia con su actuación práctica en la historia del pueblo elegido. Para permanecer en el libro del Génesis, ya el hijo de Caín, Lámek, viola la ley de la monogamia tomando dos mujeres. Noé con su familia aparece una excepción en medio de la corrupción general de su tiempo. Los patriarcas Abrahán y Jacob tiene hijos de varias mujeres. Moisés sanciona la práctica del divorcio; David y Salomón mantienen un verdadero harem de mujeres.
Más que en las particulares transgresiones prácticas, el desapego del ideal inicial es visible en la concepción de fondo que se tiene del matrimonio en Israel. El oscurecimiento principal tiene que ver con dos puntos cardinales. El primero es que el matrimonio, de fin, se convierte en medio. El Antiguo Testamento, en su conjunto, considera el matrimonio como una estructura de autoridad de tipo patriarcal, destinada principalmente a la perpetuación del clan. En este sentido se entienden las instituciones del levirato (Dt 25, 5-10), del concubinato (Gen 16) y de la poligamia provisoria. El ideal de una comunión de vida entre el hombre y la mujer, fundada sobre una relación personal y recíproca, no es olvidada, pero pasa a un segundo plano respecto al bien de la prole. El segundo oscurecimiento grave tiene que ver con la condición de la mujer: de compañera del hombre, dotada de igual dignidad, esta aparece cada vez más subordinada al hombre y en función del hombre.
Un rol importante, en el mantener vivo el proyecto inicial de Dios sobre el matrimonio, lo desempeñaron los profetas, en particular Oseas, Isaías, Jeremías y el Cantar de los cantares. Asumiendo la unión del hombre y de la mujer como símbolo de la alianza entre Dios y su pueblo, en consecuencia, estos volvían a poner en primer plano los valores del amor mutuo, de la fidelidad y de la indisolubilidad que caracterizan la actitud de Dios hacia Israel.
Jesús, venido a “recapitular” la historia humana, implementa esta recapitulación también a propósito del matrimonio.
“Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?». Él respondió: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer (Gen 1, 27) y dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne? (Gen 2, 24). De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mt 19,3-6).
Los adversarios se mueven en el ámbito restringido de la casuística de escuela (si es lícito repudiar a la mujer por cualquier motivo, o si es necesario un motivo específico y serio), Jesús responde llevando el discurso a la raíz, al inicio. En su citación, Jesús se refiere a ambas historias de la institución del matrimonio, toma elementos del uno y del otro, pero de ellos destaca, como se ve, sobre todo el aspecto de comunión de las personas.
El texto siguiente, sobre el problema del divorcio, también se orienta en esta dirección; reafirma, de hecho, la fidelidad e indisolubilidad del vínculo matrimonial por encima del bien mismo de la prole, con el que se habían justificado en el pasado poligamia, levirato y divorcio:
“Le objetaron: Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla? Les respondió Jesús: Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por concubinato- y se case con otra, comete adulterio” (Mt 19, 7-9).
El texto paralelo de Marcos muestra cómo, también en caso de divorcio, hombre y mujer se sitúan, según Jesús, en un plano de absoluta igualdad: “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”(Mc 10, 11-12).
Con las palabras: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”, Jesús afirma que hay una intervención directa de Dios en cada unión matrimonial. La elevación del matrimonio a “sacramento”, es decir a un signo de la acción de Dios, no reposa por lo tanto solo en el débil argumento de la presencia de Jesús en las bodas de Caná ni sobre el texto de Efesios que habla del matrimonio como un reflejo de la unión entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5, 32); empieza, implícitamente, con el Jesús terreno y forma parte también de su conducir las cosas al inicio. Juan Pablo II define el matrimonio “el sacramento más antiguo” .
2. Qué nos dice hoy la enseñanza bíblica
Esta es, en resumen, la doctrina de la Biblia, pero no podemos detenernos. “La Escritura, decía san Gregorio Magno, crece con quien la lee” (cum legentibus crescit) ; revela implicaciones nuevas a medida que se le plantean cuestiones nuevas. Y hoy, cuestiones o provocaciones nuevas sobre el matrimonio y la familia hay muchas.
Nos hallamos ante una contestación aparentemente global del proyecto bíblico sobre sexualidad, matrimonio y familia. ¿Cómo comportarse frente al fenómeno? El Concilio inauguró un nuevo método, que es de diálogo, no de enfrentamiento con el mundo; un método que no excluye siquiera la autocrítica. Creo que debemos aplicar este método también en la discusión de los problemas del matrimonio y de la familia. Aplicar este método de diálogo significa procurar ver si en el fondo incluso de las contestaciones más radicales existe una instancia positiva que hay que acoger.
La crítica al modelo tradicional de matrimonio y de familia que ha conducido a las actuales, inaceptables, propuestas del deconstructivismo, comenzó con la Ilustración y el Romanticismo. Con intenciones diferentes, estos dos movimientos se expresaron contra el matrimonio tradicional, valorado exclusivamente por sus “fines” objetivos: la prole, la sociedad, la Iglesia, y demasiado poco por sí mismo, en su valor subjetivo e interpersonal. Todo se pedía a los futuros esposos, excepto que se amaran y se eligieran libremente entre sí. Incluso hoy en día, en algunas partes del mundo hay esposos que se conocen y se ven por primera vez el día de su boda. A tal modelo, la Ilustración opuso el matrimonio como pacto entre los cónyuges y el Romanticismo el matrimonio como comunión de amor entre los esposos.
Pero esta crítica se orienta en el sentido originario de la Biblia, ¡no contra ella! El Concilio Vaticano II recibió esta instancia cuando, como decía, reconoció como bien igualmente primario del matrimonio el mutuo amor y la ayuda entre los cónyuges. San Juan Pablo II, en una catequesis de los miércoles, decía:
“El cuerpo humano, con su sexo, y su masculinidad y feminidad, …es no sólo fuente de fecundidad y de procreación, como en todo el orden natural, sino que encierra desde el principio el atributo esponsal, o bien, de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don y, mediante este don, realiza el sentido mismo de su ser y existir” .
En su encíclica “Deus caritas est”, el papa Benedicto XVI ha escrito cosas profundas y nuevas a propósito del eros en el matrimonio y en las relaciones mismas entre Dios y el hombre. “Esta estrecha relación entre eros y matrimonio que presenta la Biblia no tiene prácticamente paralelo alguno –escribía– en la literatura fuera de ella” .
Una de los equivocaciones más grandes que hacemos a Dios es terminar haciendo de todo lo relacionado con el amor y la sexualidad un ámbito saturado de malicia, donde Dios no debe entrar y sobra. Como si Satanás, y no Dios, fuera el creador de los sexos y el especialista en el amor.
Nosotros, los creyentes -y también muchos no creyentes- estamos lejos de aceptar las consecuencias que algunos sacan hoy de estas premisas: por ejemplo, que baste con cualquier tipo de eros para constituir un matrimonio, incluido aquél entre personas del mismo sexo, pero este rechazo adquiere otra fuerza y credibilidad si se une al reconocimiento de la bondad de fondo de la instancia, e igualmente a una sana autocrítica.
No podemos en efecto silenciar la contribución que los cristianos dieron a la formación de aquella visión puramente objetivista del matrimonio contra la cual la cultura occidental moderna se ha lanzado con vehemencia. La autoridad de Agustín, reforzada en este punto por Tomás de Aquino, acabó por arrojar una luz negativa sobre la unión carnal de los cónyuges, considerada el medio de transmisión del pecado original y no privada, ella misma, de pecado “al menos venial”. Según el doctor de Hipona, los cónyuges debían acudir al acto conyugal “con disgusto” (cum dolore) y solo porque no había otro modo de dar ciudadanos al Estado y miembros a la Iglesia .
Otra instancia que podemos hacer nuestra es la igual dignidad de la mujer en el matrimonio. Como hemos visto, está en el corazón mismo del proyecto originario de Dios y del pensamiento de Cristo, pero a lo largo de los siglos ha sido desatendida a menudo. La Palabra de Dios a Eva: “Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará” tuvo una trágica realización en la historia.
En los representantes de la llamada “Gender revolution”, revolución de los géneros, esta instancia ha llevado a propuestas desquiciadas, como la de abolir la distinción de sexos y sustituirla con la más elástica y subjetiva distinción de “géneros” (masculino, femenino, variable), o la de liberar a la mujer de la “esclavitud de la maternidad” proveyendo de otros modos, inventados por el hombre, al nacimiento de hijos. En los últimos meses hay una sucesión de noticias sobre hombres que pronto se podrán quedar embarazados y dar a luz a un hijo. “Adán da a luz a Eva”, se escribe sonriendo, pero lo que daría es ganas de llorar. Los antiguos habrían definido todo esto con un término: Hybris, la arrogancia humana contra Dios.
Precisamente la elección del diálogo y de la autocrítica nos da derecho a denunciar estos proyectos como “inhumanos”, o sea, contrarios no solo a la voluntad de Dios, sino también al bien de la humanidad. Traducidos a su práctica a gran escala, conducirían a daños humanos y sociales imprevisibles. Nuestra única esperanza es que el sentido común de la gente, unido al “deseo” natural del otro sexo y al instinto de maternidad y de paternidad que Dios ha inscrito en la naturaleza humana, resistan a estos intentos de sustituir a Dios, dictados más por atrasados sentimientos de culpa del hombre, que por un genuino respeto y amor por la mujer.
3 Un ideal que es necesario redescubrir
No menos importante que la tarea de defender el ideal bíblico del matrimonio y de la familia es para los cristianos la tarea de redescubrirlo y vivirlo en plenitud, de manera que se vuelva a proponer al mundo con los hechos, más que con las palabras. Los primeros cristianos, con sus costumbres, cambiaron las leyes del Estado sobre la familia; nosotros no podemos pensar que se haga lo contrario, o sea cambiar las costumbres de la gente con leyes del Estado, aunque como ciudadanos tengamos el deber de contribuir a que el Estado haga leyes justas.
Después de Cristo, nosotros leemos justamente el relato de la creación del hombre y de la mujer a la luz de la revelación de la Trinidad. Bajo esta luz, la frase: “Creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó”, revela por fin su significado, que había sido enigmático e incierto antes de Cristo. ¿Qué relación puede haber entre ser “a imagen de Dios” y ser “macho y hembra?”. El Dios bíblico carece de connotaciones sexuales; no es ni varón ni mujer.
La semejanza consiste en esto. Dios es amor y el amor exige comunión, intercambio interpersonal; requiere que haya un “yo” y un “tú”. No existe amor que no sea amor por alguien; donde no hay más que un sujeto no puede haber amor, sino sólo egoísmo o narcisismo. Allí donde Dios es concebido como Ley o como Potencia absoluta, no hay necesidad de una pluralidad de personas (¡el poder se puede ejercer también solos!). El Dios revelado por Jesucristo, siendo amor, es único y solo, pero no es solitario; es uno y trino. En Él coexisten unidad y distinción: unidad de naturaleza, de voluntad, de intención, y distinción de características y de personas.
Dos personas que se aman -y el caso del hombre y la mujer en el matrimonio es el más fuerte- reproducen algo de lo que ocurre en la Trinidad. Allí dos personas -el Padre y el Hijo-, amándose, producen (“exhalan”) el Espíritu que es el amor que les une. Alguien ha definido el Espíritu Santo como el “Nosotros” divino, esto es, no la “tercera persona de la Trinidad”, sino la primera persona plural .
En esto precisamente la pareja humana es imagen de Dios. Marido y mujer son en efecto una carne sola, un solo corazón, una sola alma, aún en la diversidad de sexo y de personalidad. En la pareja se reconcilian entre sí unidad y diversidad. En esta luz se descubre el sentido profundo del mensaje de los profetas acerca del matrimonio humano, que eso es por lo tanto símbolo y reflejo de otro amor, el de Dios por su pueblo. Esto no significaba sobrecargar de un significado místico una realidad puramente mundana. No era cuestión sólo de simbolismo; era más bien revelar el verdadero rostro y el objetivo último de la creación del hombre varón y mujer.
¿Cuál es la causa de la inconclusión y de la insatisfacción que deja la unión sexual, dentro y fuera del matrimonio? ¿Por qué este impulso cae siempre sobre sí mismo y por qué esta promesa de infinito y de eterno resulta siempre decepcionada? A esta frustración se busca un remedio que no hace más que acrecentarla. En lugar de modificar la calidad del acto, se aumenta su cantidad, pasando de un partner a otro. Se llega así al estrago del don de Dios de la sexualidad, en marcha en la cultura y en la sociedad de hoy.
¿Queremos, de una buena vez, como cristianos, buscar una explicación a esta devastadora disfunción? La explicación es que la unión sexual no se vive en el modo y con la intención pretendida por Dios. Este objetivo era que, a través de este éxtasis y fusión de amor, el hombre y la mujer se elevaran al deseo y tuvieran una cierta pregustación del amor infinito; recordaran de dónde venían y a dónde se dirigían.
El pecado, empezando por Adán y Eva bíblicos, ha atravesado este proyecto; ha “profanado” ese gesto, o sea, lo ha despojado de su valor religioso. Ha hecho de él un gesto que es fin en sí mismo, concluso en sí mismo, y por ello “insatisfactorio”. El símbolo ha sido desgajado de la realidad simbolizada, privado de su dinamismo intrínseco y por lo tanto mutilado. Jamás como en este caso se experimenta la verdad del dicho de Agustín: “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
Nosotros de hecho, no hemos sido creados para vivir en una eterna relación de pareja, sino para vivir en una eterna relación con Dios, con el Absoluto. Lo descubre incluso el Faust de Goethe, al término de su largo vagar; pensando a su amor por Margarita, al término de su poema exclama: “Todo lo que pasa es solamente una parábola. Solamente aquí [en el cielo] lo inalcanzable se vuelve realidad .
En el testimonio de algunas parejas que han tenido la experiencia renovadora del Espíritu Santo y viven la vida cristiana carismáticamente se encuentra algo de aquel significado original del acto conyugal. No hay que asombrarse que sea así. El matrimonio es el sacramento del don recíproco que los esposos hacen de sí mismos, uno al otro y el Espíritu Santo es, en la Trinidad, el “don” o mejor el “donarse” recíproco del Padre y del Hijo, no un acto pasajero sino un estado permanente. Donde llega el Espíritu Santo, nace o renace, la capacidad de volverse don. Es así que opera la “gracia de estado” en el matrimonio.
4 Casados y consagrados en la Iglesia
También si nosotros los consagrados no vivimos la realidad del matrimonio, he dicho al inicio, debemos conocerla para ayudar a quienes viven en esa. Añado ahora un ulterior motivo: ¡tenemos necesidad de conocerla para ser, también nosotros, ayudados por ellos!
Hablando de matrimonio y virginidad el apóstol dice: “Cada uno tiene el propio don (chárisma) de Dios, quien de una manera y quien en otra”. (1 Cor 7, 7); o sea: los casados tienen su carisma y quien no se casa “por el Señor” tiene su carisma.
El carisma -dice el mismo apóstol- es “una manifestación particular del Espíritu, para la utilidad común” (1 Cor 12, 7). Aplicado a la relación entre casados y consagrados en la Iglesia, esto significa que el celibato y la virginidad son también para los casados y que el matrimonio es también para los consagrados, o sea para su ventaja. Tal es la naturaleza intrínseca del carisma aparentemente contradictoria: algo de “particular” (“una manifestación particular del Espíritu”) que entretanto nos sirve a todos (“para la utilidad común”).
En la comunidad cristiana, consagrados y casados pueden “edificarse” mutuamente. Los casados están llamados, por los consagrados, al primado de Dios y de lo que no pasa; son introducidos por el amor por la palabra de Dios que ellos pueden profundizar y “despedazar” para los laicos. Pero también los consagrados aprenden algo de los casados. Aprenden la generosidad, el olvidarse de sí mismos, el servicio a la vida, y con frecuencia una cierta “humanidad” que viene del duro contacto con la realidad de la existencia.
Hablo por experiencia propia. Yo pertenezco a una orden religiosa donde, hasta hace alguna década atrás nos levantábamos de noche para rezar el oficio “Matutino”, que duraba aproximadamente una hora. Después llegó el gran cambio en la vida religiosa, a continuación del Concilio. Pareció que el ritmo de la vida moderna -el estudio para los jóvenes y el ministerio apostólico para los sacerdotes- no consintieran más aquel levantarse nocturno que interrumpía el sueño, y poco a poco esta práctica fue abandonada, a parte de algunos lugares de formación.
Cuando más tarde el Señor me hizo conocer de cerca, en mi ministerio, a varias familias jóvenes, descubrí una cosa que me conmovió positivamente. Estos jóvenes papás y mamás tenían que levantarse no una, sino dos, tres o también más veces durante la noche, para dar de comer, suministrar la medicina, arrullar al niño que llora, o quedarse despierto cuando tiene fiebre. Y por la mañana uno de los dos, o los dos, al mismo horario de siempre corren al trabajo, después de haber llevado al niño o a la niña con los abuelos o al nido o jardín de infantes. Hay una ficha que sellar, con buen tiempo o con mal tiempo, sea con buena que con mala salud.
Entonces me he planteado: ¡si no tenemos cuidado corremos un grave peligro! Nuestro tipo de vida si no es apoyado por una auténtica observancia de la Regla y por un cierto rigor de horarios y costumbres, corre el riesgo de volverse una vida al ‘agua de rosas’ y de llevarnos a la dureza del corazón. Lo que los buenos progenitores son capaces de hacer en favor de sus hijos carnales; el grado de olvido de sí al cual son capaces de llegar para proveer a la salud, estudios y felicidad de ellos, tiene que ser la medida de lo que deberemos hacer nosotros para los hijos o hermanos espirituales. Nos da el ejemplo de esto el apóstol Pablo que decía querer “prodigarse, más aún, consumirse”, en favor de sus hijos de Corinto (cf 2 Cor 12, 15).
Que el Espíritu Santo, dador de carismas, nos ayude a todos nosotros, casados o consagrados, a poner en práctica la exhortación del apóstol Pedro: “Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”, (…) para que Dios sea glorificado en todas las cosas, por Jesucristo. ¡A él sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos! Amén (1Pt 4, 10-11).
1.P. Claudel, Le soulier de satin, a.III. sc.8 (éd. La Pléiade, II, Parigi 1956, p. 804).
2.Giovanni Paolo II, Uomo e donna lo creò. Catechesi sull’amore umano, Roma 1985, p. 365.
3.Gregorio Magno, Moralia in Job, 20, 1, 1.
4.Giovanni Paolo II, Discorso all’udienza del 16 gennaio 1980 (Insegnamenti di Giovanni Paolo II, Libreria Editrice Vaticana 1980, p. 148).
5.Benedetto XVI, Enc. Deus caritas est, 11.
6.Cf. S. Agostino, Discursos, 51, 25 (PL 38, 348).
7.Cf. Cf. H. Mühlen , Der Heilige Geist als Person. Ich – Du – Wir, Münster in W., 1963.
8.W. Goethe, Faust, final parte segunda: „Alles Vergängliche / Ist nur ein Gleichnis; /Das Unzulängliche,/Hier wird’s Ereignis“.
COMENTARIO AL EVANGELIO DE HOY SÁBADO 12 DE MARZO DE 2016.
Nadie habló jamás como este hombre
Cuaresma y Semana Santa
Quien escucha a Jesús, quien lo conoce de cerca y oye sus palabras, no puede quedar igual.
Por: P. Francisco Javier Arriola Fuente: Catholic.net
http://es.catholic.net/
Del santo Evangelio según san Juan 7, 40-53
En aquel tiempo, algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: «Este es verdaderamente el Profeta». Otros decían: «Este es el Mesías». Pero otros preguntaban: «¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?». Y por causa de él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él. Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: «¿Por qué no lo trajeron?». Ellos respondieron: «Nadie habló jamás como este hombre». Los fariseos respondieron: «¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita». Nicodemo, uno de ellos, que había ido a ver a Jesús, les dijo: «¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?». Le respondieron: «¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta». Y cada uno regresó a su casa.
Oración introductoria
María, Madre de Misericordia, te pido tu maternal ayuda para poder reflexionar y meditar en las Palabras de tu Hijo Jesucristo, que son palabras de vida eterna. Ayúdame, Madre, a guardar todas estas reflexiones en mi corazón, como Tú lo hacías también, para que sean la tierra fecunda donde Cristo pueda sacar fruto para mi vida. Me pongo enteramente en tus maternales manos para que me lleves a Dios. Pongo también mi ser, mi poseer, mi familia, mis seres queridos y cuantos se han encomendado a mis oraciones para que también a ellos les asistas en sus dificultades.
Petición
Concédeme, Jesús, la sencillez de corazón para que no tenga que pedirte pruebas de tu amor, para que nunca deje de creer en ti. Concédeme la gracia de conocerte, amarte e imitarte.
Meditación del Papa Francisco
También hoy, queridos hermanos y hermanas, nuestra alegría es compartir esta fe y responder juntos al Señor Jesús: “Tú eres para nosotros el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. Nuestra alegría también es ir a contracorriente e ir más allá de la opinión corriente, que, como entonces, no logra ver en Jesús más que a un profeta o un maestro. Nuestra alegría es reconocer en Él la presencia de Dios, el enviado del Padre, el Hijo que vino para ser instrumento de salvación para la humanidad. Esta profesión de fe proclamada por Simón Pedro es también para nosotros. La misma no representa sólo el fundamento de nuestra salvación, sino también el camino a través del cual ella se realiza y la meta a la cual tiende.
En la raíz del misterio de la salvación está, en efecto, la voluntad de un Dios misericordioso, que no se quiere rendir ante la incomprensión, la culpa y la miseria del hombre, sino que se dona a él hasta llegar a ser Él mismo hombre para ir al encuentro de cada persona en su condición concreta. (Homilía de S.S. Francisco, 10 de noviembre de 2015).
Reflexión
En este pasaje no aparece ninguna palabra de Cristo, pero se descubren los pensamientos sobre Jesús que hay en muchos corazones (Lc 2, 35). Muchos se maravillan de la humilde procedencia de Jesús, pero porque no lo conocen. En nuestra vida nos puede pasar del mismo modo, el maravillarnos de lo que se dice de Dios, malo o bueno, pero nosotros no decimos nada porque le conocemos muy poco y no lo hemos experimentado.
Precisamente quien escucha a Jesús, quien lo conoce de cerca, queda maravillado. Quien oye las palabras de Cristo no puede quedar igual. Por eso en el texto evangélico los soldados que habían sido enviados a apresar al Señor, vuelven asombrados diciendo que nadie antes había hablado como Él. Esto hace que el enojo de los fariseos se agudice más porque no pueden realizar sus artimañas malintencionadas. Nosotros en cambio debemos acercarnos a Cristo, dejar que Él nos hable al corazón por medio del Evangelio, de la Eucaristía, de la Reconciliación. Poco a poco irá transformando nuestra alma e irá convenciéndonos suavemente con su amor, con su bondad, con su alegría. Si escuchar la Palabra de Dios puede cambiar el corazón, cuánto más no podrá hacer Él cuando le tenemos dentro.
Conocer a Cristo es una empresa apasionante que sólo experimentan quienes quieren hacer esta experiencia. Uno sale transformado de cada encuentro con el Señor, no porque nosotros hagamos o digamos algo, sino porque es Él el primer interesando en nuestra santificación y en nuestro bien. Y cuando a Cristo le abrimos la puerta del corazón, silenciosamente va invadiendo toda la casa hasta llenarla y poseerla toda, entonces es cuando como San Pablo podemos decir «y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Gal. 2, 20).
Pero poseer a Cristo es también transmitirlo, y al transmitirlo a los demás corremos el riesgo de no ser tomados en cuenta, o de ser tachados por los demás de cualquier cosa. Así le pasó a Nicodemo al querer hacer ver que se cometería una injusticia al juzgar a Jesús sin antes oírlo. Estas son las injusticias que sufren los amigos del Señor, pero Él ya lo había anunciado en el sermón de las bienaventuranzas: «Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa…» (Mt 5, 11). Y nadie que haya querido ser amigo verdadero de Jesús ha quedado defraudado ni se ha arrepentido porque Dios siempre cumple sus promesas.
Propósito
Haré una breve oración por las personas que pasan por alguna necesidad o problema, pidiendo a Dios y a la Santísima Virgen que les haga experimentar su presencia y les ayude a solucionar y sobrellevar con fortaleza sus dificultades.
Diálogo con Cristo
Señor mío y Dios mío, Tú sabes que soy débil y muchas veces me dejo llevar por las cosas que a veces no te agradan. Dame tu fuerza para luchar cada día y buscar agradarte. Ayúdame para poder ayudar a los demás. Haz que siempre dé testimonio de Ti y de mi fe en Ti, para que pueda escuchar un día en el cielo tus palabras: “adelante, siervo bueno y fiel, entra a tomar parte del banquete de tu Señor”. Jesús, confío en Ti; María, soy todo tuyo.
Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti (Confesiones de San Agustín, 1,1,1)
EDD. SÁBADO 12 DE MARZO DE 2016.
Sábado de la cuarta semana de Cuaresma.
Libro de Jeremías 11,18-20.
El Señor de los ejércitos me lo ha hecho saber y yo lo sé. Entonces tú me has hecho ver sus acciones.
Y yo era como un manso cordero, llevado al matadero, sin saber que ellos urdían contra mí sus maquinaciones: «¡Destruyamos el árbol mientras tiene savia, arranquémoslo de la tierra de los vivientes, y que nadie se acuerde más de su nombre!».
Señor de los ejércitos, que juzgas con justicia, que sondeas las entrañas y los corazones, ¡que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he confiado mi causa!
Salmo 7,2-3.9bc-10.11-12.
Señor, Dios mío, en ti me refugio:
sálvame de todos los que me persiguen;
líbrame, para que nadie pueda atraparme
como un león, que destroza sin remedio.
Júzgame, Señor, conforme a mi justicia
y de acuerdo con mi integridad.
¡Que se acabe la maldad de los impíos!
Tú que sondeas las mentes y los corazones,
tú que eres un Dios justo, apoya al inocente.
Mi escudo es el Dios Altísimo,
que salva a los rectos de corazón.
Dios es un Juez justo
y puede irritarse en cualquier momento.
Evangelio según San Juan 7,40-53.
Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: «Este es verdaderamente el Profeta».
Otros decían: «Este es el Mesías». Pero otros preguntaban: «¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea?
¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?».
Y por causa de él, se produjo una división entre la gente.
Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él.
Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: «¿Por qué no lo trajeron?».
Ellos respondieron: «Nadie habló jamás como este hombre».
Los fariseos respondieron: «¿También ustedes se dejaron engañar?
¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él?
En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita».
Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo:
«¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?».
Le respondieron: «¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta».
Y cada uno regresó a su casa.
Comentario del Evangelio por Beato Tito Brandsma (1881-1942), carmelita holandés, mártir. Invitación al heroísmo en la fe y el amor.
«¿Entonces, también tú te dejaste extraviar?»
Vivimos en un mundo donde el amor mismo es condenado: lo llaman debilidad, cosa que hay que superar. Algunos dicen: » El amor no tiene importancia, hay que desarrollar más bien sus fuerzas; qué cada uno se vuelva tan fuerte como pueda; ¡y qué la debilidad perezca!» También dicen que la religión cristiana con sus sermones sobre el amor, es del pasado… Es así: os vienen con estas doctrinas, y hasta encuentran a gente que las adopta voluntariamente.
El amor es desconocido: » el Amor no es amado » decía en su tiempo San Francisco de Asís; ¡y algunos siglos más tarde en Florencia, santa María Magdalena de Pazzi tocaba las campanas del monasterio de su Carmelo para que el mundo sepa qué bello es el Amor! Yo también, ¡yo querría tocar las campanas para decir al mundo qué bello es amar!
El neo-paganismo [del nazismo] puede repudiar el amor, la historia nos enseña que, a pesar de todo, venceremos este neo -paganismo con el amor. No abandonaremos el amor. El amor recobrará los corazones de estos paganos. La naturaleza es más fuerte que la filosofía. Que una filosofía condene y rechace el amor y lo llame debilidad, el testimonio viviente del amor renovará siempre su fuerza para conquistar y cautivar los corazones de los hombres.
‘Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia’
‘Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia’
https://es.zenit.org/articles/lo-contrario-del-amor-no-es-el-odio-sino-la-indiferencia/
En la novena meditación de los ejercicios espirituales al Papa y la curia, el predicador recordó que el amor de Dios no busca en el hombre la perfección sino la autenticidad
•11 marzo 2016•Rocío Lancho García•Papa y Santa Sede
El papa Francisco en el retiro espiritual
El papa Francisco en el retiro espiritual (Foto copyright Osservatore Romano)
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El amor de Dios por el hombre enciende el corazón y abre los ojos. Esta es la idea principal de la novena meditación del padre Ermes Ronchi, predicador de los ejercicios espirituales al papa Francisco y a la Curia Romana en el retiro espiritual. Lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia; debemos volver a enamorarnos.
Entre Pascua y Pentecostés, Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos en el lago de Tiberíades en un noche “sin estrellas”, “amarga”, hasta “el alba”. Y así, la meditación partió de esta escena, con la pregunta de amor dirigida tres veces por el Señor para acercarse cada vez más a Simón. El padre Rochi subrayó el dinamismo del amor de Dios por el hombre, que transforma todo y lleva a la santidad.
“La santidad no consiste en la ausencia de pecados, en un campo sin malas hierbas, sino que está en una pasión renovada, está en el renovar ahora mi pasión por Cristo y por el Evangelio, ahora”, indicó. Al mismo tiempo explicó que el amor de Dios enciende de nuevo “los corazones” y “la pasión”. La santidad –añadió– no es una pasión apagada, sino una pasión convertida. Cuando hay amor no te puedes equivocar, es evidente, indiscutible. Y Dios que “ama al hombre” que “colma las pobrezas”, no busca en él “la perfección” sino “la autenticidad”.
El predicador recordó a los presentes que “no estamos en el mundo para ser inmaculados, sino para encaminarnos”. Asimismo, aseguró que Jesús es mendicante de amor, mendicante sin pretensiones, que conoce la pobreza de cada uno. La fe –precisó– tiene tres pasos: necesito, me fío, encomiendo.
El padre Ronchi observó que “creer es necesitar amor, fiarse y fundarse sobre esto, como forma de Dios, como forma del hombre, como forma del mundo, del futuro, del vivir. Fiarse es fundar la vida sobre esta hipótesis: que más amor está bien, menos amor está mal”. En contraste con lo que el mundo proclama: más dinero está bien, menos dinero está mal. “Pero cada creyente es un creyente en el amor: es decir un reanimador de uniones, un despertador de uniones, que ayuda a los hombres a encontrar de nuevo confianza en el amor. Nosotros hemos creído en el Amor”, explicó el predicador.
También indicó que “creer es tener una historia con Dios”, “caminar en el amor con una persona”, y la salvación está en la certeza de que es Él a quien debemos “amar”.
Al respecto, el padre Ronchi explicó que la crisis de fe hoy en el mundo de Occidente comienza precisamente así, con la crisis del acto humano de creer. “Porque no se cree en el amor”.
El predicador concluyó su meditación asegurando que “lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia que es savia vital que alimenta todo mal, la savia secreta del pecado. La indiferencia por la que el otro no existe para tí, no cuenta, no vale, no es nada”.
Por eso, exhortó a volver a “enamorarnos”. Amar a Dios “con todo nuestro ser, cuerpo y alma”. Deja de amar como sometido, dejar de amar como esclavo. “Se debe volver a amar a Dios como enamorados. Entonces sí que la vida y la fe se llenan de sonrisas”.
HOMILÍA PARA LA EUCARISTÍA DEL DOMINGO 13 DE MARZO DE 2016.
Hermanos, dispongámonos para celebrar los Misterios centrales de nuestra fe en la próxima semana que se inicia con el Domingo de Ramos que es el 20. Un abrazo.. Hermano Pastor.
DOMINGO QUINTO DE CUARESMA.
Isaías 43,16-21: en la situación calamitosa que en se encuentra el Pueblo de Israel Dios va a intervenir; El salva a su Pueblo, pero con una liberación nueva, distinta: cambiará la situación de muerte en situación de vida. Y se vale de Ciro, rey de Persia, quien derrotará a los babilonios, opresores de Israel.
Filipenses 3,8-14: se nos propone el ideal de vida cristiana: el conocimiento pleno de Cristo. Pablo experimenta una insólita salvación: fue alcanzado por Cristo en el camino de Damasco; ahora él pretende alcanzar a Cristo.
Juan 8,1-11: insólita y sorpresiva intervención de Jesús con la pecadora; la salva, la pone de pie. Así es Dios con nosotros.
1.- Muchas veces en la Sagrada Escritura el Señor se revela como el Redentor y el Santo. Porque es Santo hará y hace justicia a su Pueblo. Y porque es Redentor es Liberador. El se hace cargo de su Pueblo. Por eso, todas las intervenciones de Dios son salvíficas, El salva, libera. Se vale de mediaciones. Así aparece en Isaías. Al pueblo sometido a la tiranía de los babilonios Dios lo salva valiéndose de Ciro, rey de Persia. Es que Dios siempre actúa a través de…
Y hoy la Palabra nos quiere afirmar y dar a conocer de qué manera el Señor salva. Porque El interviene, saca del atolladero de la manera menos esperada. Así lo hizo con su Pueblo, así lo hizo con Pablo y la mujer adúltera.
2.- El testimonio de Pablo es muy elocuente. Pablo es un apasionado por Cristo ya que experimentó la salvación: fue “alcanzado” por Cristo. Se dio cuenta que todo lo que tenía para gloriarse: su linaje judío, ser fiel cumplidor de la Ley (=fariseo) y ser un notable perseguidor de los cristianos, cae por tierra, es basura, es nada. En cambio ahora, después que el Señor lo alcanzó, sin intervención de la Ley, y le reveló su amor gratuito, Jesús, hasta ahora objeto de su persecución, comenzó a ser “mi Señor”. Sólo desea una sola cosa: “conocer a Jesús, es decir, tener un creciente encuentro y relación personal con El. Así salva Dios.
3.- Lo que nos muestra el evangelio va en la misma línea. La mujer nada tiene que alegar en su favor, le cae el peso de la Ley; los acusadores tienen toda la razón y llevan las de ganar. La intervención de Jesús muestra de qué manera salva Dios. A esta mujer que está en un callejón sin salida el Señor la salva: la perdona y la pone de pie. Jesús apela a la conciencia de los acusadores; en el fondo Jesús no solamente perdona, sino les hace ver a ellos que no deben erigirse en jueces del pecador, sino a considerar su propia situación.
Me llama la atención el gesto de Jesús: “inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo”. Es un gesto profético. En Jeremías 17,13 se lee: “los que se aparten de Ti serán escritos en el polvo”. Es decir, los que ponen su confianza en sus prácticas religiosas, pero dan la espalda a Dios son escritos en el polvo, es decir, desaparecerán pronto. Su religión poco vale.
Pablo ponía su confianza en la Ley, lo mismo los acusadores de la mujer. Los israelitas se gloriaban de su pasado. A estos el Profeta les dice: “No se acuerden de las cosas pasadas…Yo estoy por hacer algo nuevo”, una nueva salvación.
4.- Dios ha hecho algo nuevo. El, que es el Redentor y el Santo, ha actuado, ha hecho salvación en Jesús. No sólo en el pasado, sino también ahora “grandes cosas hizo el Señor por nosotros”. Nos ha sacado de un tremendo aprieto, ya que, no teniendo qué alegar en nuestro favor, Jesús se hizo cargo de todo, es nuestro Redentor. No necesitamos recurrir a nuestras artimañas y falsos refugios. Jesús es quien nos salva, nos rescata y libera. Basta que tengamos fe.
Hoy el Señor nos dice: “No lo vuelvas a hacer”, es decir, nos pide que cambiemos, que actuemos y trabajemos. Hoy en la Comunión somos “alcanzados” por Cristo; trabajemos por vivir permanentemente unidos a El. Mira que este es el Ideal de la vida cristiana, no hay otro. Y es esto lo que expresamos en la Comunión en la Comunión sacramental: permanecer siempre con El.
Hermano Pastor Salvo Beas.
COMENTARIO AL EVANGELIO DE HOY VIERNES 11 DE MARZO DE 2016.
¡Estamos en manos de Dios!
Cuaresma y Semana Santa
No temamos ser fieles a Cristo, porque Él está con nosotros.
Por: P . Clemente González
Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Juan 7, 1-2.10.25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Pero después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito. Decían algunos de los de Jerusalén: ¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es. Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado. Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.
Oración introductoria
Dios mío, no permitas que no sepa encontrarte en esta meditación. Necesito de tu misericordia. Dame tu gracia para poder dejar a un lado todo lo que pueda distraerme, realmente quiero llegar a contemplarte y reconocerte, aunque no sea digno de ello.
Petición
¡Jesús, dame el don de conocerte experimentalmente!
Meditación del Papa Francisco
El pasaje del Evangelio que hemos escuchado nos presenta una escena ambientada en el templo de Jerusalén, al final de la fiesta judía de las tiendas, después de que Jesús proclamara una gran profecía revelándose como fuente de “agua viva”, es decir el Espíritu Santo. Entonces la gente, muy impresionada, se puso a discutir acerca de Él. También hoy la gente discute sobre Él. Algunos están entusiasmados y dicen que “es de verdad el profeta”. Alguno incluso afirma: “Este es el Mesías”. Pero otros se oponen porque —dicen— el Mesías no viene de Galilea, sino de la estirpe de David, de Belén; y así, sin saberlo, confirman precisamente la identidad de Jesús.
Los jefes de los sacerdotes habían mandado a los guardias a arrestarlo, como se hace en las dictaduras, pero vuelven con las manos vacías y dicen: “Jamás ha hablado nadie como ese hombre”. He aquí la voz de la verdad, que resuena en esos hombres sencillos.
La palabra del Señor, ayer como hoy, provoca siempre una división: la Palabra de Dios divide, ¡siempre! Provoca una división entre quien la acoge y quien la rechaza. A veces también en nuestro corazón se enciende un contraste interior; esto sucede cuando advertimos la fascinación, la belleza y la verdad de las palabras de Jesús, pero al mismo tiempo las rechazamos porque nos cuestionan, nos ponen en dificultad y nos cuesta demasiado observarlas. (Homilía de S.S. Francisco, 21 de marzo de 2015).
Reflexión
«Los judíos trataban de matarlo». Jesús es el prototipo del justo que resulta incómodo y cuyo testimonio se quiere silenciar. Sin embargo, todas las acusaciones que le hacen son «viscerales», nacidas del odio. Por ejemplo, dicen que saben de donde viene Jesús; el Mesías, en cambio no, por lo tanto Jesús no es el Mesías porque saben de dónde viene Jesús. Otras veces le creen endemoniado, otras le critican porque por encima de la ley da más preferencia a la vida de las personas. Lo que los fariseos buscan es desacreditarle y huir para no tener que aceptar su testimonio.
No obstante, Jesús «grita» valientemente su identidad: «yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz, a Ése vosotros no le conocéis; yo le conozco porque procedo de Él y Él me ha enviado.» Pero como aún no había llegado su hora, la hora de la cruz en donde los fariseos entonces empezarán a creer más en él. Y aunque se esforzarán por acabar completamente con sus enseñanzas, se darán cuenta de que efectivamente Jesús era el Mesías.
También en el mundo de hoy, junto a muchas personas que creen y aceptan a Cristo, hay otras muchas que han optado por ignorarlo, o incluso, por perseguir toda idea suya. Por esto sus seguidores corren igual suerte. En una sociedad que va perdiendo los valores fundamentales como el respeto a la vida, la caridad, el perdón, debería llevarnos a luchar y trabajar por extender el reino de Cristo y no sólo a lamentarnos por la situación. Nosotros somos los que cambiaremos el corazón de las personas con nuestro testimonio de cristianos.
Tal vez no lleguemos a ser perseguidos físicamente, pero sí desacreditados y criticados por buscar la coherencia de vida con nuestra fe. No temamos ser fieles a Cristo, porque si Él está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
Propósito
Iniciar siempre mi oración y mis actividades invocando al Espíritu Santo.
Diálogo con Cristo
Padre y Señor mío, el poder conocerte en Jesús y poder comunicarme contigo por medio del Espíritu Santo es una gracia que no he sabido aprovechar. Te ofrezco mi libertad, permite que esta oración me lleve a la experiencia de tu amor, y que esta experiencia determine mi vida, mi comportamiento, la forma en que me relacione con los demás. Que mis debilidades no impidan que pueda darte a los demás. Que tu Palabra penetre hondamente en mi corazón y la trasmita fielmente a todas las personas que pongas en mi camino.