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EDD. sábado 18 de junio de 2016.

Sábado de la undécima semana del tiempo ordinario.

http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160616

Segundo Libro de Crónicas 24,17-25.
Después de la muerte de Iehoiadá, los jefes de Judá fueron a postrarse delante del rey, y este se dejó llevar por sus palabras.
Entonces abandonaron la Casa del Señor, el Dios de sus padres, y rindieron culto a los postes sagrados y a los ídolos. Por este pecado, se desató la indignación del Señor contra Judá y Jerusalén.
Les envió profetas que dieron testimonio contra ellos, para que se convirtieran al Señor, pero no quisieron escucharlos.
El espíritu de Dios revistió a Zacarías, hijo del sacerdote Iehoiadá, y este se presentó delante del pueblo y les dijo: «Así habla Dios: ¿Por qué quebrantan los mandamientos del Señor? Así no conseguirán nada. ¡Por haber abandonado al Señor, él los abandonará a ustedes!».
Ellos se confabularon contra él, y por orden del rey lo apedrearon en el atrio de la Casa del Señor.
El rey Joás no se acordó de la fidelidad que le había profesado Iehoiadá, padre de Zacarías, e hizo matar a su hijo, el cual exclamó al morir: «¡Que el Señor vea esto y les pida cuenta!».
Al comenzar el año, el ejército de los arameos subió a combatir contra Joás. Invadieron Judá y Jerusalén, ejecutaron a todos los jefes que había en el pueblo, y enviaron el botín al rey de Damasco.
Aunque el ejército de Arám había venido con pocos hombres, el Señor entregó en sus manos a un ejército mucho más numeroso, por haberlo abandonado a él, el Dios de sus padres. De esta manera, los arameos hicieron justicia con Joás,
y cuando se fueron, lo dejaron gravemente enfermo. Sus servidores tramaron una conspiración contra él para vengar la sangre del hijo del sacerdote Iehoiadá, y lo mataron cuando estaba en su lecho. Así murió, y fue sepultado en la Ciudad de David, pero no en el sepulcro de los reyes.

Salmo 89(88),4-5.29-30.31-32.33-34.
Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones.»
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él.
le daré una descendencia eterna
y un trono duradero como el cielo.
Si sus hijos abandonan mi enseñanza
y no proceden de acuerdo con mis juicios;
si profanan mis preceptos
y no observan mis mandamientos.
Castigaré sus rebeldías con la vara
y sus culpas, con el látigo.
Pero a él no le retiraré mi amor
ni desmentiré mi fidelidad.

Evangelio según San Mateo 6,24-34.
Dijo Jesús a sus discípulos:
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?
¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer.
Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.
Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: ‘¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?’.
Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura.
No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.

Comentario del Evangelio por  San Vicente de Paúl (1581-1660), presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad  Conversación del 21/02/1659.

Buscar primero el Reino de Dios.

«Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura»… Se dice, pues, que hay que buscar el reino de Dios. «Buscad», no es más que una palabra, pero me parece que dice muchas cosas. Quiere decir… trabajar incesantemente para el reino de Dios y no permanecer en un estado flojo y parado, poner atención al interior para que esté bien regulado, pero no al exterior para divertirse… Buscar a Dios en vosotros, porque san Agustín confiesa que mientras le buscó fuera de él, no le encontró. Buscadle en vuestra alma que le es su agradable morada; es en ese fondo donde quedan establecidas todas las virtudes que sus siervos intentan practicar. La vida interior es necesaria, es preciso tender a ella; si la descuidamos, faltamos a todo… Busquemos ser personas de interioridad… Busquemos la gloria de Dios, busquemos el reino de Jesucristo…

«Pero [me diréis], hay tantas cosas que hacer, tantos trabajos en casa, tantos lugares de trabajo en la ciudad, en el campo… hay trabajo en todas partes; ¿es preciso pues dejarlo todo tal cual está para no pensar sino en Dios?» No, sino que es necesario santificar esas ocupaciones buscando a Dios en ellas, y hacerlas más para encontrarle a él que para verlas hechas. Nuestro Señor quiere que, ante todo, busquemos su gloria, su reino, su justicia, y para ello quiere que construyamos nuestro capital, con la vida interior, con la fe, con la confianza, con el amor, con ejercicios religiosos…, con trabajos y sufrimientos, a la vista de Dios, nuestro soberano Señor… Una vez establecidos en esa búsqueda de la gloria de Dios, podemos estar seguros de que el resto vendrá por sí solo.

Homilía para la Eucaristía del domingo 19 de junio de 2016.

Un cordial saludo a todos ustedes. Que el Señor les dé a todos su Paz y Bien. Un abrazo. Hno. Pastor.

DOMINGO XII.

Zacarías 12,10-11.13,1: Misterioso oráculo. Jerusalén será salvada después de llorar amargamente al que ellos traspasaron. Palabras que el evangelio de Juan aplica a Jesús,  cuyo costado abierto es fuente de salvación, de purificación.

Gálatas 3,26-29: todos somos hijos en el Hijo; por eso todos tenemos una común dignidad.

Lucas 9,18-24: dos aspectos: uno, la profesión de fe de Pedro; dos, el anuncio de la Pasión y condiciones para seguir a Jesús.

1.- Sigue siendo válida la pregunta de Jesús: “¿Quién dice la gente que soy Yo?” Porque Jesús es el gran ignorado, desconocido de la gente. Mucho se ha dicho y se dice de Jesús. Basta con meterse en el “You tube” para darse cuenta de tantos errores que se dicen de Jesús. Otro tanto en el pseudo científico canal “Discovery Channel”. Y a Jesús le interesa saber qué piensan sus discípulos de Él, porque la gente de esa época tenía ideas insuficientes o erróneas. Pedro confiesa que Jesús es el Mesías o Ungido que viene de parte de Dios. Pero esta respuesta es todavía insuficiente. Porque Jesús no es un Mesías político y nacionalista. El es otra cosa; por eso ordena que no lo repitan. Pero, entonces, ¿quién es Jesús? Los evangelios se encargan de decirnos con exactitud quién es Él.

2.- Basándose en Zacarías (primera lectura) san Juan nos dirá que Él es el “Traspasado”. Es decir, Jesús es puesto por Dios como “la Fuente abierta para la casa de David…a fin de lavar el pecado y la impureza” (Zacarías 13,1). Ya la primera generación cristiana supo descubrir en Jesús al Mesías = el Traspasado para nuestra salvación. Quien muere por nosotros es el verdadero Cordero de Dios, Él es quien quita el pecado del mundo. Esto no lo pueden comprender los discípulos, no cabe en su mentalidad. Sólo a la luz de la resurrección comprenderán a cabalidad el Misterio de Jesucristo.

Tampoco lo comprende el mundo, el hombre carnal, ya que sólo valora el tener, lo que produce, lo que aparece y brilla. Dijo el Señor a Samuel: “el hombre mira la cara, Dios ve el corazón” (1Samuel 16,7). Nosotros  tenemos fe en Jesús, el “Traspasado” por nuestros pecados.

3.- Nosotros somos o queremos ser seguidores de Jesús. Pero el Señor pone condiciones para ser sus seguidores o discípulos. Lo dice claramente en el evangelio: renunciar a uno mismo y cargar con la cruz. Para ser discípulo es necesario no centrarse en sí mismo, no ser autorreferentes. Hay que tener a Jesús como punto de referencia en todas las decisiones y acciones. Además habrá que aceptar las renuncias que se deben hacer cada día para librarse del individualismo y abrirse al evangelio.

Hoy, como siempre, se habla de revolución. Para muchos revolución es sinónimo de destrucción y caos. Pero eso no basta. Hermanos, ser cristiano es ser revolucionario. El que pretenda seguir a Cristo debe hacer en su vida una “revolución copernicana”. Así como Copérnico revolucionó la astronomía al demostrar que no es la tierra el centro en torno al cual gira el sol, sino al revés. Del mismo modo, no es el hombre el centro, sino Cristo. Él es la razón de ser del cristiano. Cuando el hombre se descentra deja de ser narcisista y busca el bien de los demás. Sólo quien sabe morir a Sí mismo tiene vida en plenitud. Pregúntenselo al Pobre de Asís.

4.- Estaos reunidos como discípulos-seguidores y misioneros de Jesucristo. Por ser de Cristo todos somos Uno en Él, como nos lo dice san Pablo hoy. En el bautismo fuimos revestidos de Cristo. Tenemos que identificarnos con Cristo, ser como Él.  Sólo así seremos verdaderos discípulos del Señor.

Al hacer hoy la Comunión nos revestimos de El y llegamos a ser Uno en Cristo. Nos podemos acercar a Él, la única Fuente de agua que puede saciar esa sed de plenitud y que nos purifica.

Si celebramos al Señor también lo confesamos y reconocemos como el verdadero Mesías, que fue traspasado por nosotros. El único a quien queremos seguir de verdad.

 

                                                                    Hermano Pastor Salvo Beas.

                                                                         Párroco de San Miguel.

Comentario al evangelio de hoy viernes 17 de junio de 2016‏

Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón.
Tiempo Ordinario

No acumulen tesoros en la tierra. Este es un consejo de prudencia, porque no son seguros.
Por: Roberto Villatoro
Fuente: Catholic.net 
http://es.catholic.net/op/articulos/19937/donde-est-tu-tesoro-ah-est-tu-corazn.html

Del santo Evangelio según san Mateo 6, 19-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón. Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!».
Oración introductoria
Ayúdame a ver con los ojos de la fe. Que todo acontecimiento en mi vida y en la de los demás, lo vea en el plano sobrenatural. Que vea con tus ojos, y así pueda servirte a ti y a mis hermanos los hombres. Ayúdame, pues sé que solo no podré, pero con tu gracia no se nublará mi vista. Y viéndote con claridad en mi vida te sirva sólo a ti.
Petición
Señor Jesús, te entrego mis ojos para ver como Tú ves.
Meditación del Papa Francisco
No acumulen, para ustedes, tesoros en la tierra. Este es un consejo de prudencia, porque los tesoros sobre la tierra no son seguros: se estropean, vienen los ladrones y se los llevan. Y, ¿en qué tesoros piensa Jesús? Principalmente en tres y siempre vuelve sobre el mismo argumento.
El primer tesoro: el oro, el dinero, las riquezas…Pero no estás seguro con esto porque, quizá, te lo robarán; no, ¡estoy seguro con las inversiones!; ¡quizá cae la Bolsa y tú te quedas sin nada! Dime, ¿un euro más te hace más feliz o no? Las riquezas, tesoro peligroso, peligroso… Pero las riquezas son buenas, sirven para hacer muchas cosas buenas, para llevar adelante la familia: ¡esto es verdad! Pero si tú las acumulas como un tesoro, ¡te roban el alma! Jesús en el Evangelio vuelve a este tema, sobre las riquezas, sobre el peligro de las riquezas, sobre poner la esperanza en las riquezas.
El segundo tesoro: la vanidad. El tesoro de tener prestigio, de hacerse ver. Y esto siempre es condenado por Jesús. De esto modo, ha invitado a pensar lo que Jesús dice a los doctores de la ley, cuando ayunan, cuando dan limosna, cuando rezan para hacerse ver.
Finalmente el tercer tesoro es el orgullo, el poder. Se narra la caída de la reina Atalía, su gran poder duró siete años, después fue asesinada. ¡El poder termina! Cuántos grandes, orgullosos, hombres y mujeres de poder han terminado en el anonimato, en la miseria o en prisión. Es de ahí de donde viene la exhortación de no acumular dinero, vanidad, orgullo, poder. Estos tesoros no sirven. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de junio de 2014, en Santa Marta).
Reflexión 
San Juan Pablo II en una ocasión dijo que no podíamos negar en la oscuridad, en momentos difíciles, lo que hemos podido ver con claridad en la luz. Y es que en algún momento de nuestra vida, hemos visto con claridad la luz de Dios en nuestra vida, su amor, su misericordia. Pero en ocasiones, la queremos ahogar o esconder, cubriéndola con nuestros problemas, o incluso con nuestros éxitos. Sin embargo, sabemos que la hemos visto.
Y esa luz que hemos visto, no podemos negarla ante la primera adversidad, o esconderla en los momentos de éxito. Hemos visto, hemos sido testigos. Por eso debemos cuidar siempre que nuestra vista no se nuble. Asegurarnos, y pedirle a Dios la gracia. De manera que podamos únicamente servir a un solo Señor.
Propósito
Veré la mano de Dios en las cosas sencillas de mi vida ordinaria.
Diálogo con Cristo
Señor, ayúdame a ver la claridad de tu luz. Que no sea ciego a tu amor, a tu fidelidad, a tu constante intervención en mi vida. Que ante tantas “lucecitas del pecado”, que me ofrecen una felicidad incierta, brille ante todo tu luz en mi vida. Y que, con mis obras, refleje tu luz, para que mis hermanos puedan alabarte y servirte también a ti.
Es propio de la luz el iluminar en cualquier parte en que se encuentre (San Hilario, Catena Aurea, vol. I, p. 263)

EDD. viernes 17 de junio de 2016

Viernes de la undécima semana del tiempo ordinario


http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160616

Segundo Libro de los Reyes 11,1-4.9-18.20. 
Atalía, la madre de Ocozías, al ver que había muerto su hijo, empezó a exterminar a todo el linaje real.
Pero Josebá, hija del rey Jorám y hermana de Ocozías, tomó a Joás, hijo de Ocozías, lo sacó secretamente de en medio de los hijos del rey que iban a ser masacrados, y lo puso con su nodriza en la sala que servía de dormitorio. Así lo ocultó a los ojos de Atalía y no lo mataron.
El estuvo con ella en la Casa del Señor, oculto durante seis años, mientras Atalía reinaba sobre el país.
El séptimo año, Iehoiadá mandó buscar a los centuriones de los carios y de la guardia, y los hizo comparecer ante él en la Casa del Señor. Hizo con ellos un pacto comprometiéndolos bajo juramento, y les mostró al hijo del rey.
Los centuriones ejecutaron exactamente todo lo que les había ordenado el sacerdote Iehoiadá. Cada uno de ellos tomó a sus hombres – los que entraban de servicio y los que eran relevados el día sábado – y se presentaron ante el sacerdote Iehoiadá.
El sacerdote entregó a los centuriones las lanzas y los escudos del rey David que estaban en la Casa del Señor.
Los guardias se apostaron, cada uno con sus armas en la mano, desde el lado sur hasta el lado norte de la Casa, delante del altar y delante de la Casa, para formar un círculo alrededor del rey.
Entonces Iehoiadá hizo salir al hijo del rey y le impuso la diadema y el Testimonio. Se lo constituyó rey, se lo ungió, y todos aplaudieron, aclamando: «¡Viva el rey!».
Atalía oyó el griterío de la gente que corría, y se dirigió hacia la Casa del Señor, donde estaba el pueblo.
Y al ver al rey de pie sobre el estrado, como era costumbre, a los jefes y las trompetas junto al rey, y a todo el pueblo del país que estaba de fiesta y tocaba las trompetas, rasgó sus vestiduras y gritó: «¡Traición!».
Entonces el sacerdote Iehoiadá impartió órdenes a los centuriones encargados de la tropa, diciéndoles: «¡Háganla salir de entre las filas! Si alguien la sigue, que sea pasado al filo de la espada». Porque el sacerdote había dicho: «Que no la maten en la Casa del Señor».
La llevaron a empujones, y por el camino de la entrada de los Caballos llegó a la casa del rey; allí la mataron.
Iehoiadá selló la alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, comprometiéndose este a ser el pueblo del Señor; y también selló una alianza entre el rey y el pueblo.
Luego, todo el pueblo del país se dirigió al templo de Baal, lo derribó y destrozó por completo sus altares y sus imágenes. Y a Matán, el sacerdote de Baal, lo mataron delante de los altares. El sacerdote estableció puestos de guardia en la Casa del Señor.
Toda la gente del país se alegró y la ciudad permaneció en calma. A Atalía la habían pasado al filo de la espada en la casa del rey.
Salmo 132(131),11.12.13-14.17-18. 
El Señor hizo un juramento a David,
una firme promesa, de la que no se retractará:
«Yo pondré sobre tu trono
a uno de tus descendientes.
Si tus descendientes observan mi alianza
y los preceptos que yo les enseñaré,
también se sentarán sus hijos
en tu trono para siempre”.
Porque el Señor eligió a Sión,
y la deseó para que fuera su Morada.
«Este es mi Reposo para siempre;
aquí habitaré, porque lo he deseado.
Allí haré germinar el poder de David:
yo preparé una lámpara para mi Ungido.
Cubriré de vergüenza a sus enemigos,
y su insignia real florecerá sobre él.»
Evangelio según San Mateo 6,19-23. 
Jesús dijo a sus discípulos:
No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.
Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben.
Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado.
Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!

Comentario del Evangelio por San Cesáreo de Arlés (470-543), monje y obispo. Sermón 32, 1-3; SC 243.
«Donde está tu tesoro, allí también está tu corazón»
Dios acepta nuestras ofrendas de dinero y se complace en los dones que les hacemos a los pobres, pero con esta condición: que todo pecador, cuando le ofrece a Dios su dinero, le ofrezca al mismo tiempo su alma… Cuando el Señor dijo: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios» (Mc 12,17), es como decir: «como devolvéis al César su imagen sobre la moneda de plata, le devolvéis también a Dios la imagen de Dios» (cf Gn 1,26)…
Por eso, como ya dijimos, cuando le damos dinero a los pobres, le ofrecemos nuestra alma a Dios con el fin de que allí dónde está nuestro tesoro, allí también pueda estar nuestro corazón. En efecto, ¿por qué Dios nos pide dar dinero? Seguramente porque sabe que particularmente nos gusta y que pensamos en eso sin cesar; y que allí dónde está nuestro dinero, allí también está nuestro corazón. Por eso Dios nos exhorta a tener tesoros en el cielo dando a los pobres; para que nuestro corazón siga allí donde ya enviamos nuestro tesoro y donde, cuando el sacerdote dice: «Levantemos el corazón», pudiéramos responder con una conciencia tranquila: «Lo tenemos levantado hacia el Señor».

“Rezar sin decir ‘Padre’, sin sentirse hijos, es orar como paganos”.

El Papa en Sta. Marta: “Rezar sin decir ‘Padre’, sin sentirse hijos, es orar como paganos”.

El Papa en Santa Marta recuerda que nadie puede decir ‘Padre’ sin la gracia del Espíritu y con la conciencia de que somos hijos.
https://es.zenit.org/articles/el-papa-en-sta-marta-rezar-sin-decir-padre-sin-sentirse-hijo-es-orar-como-paganos/
El papa Francisco en Santa Marta

El Papa Francisco En Santa Marta (Foto Archivo ©Photo.Va)

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Las oraciones no son palabras mágicas y la palabra ‘Padre’, Jesús la pronuncia siempre en los momentos emocionantes de su vida. No debemos pensar que las oraciones sean ‘palabras mágicas’, y por lo tanto no hagamos como los paganos.

Lo indicó el Santo Padre en su homilía de la misa matutina en la residencia Santa Marta, comentando el Evangelio de hoy, en el cual Jesús enseña la oración del ‘Padre Nuestro’ a sus discípulos, para indicar el valor de la oración en la vida del cristiano. O sea que el espacio de una oración entra en la palabra ‘Padre’.

Un Padre que “sabe lo que necesitamos antes que se lo pidamos”. Un Padre que “nos escucha escondido, en el secreto como Él, Jesús nos da el consejo de rezar en secreto”, dijo.

Un Padre “que nos da la identidad de hijos, y cuando digo ‘Padre’, llego a las raíces de mi identidad: mi identidad cristiana es ser hijo y esta es una gracia del Espíritu. Nadie puede decir ‘Padre’, sin la gracia del Espíritu”.

Santi Giovanni e Paolo (Venice) (Wiki commons Didier Descouens)

“’Padre’ es una palabra que Jesús usaba en los momentos más emocionantes, cuando estaba lleno de alegría, de emoción: ‘Padre te alabo, porque tú revelas estas cosas a los niños’; o llorando delante a la tumba de su amigo Lázaro: ‘Padre, te doy gracias porque me has escuchado’”.

El Papa señaló también: “Sin sentirse hijo, sin decir ‘Padre’, nuestra oración es pagana, es una oración de palabras”. Y rezarle al Padre es la piedra angular, Èl conoce nuestras necesidades. Seguramente podemos rezar a la Virgen, a los ángeles y a los santos, pero “la piedra angular de la oración es ‘Padre’”. Y si no somos capaces de iniciar la oración de esta manera, “la oración no va bien”.

Este es el espacio de la oración cristiana: ‘Padre’. “Y después rezamos a todos los santos y ángeles, hacemos las procesiones y las peregrinaciones. Todo es hermoso, pero siempre iniciando con ‘Padre’ y con la conciencia de que somos hijos”.

El Santo Padre llevó su pensamiento a la parte de la oración del ‘Padre Nuestro’, en donde Jesús se refiere al perdón del prójimo como Dios nos perdona a nosotros. “Si el espacio de la oración es decir ‘Padre’, la atmósfera de la oración es decir ‘nuestro’: somos hermanos somos familia”. Y recordó lo que sucedió con Caín que odió al hijo del Padre, odió a su hermano. Porque el ‘Padre’ nos da la identidad de familia.

Por esto –aseguró Francisco– es tan importante la capacidad de perdón, de olvidar las ofensas, esa buena costumbre: ‘Pero dejemos pasar… que el Señor haga Él’, y no llevar rencor, resentimiento ni deseo de venganza…”.

“Rezar al Padre perdonando a todos, olvidando las ofensas, es la mejor oración que uno pueda hacer”. Y es bueno que algunas veces hagamos un examen de conciencia sobre esto. Para mí Dios es Padre, ¿yo lo siento como un Padre? Y si no lo siento así, debo pedir al Espíritu Santo que me enseñe a sentirlo así, porque “el ‘Padre Nuestro’ nos da la identidad de hijos y de familia para ir juntos en la vida”.

Comentario al evangelio de hoy jueves 16 de junio de 2016

Dios sabe lo que necesitamos
Tiempo Ordinario.
La oración que elevemos a Dios tiene que ser sencilla,hecha con el corazón. 

Por: Carlos Llaca
Fuente: Catholic.net 
http://es.catholic.net/op/articulos/19935/dios-sabe-lo-que-necesitamos.html

Del santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas. 
Oración introductoria
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, ven a esta oración para que sea el medio para crecer en el amor que perdona, libra del mal y de la tentación.
Petición
Ayúdame a hacer verdadera oración, Señor.
Meditación del Papa Francisco
Si por tanto hay alguno que puede explicar hasta el fondo la oración de “Padre nuestro”, enseñada por Jesús, estos son precisamente quienes viven en primera persona la paternidad. Sin la gracia que viene del Padre que está en los cielos, los padres pierden valentía y abandonan el campo. Pero los hijos necesitan encontrar un padre que les espera cuando vuelven de sus fracasos. Harán de todo para no admitirlo, para no mostrarlo, pero lo necesitan: y el no encontrarlo abre en ellos heridas difíciles de sanar.
La Iglesia, nuestra madre, está comprometida con apoyar con todas sus fuerzas la presencia buena y generosa de los padres en las familias, porque ellos son para las nuevas generaciones cuidadores y mediadores insustituibles de la fe en la bondad, en la fe y en la justicia y en la protección de Dios, como san José. (S.S. Francisco, audiencia del 4 de febrero de 2015,).
Reflexión
Jesús, cuando enseña el Padre Nuestro a sus discípulos, y a nosotros a través de ellos, nos da la pauta y el camino para que nuestra oración sea escuchada por Dios: «No charléis mucho con los gentiles que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados…»
Quiere decir que la oración que elevemos a Dios tiene que ser sencilla, hecha con el corazón, pensando en Dios y sus intereses, no en nosotros mismos.
Por ejemplo, Es diferente orar pidiendo que me vaya bien en los negocios, aunque haya que pasar por encima de mi prójimo, a decirle a Dios en la oración que me dé la fuerza para superar esa actitud de odio o disgusto contra el tipo que ayer me gritó en la tienda cuando fui a comprar algo de despensa.
En el primer ejemplo la petición está hecha en base a mis propios intereses y nada más. En el segundo, en cambio, la petición es justa porque se quiere superar un defecto propio por amor a Dios y el prójimo y no por amor a mí mismo ni mis cosas.
Ahora, Dios es infinitamente misericordioso. Pero también infinitamente justo. Por eso Jesús nos advierte que cuando queramos ser perdonados tenemos que perdonar a los que nos ofenden, si es que queremos ser perdonados por Dios. Cada vez que vamos al confesionario le pedimos perdón a Dios por haberle ofendido en la persona de nuestro hermano. Y nos lo da. ¿Es que acaso no vamos a perdonar las ofensas que recibimos siendo nosotros perdonados por lo que hacemos contra Dios, que siempre es más grave? ¿Es justo que seamos siempre perdonados sin nosotros perdonar ni una vez?
Por tanto, vivamos hoy y siempre coherentemente con Dios y nuestros hermanos en Cristo.
Propósito
Cuando se me presente una tentación para hacer o consentir el mal, rezaré de inmediato un padrenuestro.
Diálogo con Cristo
Jesucristo, ¡Venga tu Reino! Ésta es la aspiración de mi vida, que tu Reino se establezca y se realice en este mundo, iniciando en mi propia persona. Por eso te doy gracias por esta oración, permite que sepa escucharte, sentirte y seguirte.

EDD. jueves 16 de junio de 2016

Jueves de la undécima semana del tiempo ordinario.
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20150818

Libro de Eclesiástico 48,1-15.
Surgió como un fuego el profeta Elías,
su palabra quemaba como una antorcha.
El atrajo el hambre sobre ellos
y con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor, cerró el cielo,
y también hizo caer tres veces fuego de lo alto.
¡Qué glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios!
¿Quién puede jactarse de ser igual a ti?
Tú despertaste a un hombre de la muerte y de la morada de los muertos, por la palabra de Altísimo.
Tú precipitaste a reyes en la ruina y arrojaste de su lecho a hombres insignes:
tú escuchaste un reproche en el Sinaí y en el Horeb una sentencia de condenación;
tú ungiste reyes para ejercer la venganza y profetas para ser tu sucesores
Tú fuiste arrebatado en un torbellino de fuego
en un carro con caballos de fuego.
De ti está escrito que en los castigos futuros
aplacarás la ira antes que estalle,
para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos
y restablecer las tribus de Jacob.
¡Felices los que te verán
y los que se durmieron en el amor,
porque también nosotros poseeremos la vida!
Cuando Elías fue llevado en un torbellino, Eliseo quedó lleno de su espíritu. Durante su vida ningún jefe lo hizo temblar, y nadie pudo someterlo.
Nada era demasiado difícil para él y hasta en la tumba profetizó su cuerpo.
En su vida, hizo prodigios y en su muerte, realizó obras admirables.
A pesar de todo esto, el pueblo no se convirtió ni se apartó de sus pecados. hasta que fue deportado lejos de su país, y dispersado por toda la tierra.

Salmo 97(96),1-2.3-4.5-6.7.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son
la base de su trono.
Un fuego avanza ante él
y abrasa a los enemigos a su paso;
sus relámpagos iluminan el mundo;
al verlo, la tierra se estremece.
Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.
Se avergüenzan los que sirven a los ídolos,
los que se glorían en dioses falsos;
todos los dioses se postran ante él.
 
 

Evangelio según San Mateo 6,7-15.
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Comentario del Evangelio por San Cipriano (c. 200-258), obispo de Cartago y mártir. La oración del Señor, 14-15.

“Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.”

No se trata de que Dios haga lo que quiere, sino que nosotros hagamos lo que él quiere. ¿Quién puede impedir a Dios de hacer lo que él quiere? Pero nosotros estamos marcados por el demonio que nos impide obedecer en todo, interiormente y exteriormente, a la voluntad de Dios. Así pedimos que su voluntad se cumpla en nosotros; para que se cumpla, tenemos necesidad de su ayuda. Nadie es fuerte por sus propios recursos sino que la fortaleza radica en la bondad y en la misericordia de Dios…

La voluntad de Dios es lo que Cristo ha obrado y enseñado: la humildad en la conducta, la solidez en la fe, la modestia en las palabras, la justicia en los actos, la misericordia en las obras, la disciplina en las costumbres. La voluntad de Dios consiste en no hacer daño a nadie, en soportar el daño que nos hacen los otros, conservar la paz con nuestros hermanos, amar a Dios con todo nuestro corazón, porque es nuestro Padre y reverenciarle porque es nuestro Dios. No preferir nada a Cristo ya que él nos prefiere ante todo lo demás, pegarnos indefectiblemente a su amor, mantenernos en pie bajo la cruz con valentía y confianza. Cuando se trata de luchar por causa de su nombre y de su honor, ser fieles a nuestras palabras; dar pruebas de confianza en las dificultades para mantener el combate, tener paciencia en la muerte para obtener la corona. Esto significa ser coherederos de Cristo, cumplir los preceptos de Dios, hacer la voluntad de Dios.

Jesús no es indiferente al grito del ciego’

El Papa: ‘Jesús no es indiferente al grito del ciego’
En la audiencia de este miércoles, el Santo Padre advierte sobre la indiferencia y la hostilidad que causan ceguera y sordera ante las necesidades de los hermanos.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Miles de personas procedentes de todas las partes del mundo han acudido una semana más a la plaza de San Pedro, para compartir como cada miércoles la audiencia general con el Santo Padre.
Así, el papa Francisco ha saludado a su llegada desde el papamóvil a la gente allí reunida para después dar la catequesis semanal. Todos mostraban su entusiasmo y alegría ante el paso del Pontífice, que de vez en cuando se detenía para impartir su bendición, especialmente a los más pequeños.
Durante la catequesis ha reflexionado sobre la misericordia y la luz. Haciendo referencia al Evangelio leído al inicio de la audiencia, en el resumen hecho en español, ha explicado que este pasaje nos muestra a Jesús que, acercándose a Jericó, “restituye la vista a un ciego que mendigaba en el orilla del camino”. La figura de este hombre  –ha indicado el Papa– representa tristemente a tantas personas que, aún hoy sufren discriminación y rechazo por parte de los demás. Asimismo, el Santo Padre ha observado que es llamativo como este marginado a las puertas de Jericó, ciudad bíblica que simboliza la entrada a la tierra prometida, “en lugar de encontrar compasión y ayuda del prójimo, como pide la ley que Dios dio a su pueblo, halla en cambio insensibilidad y rechazo”.
Por otro lado, el Pontífice ha observado que como entonces, también ahora la indiferencia y la hostilidad causan ceguera y sordera, “que impiden percibir las necesidades de los hermanos y reconocer en ellos la presencia del Señor”. En contraste con esta actitud, ha asegurado el Papa, Jesús que pasa, “no es indiferente al grito del ciego que, movido por la fe, quiere encontrarlo e invoca su ayuda”.
Finalmente, ha asegurado que el Señor, como humilde servidor, escucha la súplica del ciego y le devuelve la vista. El Pontífice ha concluido precisando que gracias a su fe, “el hombre ve, pero sobre todo, experimenta el amor de Dios que, en Jesús, se hace siervo del hombre pecador”.
A continuación el Santo Padre ha saludado cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Así, ha deseado que “Cristo, en el que brilla la fuerza de la misericordia de Dios, ilumine y sane también nuestros corazones, para que aprendamos a estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos y celebremos las maravillas de su amor misericordioso”.
Después de los saludos en las distintas lenguas, el Pontífice ha dirigido un saludo particular a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. A los jóvenes ha deseado que “el Señor sea vuestro maestro interior” y les guie constantemente en los caminos del bien. A los enfermos ha invitado a ofrecer su sufrimiento a “Cristo crucificado para cooperar a la redención del mundo”. Y finalmente, a los recién casados, les ha pedidos que sean conscientes de la insustituible misión de amor a la que les compromete su matrimonio.

Comentario al evangelio de hoy miércoles 15 de junio de 2016

La verdadera recompensa.
Tiempo Ordinario

Cuando se hace algo bueno, instintivamente nace el deseo de ser estimados y admirados.
Por: Benjamín Meza Reyes
Fuente: Catholic.net 
http://es.catholic.net/op/articulos/19933/la-verdadera-recompensa.html

Del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6.  16 – 18
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Oración introductoria
Señor Jesús, ¡qué valioso es un corazón sincero! A ti te gustan los corazones sinceros, desinteresados. La recompensa que Tú das a los que obran con recta intención es muy grande. Tú que puedes ver el fondo de mi corazón, purifícalo desde dentro.
Petición
Jesús, abre mi alma, hazla más grande. Que no se quede en cosas egoístas, raquíticas, mezquinas. Enséñame a practicar el bien por amor a ti, y no para que me vean.
Meditación del Papa Francisco
En el pasaje de Mateo, Jesús relee las tres obras de piedad previstas en la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno. Y distingue el hecho externo del hecho interno, de ese llanto del corazón. A lo largo del tiempo estas prescripciones habían sido corroídas por la herrumbre del formalismo exterior o, incluso, se habían transformado en un signo de superioridad social. Jesús pone de relieve una tentación común en estas tres obras, que se puede resumir precisamente en la hipocresía (la nombra tres veces): “Cuiden de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos… Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante como hacen los hipócritas… Cuando recen, no sean como los hipócritas a quienes les gusta rezar de pie para que los vea la gente… Y cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas”. Sepan, hermanos, que los hipócritas no saben llorar, se han olvidado de cómo se llora, no piden el don de lágrimas.
Cuando se hace algo bueno, casi instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esta buena acción, para tener una satisfacción. Jesús nos invita a hacer estas obras sin ninguna ostentación, y a confiar únicamente en la recompensa del Padre “que ve en lo secreto”. (Homilía de S.S. Francisco, 23 de febrero de 2014).
Reflexión 
No puedo hacer el bien sólo para que me vean. Necesito buscar la gloria de Dios cuando haga las cosas, ésta es la verdadera recompensa. Jesucristo lo dice bien claro: «no practiquéis la justicia delante de los hombres». La sinceridad de vida exige la pureza de intención. Ésta se consigue en la «intimidad con el Padre», es decir en la oración. Cuando realice actos, sea cuales sean, no puedo quedarme tan sólo con el premio de un buen pensamiento de parte de los demás; eso es actuar por vanidad. Sin embargo, cuando mi objetivo es glorificar a Dios con mi vida, mis obras recibirán «un premio en el cielo». Porque Él sí ve lo que los demás no ven: los sacrificios ocultos, el sufrimiento secreto, los trabajos que nadie -ni mis padres, ni mis hermanos, ni mis hijos- ve. Estos son los actos que Dios premiará en la otra vida. De ahí brota la urgencia de vivir delante de Dios y no de los demás.
Propósito
En la siguiente actividad que haga, voy a decirle a Dios: “Señor, esto lo hago por amor a ti, no para que me vean”.
Diálogo con Cristo 
¡Qué fácil busco mi propia gloria, Señor! Me preocupo por si los demás han notado mi esfuerzo, por lo que piensan de mí cuando hago las cosas. Señor, no quiero perder la recompensa que Tú dices. Quiero que Tú, que ves el interior de mi corazón, seas el que me premie, y no la opinión de los demás.
Jamás será pobre una casa caritativa. (Santo Cura de Ars, Sermón sobre la limosna)

EDD. Miércoles 15 de junio de 2016.

Miércoles de la undécima semana del tiempo ordinario
 
Segundo Libro de los Reyes 2,1.6-14.
Esto es lo que sucedió cuando el Señor arrebató a Elías y lo hizo subir al cielo en el torbellino. Elías y Eliseo partieron de Guilgal,
Elías le dijo: «Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado al Jordán». Pero Eliseo respondió: «Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré». Y se fueron los dos.
Cincuenta hombres de la comunidad de profetas fueron y se pararon enfrente, a una cierta distancia, mientras los dos estaban de pie a la orilla del Jordán.
Elías se quitó el manto, lo enrolló y golpeó las aguas. Estas se dividieron hacia uno y otro lado, y así pasaron los dos por el suelo seco.
Cuando cruzaban, Elías dijo a Eliseo: «Pide lo que quieres que haga por antes de que sea separado de tu lado». Eliseo respondió: «¡Ah, si pudiera recibir las dos terceras partes de tu espíritu!».
«¡No es nada fácil lo que pides!, dijo Elías; si me ves cuando yo sea separado de tu lado, lo obtendrás; de lo contrario, no será así».
Y mientras iban conversando por el camino, un carro de fuego, con caballos también de fuego, los separó a uno del otro, y Elías subió al cielo en el torbellino.
Al ver esto, Eliseo gritó: «¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!». Y cuando no lo vio más, tomó sus vestiduras y las rasgó en dos pedazos.
Luego recogió el manto que se le había caído a Elías de encima, se volvió y se detuvo al borde del Jordán.
Después, con el manto que se le había caído a Elías, golpeó las aguas, pero estas no se dividieron. Entonces dijo: «¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?». El golpeó otra vez las aguas; estas se dividieron hacia uno y otro lado, y Eliseo cruzó.
 
Salmo 31(30),20.21.24.
¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.
Tú los ocultas al amparo de tu rostro
de las intrigas de los hombres;
y los escondes en tu Tienda de campaña,
lejos de las lenguas pendencieras.
Amen al Señor, todos sus fieles,
porque él protege a los que son leales
y castiga con severidad a los soberbios.
 
 
Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.
Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
 
 
 
Comentario del Evangelio por  San [Padre] Pío de Pietrelcina (1887-1968), capuchino. GF, 173; Ep 3,982-983
 
 
«Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre»
 
Sé asiduo a la oración y a la meditación. Me has dicho que habías ya empezado. ¡Esta es una gran consolación para un padre que te ama como a él mismo! Continúa, pues, progresando en este ejercicio de amor a Dios. Da cada día un paso más: de noche, bajo el débil resplandor de la lámpara, entre las debilidades y en la sequedad de espíritu; o bien de día, en el gozo y la iluminación que deslumbra al alma…
Si puedes, habla al Señor en la oración, alábale. Si no lo consigues porque todavía no estás suficientemente adelantado en la vida espiritual, de ninguna manera te inquietes: enciérrate en tu habitación y ponte en la presencia de Dios. Él te verá y apreciará tu presencia y tu silencio. Seguidamente, te tomará de la mano, te hablará, hará los cien pasos en los senderos de este jardín que es la oración, y allí encontrarás tu consolación. Permanecer en la presencia de Dios simplemente para manifestar nuestra voluntad de reconocernos sus servidores, es un excelente ejercicio espiritual que nos hace adelantar en el camino de la perfección.
Cuando estás unido a Dios por medio de la oración, examina quién eres, en verdad; háblale si puedes, y si esto te resulta imposible, párate, quédate frente a él. No te esfuerces en otra cosa.
 
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