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Audiencia General del 4 de octubre de 2017 – Texto completo

Fuente  :   https://es.zenit.org/articles/audiencia-general-del-4-de-octubre-de-2017-texto-completo/

El Papa exhorta a ser “misioneros de esperanza hoy”

4 octubre 2017RedaccionAudiencia General

© L´Osservatore Romano

(ZENIT – 4 Oct. 2017).- El Papa ha celebrado audiencia general esta mañana a las 9:40 horas en la Plaza de san Pedro, donde le esperaban 15.000 peregrinos y fieles procedentes de Italia y de todos los lugares del mundo (dato de Radio Vaticano).

En su catequesis de hoy, el Papa ha hablado del tema: “Misioneros de esperanza hoy”, por ser en el mes de octubre, que en la Iglesia “está dedicado especialmente a la misión” –ha indicado el Papa– , y también en la fiesta de San Francisco de Asís, que fue un “gran misionero de esperanza”.

Después de resumir su catequesis en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes. La audiencia general ha terminado con el canto del “Pater Noster” y la bendición apostólica.

A continuación, sigue el texto completo de la catequesis del Papa:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta catequesis quiero hablar sobre el tema de “Misioneros de esperanza hoy”. Me alegro de hacerlo a principios del mes octubre, que en la Iglesia está dedicado especialmente a la misión, y también en la fiesta de San Francisco de Asís, que fue un gran misionero de esperanza.

Efectivamente, el cristiano no es un profeta de desgracias. Nosotros no somos profetas de desgracias. La esencia de su anuncio es lo contrario, es lo contrario de la desgracia: es Jesús, muerto por amor, y que Dios ha resucitado en la mañana de Pascua. Y este es el núcleo de la fe cristiana. Si los Evangelios acabasen con la sepultura de Jesús, la historia de este profeta se sumaría a las muchas biografías de personajes heroicos que dieron la vida por un ideal. El Evangelio sería entonces un libro edificante, también consolador, pero no sería un anuncio de esperanza.

Pero los Evangelios no se acaban con el Viernes Santo, van más allá; y es precisamente este fragmento ulterior el que transforma nuestras vidas. Los discípulos de Jesús estaban abatidos ese sábado después de la crucifixión; la piedra que rodó en la puerta del sepulcro había cerrado también los tres años de entusiasmo que vivieron con el Maestro de Nazaret. Parecía que todo hubiese terminado, y algunos, decepcionados y asustados, ya se estaban yendo de Jerusalén.

¡Pero Jesús resurge! Este hecho inesperado cambia y subvierte las mentes y los corazones de los discípulos. Porque Jesús no resurge solo para sí mismo, como si su renacer fuera una prerrogativa que guardar con celo: si asciende al Padre es porque quiere que de su resurrección sea partícipe todo ser humano, y eleve a las alturas a toda criatura. Y en el día de Pentecostés los discípulos son transformados por el aliento del Espíritu Santo. No tendrán solamente una buena noticia para llevar a todos, sino que ellos mismos serán diferentes de cómo eran antes, como nacidos a una nueva vida. La resurrección de Jesús nos transforma con la fuerza del Espíritu Santo. Jesús está vivo, está vivo entre nosotros, vive y tiene la fuerza de transformar.

¡Qué hermoso es pensar que se es anunciador de la resurrección de Jesús no sólo con palabras sino con los hechos y el testimonio de la vida! Jesús no quiere discípulos solamente capaces de repetir fórmulas aprendidas de memoria. Quiere testigos: personas que propagan esperanza con su manera de acoger, de sonreír, de amar. Sobre todo de amar: porque la fuerza de la resurrección hace que los cristianos puedan amar aun cuando el amor parece haber perdido sus razones. Hay un “algo más” que habita la existencia cristiana, y que no se explica simplemente con la fuerza de ánimo o con un mayor optimismo. La fe, la esperanza no son solamente optimismo; son otra cosa, son más. Es como si los creyentes fueran personas con un “trozo de cielo” más sobre sus cabezas. Es hermoso: somos personas con un trozo de cielo más sobre la cabeza, acompañados por una presencia que alguno ni siquiera puede adivinar.

Por lo tanto, la tarea de los cristianos en este mundo es abrir espacios de salvación, como células de regeneración capaces de devolver la linfa a lo que parecía perdido para siempre. Cuando el cielo está nublado, es una bendición el que sabe hablar del sol. El verdadero cristiano es así: no quejumbroso y enfadado, sino convencido, por la fuerza de la resurrección, de que ningún mal es infinito, ninguna noche es interminable, ningún hombre está definitivamente equivocado, ningún odio es invencible por el amor.

Ciertamente, alguna vez los discípulos pagarán muy cara esta esperanza que les ha dado Jesús. Pensemos en los muchos cristianos que no han abandonado a su pueblo cuando ha llegado la hora de la persecución. Permanecieron allí, donde incluso el mañana era incierto, donde no se podían hacer proyectos, permanecieron esperando a Dios. Y pensemos en nuestros hermanos, en nuestras hermanas de Oriente Medio que dan testimonio de esperanza y ofrecen también su vida por este testimonio. ¡Estos son verdaderos cristianos! ¡Estos llevan el cielo en el corazón, miran más allá, siempre más allá!. Quien ha tenido la gracia de abrazar la resurrección de Jesús todavía puede esperar en lo inesperado. Los mártires de todos los tiempos, con su fidelidad a Cristo, dicen que la injusticia no es la última palabra en la vida. En Cristo resucitado podemos seguir esperando. Los hombres y las mujeres que tienen un “por qué” vivir resisten más que los otros en tiempos de desgracias. Pero quien tiene a Cristo a su lado realmente ya no teme nada. Y por esta razón, los cristianos, los verdaderos cristianos, nunca son hombres fáciles y complacientes. Su mansedumbre no debe confundirse con un sentido de inseguridad y de pasividad. San Pablo alienta a Timoteo a sufrir por el evangelio y dice así: “Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y prudencia” (2 T 1,7). Caídos, siempre se levantan.

Por eso, queridos hermanos y hermanas, el cristiano es un misionero de la esperanza. No por su mérito, sino gracias a Jesús, el grano de trigo que, caído en la tierra, ha muerto y ha dado mucho fruto (Jn 12,24).

© Libreria Editrice Vaticana

Comentario al evangelio de hoy miércoles 04 de octubre de 2017.

Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.
Solemnidad de San Francisco de Asís.

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré
Por: Sebastiano Maria Zanin, L.C
 
Fuente: Catholic.net 

Del Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
Oración preparatoria
Oh, Señor, me has llamado, heme aquí. Vengo para hacer tu voluntad, para ofrecerte mi amor, para escuchar tu Palabra. No sé orar: infunde en mí tu Espíritu, y entonces seré como tú quieres que sea; seré digno de ti. Renuncio por ti a todo mal. No vengo solo: traigo conmigo a muchas almas, necesitadas, pobres, amadas como yo; te las encomiendo, únelas a tu vida. Todo esto te lo pido por la Pasión de tu Hijo, por el amor de tu Padre, por la vida de tu Espíritu. Santos ángeles y patronos, santos del cielo, María, recemos juntos al Señor. Amén.
Petición
Señor, que en mi corazón brote la gratitud, y de la gratitud el servicio. Amén.
Meditación
Jesús agradece a su Padre. No posee nada, vive constantemente en el camino, rodeado de gentes volubles que a lo mejor no lo entienden o, peor, lo quieren muerto. ¿agradece por qué?
Jesucristo da gracias porque se sabe Hijo, conoce quién es su Padre, y por lo mismo su mirada escruta más allá. Ve el mundo creado por la mano de Dios, y contempla con asombro todo el mal constantemente transformado en oro. Observa cómo brota del egoísmo la ofrenda, del sufrimiento la apertura a los demás, de la humillación la paciencia, de la ofensa y el pecado el amor.
Nos enseña a mirar con los ojos sencillos de quien, al investigar el universo, no se queda en el “cómo”, sino que busca también el “por qué”. Admira en toda la obra del universo –en su inmensidad, orden y fecundidad – la grandeza y el amor del Autor.
Para compartir su gozo se ha hecho hombre: pobre, perseguido e infinitamente amante. El Verbo de Dios espira al Amor (cfr. Santo Tomás de Aquino), y al asumir un Corazón de carne para aprender a amar como hombre nos hace amar como Dios. Nos ha unido en el fuego de la donación total.
Reflexión apostólica
Cuántas veces nos sentimos indignos frente a los retos de nuestra vida, u oprimidos por personas y sociedades malvadas. Y cuántas lo somos nosotros por nuestro comportamiento injusto, por inercia, por hábito o por una incontrolada pasión.
Junto a Cristo nos damos cuenta de que lo recibimos todo como un don; que no merecemos nada, que no podemos pretender nada. Y que, sin embargo, se nos ha dado mucho, muchísimo, y que cualquier cosa es una ocasión para amar. El Señor nos transmite la alegría y la sencillez de esta convicción.
San Juan nos enseña: “Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios… Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1Jn 4, 7a-8). Nos sentimos impulsados a dar, por el mismo hecho de haber recibido; a soportarlo todo sonriendo con mansedumbre y humildad para difundir en derredor este amor. No desconfiemos de nuestro trabajo, por nuestras limitaciones y la dureza de quien nos rodea: Dios es omnipotente y fiel, y todo hombre, por su parte, es capaz de Dios.
Propósito
Hoy me acercaré a San Francisco de Asís y le pediré que mi corazón sea humilde y generoso.
Diálogo con Cristo
Oh, Señor, gracias por existir. Gracias por ser tú quien eres. Gracias por tu gloria inmensa, por tu hermosura soberana, por tu inmenso amor. Realmente no acabo de entender por qué me amas. No me explico cómo pudiste hacer tanto por mí, por nosotros. No existíamos y nos creaste, nos olvidamos que existías y te revelaste, pecamos y nos redimiste. Éramos infelices, y te hiciste, Dios, como uno de nosotros. Estábamos divididos y nos hicistes padres, hijos, hermanos. Ahora que me descubriste tu vida, que me acogiste en tu corazón, no me permitas defraudarte. No permitas que vuelva a pecar, no permitas nunca más que me olvide ni un instante de mirar, de agradecer y de servir. Tú eres mi vida, Señor. Amén

Homilía para la Eucaristía de Solemnidad de San Francisco de Asís.

SOLEMNIDAD DE SAN FRANCISCO.

Eclesiástico 50,1.3-7: el autor elogia al sumo sacerdote Simón, que en sus días consolidó el santuario, que estaba arruinado por las invasiones foráneas.

Gálatas 6,14-18: final de la carta. La verdadera gloria del cristiano está en la cruz de Cristo, por la que el creyente llega a ser una nueva creatura.

Mateo 11,25-30: Jesús alaba al Padre, porque reveló a los pequeños, a los simples, los misterios del Reino de Dios.

 

1.- La liturgia nos propone estos textos en esta fiesta de san Francisco. Textos que tienen que ver con la vivencia de la fe del hermano Francisco, elegido por el Señor. Sabemos por su vida cómo él fue elegido para reparar la Iglesia de Cristo, que estaba en ruinas. Y de hecho, con su vida y su palabra, con su obra y seguidores contribuyó a la reparación de esta Iglesia de Cristo, que siempre necesita ser reparada. Si bien el Señor prometió que el mal nunca la vencería, sin embargo el material que construye a la Iglesia es frágil, somos nosotros mismos.

El tiempo contribuye al deterioro de las construcciones, las lluvias y sismos; hay que estar siempre reparando. “Francisco, repara mi Iglesia”, vuelve a decir hoy el Señor. ¿A quién se lo dice? A nosotros, que formamos la Iglesia del Señor.

2.- Hace casi una semana celebraba la liturgia a san Miguel arcángel, patrono de nuestra parroquia. Pasó sin pena ni gloria. Hoy lo unimos al santo de Asís. ¡Feliz coincidencia! En varios escritos de san Francisco aparece san Miguel arcángel, a quien el santo invoca como protector.

“Miguel” significa: “¡Quién como Dios”! Hoy día podría decirse: “Dios es lo máximo, el único absoluto en la vida”.

Cuando a Dios se le pretende sacar de la sociedad, cuando la soberbia del hombre pretende suplantar a Dios, ahí está el grito: ¡Quién como Dios! Francisco gritaba y gritaría hoy: “El Amor no es amado”. No hay nadie más grande e importante que Dios.

3.- Esta corriente que puede tener varios nombres: laicismo, ateísmo, secularismo, agnosticismo, etc., viene siendo como un sismo de altos grados que ha producido en la Casa del Señor, su Iglesia, su Pueblo, grietas y daños estructurales. Nuevamente nos dice el Señor: “Repara mi Iglesia, que se agrieta, amenaza ruina”. Repara mi Iglesia, ya que muchos prefieren un cristianismo “light”, barato, que no entusiasma a nadie.

He aquí, hermanos, a dos personajes que nos vienen a motivar: Miguel y Francisco. Ambos proclaman el absoluto de Dios, ambos nos dicen que sólo Dios es grande y necesario. Y Francisco con su estilo de vida lo dice todo.

4.- ¿Cómo podemos nosotros reparar a la Iglesia? A la manera de Francisco, volver a la radicalidad del evangelio, tomar en serio lo que Jesús nos dejó: una forma de vida que acepta la soberanía de Dios.

Francisco quiso vivir esto, lo que le llevó a realizar ciertas rupturas, romper con el mundo y cristianismo aburguesado de su tiempo. Su gloria fue Cristo. Hoy otro Francisco, que pronto nos visitará, intenta hacer lo mismo.

También nosotros podemos y debemos realizar algunas rupturas: romper con la idolatría del dinero, que sea el ser humano el centro de la economía, no el dinero; romper con el ídolo del poder, que no sea para beneficio de algunos, sino para el servicio de todos; romper con el hedonismo, que no sea el placer un fin en sí mismo que lleva a destruir a la persona humana. Y optar, como Francisco, por el respeto a todo: al medio ambiente, al ser humano: el inmigrante, al de otra raza, de cualquier condición social y sexual.

Seamos verdaderos discípulos hoy, así como lo fue Francisco.

Celebremos al Señor, hermanos, porque ha dado a conocer todo esto a los sencillos.

 

                                                 Hermano Pastor Salvo Beas.

EDD. miércoles 04 de octubre de 2017.

 

Miércoles de la vigesimosexta semana del tiempo ordinario.
San Francisco de Asís
Memoria obligatoria 
Color: blanco
Desde el día en que encontró a Cristo en San Damián hasta el día en que murió en la Porciúncula, a lo largo de su vida itinerante, junto con sus hermanos, los Menores, Francisco (1182-1226), el pobrecito de Asís, nunca tuvo otra preocupación sino la de seguir a Jesús. Lo hizo en la alegría, la pobreza, la humildad y la sencillez de corazón, en la fidelidad a la Iglesia y una gran ternura para con todos.
Antífona de entrada
Francisco, hombre de Dios, dejó su casa, renunció a sus bienes y se hizo pobre; por ello el Señor lo tomó consigo.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que otorgaste a san Francisco la gracia de identificarse con Cristo por la humildad y la pobreza; concédenos que, imitando sus ejemplos, podamos seguir a tu Hijo y unirnos a ti con la alegría del amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Liturgia de la Palabra.
Primera lectura
Por Cristo el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 6, 14-18.
Hermanos: Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.
Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva creatura. Que todos los que practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de Dios.
Que nadie me moleste en adelante: yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de Jesús.
Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con vosotros. Amén.
Salmo responsorial.  Sal 15, 1-2a. 5. 7-8. 11
R/. ¡Tú eres mi herencia, Señor!
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: “Señor, Tú eres mi bien”. El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡Tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: Él está a mi lado, nunca vacilaré.
Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha.
Aclamación al Evangelio   Cf. Mt 11,25
Aleluya.
¡Bendito eres, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños! Aleluya.
EVANGELIO
Habiendo ocultado estas cosas a los sabios, las has revelado a los pequeños.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 25-30.
Jesús dijo:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraran alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
San Juan Pablo II, Papa.
Catequesis, Audiencia general (08-06-1988)

4. […] la revelación [que realiza Cristo] del amor al Padre incluye también su amor a los hombres. Él “pasa haciendo el bien” (cf. Act 10, 38). Toda su misión terrena está colmada de actos de amor hacia los hombres, especialmente hacia los más pequeños y necesitados. “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados y yo os daré descanso” (Mt 11, 28). “Venid”: es una invitación que supera el circulo de los coetáneos que Jesús podía encontrar en los días de su vida y de su sufrimiento sobre la tierra; es una llamada para los pobres de todos los tiempos, siempre actual, también hoy, siempre volviendo a brotar en los labios y en el corazón de la Iglesia.
5. Paralela a esta exhortación hay otra: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazóny hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt 11, 29). La mansedumbre y humildad de Jesús llegan a ser atractivas para quien es llamado a acceder a su escuela: “Aprended de mí”. Jesús es “el testigo fiel” del amor que Dios nutre para con el hombre. En su testimonio están asociados la verdad divina y el amor divino. Por eso entre la palabra y la acción, entre lo que Él hace y lo que Él enseña hay una profunda cohesión, se diría que casi una homogeneidad. Jesús no sólo enseña el amor como el mandamiento supremo, sino que Él mismo lo cumple del modo más perfecto. No sólo proclama las bienaventuranzas en el sermón de la montaña, sino que ofrece en Sí mismo la encarnación de este sermón durante toda su vida. No sólo plantea la exigencia de amar a los enemigos, sino que Él mismo la cumple, sobre todo en el momento de la crucifixión: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
6. Pero esta “mansedumbre y humildad de corazón” en modo alguno significa debilidad. Al contrario, Jesús es exigente. Su Evangelio es exigente. ¿No ha sido Él quien ha advertido: “El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí?. Y poco después: “El que encuentre su vida la perderá y el que pierda su vida por mí la encontrará” (Mt 10, 38-39). Es una especie de radicalismo no sólo en el lenguaje evangélico, sino en las exigencias reales del seguimiento de Cristo, de las que no duda en reafirmar con frecuencia toda su amplitud: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada” (Mt 10, 34). Es un modo fuerte de decir que el Evangelio es también una fuente de “inquietud” para el hombre. Jesús quiere hacernos comprender que el Evangelio es exigente y que exigir quiere decir también agitar las conciencias, no permitir que se recuesten en una falsa “paz”, en la cual se hacen cada vez más insensibles y obtusas, en la medida en que en ellas se vacían de valor las realidades espirituales, perdiendo toda resonancia. Jesús dirá ante Pilato: “Para esto he venido al mundo:para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37). Estas palabras conciernen también a la luz que El proyecta sobre el campo entero de las acciones humanas, borrando la oscuridad de los pensamientos y especialmente de las conciencias para hacer triunfar la verdad en todo hombre. Se trata, pues, de ponerse del lado de la verdad. “Todo el que es de la verdad escucha mi voz” dirá Jesús (Jn 18, 37). Por ello, Jesús es exigente. No duro o inexorablemente severo: pero fuerte y sin equívocos cuando llama a alguien a vivir en la verdad.
8. […] el Evangelio de la mansedumbre y de la humildad va al mismo paso que el Evangelio de las exigencias morales y hasta de las severas amenazas a quienes no quieren convertirse. No hay contradicción entre el uno y el otro. Jesús vive de la verdad que anuncia y del amor que revela y es éste un amor exigente como la verdad de la que deriva. Por lo demás, el amor ha planteado las mayores exigencias a Jesús mismo en la hora de Getsemaní, en la hora del Calvario, en la hora de la cruz. Jesús ha aceptado y secundado estas exigencias hasta el fondo, porque, como nos advierte el Evangelista, Él “amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). Se trata de un amor fiel, por lo cual, el día antes de su muerte, podía decir al Padre: “Las palabras que tú me diste se las he dado a ellos” (Jn 17, 8).
9. Como “testigo fiel” Jesús ha cumplido la misión recibida del Padre en la profundidad del misterio trinitario. Era una misión eterna, incluida en el pensamiento del Padre que lo engendraba y predestinaba a cumplirla “en la plenitud de los tiempos” para la salvación del hombre —de todo hombre— y para el bien perfecto de toda la creación. Jesús tenía conciencia de esta misión suya en el centro del plan creador y redentor del Padre; y, por ello, con todo el realismo de la verdad y del amor traídos al mundo, podía decir: “Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32).

Comentario al evangelio de hoy martes 03 de octubre de 2017.

Paciencia y mirar siempre más allá.

Martes XXVI del tiempo ordinario.
Por: H. Iván Yoed González Aréchiga, L.C.
 
 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/66893/paciencia-y-mirar-siempre-mas-alla.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi Dios, Tú eres la fuente de la verdadera sabiduría. Quiero conocerte y experimentarte para vivir siempre sabiamente.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-56
Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: «Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?». Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La impaciencia es un defecto al cual todo hombre vive expuesto. Vivimos indispuestos a todo aquello que parece contraponerse a nuestro modo de vivir. La solución, sin embargo, no es sólo una relativista. Cuando una persona me dice «no quiero hacer lo que tú propones», la solución no siempre es decir: «Está bien. Hazlo cómo desees». El cristiano no es aquél que simplemente se desentiende de su entorno. No es el que dice «que todos hagan lo que quieran», con lo cual abre una puerta a la división.

Cristo me enseña a ser paciente. No manda fuego sobre aquellos que no recibieron su mensaje. Cristo sabe esperar. Sabe mirar hacia adelante. Es consciente de que, para enseñar a amar, se deben ofrecer muchas oportunidades. Me sirvo de una imagen: un pescador debe mantener siempre la caña en sus manos. Si la suelta por un momento podría perder a su presa. Si desea pescar, debe tenerla siempre firme. Aunque por mucho tiempo nada muerda su anzuelo, estará listo para el momento en que algún animal lo haga. La misericordia de Cristo consiste, no en olvidar y dejar fracasar todo, sino en ofrecer su mano al hombre una y otra vez, pero sin invadirlo.
Te pido la gracia, Jesús, de formar un corazón como el tuyo: Paciente y que mira siempre más allá.

La Eucaristía forma en nosotros una memoria agradecida, porque nos reconocemos hijos amados y saciados por el Padre; una memoria libre, porque el amor de Jesús, su perdón, sana las heridas del pasado y nos mitiga el recuerdo de las injusticias sufridas e infligidas; una memoria paciente, porque en medio de la adversidad sabemos que el Espíritu de Jesús permanece en nosotros. La Eucaristía nos anima: incluso en el camino más accidentado no estamos solos, el Señor no se olvida de nosotros y cada vez que vamos a él nos conforta con amor.
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de junio de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar recuperar una relación, una amistad o el contacto con alguna persona que he perdido por mi impaciencia. O entrar en contacto con alguien cuya relación sé que me costará. Siempre a ejemplo de Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 

EDD. martes 03 de octubre de 2017

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20171002
 
Martes de la vigésima sexta semana del tiempo ordinario.
 
Libro de Zacarías 8,20-23.
Así habla el Señor de los ejércitos: Vendrán asimismo pueblos y habitantes de muchas ciudades.
Los habitantes de una ciudad irán a otra, diciendo: «Vamos a apaciguar el rostro del Señor y a buscar al Señor de los ejércitos; yo también quiero ir».
Pueblos numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar al Señor de los ejércitos y a apaciguar el rostro del Señor.
Así habla el Señor de los ejércitos: En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: «Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes».
 
Salmo 87(86),1-3.4-5.6-7.
¡Esta es la ciudad que fundó el Señor
sobre las santas Montañas!
El ama las puertas de Sión
más que a todas las moradas de Jacob.
Cosas admirables se dicen de ti,
Ciudad de Dios.
«Contaré a Egipto y a Babilonia
entre aquellos que me conocen;
filisteos, tirios y etíopes han nacido en ella.»
Así se hablará de Sión:
«Este, y también aquél,
han nacido en ella,
y el Altísimo en persona la ha fundado.»
Al registrar a los pueblos, el Señor escribirá:
«Este ha nacido en ella.»
Y todos cantarán, mientras danzan:
«Todas mis fuentes de vida están en ti.»
 
Evangelio según San Lucas 9,51-56.
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén
y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?».
Pero él se dio vuelta y los reprendió.
Y se fueron a otro pueblo.
 
Comentario del Evangelio por San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia. Sermón sobre el salmo 64.
«No lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén»
Hay dos ciudades: una se llama Babilonia, la otra Jerusalén. El nombre de Babilonia significa «confusión»; Jerusalén significa «visión de paz». Mirad bien a la ciudad de confusión para mejor conocer la visión de paz; soportad la primera, aspirad a la segunda.
¿Qué es lo que nos permite distinguir a estas dos ciudades? ¿Podemos ahora separar la una de la otra? Están mezcladas una en la otra, desde el amanecer del género humano, se encaminan hacia el fin de los tiempos. Jerusalén nació con Abel, Babilonia con Caín… La materialidad de las dos ciudades se construyó más tarde, pero representan simbólicamente a las dos ciudades inmateriales cuyos orígenes remontan el comienzo de los tiempos y que deben durar hasta la consumación de los siglos. Entonces el Señor las separará, cuando ponga a unos a su derecha y a los otros a su izquierda (Mt 25,33)…
Pero ya ahora hay alguna cosa que distingue a los ciudadanos de Jerusalén de los de Babilonia: son dos amores. El amor de Dios hace Jerusalén; el amor del mundo hace Babilonia. Preguntaos  que es lo que amáis y sabréis de dónde sois. Si os encontráis con que sois ciudadanos de Babilonia, arrancad de vuestra vida la codicia, plantad en ella la caridad; si os encontráis con que sois ciudadanos de Jerusalén, soportad pacientemente la cautividad, esperad vuestra liberación. En efecto, muchos de los ciudadanos de nuestra madre Jerusalén (Gal 4,26) primero habían sido cautivos de Babilonia…
¿Cómo despertar en nosotros el amor a la Jerusalén, nuestra patria, de la que el largo exilio nos ha hecho perder el recuerdo? Es el Padre, él mismo, quien desde allá nos escribe y con sus cartas, que son las Santas Escrituras, enciende de nuevo en nosotros la nostalgia del retorno.
 

Papa Francisco: “El don más grande que Dios nos ha dado a cada uno es la vida”

Fuente:  https://es.zenit.org/articles/papa-francisco-el-don-mas-grande-que-dios-nos-ha-dado-a-cada-uno-es-la-vida/

Audiencia con motivo de la Jornada del Don 2017

2 octubre 2017Rosa Die AlcoleaEl papa Francisco

Jóvenes del Instituto Italiano de Donación © L´Osservatore Romano

(ZENIT – 2 Oct. 2017).- “El don más grande que Dios nos ha dado a cada uno es la vida; y la vida es parte de otro don divino originario que es la creación”, ha señalado el papa Francisco.

El papa ha recibido esta mañana en la Sala Clementina del Vaticano a los participantes en la reunión organizada por el Instituto Italiano de Donación con motivo de la Jornada del Don 2017.

“El don de la vida y el don de la creación provienen del amor de Dios por la humanidad; más aún, a través de estos dones Dios nos ofrece su amor” –ha indicado el Papa– “Y en la medida en que nos abrimos y lo acogemos, podemos convertirnos a nuestra vez en don de amor para nuestros hermanos”.

Asimismo, el Papa ha encomendado una tarea: “Todos debemos sentir la gran responsabilidad de proteger adecuadamente la creación y de cuidarla, defendiéndola de las diversas formas de degradación”, ya que –ha apuntado el Santo Padre– lo “hemos recibido como un don gratuito de la bondad de Dios”.

El “don”, que se celebra en Italia el 4 de octubre, al que está llamado “todo el mundo, especialmente los niños y jóvenes –ha afirmado el Papa– es una experiencia educativa, que hace crecer humana y espiritualmente, abriendo la mente y el corazón a los amplios espacios de la fraternidad y la compartición. ¡Así se construye la civilización del amor!”.

Así, el papa Francisco ha animado a los jóvenes “a continuar su alegría” y a ser “hombres y mujeres, chicos y chicas defensores de la vida, custodios de la creación, testigo del amor donado que genera frutos de bien para la colectividad”.

La relación del Padre Pío y su Ángel de la Guarda

Fuente : http://es.catholic.net/op/articulos/63472/la-relacion-del-padre-pio-y-su-gel-de-la-guarda.html

Él tuvo una convivencia muy familiar con su ángel de la guarda.
Por: Adilson Costa da Costa | Fuente: GaudiumPress.org

No nos faltan explicitaciones profundas, objetivas y claras dadas por la Santa Iglesia sobre los Ángeles de la Guarda y cuánto debemos recurrir a ellos . Definiciones teológicas, enseñanzas de los Padres y doctores de la Iglesia, como Santo Tomás de Aquino, sobre estos nuestros guardianes, constituyen un tesoro magnífico de la Doctrina Católica.
Tal es la importancia de los ángeles custodios que en 1608 el Papa Pablo V instituyó la fiesta de los Santos Ángeles de la Guarda, con vistas especialmente a estimular la devoción de los miembros de la Iglesia a ellos. A partir de 1670, el Papa Clemente X fijó la fiesta obligatoria el día 2 de octubre.
Entretanto, estos tan excelentes amigos nos son, a veces, olvidados. ¡Cuanto mejor sería nuestra existencia, repleta de paz y ánimo para enfrentar las dificultades inherentes al ser humano, concebido en el pecado original, si tuviésemos mayor familiaridad con nuestro ángel de la guarda  y a él recurriésemos!
Ahora, justamente los santos comprendieron bien el papel de estos espíritus puros, creados por Dios para protegernos. Conforme comenta Mons. João Clá Dias, comprendieron esta realidad de que «las criaturas están siempre conjugadas unas con las otras». ¹ Y argumenta: «No era posible que fuese creado el mundo angélico enteramente separado del mundo humano. Tanto más que cada niño, al nacer, recibe un Ángel de la Guarda».²
San Pío de Pietrelcina.
Entre estos Santos, uno especialmente vivió esta realidad más elevada y fue agraciado con una convivencia muy familiar con su ángel de la guarda fue San Pío de Pietrelcina.
Numerosos son los hechos de una convivencia frecuente con el Ángel de la Guarda relatados en la vida de San Pío – favorecido, además, de muchos dones místicos, entre los cuales, el de tener las llagas de la crucifixión de Nuestro Señor Jesucristo.
Es uno de ellos el siguiente: «Un señor, de nombre Franco Rissone, sabiendo del constante empeño de San Pío para que hubiese mayor devoción a los Celestes Custodios, todas las noches, del hotel donde estaba hospedado, enviara su Ángel de la Guarda al Padre Pío para que le transmitiese los mensajes deseados. Franco dudaba que el santo oyese sus recados.
Cierto día, al confesarse con San Pío, preguntó: ‘¿Vuestro Reverendísimo oye realmente lo que le mando decir por el Ángel de la Guarda?’ A lo que el religioso respondió: ‘¿Pero entonces juzgas que estoy sordo?’. […]
«Todavía más elocuente es el hecho ocurrido con otra señora, llamada Banetti, campesina que residía a algunos kilómetros de la ciudad de Turín, en Italia. El día 20 de septiembre, fecha en que se conmemoraba la recepción de los estigmas del Padre Pío, era costumbre que las personas más devotadas al santo confesor le enviasen cartas de las más variadas partes de Italia y hasta de otros países.»
«La señora Banetti no encontró quien fuese a la ciudad para poner su carta en el correo. Se encontraba afligida por no poder enviar sus saludos a San Pío. Se acordó, entretanto, de la recomendación que le hiciera el santo, en la última vez en que con él estuviera: ‘Cuando sea preciso, manda tu Ángel de la Guarda a hablar conmigo». En el mismo instante dirigió una oración a su Celeste Guardador: ‘Oh mi buen Ángel, llevad vos mismo mis saludos al Padre, pues no tengo otra forma de mandarlos’.»
«Pocos días después, la señora Banetti recibe una carta venida de San Giovanni Rotondo, lugar donde vivía San Pío, enviada por la señora Rosine Placentino, con las siguientes palabras: ‘El Padre me pide que le agradezca en su nombre los votos espirituales que le enviaste’.» ³
Esta relación tan próxima que vemos entre San Pío y su Ángel de la Guarda es ideal para estimularnos a tener una convivencia continua y creciente, cada cual, con su ángel protector. Es para esta convivencia que rezamos la tan conocida oración:

«Ángel de la Guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que me pongas en paz y alegría, con todos los santos Jesús, José, y María».

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¹ Mons João Scognamiglio Clá Dias. Homilia. São Paulo, 29 set. 2009. (Arquivo ITTA-IFTA). In Pe. Pedro Rafael Morazzani Arráiz (Org.).A criação e os Anjos. São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2015, p. 110.
² Mons. João Sconamiglio Clá Dias. Idem, p. 110.
³ Pe. Pedro Rafael Morazzani Arráiz (Org.). A criação e os Anjos. São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2015, p. 139.

Contenido publicado originalmente en es.gaudiumpress.org
Se autoriza su publicación desde que cite la fuente.

Comentario al evangelio de hoy martes 02 de octubre de 2017

El gozo de hacerse como los niños.

Lunes XXVI del tiempo ordinario.
Por: H. Cristian Gutiérrez, L.C.
 
 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/66892/el-gozo-de-hacerse-como-los-ninos.html 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por un día más que me das para seguir conociéndote. Gracias por la familia que me has dado, la historia que has ido tejiendo en mi vida. Gracias por tu presencia amorosa que guía mi caminar. Te pido me ayudes a siempre estar a tu lado y jamás separarme de Ti. Te necesito, mi Señor. Ahora quiero encontrarme contigo y escucharte, hablarte, simplemente amarte.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10
En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?». Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: «Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Son muchas las características de los niños que hacen que te agrade su forma de ser. En otro pasaje del Evangelio escucho cómo te agrada estar en compañía de los niños y cómo ellos iban a ti de manera tan espontánea. ¿Qué es lo que me quieres decir cuando me invitas a hacerme pequeño como un niño?
Mencionar algunas características de los niños puede iluminar este pasaje y ayudarme en este rato de oración.
Los niños son sencillos. Tienen la humildad necesaria para saber perdonar y pedir perdón sin tanta complicación. No temen decir lo que sienten, piensan o imaginan. Dentro de esta sencillez va implícita la pureza: esa límpida mirada que ve todo como importante, valioso, como un tesoro por descubrir. Se dejan enseñar, (no siempre con facilidad, pero generalmente están abiertos), y por lo mismo escuchan las correcciones. Los niños no andan preocupados por la imagen que los demás tienen de ellos, sólo les importa lo que están haciendo en el momento, sin importar las manchas de sus manos o cara, el estado de su ropa o su desordenado cabello. Simplemente son ellos, son niños.
Los niños confían ciegamente en sus padres. Saben que ellos nunca les van a dejar caer de sus brazos mientras les sujetan o levantan por el aire. Duermen en sus regazos con dicha y se hallan seguros en su compañía. Ante el temor, y no se diga ante las necesidades o el peligro, se escucha con fuerza: «¡Mamá! ¡Papi!». No dudan, no cavilan, no juzgan, simplemente confían, obedecen pero esto porque se saben, se sienten, se descubren amados y aman.
Los niños son inquietos y alegres. Todo es aventura, movimiento, investigación, contacto. La quietud no es para ellos. Su sonrisa es contagiosa, tanto, que los adultos buscamos hacerlos reír para reír nosotros con ellos. Los niños buscan, escarban, desordenan, tiran, desarman y arman de nuevo.
Son muchas las lecciones que un niño da a un seguidor tuyo, Señor. Un discípulo que es sencillo, humilde, que no tiene respeto humano, que es auténtico. Un hijo que confía plenamente en su padre y no teme acudir a Él porque se sabe amado y ama. Un pequeño inquieto que trabaja por tu Reino, que busca, que no está viendo cómo van las cosas sino que las toca, las transforma, las mejora. Un ser alegre que sabe contagiar su alegría a otros, el gozo de saberse importante para Ti, mi Dios y Señor.

Es bueno que compartamos horizontes de esperanza amplios y abiertos, viviendo el entusiasmo humilde de abrir las puertas y salir de nosotros mismos. Pero hay una condición fundamental para recibir el consuelo de Dios, y que hoy nos recuerda su Palabra: hacerse pequeños como niños, ser «como un niño en brazos de su madre». Para acoger el amor de Dios es necesaria esta pequeñez del corazón: en efecto, sólo los pequeños pueden estar en brazos de su madre. […] Pidamos hoy, todos juntos, la gracia de un corazón sencillo, que cree y vive en la fuerza bondadosa del amor, pidamos vivir con la serena y total confianza en la misericordia de Dios.
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de octubre de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezaré un misterio del rosario por todos los niños víctimas de la guerra, del narcotráfico y del terrorismo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 
 

EDD. lunes 02 de octubre de 2017.

Fuente : http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20170930
Memoria de los Santos Ángeles Custodios
Libro del Exodo 23,20-23.
Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado.
Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él.
Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios.
Entonces mi ángel irá delante de ti y te introducirá en el país de los amorreos, los hititas, los perizitas, los cananeos, los jivitas y los jebuseos, y los exterminará.
 
Salmo 91(90),1-2.3-4.5-6.10-11.
Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío».
Él te librará de la red del cazador
y de la peste perniciosa;
te cubrirá con sus plumas,
y hallarás un refugio bajo sus alas.
No temerás los terrores de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que acecha en las tinieblas,
ni la plaga que devasta a pleno sol.
No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque Él te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos.
 
Evangelio según San Mateo 18,1-5.10.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?».
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos
y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.»
 
Comentario del Evangelio por Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo. Homilías sobre Ezequiel I, 7.
 
«Sus ejércitos, servidores de sus deseos» (sl 102,21).
Los ángeles descienden a los que tiene que salvar. «Los ángeles subían y bajaban sobre el Hijo del hombre» (Jn 1,15); y «se le acercaban y le servían» (Mt 4,11). Ahora bien, los ángeles descendían porque Cristo había descendido el primero; temían descender antes de que se lo ordenara el Señor  de la fuerzas celestes y de todas las cosas (Col 1,16). Pero cuando han visto al Príncipe de los ejércitos celestiales permanecer sobre la tierra, entonces, a través de este camino abierto por Él, han seguido a su Señor, obedientes a la voluntad de aquél que los puso como guardines de todos los que creen en su nombre.
Tú mismo,  ayer, estabas bajo la dependencia  del demonio, hoy, estás bajo la de un ángel. «Estad atentos, dice el Señor, para no menospreciar a ninguno de estos pequeños» que están en la Iglesia, «porque, en verdad os lo digo, sus propios ángeles ven constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos». Los ángeles están consagrados  a tu salvación, y se dedican al servicio del Hijo de Dios y dicen entre ellos : « Si Él ha descendido tomando un cuerpo, si se ha  revestido de una carne mortal, si ha soportado la cruz, si ha muerto por todos  los hombres ¿por qué descansar, por qué ahorrarnos trabajo? ¡Vayamos, ángeles  todos, descendamos del cielo!» Por eso cuando Cristo nació había «una multitud de los ejércitos celestiales alabando y glorificando a Dios» (Lc 2,13).