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Audiencia general, 22 de noviembre de 2017 – Texto completo

Fuente :  https://es.zenit.org/articles/audiencia-general-22-de-noviembre-de-2017-texto-completo/
“La misa es el memorial del misterio pascual de Cristo”
22 noviembre 2017Rosa Die AlcoleaAudiencia General

Audiencia general 22/11/2017 © L´Osservatore Romano
(ZENIT – 22 Nov. 2017).- “La participación en la Eucaristía nos adentra en el misterio pascual de Cristo, haciéndonos pasar con Él de la muerte a la vida, es decir, allí en el calvario. La misa es rehacer el calvario, no un espectáculo”, ha dicho el Papa Francisco.
Esta mañana, 22 de noviembre de 2017, se ha celebrado a las 9:25 horas la audiencia general, en la Plaza de San Pedro, donde el Santo Padre Francisco ha encontrado a los grupos de peregrinos y fieles procedentes de Italia y de todos los lugares del mundo.
El Papa ha continuado su nuevo ciclo de catequesis dedicada a la santa misa, cuyo tema ha sido esta vez: “La misa es el memorial del misterio pascual de Cristo”.
El Papa ha reflexionado: “Cuando vamos a misa es como si fuéramos al calvario, lo mismo. Pero pensad: Si en el momento de la misa vamos al calvario- imaginadlo- y sabemos que el hombre que está allí es Jesús: ¿Nos pondríamos a hablar, a sacar fotografías, a hacer un espectáculo? ¡No! ¡Porque es Jesús! De seguro estaríamos en silencio, en llanto y también con la alegría de ser salvados”.
Tras resumir su catequesis en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes. La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!
Continuando con la catequesis  sobre la misa, podemos preguntarnos: ¿Qué es esencialmente la misa? La misa es el memorial del misterio pascual de Cristo. Nos hace partícipes  de su victoria sobre el pecado y la muerte, y da un significado pleno a nuestra vida.
Por eso, para comprender el valor de la misa, debemos entender ante todo el significado bíblico del “memorial”. No es “solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres (cf Ex 13,3). En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos”. “(Catecismo de la Iglesia Católica, 1363). Jesucristo, con su pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo, ha llevado a cumplimiento la Pascua. Y la misa es el memorial de su Pascua, de su “éxodo” que  cumplió por nosotros, para sacarnos de la esclavitud y hacernos entrar en la tierra prometida de la vida eterna. No es solamente un recuerdo, no; es mucho más: es hacer presente lo que sucedió hace veinte siglos.
La Eucaristía nos lleva siempre a la cumbre de la acción salvífica de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido para nosotros, derrama sobre todos nosotros su misericordia y su amor, como hizo en la cruz, con el fin de renovar nuestro corazón, nuestra existencia y nuestra forma de comunicarnos con Él y con nuestros hermanos. Dice el Concilio Vaticano II:.. ” La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual «Cristo, que es nuestra Pascua, ha sido inmolado»” (Const. dogmática Lumen Gentium, 3).
Cada celebración de la Eucaristía es un rayo de ese sol sin ocaso que es Jesús resucitado. Participar en la Misa, especialmente el domingo, significa entrar en la victoria del Resucitado, ser iluminados por su luz, calentados por su calor. A través de la celebración eucarística, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la vida divina que es capaz de transfigurar todo nuestro ser mortal. Y en su paso de la muerte a la vida, del tiempo a la eternidad, el Señor Jesús también nos arrastra con Él para hacer Pascua. En la misa se hace Pascua. En la misa nosotros estamos con Jesús, muerto y resucitado y Él nos empuja hacia adelante, a la vida eterna. En la misa, nos unimos a Él. Más aún, Cristo vive en nosotros y nosotros vivimos en Él. “Con Cristo estoy crucificado, -dice San Pablo- y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. La vida que vivo al presente, en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí”(Gálatas 2: 19-20). Así pensaba Pablo.
En efecto, su sangre nos libera de la muerte y del miedo a la muerte. Nos libera no solo del dominio de la muerte física, sino también de la muerte espiritual, que es el mal, el pecado, que se apodera de nosotros cada vez que somos víctimas de nuestros pecados o de los pecados  de los demás. Y entonces nuestra vida se contamina, pierde belleza, pierde significado, se marchita.
Cristo, en cambio, nos vuelve a dar la vida; Cristo es la plenitud de la vida, y cuando se enfrentó a la muerte la aniquiló para siempre: “Resucitando destruyó la muerte y nos dio nueva  vida”. La Pascua de Cristo es la victoria definitiva sobre la muerte porque Él transformó su muerte en acto supremo de amor. ¡Murió por amor! Y en la Eucaristía quiere comunicarnos este amor pascual y victorioso. Si lo recibimos con fe, también nosotros podemos amar verdaderamente a Dios y al prójimo, podemos amar cómo Él nos amó, dando la vida.
Si el amor de Cristo está en mí, puedo entregarme plenamente al otro en la certeza interior  de que si el otro me hiriera, yo  no moriría; de lo contrario, debería defenderme. Los mártires han dado sus vidas por esta certeza de la victoria de Cristo sobre la muerte. Solo si experimentamos este poder de Cristo, el poder de su amor, somos verdaderamente libres de darnos sin temor. Esto es la misa: entrar en esta pasión, muerte, resurrección, ascensión de Jesús. Cuando vamos a misa es como si fuéramos al calvario, lo mismo. Pero pensad: Si en el momento de la misa vamos al calvario- imaginadlo- y sabemos que el hombre que está allí es Jesús: ¿Nos pondríamos a hablar, a sacar fotografías, a hacer un espectáculo? ¡No! ¡Porque es Jesús! De seguro estaríamos en silencio, en llanto y también con la alegría de ser salvados. Cuando entramos en una iglesia para ir a misa pensemos en esto: entro en el calvario, donde Jesús da su vida por mí. Y así se acaba el espectáculo, se acaban las charlas, los comentarios y estas cosas que nos alejan de algo tan hermoso como es la misa, el triunfo de Jesús.
Creo que está más claro ahora que la Pascua está presente y activa cada vez que celebramos la misa, es decir, el sentido del memorial. La participación en la Eucaristía nos adentra en el misterio pascual de Cristo, haciéndonos pasar con Él de la muerte a la vida, es decir, allí en el calvario. La misa es rehacer el calvario, no un espectáculo.
© Librería Editorial Vaticano

Comentario al evangelio de hoy miércoles 22 de noviembre de 2017.

Desenterrar el tesoro recibido.

Miércoles XXXIII del tiempo ordinario.
Por: H. Jesús Salazar Brenes, L.C.
 
 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/67407/desenterrar-el-tesoro-recibido.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, enséñame a ser fiel y a multiplicar para el bien los dones con los que has enriquecido mi vida, para poder amar más y mejor a Ti y a todos los demás, especialmente aquellos que están más cercanos y necesitados.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 19,11-28
En aquel tiempo, como ya se acercaba Jesús a Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a manifestarse de un momento a otro, él les dijo esta parábola:
«Había un hombre de la nobleza que se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver como tal. Antes de irse, mandó llamar a diez empleados suyos, les entregó una moneda de mucho valor a cada uno y les dijo: «Inviertan este dinero mientras regreso».
Pero sus compatriotas lo aborrecían y enviaron detrás de él a unos delegados que dijeran: «No queremos que éste sea nuestro rey».
Pero fue nombrado rey, y cuando regresó a su país, mandó llamar a los empleados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno.

Se presentó el primero y le dijo: «Señor, tu moneda ha producido otras diez monedas». Él le contestó: «Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña, serás gobernador de diez ciudades».
Se presentó el segundo y le dijo: «Señor, tu moneda ha producido otras cinco monedas». Y el señor le respondió: «Tú serás gobernador de cinco ciudades».
Se presentó el tercero y le dijo: «Señor, aquí está tu moneda. La he tenido guardada en un pañuelo, pues te tuve miedo, porque eres un hombre exigente, que reclama lo que no ha invertido y cosecha lo que no ha sembrado». El señor le contestó: «Eres un mal empleado. Por tu propia boca te condeno. Tú sabías que yo soy un hombre exigente, que reclamo lo que no he invertido y que cosecho lo que no he sembrado, ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que yo, al volver, lo hubiera recobrado con intereses?»
Después les dijo a los presentes: ‘Quítenle a éste la moneda y dénsela al que tiene diez’. Le respondieron: ‘Señor, ya tiene diez monedas’. Él les dijo: ‘Les aseguro que a todo el que tenga se le dará con abundancia, y al que no tenga, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto a mis enemigos, que no querían tenerme como rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia’ «.
Dicho esto, Jesús prosiguió su camino hacia Jerusalén al frente de sus discípulos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el evangelio de ayer, meditábamos en el encuentro de Jesús con Zaqueo y cómo ese encuentro le cambio la vida.Hoy continuamos con Jesús en la casa de Zaqueo, pero los invitados a oír al Señor somosnosotros. Esta parábola es una de las pocas ocasiones donde Jesús utiliza la imagen tan explícita de Él como rey.
El rey que nos muestra el Evangelio, parecería que es un rey que no sabe nada de matemáticas y economía. En primer lugar, llama a diez servidores y a lo diez les da la misma cantidad de dinero sin importar qué tan buenos son para los negocios. En segundo lugar, cuando regresa, sólo llama a tres para que le den cuentas de cómo han administrado el dinero. ¿Dónde están los otros siete?
Siete es el número bíblico de la perfección. Ahí está nuestra parte dentro del Evangelio. Dios nos dio diez onzas del oro más puro… Nuestra vida, nuestra familia, cualidades y talentos, también nuestras debilidades o nuestra enfermedad, nuestra llamada a estar más cerca de Dios, nuestra vocación a ser santo…
La pregunta del millón, ¿acaso por miedo estamos escondiendo todo ese oro bajo tierra? Hoy el Señor nos invita a empezar a desenterrarlo, porque el que es fiel en lo poco, tendrá una enorme recompensa en el Reino de los Cielos. No seamos como los ciudadanos que aborrecían al rey. Digámosle hoy con todo nuestro corazón ¡Cristo Rey nuestro, venga tu Reino!

«Un joven: san Francisco Javier, que muere en las playas de Shangchuan, mirando a China, a los cuarenta y seis años. Tan joven que, precisamente, se podría decir incluso «un desperdicio», hasta preguntarse por qué «el Señor no le dejó allí un poco más». Pero la actitud de san Francisco Javier fue la de decir: «hágase tu voluntad, Señor». Él sabe decirle solamente: «He confesado tu nombre hasta el final; jamás, Señor, he escondido la lámpara bajo la cama; me has dado cinco talentos, te daré otros cinco». Y de este modo, en paz, con alegría, se marcha».
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de diciembre de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy daré gracias a Dios por todos dones y talentos que me ha concedido a lo largo de mi vida y revisaré si no estoy dejando escondido alguno para ponerlo a trabajar.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

EDD. miércoles 22 de noviembre de 2017.

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20171121
 
Miércoles de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario
 
Segundo Libro de Macabeos 7,1.20-31.
También fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor.
Llena de nobles sentimientos, exhortaba a cada uno de ellos, hablándoles en su lengua materna. Y animando con un ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía:
«Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas; no fui yo la que les dio el espíritu y la vida ni la que ordenó armoniosamente los miembros de su cuerpo.
Pero sé que el Creador del universo, el que plasmó al hombre en su nacimiento y determinó el origen de todas las cosas, les devolverá misericordiosamente el espíritu y la vida, ya que ustedes se olvidan ahora de sí mismos por amor de sus leyes».
Antíoco pensó que se estaba burlando de él y sospechó que esas palabras eran un insulto. Como aún vivía el más joven, no sólo trataba de convencerlo con palabras, sino que le prometía con juramentos que lo haría rico y feliz, si abandonaba las tradiciones de sus antepasados. Le aseguraba asimismo que lo haría su Amigo y le confiaría altos cargos.
Pero como el joven no le hacía ningún caso, el rey hizo llamar a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo, a fin de salvarle la vida.
Después de mucho insistir, ella accedió a persuadir a su hijo.
Entonces, acercándose a él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua materna: «Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié y eduqué, dándote el alimento, hasta la edad que ahora tienes.
Yo te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, reconozcas que Dios lo hizo todo de la nada, y que también el género humano fue hecho de la misma manera.
No temas a este verdugo: muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia».
Apenas ella terminó de hablar, el joven dijo: «¿Qué esperan? Yo no obedezco el decreto del rey, sino las prescripciones de la Ley que fue dada a nuestros padres por medio de Moisés.
Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.
 
Salmo 17(16),1.5-6.8b.15.
Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad.
Y mis pies se mantuvieron firmes
en los caminos señalados:
¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.
Escóndeme a la sombra de tus alas.
Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,
y al despertar, me saciaré de tu presencia.
 
Evangelio según San Lucas 19,11-28.
Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.
El les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida.
Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: ‘Háganlas producir hasta que yo vuelva’.
Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: ‘No queremos que este sea nuestro rey’.
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y le dijo: ‘Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más’.
‘Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades’.
Llegó el segundo y le dijo: ‘Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más’.
A él también le dijo: ‘Tú estarás al frente de cinco ciudades’.
Llegó el otro y le dijo: ‘Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo.
Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado’.
El le respondió: ‘Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigentes, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré,
¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses’.
Y dijo a los que estaban allí: ‘Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más’.
‘¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!’.
Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene.
En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia».
Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
 
Comentario del Evangelio por San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia. Sermones diversos, número 42 « Les Cinco Negocios »
 
Un negocio muy precioso .
El Verbo del Padre, el Hijo único de Dios, Sol de Justicia (Ml 3:20) es el gran mercader que nos ha dado el precio de la redención. Este es un negocio bastante precioso, que jamás consideraremos suficiente: un Rey, el hijo del Rey supremo, se convirtió en el cambio, adónde el oro pagó el plomo, el justo fue dado por el pecador. Misericordia verdaderamente gratuita, amor perfectamente desinteresado, bondad sorprendente. Negocio completamente desproporcionado adonde el Hijo de Dios es librado para el siervo, el Creador es sacrificado por aquel que lo creó, el Señor es condenado por su esclavo.
Oh Cristo, son esas tus obras, tu que has bajado de la claridad del cielo a nuestras tinieblas infernales para iluminar nuestra oscura prisión. Has bajado de la derecha de la divina majestad a nuestra miseria humana, para redimir el género humano; has bajado de la gloria del Padre a la muerte de la cruz, para triunfar sobre la muerte y sobre su autor. Eres el único, y no hay otro como tú que haya atraído por su propia bondad nuestra redención.
Que todos los mercaderes de Temán (Ba 3:23) se retiren de este lugar: no son ellos a quienes has escogido, pero a Israel tu amado, tu quien escondes esos misterios  a los sabios y a los prudentes, y los revelas a tus pequeños y humildes servidores (Lc 10:21). ¡Señor, con mucho gusto abrazo ese negocio pues allí está mi negocio! porque deseas que me mantenga, recordaré todo lo que has hecho. Haré que ese talento que me has dado fructifique, e iré con un gran gozo ante ti. Dios, haz que puede escuchar entonces estas dulces palabras: « ¡Ánimo siervo bueno! Entra en el gozo de tu Señor » (Mt 25:21).

Comentario al evangelio de hoy martes 21 de noviembre de 2017.

¿Quién es mi madre y mis hermanos?
Tiempo Ordinario

Tiempo Ordinario. 
Los que hagan la voluntad de mi Padre… esos son mis hermanos y mi madre. 

Por: Edgar Pérez 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/48714/quin-es-mi-madre-y-mis-hermanos.html

Del santo Evangelio según san Mateo 12, 46-50
En aquel tiempo, todavía estaba hablando Jesús a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: ¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte. Pero él respondió al que se lo decía: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Oración introductoria
El Evangelio no comenta cómo reaccionó Maria ante las palabras de Jesús porque sabemos que ella guardaba todo en su corazón. Dame esa luz y confianza, Señor, para ser una persona de oración, de reflexión, de acoger en el silencio tus inspiraciones, para luego meditar y vivir tu voluntad.
Petición
María, intercede por mí para que la voluntad de Dios sea todo en mi vida.
Meditación del Papa
Es importante en nuestra oración: debemos aprender a confiar más en la divina Providencia, pedirle a Dios la fuerza para salir de nosotros mismos para renovarle nuestro «sí», para repetirle «Hágase tu voluntad», para adecuar nuestra voluntad a la suya. Es una oración que hacemos a diario, ya que no siempre es fácil confiar en la voluntad de Dios, repetir el «sí» de Jesús, el «sí» de María. Los relatos del evangelio de Getsemaní muestran dolorosamente que los tres discípulos elegidos por Jesús para estar cerca a él, no fueron capaces de velar con Él, de compartir su oración, su adhesión al Padre, y se sintieron abrumados por el sueño.
Queridos amigos, pidamos al Señor ser capaces de velar con Él en la oración, de seguir la voluntad de Dios cada día, incluso si habla de Cruz, de vivir en intimidad cada vez mayor con el Señor, para traer a esta «tierra», un poco del «cielo» de Dios. Benedicto XVI, 1 de febrero de 2012.
Reflexión
¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? Es una pregunta que aún hoy Cristo lanza a cada uno de los que le siguen por el camino de la donación total en el cristianismo. En aquella oportunidad Cristo no predicaba sólo a sus apóstoles sino a cuantos lo seguían y querían aprender de Él. Por tanto no se trata de una pregunta a alguno exclusivamente consagrados a su seguimiento sino que está dirigida a todos los bautizados. Es allí cuando de pronto llega la dulce madre y algunos de sus hermanos que en la usanza de esa cultura significaba los parientes y no únicamente los hermanos carnales. (Así se les decía a los primos hermanos)
Quieren hablar con Jesús. Se lo comunican. Cualquiera hubiera pensado que el Señor, como buen hijo, hubiera dejado todo para atender a los suyos. Realmente nada impide pensar que debió atender a su madre con premura y atención. Sin embargo, el texto evangélico no nos señala una gracia que sólo correspondía a los suyos sino que nos reporta la enseñanza que quiere sacar el Señor de eso tan banal como dejar la conversación y hablar con su mamá.
¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos?, preguntará a los atentísimos auditores. Nadie se lo esperaba. Ni siquiera nosotros si nos lo preguntara hoy, y, de hecho, nos lo pregunta porque el Evangelio es palabra viva de Cristo. Cuantos hicieren la voluntad de mi Padre… esos son mis hermanos y mis hermanas y mi madre. Nada más significativo ni más lógico. Si el Señor se hizo hombre para redimirnos, nosotros los hombres nos asemejaremos a Él en la medida en que nos igualemos en lo que más amó Cristo, como fue en cumplir la Voluntad de su Padre que está en los cielos.
Entonces, la pregunta sigue siendo viva y operante en cada uno de los que profesamos el nombre de cristianos: ¿Somos al presente hermanos verdaderamente de Cristo en el cumplimiento exquisito de la Voluntad Santísima de su Padre Celestial?
Propósito
Hacer diariamente un examen de previsión al iniciar el día, es decir, revisar si lo que voy a hacer es conforme a la voluntad de Dios.
Diálogo con Cristo
Señor, quiero ser parte de tu familia. Quiero que tu voluntad sea la norma de mi vida, sé que ése es el camino para la santidad. Te suplico por la gracia que me des a conocer el camino para conocer y vivir tu voluntad, porque es muy fácil decir que creo en ti y luego comportarme de otro modo. Es fácil cumplir el deber y olvidarme de que la única motivación de mis obras eres Tú. Quiero ser cada vez más auténtico, más íntegro, quiero creer en Ti y demostrarte con mis obras que te amo. Gracias, Señor, porque sé que cuento con tu ayuda.

EDD. martes 21 de noviembre de 2017.

Fuente :  http://www.eucaristiadiaria.cl/dia_cal.php?fecha=2017-11-21
 
Martes de la trigesimotercera semana del tiempo ordinario.
La Presentación de la Santísima Virgen María
Memoria obligatoria
Color: blanco
Más allá de unos antiguos escritos que relatan la Presentación de la Virgen María en el Templo, las Iglesias de Oriente y de Occidente hacen memoria este día de la ofrenda que la Virgen Inmaculada hizo de sí misma al Señor en los albores de su vida conciente. Todos los cristianos pueden descubrir en María “llena de gracia” el modelo de la vida consagrada.
 
ANTÍFONA DE ENTRADA
Te saludamos, santa Madre de Dios, porque diste al mundo al Rey que gobierna para siempre el cielo y la tierra.
 
ORACIÓN COLECTA
Te pedimos, Padre, por la intercesión de la Santísima Virgen María, que cuantos la veneramos en esta gloriosa conmemoración, merezcamos también participar de la plenitud de tu gracia.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
 
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Alégrate, hija de Sión, porque Yo vengo
Lectura de la profecía de Zacarías 2, 14-17
Grita de júbilo y alégrate, hija de Sión: porque Yo vengo a habitar en medio de ti –oráculo del Señor-.
Aquel día, muchas naciones se unirán al Señor: ellas serán un pueblo para Él y habitarán en medio de ti. ¡Así sabrás que me ha enviado a ti el Señor de los ejércitos!
El Señor tendrá a Judá como herencia, como su parte en la Tierra santa, y elegirá de nuevo a Jerusalén.
¡Que callen todos los hombres delante del Señor, porque Él surge de su santa Morada!
 
SALMO RESPONSORIAL           Lc 1, 46-55
R/. El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador.
Porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas; ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquéllos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.
 
EVANGELIO
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Lc 11, 28
Aleluya.
Felices los que escuchan la palabra de Dios y la practicn. Aleluya.
 
EVANGELIO
Señalando con la mano a sus discípulos, dijo: éstos son mi madre y mis hermanos.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 12, 46-50
Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”.
Jesús respondió. “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
 
Comentario de San Jerónimo.
Fuente :  http://www.deiverbum.org/feature/comentarios-biblicos/
46. De aquí, esto es, de decir el Evangelio los hermanos del Señor, deduce Helvidio su error. ¿Cómo, dice él, se llaman en el Evangelio hermanos del Señor los que no eran hermanos suyos? Pero es necesario tener presente que el nombre de hermanos se toma bajo cuatro sentidos en las Sagradas Escrituras: hay hermanos de naturaleza, de nación, de parentesco y de cariño. Por naturaleza, como Esaú y Jacob (Gén 25); por nacionalidad, así todos los judíos se llaman entre sí hermanos, como en el Deuteronomio (Dt 17,15); “No podrás constituir como rey sobre ti un hombre extranjero que no es tu hermano”. Además, se llaman hermanos los que son de una misma familia, como en el Génesis: “Y dijo Abraham a Lot: no haya disputa entre tú y yo, porque somos hermanos” (Gén 13,8). Los hermanos de cariño lo son, o de una manera general, o de una manera individual. Así se llaman de una manera más especial hermanos todos los cristianos, como dice el Salvador: “Ve y di a mis hermanos” (Jn 20,17), y de una manera general, porque todos los hombres reconocen un solo padre y están unidos entre sí por un parentesco común y esto es lo que se lee en Isaías: “Decid a los que os aborrecieron: Vosotros sois nuestros hermanos” (Is 66,9). Pregunto yo ahora: ¿de qué manera son hermanos del Señor los que así llama el Evangelio? ¿Por naturaleza? Pero la Escritura no lo dice ni los llama hijos de María ni de José. ¿Por la nacionalidad? Pero esto es un absurdo, porque sería llamar hermanos a unos cuantos judíos, y no a los demás; siendo así que todos los judíos que estaban allí presentes tenían derecho a la misma denominación. ¿Es según el sentimiento humano o sobrenatural? Pero en este sentido ¿quién mejor que los Apóstoles, a quienes daba el Señor instrucciones íntimas, merecía llamarse hermano? O si todos (porque son hombres) son hermanos, fue una cosa necia anunciar como cosa propia a los que lo esperaban fuera diciendo: “Mira, tus hermanos te buscan”. Resulta, pues, que la palabra hermano debe tomarse no en el sentido de la naturaleza, ni en el de la nacionalidad, ni en el de afecto, sino en el de parentesco.
Las palabras “hermanos del Señor” hacen suponer a algunos, siguiendo las locuras de algunos apócrifos, y fingiendo la existencia de una mujerzuela llamada Esca, que José había tenido otros hijos de una esposa anterior. Pero nosotros comprendemos bajo la palabra hermano, no los hijos de José, sino a los consobrinos del Salvador, a los hijos de la tía materna del Señor, la cual es llamada en el Evangelio madre de Santiago el menor, de José y de Judas, a quienes en otro lugar del Evangelio (Mc 6; Gál 1), se les llama hermanos del Señor. Toda la Escritura nos da testimonio de que el nombre de hermanos se extiende hasta los con sobrinos.
46. Digámoslo de otra manera, el Salvador habla a las turbas, y en sentido más íntimo, enseña a las naciones: su Madre y sus parientes, esto es, la sinagoga y el pueblo de los judíos, están a la parte de afuera.
Después de haber rogado, de haber buscado y de haber mandado un mensajero, recibieron la respuesta: tenéis libre albedrío; si queréis podéis entrar y creer.
47. Se me figura que el anunciante no habla por casualidad ni con sinceridad, sino para tenderle algún lazo, sin duda para ver si prefería a la obra espiritual la carne y la sangre. Por eso el Señor, sin negar a su Madre y a sus parientes, sino para contestar al que le avisaba, rehusó el salir.
48-50. No negó El, pues, como pretenden Marción y Maniqueo, a su Madre, de quien nació, para no dar lugar a que se creyese que era hijo de un fantasma, sino que quiso destacar el vínculo con los discípulos sobre el vínculo de parentesco, para enseñarnos a preferir el vínculo del espíritu al de los parientes.

Jornada mundial de los pobres: Pasaporte al paraíso

Fuente. : https://es.zenit.org/articles/jornada-mundial-de-los-pobres-pasaporte-al-paraiso/

 

Homilía del Papa en la misa en San Pedro (Texto completo)

19 noviembre 2017Anne KurianPapa y Santa Sede

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(ZENIT – 19 nov. 2017).- “Si a los ojos del mundo [los pobres] tienen poco valor, son ellos quienes abren el camino al cielo, son nuestros “pasaportes para el paraíso”…nuestra verdadera riqueza”, ha dicho el Papa Francisco en la misa que ha celebrado el 19 de noviembre de 2017, en la primera jornada  mundial de los pobres. “Amar al pobre, ha subrayado, significa luchar contra todas las pobrezas, espirituales y materiales”.

El Papa ha presidido la celebración en la Basílica de San Pedro, rodeado de miles de personas necesitadas de todo el mundo. En su homilía, ha arremetido contra la “omisión” o “indiferencia” hacia ellos. “No hacer nada malo no es suficiente…Es volverse hacia el otro lado cuando el hermano está necesitado, es cambiar de cadena cuando una pregunta seria nos molesta, también es indignarse ante el mal sin hacer nada. Dios, sin embargo no nos preguntará si nos hemos indignado justamente, sino que nos preguntará si hemos hecho el bien”.

“Lo que invertimos en el amor permanece, el resto desaparece”, ha recordado antes de insistir: “no busquemos lo superfluo para nosotros, sino el bien para los demás, y nada precioso nos faltará”.

Homilía del Papa Francisco

Tenemos la alegría de partir el pan de la Palabra, y dentro de poco de partir y recibir el Pan Eucarístico, que son alimento para el camino de la vida. Todos lo necesitamos, ninguno está excluido, porque todos somos mendigos de lo esencial, del amor de Dios, que nos da el sentido de la vida y una vida sin fin. Por eso hoy también tendemos la mano hacia Él para recibir sus dones. La parábola del Evangelio nos habla precisamente de dones. Nos dice que somos destinatarios de los talentos de Dios, «cada cual según su capacidad» (Mt 25,15). En primer lugar debemos reconocer que tenemos talentos, somos «talentosos» a los ojos de Dios. Por eso nadie puede considerarse inútil, ninguno puede creerse tan pobre que no pueda dar algo a los demás. Hemos sido elegidos y bendecidos por Dios, que desea colmarnos de sus dones, mucho más de lo que un papá o una mamá quieren para sus hijos. Y Dios, para el que ningún hijo puede ser descartado, confía a cada uno una misión.

En efecto, como Padre amoroso y exigente que es, nos hace ser responsables. En la parábola vemos que cada siervo recibe unos talentos para que los multiplique. Pero, mientras los dos primeros realizan la misión, el tercero no hace fructificar los talentos; restituye sólo lo que había recibido: «Tuve miedo —dice—, y fui y escondí tu talento en la tierra; mira, aquí tienes lo que es tuyo» (v. 25). Este siervo recibe como respuesta palabras duras: «Siervo malo y perezoso» (v. 26). ¿Qué es lo que no le ha gustado al Señor de él? Para decirlo con una palabra que tal vez ya no se usa mucho y, sin embargo, es muy actual, diría: la omisión. Lo que hizo mal fue no haber hecho el bien. Muchas veces nosotros estamos también convencidos de no haber hecho nada malo y así nos contentamos, presumiendo de ser buenos y justos. Pero, de esa manera corremos el riesgo de comportarnos como el siervo malvado: tampoco él hizo nada malo, no destruyó el talento, sino que lo guardó bien bajo tierra. Pero no hacer nada malo no es suficiente, porque Dios no es un revisor que busca billetes sin timbrar, es un Padre que sale a buscar hijos para confiarles sus bienes y sus proyectos (cf. v. 14). Y es triste cuando el Padre del amor no recibe una respuesta de amor generosa de parte de sus hijos, que se limitan a respetar las reglas, a cumplir los mandamientos, como si fueran asalariados en la casa del Padre (cf. Lc 15,17).

El siervo malvado, a pesar del talento recibido del Señor, el cual ama compartir y multiplicar los dones, lo ha custodiado celosamente, se ha conformado con preservarlo. Pero quien se preocupa sólo de conservar, de mantener los tesoros del pasado, no es fiel a Dios. En cambio, la parábola dice que quien añade nuevos talentos, ese es verdaderamente «fiel» (vv. 21.23), porque tiene la misma mentalidad de Dios y no permanece inmóvil: arriesga por amor, se juega la vida por los demás, no acepta el dejarlo todo como está. Sólo una cosa deja de lado: su propio beneficio. Esta es la única omisión justa.

La omisión es también el mayor pecado contra los pobres. Aquí adopta un nombre preciso: indiferencia. Es decir: «No es algo que me concierne, no es mi problema, es culpa de la sociedad». Es mirar a otro lado cuando el hermano pasa necesidad, es cambiar de canal cuando una cuestión seria nos molesta, es también indignarse ante el mal, pero no hacer nada. Dios, sin embargo, no nos preguntará si nos hemos indignado con razón, sino si hicimos el bien. Entonces, ¿cómo podemos complacer al Señor de forma concreta? Cuando se quiere agradar a una persona querida, haciéndole un regalo, por ejemplo, es necesario antes de nada conocer sus gustos, para evitar que el don agrade más al que lo hace que al que lo recibe. Cuando queremos ofrecer algo al Señor, encontramos sus gustos en el Evangelio. Justo después del pasaje que hemos escuchado hoy, Él nos dice: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Estos hermanos más pequeños, sus predilectos, son el hambriento y el enfermo, el forastero y el encarcelado, el pobre y el abandonado, el que sufre sin ayuda y el necesitado descartado. Sobre sus rostros podemos imaginar impreso su rostro; sobre sus labios, incluso si están cerrados por el dolor, sus palabras: «Esto es mi cuerpo» (Mt 26,26). En el pobre, Jesús llama a la puerta de nuestro corazón y, sediento, nos pide amor. Cuando vencemos la indiferencia y en el nombre de Jesús nos prodigamos por sus hermanos más pequeños, somos sus amigos buenos y fieles, con los que él ama estar. Dios lo aprecia mucho, aprecia la actitud que hemos escuchado en la primera Lectura, la de la «mujer fuerte» que «abre sus manos al necesitado y tiende sus brazos al pobre» (Pr 31,10.20). Esta es la verdadera fortaleza: no los puños cerrados y los brazos cruzados, sino las manos laboriosas y tendidas hacia los pobres, hacia la carne herida del Señor.

Ahí, en los pobres, se manifiesta la presencia de Jesús, que siendo rico se hizo pobre (cf. 2 Co 8,9). Por eso en ellos, en su debilidad, hay una «fuerza salvadora». Y si a los ojos del mundo tienen poco valor, son ellos los que nos abren el camino hacia el cielo, son «nuestro pasaporte para el paraíso». Es para nosotros un deber evangélico cuidar de ellos, que son nuestra verdadera  riqueza, y hacerlo no sólo dando pan, sino también partiendo con ellos el pan de la Palabra, pues son sus destinatarios más naturales. Amar al pobre significa luchar contra todas las pobrezas, espirituales y materiales.

Y nos hará bien acercarnos a quien es más pobre que nosotros, tocará nuestra vida. Nos hará bien, nos recordará lo que verdaderamente cuenta: amar a Dios y al prójimo. Sólo esto dura para siempre, todo el resto pasa; por eso, lo que invertimos en amor es lo que permanece, el resto desaparece. Hoy podemos preguntarnos: «¿Qué cuenta para mí en la vida? ¿En qué invierto? ¿En la riqueza que pasa, de la que el mundo nunca está satisfecho, o en la riqueza de Dios, que da la vida eterna?». Esta es la elección que tenemos delante: vivir para tener en esta tierra o dar para ganar el cielo. Porque para el cielo no vale lo que se tiene, sino lo que se da, y «el que acumula tesoro para sí» no se hace «rico para con Dios» (Lc 12,21). No busquemos lo superfluo para nosotros, sino el bien para los demás, y nada de lo que vale nos faltará. Que el Señor, que tiene compasión de nuestra pobreza y nos reviste de sus talentos, nos dé la sabiduría de buscar lo que cuenta y el valor de amar, no con palabras sino con hechos.

 

© Librería editorial del Vaticano

Comentario al evangelio de hoy lunes 20 de noviembre de 2017.

¡Jesús, ten compasión de mí!

Santo Evangelio según San Lucas 18, 35-43. Lunes XXXIII del tiempo ordinario.
Por: H. David Sánchez, L.C.
 
 
Fuente:  http://es.catholic.net/op/articulos/67372/jesus-ten-compasion-de-mi.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, me acerco a tu palabra con la confianza de un niño. Sé que me quieres hablar a través de ella, pero muchas veces no descubro lo que me quieres decir. Abre mis oídos, Señor, para escucharla y mis ojos para poder descubrir tu presencia atenta y amorosa.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el Nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!». Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él le contestó: «Señor, que vea». Jesús le dijo: «Recobra la vista; tu fe te ha curado».
Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Estas palabras brotan de un corazón como el mío, Señor. Yo también necesito de tu compasión. Tantas veces descubro que estoy lleno de debilidades, lleno de miserias y no sé a quién acudir. Como el ciego, me siento al borde del camino, no tanto a llorar mis faltas como a lamentarme de mi estado. Hoy pasas una vez más a mi lado; quiero levantarme y pedirte que me sanes, que me acerques más a Ti.
Sé que habrá voces que traten de desalentarme. Tal vez mis problemas, mis amigos o incluso mi familia intenten hacerme dudar del gran amor que me tienes. Aun así, pido tu ayuda, Señor, porque sin Ti no puedo hacer nada.
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»

La presencia cercana de Jesús permite sentir que, lejos de él, nos falta algo importante. Nos hace sentir necesitados de salvación, y esto es el inicio de la curación del corazón. Luego, cuando el deseo de ser curados se hace audaz, lleva a la oración, a gritar ayuda con fuerza e insistencia, como ha hecho Bartimeo: «Hijo de David, ten compasión de mí». Desafortunadamente, como aquellos «muchos» del Evangelio, siempre hay alguien que no quiere detenerse, que no quiere ser molestado por el que grita su propio dolor, prefiriendo hacer callar y regañar al pobre que molesta. Es la tentación de seguir adelante como si nada, pero así se queda lejos del Señor y se mantienen distantes de Jesús y de los demás. Reconozcamos todos ser mendigos del amor de Dios, y no dejemos que el Señor pase de largo. «Tengo miedo del Señor que pasa», decía san Agustín. Miedo a que pase y a que yo lo deje pasar. Demos voz a nuestro deseo más profundo: «[Jesús], que pueda ver».
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En los momentos difíciles de este día, voy a repetir: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

EDD. lunes 20 de noviembre de 2017

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20171118
 
Lunes de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario
Primer Libro de Macabeos 1,10-15.41-43.54-57.62-64.
De ellos surgió un vástago perverso, Antíoco Epífanes, hijo de Antíoco, que había estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento treinta y siete del Imperio griego.
Fue entonces cuando apareció en Israel un grupo de renegados que sedujeron a muchos, diciendo: «Hagamos una alianza con las naciones vecinas, porque desde que nos separamos de ellas, nos han sobrevenido muchos males».
Esta propuesta fue bien recibida,
y algunos del pueblo fueron en seguida a ver al rey y este les dio autorización para seguir la costumbres de los paganos.
Ellos construyeron un gimnasio en Jerusalén al estilo de los paganos,
disimularon la marca de la circuncisión y, renegando de la santa alianza, se unieron a los paganos y se entregaron a toda clase de maldades.
El rey promulgó un decreto en todo su reino, ordenando que todos formaran un solo pueblo
y renunciaran a sus propias costumbres. Todas las naciones se sometieron a la orden del rey
y muchos israelitas aceptaron el culto oficial, ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.
El día quince del mes de Quisleu, en el año ciento cuarenta y cinco, el rey hizo erigir sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en todos las ciudades de Judá.
En las puertas de las casas y en las plazas se quemaba incienso.
Se destruían y arrojaban al fuego los libros de la Ley que se encontraban,
y al que se descubría con un libro de la Alianza en su poder, o al que observaba los preceptos de la Ley, se lo condenaba a muerte en virtud del decreto real.
Sin embargo, muchos israelitas se mantuvieron firmes y tuvieron el valor de no comer alimentos impuros;
prefirieron la muerte antes que mancharse con esos alimentos y quebrantar la santa alianza, y por eso murieron.
Y una gran ira se descargó sobre Israel.
 
Salmo 119(118),53.61.134.150.155.158.
Me lleno de indignación ante los pecadores,
ante los que abandonan tu ley.
Los lazos de los malvados me rodean,
pero yo no me olvido de tu ley.
Líbrame de la opresión de los hombres,
y cumpliré tus mandamientos.
Se acercan a mí los que me persiguen con perfidia,
los que están alejados de tu ley.
La salvación está lejos de los impíos,
porque no buscan tus preceptos.
Veo a los pecadores y siento indignación,
porque no cumplen tu palabra.
 
Evangelio según San Lucas 18,35-43.
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.
Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.
El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!».
Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?». «Señor, que yo vea otra vez».
Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado».
En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
 
Comentario del Evangelio por Odas de Salomón (texto cristiano hebraico de principio del ( Siglo II) § 21
“Seguía a Jesús dando gloria a Dios”
Levanté los brazos al cielo,
hacia la gracia del Señor.
Echó lejos de mí mis cadenas;
mi protector me ha elevado
según su gracia y su salvación.
Me despojé de la oscuridad
y revestí la luz.
He encontrado unos miembros que no conocían
ni pena ni angustia ni dolor.
Me ha ayudado mucho pensar en el Señor,
así como su comunión incorruptible.
Su luz me ha exaltado,
he caminado en su presencia,
y me acercaré a él,
alabándolo y glorificándolo.
Se ha desbordado mi corazón,
se ha apoderado de mi boca,
ha brotado de mis labios.
La exultación del Señor y su alabanza
alegran mi rostro.
¡Aleluya!
 

Comentario al evangelio de hoy sábado 18 de noviembre de 2017.

El encuentro de los corazones.

Sábado XXXII del tiempo ordinario.
Por: H. Michael Vargas, L.C.
 
 
Fuente:  http://es.catholic.net/op/articulos/67366/el-encuentro-de-los-corazones.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, por favor enséñame a disfrutar cada momento de unión contigo a través de mi humilde oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
«En cierta ciudad había un juez que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.
Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando'».
Dicho esto, Jesús comentó: «Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En determinadas ocasiones, es muy fácil decir que no sabemos qué nos pide Dios, inclusive afirmamos, que no le oímos, o peor aún que no nos habla, pero ¿qué tanto nos preparamos para entablar un diálogo de corazón a corazón con Aquél que nos ama? ¿Qué tanto le buscamos? ¿Qué tanto insistimos en el momento de pedir algo? ¿Nos hemos preguntado, alguna vez, si realmente pedimos aquello que necesitamos? ¿Aquello que verdaderamente nos conviene?
Gran enseñanza nos quiere dar Jesús mediante esta parábola, pues quiere disponer nuestro corazón para tener un verdadero encuentro con Él. Quiere que hagamos la experiencia de unos hijos que sienten en su corazón la necesidad de pedir y agradecer a un Padre que está siempre a la escucha de sus pequeños. En todo momento y ante cualquier circunstancia, sea buena o sea mala, el Señor está a la escucha. Lo que no comprendemos muchas veces, es que hay ocasiones en las cuales el Señor ve que lo que pedimos no es conveniente para nosotros, o puede pasar que no insistimos suficiente, quizá sea que nos falta paciencia, esa paciencia de la cual hablaba santa Teresa «Confianza y fe viva, mantenga el alma, que quien cree y espera, todo lo alcanza». Pues Dios, que es un gran Padre y no descuida a ninguno de sus hijos no es ajeno a aquello que le pidamos desde el fondo de nuestro corazón.
No dudemos jamás y no nos cansemos de pedir, pues la esperanza debe de ser esa flama viva que alimenta nuestra confianza a través de la oración, pidámosle ante todo al Señor que nos enseñe a orar, pues como nos recuerda constantemente el Papa Francisco: «Es necesario orar siempre y sin desanimarse».

Como Jesús en Getsemaní, tenemos que orar confiándolo todo al corazón del Padre, sin pretender que Dios se amolde a nuestras exigencias, modos o tiempos, esto provoca cansancio o desánimo, porque nos parece que nuestras plegarias no son escuchadas. Si, como Jesús, confiamos todo a la voluntad del Padre, el objeto de nuestra oración pasa a un segundo plano, y se manifiesta lo verdaderamente importante: nuestra relación él. Este es el efecto de la oración, transformar el deseo y modelarlo según la voluntad de Dios, aspirando sobre todo a la unión con él, que sale al encuentro de sus hijos lleno de amor misericordioso.
(Catequesis de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2016.).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy dialogaré con Jesús sobre todo aquello que llevo en mi corazón. Sea bueno, sea malo, lo dejaré en sus manos y tendré la esperanza y la certeza de que serán oídas con mucho amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 

EDD. sábado 18 de noviembre de 2017

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20171117
 
Sábado de la trigésima segunda semana del tiempo ordinario
 
Libro de la Sabiduría 18,14-16.19,6-9.
Cuando un silencio apacible envolvía todas las cosas, y la noche había llegado a la mitad de su rápida carrera,
tu Palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real, como un guerrero implacable, en medio del país condenado al exterminio. Empuñando como una espada afilada tu decreto irrevocable,
se detuvo y sembró la muerte por todas partes: a la vez que tocaba el cielo, avanzaba sobre la tierra.
Porque la creación entera, obedeciendo a tus órdenes, adquiría nuevas formas en su propia naturaleza, para que tus hijos fueran preservados incólumes.
Se vio a la nube cubrir el campamento con su sombra y emerger la tierra seca de lo que antes era agua; apareció en el Mar Rojo un camino despejado y una verde llanura, entre las olas impetuosas:
por allí paso todo un pueblo, protegido por tu mano, contemplando prodigios admirables.
Eran como caballos en un pastizal y retozaban como corderos, alabándote a ti, Señor, su liberador.
 
Salmo 105(104),2-3.36-37.42-43.
Canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!
¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor!
Hirió de muerte a los primogénitos de aquel país,
a las primicias de todo ser viviente;
sacó a su pueblo cargado de oro y plata,
y nadie desfalleció entre sus tribus:
Él se acordó de la palabra sagrada,
que había dado a Abraham, su servidor,
e hizo salir a su pueblo con alegría,
a sus elegidos, entre cantos de triunfo
 
Evangelio según San Lucas 18,1-8.
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;
y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: ‘Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario’.
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: ‘Yo no temo a Dios ni me importan los hombres,
pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'».
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto.
Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».
 
Comentario del Evangelio por San Juan Clímaco (c. 575-c. 650), monje en el Monte Sinaí. La Santa Escala.
Dios, único maestro de la oración.
La oración es, en cuanto a su naturaleza, la conversación y la unión del hombre con Dios y, en cuanto a su eficacia, la conservación del mundo y su reconciliación con Dios, un puente elevado para  pasar por encima las tentaciones, una muralla contra las tribulaciones, la extinción de las guerras, la alegría futura, la actividad que no cesa jamás, la fuente de las gracias, el proveedor de los carismas, un progreso invisible, el alimento del alma, la iluminación del espíritu, el hacha que cercena la desesperanza, el destierro de la tristeza, la reducción de la cólera, el espejo del progreso, la manifestación de nuestra medida, la prueba del estado de nuestra alma, la revelación de las cosas futuras, el anuncio seguro de la gloria.
Sé valiente, y tendrás a Dios mismo como maestro de la oración. Es imposible aprender a ver tales cosas por medio de palabras puesto que ver es un efecto de la naturaleza. Asimismo, es imposible aprender la belleza de la oración a través de la enseñanza de otro. La oración sólo se aprende orando y tiene a Dios por maestro, Él que enseña al hombre la ciencia,… que otorga el don de la oración a aquel que ora, y que bendice los años del justo.