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Audiencia general, 13 diciembre 2017 – Texto completo

Fuente :  https://es.zenit.org/articles/audiencia-general-13-diciembre-2017-texto-completo/
4ª catequesis del nuevo ciclo sobre la Misa.
13 diciembre 2017Rosa Die Alcolea  Audiencia General

Audiencia general 13/12/2017 © L´Osservatore Romano
(ZENIT – 13 Dic. 2017).- “Los cristianos vamos a Misa los domingos para encontrarnos con el Señor resucitado, o mejor para dejar que Él nos encuentre, para escuchar su palabra, alimentarnos en su mesa y así convertirnos en Iglesia, es decir, en su Cuerpo místico viviente hoy en el mundo”.
El Papa Francisco ha continuado hoy, 13 de diciembre de 2017, en la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI, el ciclo de catequesis sobre la santa Misa, y ha abordado el tema: “¿Por qué ir a misa los domingos?”.
Para entender por qué los cristianos van a Misa los domingos “no es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia” — advierte el Papa– “esto ayuda a defender su valor, pero no es suficiente por sí solo”: Los cristianos necesitamos participar en la misa dominical porque “solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica sus mandamientos y ser así sus testigos creíbles”, ha observado Francisco.
Francisco ha añadido que hay comunidades cristianas que, desgraciadamente, no pueden disfrutar de la misa todos los domingos; sin embargo, “también ellas, en este día sagrado, están llamadas a recogerse en oración en el nombre del Señor, escuchando la Palabra de Dios y manteniendo vivo el deseo de la Eucaristía”.
Tras resumir su catequesis en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes, dirigiendo unas palabras a los visitantes de lengua árabe, española, francesa, alemana, italiana y polaca. La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
RD
 
A continuación, sigue el texto de la catequesis pronunciada por el Papa Francisco en la audiencia general.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Reanudando el camino de la catequesis sobre la misa, hoy nos preguntamos: ¿Por qué ir a misa los domingos?
La celebración dominical de la Eucaristía tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia (véase Catecismo de la Iglesia Católica, n.° 2177). Los cristianos vamos a misa los domingos para encontrarnos con el Señor resucitado, o mejor para dejar que Él nos encuentre, para escuchar su palabra, alimentarnos  en su mesa y así convertirnos en Iglesia, es decir, en su Cuerpo místico viviente hoy en el mundo.
Lo entendieron desde el primer momento los discípulos de Jesús, que celebraban el encuentro eucarístico con el Señor el día de la semana que los judíos llamaban “el primero de la semana” y los romanos el “día del sol”, porque ese día Jesús resucitó de entre los muertos y se apareció a sus discípulos, hablando con ellos, comiendo con ellos, dándoles el Espíritu Santo (cf. Mt 28,1; Mc 16,9.14; Lc 24,1.13; Jn 20,1.19). También la gran efusión del Espíritu en Pentecostés ocurrió un domingo, el quincuagésimo día después de la resurrección de Jesús. Por estas razones, el domingo es un día sagrado para nosotros, santificado por la celebración eucarística, la presencia viva del Señor entre nosotros y por nosotros. Por lo tanto ¡es la Misa lo que hace cristiano el domingo ! ¿Qué domingo es, para un cristiano, ese en el que falta el encuentro con el Señor?
Hay comunidades cristianas que, desgraciadamente, no pueden disfrutar de la misa todos los domingos; sin embargo, también ellas, en este día sagrado, están llamadas a recogerse en oración en el nombre del Señor, escuchando la Palabra de Dios y manteniendo vivo el deseo de la Eucaristía.
Algunas sociedades secularizadas han perdido el significado cristiano del domingo iluminado por la Eucaristía. ¡Es una pena! En estos contextos, es necesario reavivar esta conciencia, para recuperar el sentido de la fiesta, el sentido de la alegría, de la comunidad parroquial, de  la solidaridad, del reposo  que descansa el alma y el cuerpo (Catecismo cfr de la Iglesia Católica, nn. 2177-2188). De todos estos valores es maestra la Eucaristía, domingo tras domingo. Por eso el Concilio Vaticano II reiteró  que “es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo”. (Const. Sacrosanctum Concilium, 106).
La liberación dominical del trabajo no existía en los primeros siglos: es una aportación específica del cristianismo. Según la tradición bíblica, los judíos descansan el sábado, mientras que en la sociedad romana no estaba previsto  un día semanal de liberación del trabajo servil. Fue el sentido cristiano de vivir como hijos y no como esclavos, animados por la Eucaristía, lo que hizo del domingo, casi universalmente, el día de descanso.
Sin Cristo estamos condenados a ser dominados por la fatiga de la vida cotidiana, con sus preocupaciones, y del miedo al mañana. El encuentro  dominical con el Señor nos da la fuerza de vivir el presente con confianza y coraje y de avanzar con esperanza. Por eso, los cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo, en la celebración eucarística.
La comunión eucarística con Jesús, resucitado y viviente en eterno, anticipa el domingo sin ocaso, cuando ya no habrá más fatiga, ni dolor, ni dolor ni lágrimas, sino solo la alegría de vivir plenamente y para siempre con el Señor. También de este bendito reposo nos habla la misa dominical, enseñándonos, mientras fluye la semana, a confiarnos a las manos del Padre que está en el cielo.
¿Qué podemos responder a los que dicen que no hay necesidad de ir a misa, ni siquiera los domingos, porque lo importante es vivir bien, amar al prójimo? Es cierto que la calidad de la vida cristiana se mide por la capacidad de amar, como dijo Jesús: “Por esto sabrán todos que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros” (Jn 13, 35). Pero ¿cómo podemos practicar el Evangelio sin sacar la energía necesaria para hacerlo, un domingo tras otro, de la fuente inagotable de la Eucaristía? No vamos a Misa para darle algo a Dios, sino para recibir de Él lo que realmente necesitamos. Lo recuerda la oración de la Iglesia, que así se dirige a Dios: “Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación” (Misal Romano, Prefacio común IV).
En conclusión, ¿por qué ir a misa los domingos? No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a defender su valor, pero no es suficiente por sí solo. Los cristianos necesitamos participar en la misa dominical porque solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica sus mandamientos y ser así sus testigos creíbles.
© Librería Editorial Vaticano

Comentario al evangelio de hoy miércoles 13 de diciembre de 2017

Ufff…  !!!

Miércoles II de Adviento
Por: H. Rodrigo Marín,L.C.
 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/67660/ufff.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, estoy en tu presencia. Gracias por permitirme estar frente a Ti. Aumenta mi fe para que crea que Tú eres mi única esperanza. Aumenta mi esperanza para que espere siempre en tu amor. Aumenta mi amor para amarte con la certeza de la fe.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 11,28-30
En aquel tiempo, Jesús dijo: «Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿A quién le gustan los lunes? Apenas suena el despertador y comienza el ajetreo. Trabajo o escuela; jefes o profesores; tareas para la semana o proyectos para el mes; parece que el lunes fue hecho para cansarnos y fastidiarnos la vida. Llegamos a nuestra casa, después de una jornada tan agitada, nos ponemos cómodos, sentados en un sillón o tirados en la cama y dejamos escapar el tan esperado ufff… por fin se acabó el día.

  1. estar viviendo en un eterno lunes espiritual. A veces no nos va bien en el trabajo o en la escuela; nuestros jefes o profesores son injustos con nosotros y nos tratan mal; nuestro futuro no está asegurado y nos causa incertidumbre e intranquilidad y muchas cosas más que nos hacen cansar y rendir espiritualmente. Hoy Jesús nos dice: Vengan a mí todos los que estén fatigados y agobiados por la carga y yo los aliviaré.

Todos tenemos piedras en los zapatos: tribulaciones, problemas, situaciones familiares que nos agobian. Dios nuestro Señor quiere cargar con todo eso. Nos invita a acercarnos a Él y dejar correr ese suspiro que tanto anhela nuestro espíritu: ufff…por fin siento paz en el alma.
La clave para liberarnos de todas nuestras cargas nos la da el mismo Jesús: Aprendan de mí que soy manso y humilde corazón y encontrarán descanso para vuestras almas.Somos tan soberbios que no queremos dejar que nos ayuden. Sólo con la humildad podemos decir: Señor, ya no puedo más. Mira qué pesada es mi carga. ¡Ayúdame!
Pidámosle a María que nos ayude a reconocer nuestra falta de fuerzas, y que nos haga mansos y humildes, como su hijo.
Jesús manso y humilde de corazón
Haz mi corazón semejante al tuyo.

Las bienaventuranzas son el perfil de Cristo y, por tanto, lo son del cristiano. Entre ellas, quisiera destacar una: «Bienaventurados los mansos». Jesús dice de sí mismo: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón». Este es su retrato espiritual y nos descubre la riqueza de su amor. La mansedumbre es un modo de ser y de vivir que nos acerca a Jesús y nos hace estar unidos entre nosotros; logra que dejemos de lado todo aquello que nos divide y nos enfrenta, y se busquen modos siempre nuevos para avanzar en el camino de la unidad.
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de noviembre de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita al Santísimo, o una comunión espiritual donde ponga delante de Dios con humildad la carga que estoy teniendo.
Despedida
Terminemos nuestra oración con un ave María: Dios te salve María…
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 

EDD. miércoles 13 de diciembre de 2017.

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20171212
 
Miércoles de la segunda semana de Adviento
 
Libro de Isaías 40,25-31.
Dice el Santo:
«¿A quién me van a asemejar, para que yo me iguale a él?» .
Levanten los ojos a lo alto y miren: ¿quién creó todos estos seres? El que hace salir a su ejército uno por uno y los llama a todos por su nombre: ¡su vigor es tan grande, tan firme su fuerza, que no falta ni uno solo!
¿Por qué dices Jacob, y lo repites tú, Israel: «Al Señor se le oculta mi camino y mi derecho pasa desapercibido a mi Dios?»
¿No lo saber acaso? ¿Nunca lo has escuchado? El Señor es un Dios eterno, él crea los confines de la tierra; no se fatiga ni se agota, su inteligencia es inescrutable.
El fortalece al que está fatigado y acrecienta la fuerza del que no tiene vigor.
Los jóvenes se fatigan y se agotan, los muchachos tropiezan y caen.
Pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan.
 
Salmo 103(102),1-2.3-4.8.10.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.
 
Evangelio según San Mateo 11,28-30.
Jesús tomó la palabra y dijo:
«Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»
 
Comentario del Evangelio por San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia. De la vida de perfección .
 
La humildad del Hijo de Dios.
Aquel que con los ojos del corazón considera sus propios defectos debe «humillarse en verdad bajo el poder de la mano de Dios». De la misma manera, os exhorto, a vosotros que sois siervos de Dios, a humillar profundamente vuestra alma, y a despreciaros al conocer con certeza vuestros propios defectos. Pues «la humildad es una virtud, dice San Bernardo, por medio de la cual el hombre se considera vil, gracias a un exacto conocimiento de sí mismo».
Por esta humildad, nuestro Padre, el bienaventurado Francisco, se volvió vil a sus propios ojos. Amó a esta humildad y la buscó desde el principio de su vida religiosa hasta el final. Por ella, dejó al mundo, se dejó arrastrar desnudo por las calles de la ciudad, sirvió a los leprosos, confesó sus pecados en sus predicaciones y pidió que se le cubriese de oprobios.
Pero es sobre todo del Hijo de Dios que debéis aprender esta virtud. Él mismo lo dice «aprended de mí que soy manso y humilde de corazón», pues, según el bienaventurado Gregorio: «el que acumula virtudes sin humildad, tira polvo contra el viento». Al igual que el orgullo es el principio de todo pecado, del mismo modo en efecto, la humildad es el fundamento de todas las virtudes.

Virgen de Guadalupe: “De ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo”

Fuente  :   https://es.zenit.org/articles/virgen-de-guadalupe-de-ella-queremos-aprender-a-ser-iglesia-con-rostro-mestizo/

Homilía del Papa Francisco en la Eucaristía (Texto completo)

12 diciembre 2017Rosa Die AlcoleaPapa y Santa Sede

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Misa en la Festividad de la Virgen de Guadalupe © L´Osservatore Romano

(ZENIT – 12 Dic. 2017).- “La Madre de Dios es figura de la Iglesia y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle”, ha dicho el Papa Francisco.

El Santo Padre ha celebrado la Eucaristía en la Basílica Vaticana hoy, 12 de diciembre de 2017, con ocasión de la Fiesta litúrgica de la Beata Virgen María de Guadalupe.

“La Madre de Dios es figura de la Iglesia (Lumen Gentium, 63) y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie se sienta avergonzado o poca cosa”, ha señalado el Papa.

En la homilía, Francisco hace un paralelismo entre Isabel y el indio Juan Diego, dos personajes que se sintieron “poca cosa” a los ojos de la Virgen: “Así podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a María «yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme»”.

«¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?», son las palabras de Isabel, “la mujer marcada por el signo de la esterilidad, la encontramos cantando bajo el signo de la fecundidad y del asombro”, señala el Papa Francisco.

El Papa ha subrayado dos aspectos: Isabel, la mujer bajo el signo de la esterilidad y bajo el signo de la fecundidad.

En medio de esta dialéctica de fecundidad–esterilidad, el Santo Padre ha animado a mirar la riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, “ella es signo de la gran riqueza que somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente en nuestro tiempo, a defender valientemente de todo intento homogeneizador que termina imponiendo —bajo slogans atrayentes— una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a tal o cual cultura”.

RD

Publicamos a continuación la homilía que el Papa ha pronunciado en la Santa Misa:

Homilía del Papa Francisco

El Evangelio que acaba de ser proclamado es el prefacio de dos grandes cánticos: el cántico de María conocido como el «Magníficat» y el cántico de Zacarías, el «Benedictus», y me gusta llamarlo «el cántico de Isabel o de la fecundidad». Miles de cristianos a lo largo y ancho de todo el mundo comienzan el día cantando: «Bendito sea el Señor» y terminan la jornada «proclamando su grandeza porque ha mirado con bondad la pequeñez de los suyos». De esta forma, los creyentes de diversos pueblos, día a día, buscan hacer memoria; recordar que de generación en generación la misericordia de Dios se extiende sobre todo el pueblo como lo había prometido a nuestros padres. Y en este contexto de memoria agradecida brota el canto de Isabel en forma de pregunta: «¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?». A Isabel, la mujer marcada por el signo de la esterilidad, la encontramos cantando bajo el signo de la fecundidad y del asombro.

Quisiera subrayar estos dos aspectos. Isabel, la mujer bajo el signo de la esterilidad y bajo el signo de la fecundidad.

1. Isabel la mujer estéril, con todo lo que esto implicaba para la mentalidad religiosa de su época, que consideraba la esterilidad como un castigo divino fruto del propio pecado o el del esposo. Un signo de vergüenza llevado en la propia carne o por considerarse culpable de un pecado que no cometió o por sentirse poca cosa al no estar a la altura de lo que se esperaba de ella. Imaginemos, por un instante, las miradas de sus familiares, de sus vecinos, de sí misma… esterilidad que cala hondo y termina paralizando toda la vida. Esterilidad que puede tomar muchos nombres y formas cada vez que una persona siente en su carne la vergüenza al verse estigmatizada o sentirse poca cosa.

Así podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a María «yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme». Así también este sentimiento puede estar —como bien nos hacían ver los obispos Latinoamericanos— en nuestras comunidades «indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; o en muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual».

2. Y junto a Isabel, la mujer estéril, contemplamos a Isabel la mujer fecunda-asombrada. Es ella la primera en reconocer y bendecir a María. Es ella la que en la vejez experimentó en su propia vida, en su carne, el cumplimiento de la promesa hecha por Dios. La que no podía tener hijos llevó en su seno al precursor de la salvación. En ella, entendemos que el sueño de Dios no es ni será la esterilidad ni estigmatizar o llenar de vergüenza a sus hijos, sino hacer brotar en ellos y de ellos un canto de bendición. De igual manera lo vemos en Juan Diego. Fue precisamente él, y no otro, quien lleva en su tilma la imagen de la Virgen: la Virgen de piel morena y rostro mestizo, sostenida por un ángel con alas de quetzal, pelícano y guacamayo; la madre capaz de tomar los rasgos de sus hijos para hacerlos sentir parte de su bendición.

Pareciera que una y otra vez Dios se empecina en mostrarnos que la piedra que desecharon los constructores se vuelve piedra angular (cf. Sal 117,22).

Queridos hermanos, en medio de esta dialéctica de fecundidad–esterilidad miremos la riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, ella es signo de la gran riqueza que somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente en nuestro tiempo, a defender valientemente de todo intento homogeneizador que termina imponiendo —bajo slogans atrayentes— una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a tal o cual cultura. En definitiva, nuestra fecundidad nos exige defender a nuestros pueblos de una colonización ideológica que cancela lo más rico de ellos, sean indígenas, afroamericanos, mestizos, campesinos, o suburbanos.

La Madre de Dios es figura de la Iglesia (Lumen Gentium, 63) y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie se sienta avergonzado o poca cosa. Sino, al contrario, para que cada uno al igual que Isabel y Juan Diego pueda sentirse portador de una promesa, de una esperanza y pueda decir desde sus entrañas: «¡Abba!, es decir, ¡Padre!» (Ga 4,6) desde el misterio de esa filiación que, sin cancelar los rasgos de cada uno, nos universaliza constituyéndonos pueblo. Hermanos, en este clima de memoria agradecida por nuestro ser latinoamericanos, cantemos en nuestro corazón el cántico de Isabel, el canto de la fecundidad, y digámoslo junto a nuestros pueblos que no se cansan de repetirlo: Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

© Librería Editorial Vaticano

 

Comentario al evangelio de hoy martes 12 de diciembre de 2017.

Mira, ¡invoca a María!

Martes II de Adviento
Por: H. Jorge Alberto Leaños García, L.C.
 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/67635/mira-invoca-a-maria.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, vengo ante Ti en este día tan especial, en donde recordamos la aparición que cambió, y sigue cambiando, la vida de tantas personas. Ahora te pido que me des la luz y fortaleza que me haga cambiar; siempre se puede hacer una grande o pequeña conversión.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-48
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor».
Entonces dijo María: «Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hace algunos años, Dios permitió a Isabel escuchar el saludo de María. Hoy nos permite contemplar su belleza revestida del sol y las estrellas con la luna bajo sus pies, transformándose en luz durante el día y esperanza durante la noche. Si sabemos contemplar la belleza de la Virgen de Guadalupe, tal como Isabel escuchó su saludo, podremos quedar llenos del Espíritu Santo y, así, podremos decir desde el fondo de nuestro corazón: Dios te salve, María.
Aunque nosotros veamos una imagen, parece que ella nos habla con gestos, con miradas, nos calma, nos tranquiliza. Nos hace sentir su protección en medio de la prueba y la alegría.»Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, invoca a María. Si eres agitado por las ondas de la soberbia, de la murmuración, de la ambición, de la rivalidad, mira a la Estrella, invoca a María. Si la ira, la avaricia, o la impureza sacuden violentamente la navecilla de tu alma, mira la estrella, invoca a María. Si, turbado por la memoria de la grandeza de tus crímenes, confundido por la fealdad de tu conciencia, aterrado por la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumergido en la fosa de la tristeza, en los abismos de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te extraviarás si la sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara.»San Bernardo

Déjense mirar por la Virgen. Sus ojos misericordiosos son los que consideramos el mejor recipiente de la misericordia, en el sentido de poder beber en ellos esa mirada indulgente y buena de la que tenemos sed como sólo se puede tener sed de una mirada. Esos ojos misericordiosos son también los que nos hacen ver las obras de la misericordia de Dios en la historia de los hombres y descubrir a Jesús en sus rostros. En ella encontramos la tierra prometida -el reino de la misericordia instaurado por el Señor? que viene, ya en esta vida, después de cada destierro al que nos arroja el pecado. De su mano, y aferrándonos a su manto.
(Meditación de S.S. Francisco, 2 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una visita especial a la Santísima Virgen, ya sea mental o físicamente.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amen.

Santa Marta: “Dejarse consolar por el Señor en lugar de quejas y rencores”

Fuente  :  https://es.zenit.org/articles/santa-marta-dejarse-consolar-por-el-senor-en-lugar-de-quejas-y-rencores/

 Primera Lectura tomada del Profeta Isaías (Is 35, 1-10).

11 diciembre 2017Rosa Die AlcoleaPapa y Santa Sede

El Papa celebra la Misa en Santa Marta 11/12/2017 © L´ Osservatore Romano

(ZENIT – 11 Dic. 2017).- “Dejarse consolar por el Señor en lugar de preferir las quejas y los rencores”, ha aconsejado el Papa Francisco.

Esta fue la exhortación del Santo Padre en la Misa matutina celebrada esta mañana, 11 de diciembre de 2017, en la capilla de la Casa de Santa Marta, donde el Papa reflexionó sobre la Primera Lectura tomada del Profeta Isaías (Is 35, 1-10) en la que el Señor promete a su pueblo la consolación.

El Papa Francisco concluyó su homilía afirmando que el mensaje de la Liturgia del día es el de “dejarse consolar por el Señor”: “El Señor ha venido a consolarnos”, afirmó el Papa. El mismo San Ignacio “nos dice que es bueno contemplar el oficio de consolador de Cristo” ha explicado Francisco, asemejándolo al modo con que algunos amigos consuelan a los demás.

Y, después, “basta pensar en la mañana de la Resurrección en el Evangelio de Lucas –ha continuado el Papa– cuando Jesús se aparece a los apóstoles y era tanta la alegría que no podían creerlo”. Muchas veces – indicó el Santo Padre– el consuelo del Señor “nos parece una maravilla”.

“Pero no es fácil dejarse consolar; es más fácil consolar a los demás que dejarse consolar. Porque tantas veces nosotros estamos apegados a lo negativo, estamos apegados a la herida del pecado dentro de nosotros y, muchas veces, preferimos permanecer allí, solos, o sea en la cama, como aquel del Evangelio, aislados, allí, y no levantarnos. `Levántate´ es la palabra de Jesús, siempre: `Levántate´”.

“Y no es fácil” –ha señalado Francisco– porque para dejarse consolar por el Señor “debemos despojarnos de nuestros egoísmos, de aquellas cosas que son el propio tesoro, ya sea la amargura, o las quejas, o tantas cosas”, ha propuesto el Papa.

“Nos hará bien hoy, a cada uno de nosotros, hacer un examen de conciencia: ¿cómo es mi corazón? ¿Tengo alguna amargura allí? ¿Tengo alguna tristeza? ¿Cómo es mi lenguaje? ¿Es de alabanza a Dios, de belleza, o siempre de quejas? Y pedir al Señor la gracia del coraje, porque en el coraje Él viene a consolarnos. Y decir: Señor, ven a consolarnos”, ha exhortado el Pontífice.

Comentario al evangelio de hoy lunes 11 de diciembre de 2017

Si realmente crees…

Lunes II de Adviento.
Por: H. IvánYoed González Aréchiga, L.C.
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/67634/si-realmente-crees.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Cada instante es como un regalo que puedo colocar en tus manos. Cada instante es un regalo que Tú colocaste en las mías. Aquí vengo a presentártelo, Señor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 5, 17-26
Un día Jesús estaba enseñando y estaban también sentados ahí algunos fariseos y doctores de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para que hiciera curaciones.
Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de entrar, para colocarlo delante de él; pero como no encontraban por dónde meterlo a causa de la muchedumbre, subieron al techo y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla y se lo pusieron delante a Jesús. Cuando él vio la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: «Amigo mío, se te perdonan tus pecados».
Entonces los escribas y fariseos comenzaron a pensar: «¿Quién es este individuo que así blasfema? ¿Quién, sino sólo Dios, puede perdonar los pecados?». Jesús, conociendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil decir: ‘Se te perdonan tus pecados’ o ‘Levántate y anda’? Pues para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados -dijo entonces al paralítico-: Yo te lo mando: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».
El paralítico se levantó inmediatamente, en presencia de todos, tomó la camilla donde había estado tendido y se fue a su casa glorificando a Dios. Todos quedaron atónitos y daban gloria a Dios, y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto maravillas».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús vio la fe que tenían esos hombres. Miró el gesto que, más que juzgarlo de curioso o incluso como motivo de vergüenza, encontró su fuente en una fe ardiente. ¡Qué conmoción se siente cuando se observa a alguien que cree de verdad! Si alguna vez has visto rezar a alguien con verdadera fe, seguro que habrás podido experimentar cierta maravilla, asombro. Y si tu corazón aún no poseía la fe, o si tu fe era aún muy pobre, quizás al menos la duda volvió a surgir: ¿es verdad que habla con Dios?, ¿podría yo también rezar así?
Un sentimiento de maravilla semejante experimentó Jesús en su corazón. Dios es Padre y es muy cercano a cada uno de sus hijos. No le importa si su hijo o hija son orgullosos o temerosos. No le importa si su hijo o hija sienten desconfianza en Él. No le importa ni siquiera si ellos se sienten o están lejos de Él. No le importa nada sino solamente yo. Vive cerca de mis deseos, de mis ilusiones, de mis pensamientos, de mis sentimientos. Vive cerca de cada acto que realizo y lo experimenta en su corazón. Vive cerca de mí.
Aquél día su corazón vibró cuando miró en el corazón de aquellos hombres. Hoy vibra cuando mira en el mío. Quiere hacerme feliz. Quiere enseñarme a creer en Él. ¿Qué quiero decirte yo, Señor?

El Señor «primero» nos invita, después, nos ayuda. Y usa la palabra «venid», o la misma palabra que dijo al paralítico: Ven, levántate, toma tu camilla y vete. Ven. La misma palabra que dijo a la hija de Jairo, la misma palabra que dijo al hijo de la viuda en la puerta de Naín: ven. Dios siempre invita a levantarse, pero siempre nos da la mano para ir. Y lo hace con la característica de la humildad.
(Homilía de S.S. Francisco, 14 de marzo de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré reflexionar lo meditado en mi corazón para concretar un propósito que me lleve a crecer en mi fe y amor a Dios y a los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 
 

EDD. lunes 11 de diciembre de 2017.

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20171209
 
Lunes de la segunda semana de Adviento
 
Libro de Isaías 35,1-10.
¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa!
¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes;
digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!».
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos;
entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa;
el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.
Allí habrá una senda y un camino que se llamará «Camino santo». No lo recorrerá ningún impuro ni los necios vagarán por él;
no habrá allí ningún león ni penetrarán en él las fieras salvajes. Por allí caminarán los redimidos,
volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán.
 
Salmo 85(84),9ab-10.11-12.13-14.
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz,
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra.
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos.
 
Evangelio según San Lucas 5,17-26.
Un día, mientras Jesús enseñaba, había entre los presentes algunos fariseos y doctores de la Ley, llegados de todas las regiones de Galilea, de Judea y de Jerusalén. La fuerza del Señor le daba poder para curar.
Llegaron entonces unas personas transportando a un paralítico sobre una camilla y buscaban el modo de entrar, para llevarlo ante Jesús.
Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús.
Al ver su fe, Jesús le dijo: «Hombre, tus pecados te son perdonados».
Los escribas y los fariseos comenzaron a preguntarse: «¿Quién es este que blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?».
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: «¿Qué es lo que están pensando?
¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados están perdonados’, o ‘Levántate y camina’?.
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa».
Inmediatamente se levantó a la vista de todos, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios.
Todos quedaron llenos de asombro y glorificaban a Dios, diciendo con gran temor: «Hoy hemos visto cosas maravillosas».
 
Comentario del Evangelio por San Gregorio de Agrigento (c. 559-c. 594), obispo. Sobre el Eclesiástico, libro 10,2; PG 98, 1138.
«¡Hoy hemos visto cosas extraordinarias!»
Dulce es la luz, y qué bueno es contemplar el sol con los ojos de la carne…; por eso ya dijo Moisés: «Y Dios vio la luz, y dijo que era buena» (Gen 1,4)…
Cuán bueno es pensar en la grande, verdadera e indefectible luz «que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9), es decir, Cristo, el Salvador y libertador del mundo. Después de haberse desvelado a los ojos de los profetas, se ha hecho hombre y ha penetrado hasta las profundidades más hondas de la condición humana. Es de él que habla el profeta David: «Cantad a Dios , tocad en su honor, alfombrad el camino del que avanza por el desierto; su nombre es el Señor: alegraos en su presencia» (Sl 67, 5.6). Y también Isaías, con su potente voz: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló» (Is 9,1)…
Así pues, la luz del sol vista por nuestros ojos de carne anuncia al Sol espiritual de justicia (Ml 3,20), el más bello de cuantos se han levantado para aquellos que han tenido el gozo de ser instruidos por él y de mirarle con sus ojos de carne, mientras vivía entre los hombres como un hombre cualquiera. Y, sin embargo, él no era un hombre cualquiera, puesto que había nacido verdadero Dios, capaz de devolver la vista a los ciegos, de hacer caminar a los tullidos, de hacer oír a los sordos, de purificar a los leprosos y, con una sola palabra, devolver a los muertos, la vida. (Lc 7,22).

Ángelus: Hablar con dulzura, para preparar la venida de Cristo dulce y humilde de corazón

Fuente :  https://es.zenit.org/articles/angelus-hablar-con-dulzura-para-preparar-la-venida-de-cristo-dulce-y-humilde-de-corazon/
“El Salvador es capaz de transformar nuestra vida por la fuerza del amor”
10 diciembre 2017Anita BourdinAngelus y Regina Caeli, Papa Francisco

Ángelus 10/12/2017 Captura pantalla CTV
(ZENIT – 10 dic. 2017).- “El Salvador que estamos esperando es capaz de transformar nuestras vidas, con la fuerza del Espíritu Santo, por la fuerza del amor”, dice el Papa Francisco, que invita a la dulzura y a la humildad, en la preparación para la Navidad.
El Papa ha comentado las lecturas de la misa del día, antes del Ángelus del mediodía, en la Plaza San Pedro, este domingo 10 de diciembre de 2017, segundo domingo de Adviento.
“El Espíritu Santo difunde el amor de Dios en los corazones, fuente inagotable de purificación, de vida nueva y de libertad”, añadió el Papa.
“Ha invitado a quitar los obstáculos” a la venida de Cristo: a la falta de oración, orando más intensamente, a la falta de caridad, estando más atentos a las necesidades – materiales y espirituales – de los más necesitados, a la falta de humildad, ejerciendo la dulzura, especialmente en la manera de hablar, para “preparar la venida del Salvador que es dulce y humilde de corazón”.
Esta es la traducción de las palabras pronunciadas, en italiano, antes de la oración del Ángelus
Alocución del Papa Francisco antes del Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El domingo pasado, comenzamos el Adviento con la invitación de vigilar. Hoy segundo domingo de este tiempo de preparación para la Navidad, la liturgia nos indica contenidos específicos, es un tiempo para reconocer los caminos que colmen nuestras vidas, suavizar las asperezas del orgullo y hacer espacio a Jesús que viene. El profeta Isaías se dirige al pueblo anunciando el fin del exilio en Babilonia y el retorno a Jerusalén. Profetiza: “Una voz grita: `en el desierto, preparad el camino al Señor`[…]. Que todo valle sea elevado”(40,3). Los valles elevados representan todos los vacíos de nuestro comportamiento delante de Dios, todos nuestros pecados de omisión.
Un vacío de nuestra vida puede ser el hecho de que no oremos o de que oremos poco. Entonces el adviento es el momento favorable para orar más intensamente, para reservar a la vida espiritual el lugar importante que le corresponde.
Otro vacío podría ser la falta de caridad hacía el prójimo, sobre todo hacia las personas que más necesidad tienen de ayuda, no solamente material, sino también espiritual. Estamos llamados a estar más atentos a las necesidades de los otros, de los más cercanos.
Como Juan Bautista, de esta manera podemos abrir caminos de esperanza en el desierto de los corazones áridos de tantas personas.
“Que todo monte y cerro sea rebajado” (v.4), exhorta Isaías. Las montañas y las colinas que deben de estar rebajadas son el orgullo, la soberbia, la dominación, allá donde hay orgullo, dominación y soberbia, el Señor no puede entrar porque este corazón está lleno de orgullo, de dominación, de soberbia, debemos abajar este orgullo.
Debemos asumir actitudes de dulzura y de humildad, sin grandezas: escuchar hablar con dulzura, y así preparar la venida del Salvador que es dulce y humilde de corazón (Mt. 11-29).
Y después se nos pide eliminar todos los obstáculos que ponemos en nuestra unión con el Señor “Vuélvase lo escabroso llano y las cimas en amplios valles!, entonces se revelará la Gloria del Señor, dice Isaías, y todos los hombres juntos la verán. (Is 40, 4-5). Pero estas acciones deben estar hechas con alegría, porque se enfocan a la preparación de llegada de Jesús. Cuando nosotros esperamos en casa la visita de una persona querida, nosotros preparamos todo con mucho cuidado y felicidad. De la misma manera queremos prepararnos para la venida del Señor: esperarlo cada día con solicitud, para ser llenos de su gracia cuando venga.
El Salvador que estamos esperando es capaz de transformar nuestra vida por la fuerza del Espíritu Santo, por la fuerza del amor. El Espíritu Santo difunde el amor de Dios en los corazones, una fuente inagotable de purificación, vida nueva y libertad.
La Virgen María ha vivido esta realidad en plenitud dejándose “guiar” en el Espíritu Santo que la ha inundado de su poder. Que ella, que ha preparado la venida de Cristo por la totalidad de su existencia, nos ayude a seguir su ejemplo y que guie nuestros pasos al encuentro del Señor que viene.
Angelus Domini nuntiavit Mariae…
© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo
 
 
 
 

Comentario al evangelio de hoy sábado 09 de diciembre de 2017.

Ante el llamado… una respuesta

Sábado I de Adviento.
Por: H. Jesús Salazar Brenes, L.C.
 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/67617/ante-el-llamado-una-respuesta.html
 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a descubrir qué pides de mí y dame un corazón generoso para ser dócil a tu voluntad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 9,35-10,1.6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: «Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Si Jesús recorriera nuestras ciudades, pueblos o lugares de habitación, tal como lo hizo en Galilea, ¿qué vería? El Evangelio nos muestra que vio rostros cansados, gente arrutinada y acostumbrada a que su vida fuese igual siempre, vio gente que quizá había escuchado de Dios, pero no se había dado la oportunidad de conocer a Dios.
Jesús hoy quiere mirarnos con compasión y ternura, él desea hacernos las personas más felices, desea ser nuestro pastor.
No obstante, Jesús toma una solución muy concreta; pide a la gente que ore para que haya más obreros en la mies, llama a cada uno de esos hombres y mujeres por su nombre y los envía como sus misioneros.
Es probable que pensemos que pedir obreros para la mies es orar por las vocaciones, y aunque sí debemos pedírselo al Señor, no sólo las personas consagradas reciben un llamado de Dios para ser misioneros. Hoy mismo nosotros podemos ser la persona que Dios tiene en mente para que su alegría llegue a tanta gente arrutinada «como ovejas sin pastor». Esas ovejas son la gente que vemos todos los días… ¿Qué le vamos a responder al Señor que nos llama? El Señor nos ha dado bendiciones a manos llenas… ¡Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis!
Añado una palabra que no quisiera que fuese retórica, por favor: ¡ánimo! No significa paciencia, resígnense. No, no, no significa esto. Sino al contrario, significa: osen, sean valientes, ¡vayan adelante! ¡Sean creativos! ¡Sean artesanos todos los días, artesanos del futuro! Con la fuerza de aquella esperanza que nos da el Señor que jamás defrauda, pero que también necesita de nuestro trabajo. Por esto rezo y los acompaño con todo mi corazón. El Señor los bendiga a todos y que la Virgen los proteja.
(Homilía de S.S. Francisco, 21 de junio de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy intentaré ser misionero con mi ejemplo de vida y oraré por las vocaciones.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.