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EDD. lunes 18 de septiembre de 2017.

Fuente : http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20170918
 
Lunes de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario
Primera Carta de San Pablo a Timoteo 2,1-8.
Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres,
por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna.
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador,
porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también,
que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Este es el testimonio que él dio a su debido tiempo,
y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera fe. Digo la verdad, y no miento.
Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones.
 
Salmo 28(27),2.7.8-9.
Oye la voz de mi plegaria,
cuando clamo hacia ti,
cuando elevo mis manos hacia tu Santuario.
el Señor es mi fuerza y mi escudo,
mi corazón confía en él.
Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda:
por eso le daré gracias con mi canto.
El Señor es la fuerza de su pueblo,
el baluarte de salvación para su Ungido.
Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia;
apaciéntalos y sé su guía para siempre
 
Evangelio según San Lucas 7,1-10.
Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho.
Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.
Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor,
porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga».
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa;
por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: ‘Ve’, él va; y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘¡Tienes que hacer esto!’, él lo hace».
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe».
Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
 
 
Comentario del Evangelio por  San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia Sermón 62
«Señor, yo no soy digno»
En la lectura del evangelio que acabamos de escuchar vemos cómo Jesús alaba nuestra fe juntamente con la humildad. Cuando ha prometido ir a curar al criado del centurión, éste ha contestado: «Señor, no te molestes; yo no soy quién para que entres bajo mi techo; dilo de palabra y mi criado quedará sano». Reconociéndose indigno, se muestra no sólo digno de que Cristo entre en su casa, sino también en su corazón…
Porque no habría sido ninguna dicha si el Señor hubiera entrado en su casa y no hubiera entrado también en su corazón. En efecto, Cristo, Maestro en humildad por su ejemplo y sus palabras, se sentó a la mesa en  casa de un fariseo orgulloso, llamado Simón (Lc 7,36s). Pero por mucho que estuviera en su mesa, no estaba en su corazón: allí «el Hijo del Hombre no tuvo donde reclinar su cabeza» (Lc 9,58). Aquí, ocurre lo contrario: no entra en la casa del centurión, pero posee su corazón…
Es pues la fe unida a la humildad lo que el Señor alaba en el centurión. Cuando éste dice: «Señor, no te molestes; yo no soy quién para que entres bajo mi techo», el Señor responde: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe»… El Señor vino primero, según la carne, al pueblo de Israel para buscar primero en ese pueblo su oveja perdida cf Lc 15,4)… Los demás, en tanto que hombres, no podemos conocer la medida de la fe de los hombres. Sólo él que ve el fondo del corazón, él a quien nadie engaña, que ha conocido lo que era el corazón de ese hombre al escuchar su palabra llena de humildad, y, a cambio, le dio una palabra que cura.
 
 
©Evangelizo.org 2001-2017
 

Ángelus: “Abrirse a la posibilidad de perdonar”

Fuente  :  https://es.zenit.org/articles/angelus-abrirse-a-la-posibilidad-de-perdonar/
Ser perdonado genera alegría, paz y libertad interior (traducción completa)
17 septiembre 2017Raquel AnilloAngelus y Regina Caeli, El papa Francisco
(ZENIT- Ciudad del Vaticano 17 de septiembre de 2017). – “Quien ha tenido la experiencia de la alegría, de la paz y de la libertad interior que viene del hecho de ser perdonado puede abrirse a la posibilidad de perdonar también”: el Papa Francisco ha consagrado su alocución antes del ángelus de este domingo 17 de septiembre de 2017, en la plaza San Pedro al evangelio del perdón de este domingo.
“Siempre debes perdonar ”, explica el Papa señalando que Dios perdona siempre. Concluye :” Que la Virgen María nos ayude a ser siempre más conscientes de la gratuidad y de la grandeza del perdón recibido de Dios, para ser misericordiosos como él, Padre bueno, lento a la cólera y grande en amor”.
Esta es nuestra traducción de las palabras del Papa antes y después del ángelus, que ha presidido en presencia de unos 30.000 visitantes.
AB/RA
Palabras del Papa Francisco antes del ángelus.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El pasaje del evangelio de este domingo (Cf. Mt 18,21-25) nos ofrece una enseñanza sobre el perdón, que no niega el mal hecho, pero reconoce que el ser humano, creado a imagen de Dios, es siempre más grande que el mal que comete.
San Pedro le pregunta a Jesús: “Si mi hermano comete faltas contra mí, cuantas veces debería perdonar?. Hasta siete veces?” (v. 21). A Pedro le parece mucho perdonar siete veces a una misma persona; y a nosotros nos puede parecer mucho hacerlo dos veces. Pero Jesús responde: “No te digo siete veces, sino hasta 70 veces siete” (v. 22), lo que quiere decir siempre: tu debes perdonar siempre.
Y lo confirma contando la parábola del rey misericordioso y del servidor sin piedad, en la cual muestra la incoherencia de aquel que había sido perdonado primero y rechaza el perdonar.
El rey de la parábola es un hombre generoso que, tiene compasión perdona una deuda enorme-“diez mil talentos” enorme- a un servidor que le suplica. Pero ese mismo servidor, cuando encuentra a otro servidor como él que le debe cien denarios-es decir, mucho menos, se comporta sin piedad, haciéndole meter en prisión. El comportamiento incoherente de este siervo es también el nuestro cuando rechazamos el perdón a nuestros hermanos. Mientras que el rey de la parábola es la imagen de Dios que nos ama con un amor rico en misericordia que nos acoge, nos: ama y nos perdona continuamente.
Desde nuestro bautismo, Dios nos ha perdonado, y nos perdona una deuda insolvente: el pecado original. Entonces con misericordia ilimitada, Él nos perdona todas las faltas tan pronto como mostramos solo un pequeño signo de arrepentimiento. Dios es así: misericordioso.
Cuando estamos tentados a cerrar nuestros corazones a los que nos han ofendido y ofrecemos excusas, recordemos las palabras del Padre Celestial al siervo despiadado: “Te he perdonado esta deuda porque me lo has pedido. No deberías tener tú también piedad de tu compañero, como yo la he tenido de ti?”(vs. 32-33). Quien ha tenido la experiencia de la alegría, de la paz y de la libertad interior que viene del hecho de haber sido perdonado puede abrirse a la posibilidad de perdonar él también.
En la oración del Padre Nuestro, Jesús ha querido la misma enseñanza que la de esta parábola. Ha puesto en relación directa el perdón que pedimos a Dios con el perdón que debemos conceder a nuestros hermanos: “perdonemos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6,12). El perdón de Dios es el signo de su amor desbordante para cada uno de nosotros; es el amor el que nos deja libres de alejarnos, como el hijo pródigo, pero que espera cada día nuestro retorno; es el amor cuidadoso del pastor por la oveja perdida; es la ternura que acoge a todo pecador que llama a su puerta. El Padre celestial-nuestro Padre – está lleno, lleno, de amor y nos lo quiere ofrecer, pero no puede hacerlo si cerramos nuestro corazón al amor de los otros.
Que la Virgen María nos ayude a ser más conscientes cada día de la gratuidad y de la grandeza del perdón recibido de Dios, para ser misericordiosos como él, Padre bueno, lento a la cólera y grande en amor.
Después del ángelus
Queridos hermanos y hermanas, Os saludo a cada uno de vosotros con afecto, Romanos y peregrinos venidos de diferentes países: familias, grupos parroquiales, asociaciones.
Saludo a los fieles de La Plata (Argentina), a los oficiales de la Escuela militar de Colombia y a los catequistas de Rho.
Saludo a los participantes de la carrera a pie Vía Pacis, que ha pasado por los lugares de culto de diferentes confesiones religiosas presentes en Roma. Deseo que esta iniciativa cultural y deportiva pueda favorecer el diálogo, la convivencia y la paz.
Saludo a los numerosos jóvenes venidos de Loreto acompañados por hermanos capuchinos, que han comenzado hoy una jornada de reflexión y de meditación: nos aportáis el “perfume” del santuario de la Santa Casa, gracias!.
Saludo también a los voluntarios Pro Loco y a los caminantes que comienzan hoy el relevo de Asís. Buena ruta!
Os deseo a todos un buen domingo. Y por favor, no os olvidéis de orar por mi. Buena suerte y adiós!.
© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo
 
 

Comentario al evangelio de hoy sábado 16 de septiembre de 2017

El árbol de mi vida y Jesús el jardinero.

Sábado XXIII del tiempo ordinario
Por: H. Balam Loza, L.C.
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/66763/el-arbol-de-mi-vida-y-jesus-el-jardinero.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, creo firmemente en Ti y te amo con todo mi corazón. Hoy paro por un momento de todos los quehaceres y quiero, como niño, contemplar el gran amor que me tienes. Quiero gozar por un instante de tu amor. ¡Qué gracia tan maravillosa poder estar aquí, contigo!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos.
El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón; y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón.
¿Por qué me dicen «Señor, Señor», y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda, para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente construida.
Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que construyó su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, hoy te quiero contar algo que me pasó hace algunos días y que leyendo el Evangelio que me presentas, me ayudan a reflexionar. He aquí que hablando con un antiguo profesor mío, en un momento le dije que yo era un niño en comparación con él. El profesor se puso muy serio y me dijo: «usted ya no es un niño pues ha crecido y madurado».
Esto me hizo pensar en la vida. Yo puedo pensar que sigo siendo el mismo de hace dos, tres, cuatro años… pero en realidad el árbol de mi vida ha crecido y se ha consolidado. Veo que mis hermanos y amigos han ido abriéndose nuevos caminos y yo, a mi tiempo, he hecho lo mismo. En fin, que como diría mi querido profesor, yo ya no soy el niño de cuando tenía diez años. Soy un hombre.
Y, justamente, las palabras que me dices hoy dan luz a estas reflexiones. Mi vida no es para mí, mi vida es para otros, es para dar fruto. Veo que si bien he crecido aún tengo mucho que crecer y mucho para dar. A veces no sé qué es lo que tengo que hacer ni cuál es la mejor vía para caminar. Te pido, Jesús, que me ilumines en cada momento para que sepa caminar siempre por el recto camino. Quiero hacer tu voluntad, quiero escuchar tu palabra y ponerla en práctica. Tú eres el jardinero que sabes cómo cultivar el árbol de mi vida.

Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a nuestros hermanos, a partir de los más pobres y sufridores, como él lo ha hecho, y amarlos con su corazón y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz. Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid, y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos de este pertenencia común a Cristo y a su Iglesia.
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de mayo de 2015).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, rezaré el rosario para poner en manos de María este árbol de mi vida, y para pedir por todos mis familiares, amigos y conocidos para que edifiquen su vida en los cimientos de tu palabra.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 

EDD. sábado 16 de septiembre de 2017

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20170915
 
Sábado de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario
Primera Carta de San Pablo a Timoteo 1,15-17.
Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos.
Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la Vida eterna.
¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Salmo 113(112),1-2.3-4.5a.6-7.
Alaben, servidores del Señor,
alaben el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
desde ahora y para siempre.
Desde la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre del Señor.
El Señor está sobre todas las naciones,
su gloria se eleva sobre el cielo.
¿Quién es como el Señor, nuestro Dios,
y se inclina para contemplar
el cielo y la tierra?
El levanta del polvo al desvalido,
alza al pobre de su miseria.
Evangelio según San Lucas 6,43-49.
Jesús decía a sus discipulos:
«No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos:
cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.
¿Por qué ustedes me llaman: ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que les digo?
Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica.
Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.
En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.»
 
Comentario del Evangelio por Santa Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad. No hay amor más grande.
« Cada árbol se reconoce por sus frutos »
Si una cosa hay que siempre nos asegurará el Cielo, son los actos de caridad y de generosidad con los que habremos llenado nuestra existencia. ¿Acaso sabremos jamás cuál es el bien que nos puede acarrear una simple sonrisa? Proclamamos como Dios acoge, comprende, perdona. Pero, ¿acaso somos nosotros la prueba viviente de ello? ¿Ven en nuestras vidas que esta acogida, esta comprensión, este perdón, son verdaderos? Seamos sinceros en nuestras mutuas relaciones; tengamos el valor de acogernos unos a otros tal como somos. No estemos sorprendidos o preocupados por nuestros fracasos ni por los de los demás; sino que procuremos antes ver el bien que hay en cada uno de nosotros; busquémosle, porque cada uno de nosotros ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.
No olvidemos que todavía no somos santos, sino que nos esforzamos para llegar a serlo. Seamos, pues, extremadamente pacientes en lo que se refiere a nuestras faltas y caídas. No te sirvas de tu lengua si no es para hablar bien de los otros, «porque de la abundancia del corazón, habla la boca ». Es preciso que, aquellos cuya misión es dar tengamos alguna cosa en el corazón antes de poder dar; debemos primero, crecer en el conocimiento de Dios.

Homilía para la Eucaristía del Domingo 17 de Septiembre de 2017

Hermanos, tengan todos ustedes unas felices Fiestas Patrias. Un abrazo cordial a todos. Hermano Pastor.

DOMINGO XXIV.

Eclesiástico 27,30-28,3: texto sapiencial que viene a abolir la ley del Talión. El rencor y la ira son patrimonio del pecador. La Sabiduría es propiedad del sabio. El perdón al prójimo condiciona el perdón de Dios hacia nosotros.

Mateo 18, 21-35: final del discurso de Jesús sobre la comunidad: el perdón. Marco de referencia es la pregunta de Pedro y la respuesta de Jesús. Pedro cree ser generoso al proponer el perdón hasta siete veces; los judíos perdonaban hasta tres veces. Pero Jesús está en otra. Hay que perdonar siempre. La parábola es elocuente: la deuda perdonada es exorbitante: diez mil talentos = sesenta millones de denarios. Un denario era la paga de un día. Lo exagerado de la cifra indica la calidad del perdón y lo miserable que es el hombre sin Dios.

1.- Mañana será el segundo “Te Deum”, el de los católicos y otras religiones. Pienso que la Palabra de Dios es el mejor mensaje para nuestra sociedad, porque nos está diciendo cómo debemos vivir en la comunidad nacional para tener una sana convivencia.

La Palabra de Dios nos habla del verdadero perdón, de ese perdón que sana, que borra las heridas. Claro que para ello es necesario saber perdonar. La vara que nos pone el Señor es muy alta, porque tenemos que perdonar nuestras deudas. Todos somos deudores. Tenemos una deuda con Dios; es infinita, imposible de pagar. Pero Dios canceló esta deuda. Dice san Pablo: “Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados…pero Cristo los hizo revivir con El, perdonando todas nuestras faltas. El canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz”. (Colosenses 2,13-14).

2.- Pero si volvemos a la Parábola, nos daremos cuenta que el deudor estaba consciente de la deuda contraída. Y eso es lo difícil, reconocer que hay una deuda, no importa si es grande o pequeña. Chile es un país de endeudados. Deudas económicas que agobian a tanta gente, y una tremenda deuda histórica, por no decir varias deudas históricas. Y como no se reconocen estas deudas las heridas siguen abiertas y hay odios, rencores y sed de venganza. Consecuencia de todo esto, tenemos una sociedad enferma. El patrimonio más alto que tiene nuestra sociedad es el rencor y la ira. Y como dice el libro del Eclesiástico, el rencor y la ira son patrimonio del pecador. Por eso vivimos en una sociedad enferma, que no sabe, ni quiere perdonar. Hay una sed de venganza que va creciendo. Sed de venganza en los pueblos originarios, sed de venganza en los que han sido víctima de la represión, sed de venganza en los que, por no tener tolerancia, condenan al que piensa distinto.

3.- El Señor nos dice que debemos saber perdonar. Y para perdonar de verdad hay que superar el rencor y la venganza. El rencor es como la gangrena de una herida. Toda herida duele, pero se debe curar la herida para que sane. Y mejor medicina es el “perdón de corazón al hermano”, dice el evangelio de hoy. Sin este “perdón de corazón” la herida no sana, no cicatriza, se infecta.

Es imperativo, entonces,  perdonar para sanar. Además que es la condición básica para ser perdonados por Dios. Lo que nos está insinuando la Palabra es el perdón permanente, crear un clima de perdón.

No es perdón de corazón el darle vueltas en la cabeza a la ofensa, el pasarse rollos; eso alimenta el rencor que engendra el odio. Nos conviene perdonar de corazón, es decir, desde el fondo de nuestro ser y no sólo de palabra.

4.- Si el domingo pasado la Palabra nos exhortaba a cuidar al hermano por medio de la corrección fraterna, hoy nos llama a ser misericordiosos. Nuestra vida debe estar guiada por la misericordia y el perdón. Necesitamos que el Espíritu Santo nos energice, nos capacite para saber perdonar de corazón. Necesitamos del Espíritu Santo para superar barreras casi insuperables de odio y de rencor.

En cada eucaristía está presente este Amor divino. Que El sea quien nos ayude para ser instrumentos de reconciliación, amor y paz. Sin esta vivencia del amor no hablemos ni de progreso, ni de avance; todavía somos retrógrados. Y eso no lo quiere Dios y tampoco nosotros.

           Hermano Pastor Salvo Beas.

Comentario al evangelio de hoy viernes 15 de septiembre de 2017

Ahí tienes a tu madre.
Solemnidades y Fiestas

María, Nuestra Señora de los Dolores, fiel como siempre, a los pies de la cruz.
Por: P . Clemente González
 
Fuente: Catholic.net 

Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Oración
Dios mío, ¡qué gran misterio de amor me propones hoy para mi meditación! A pesar de que una espada atravesó el corazón de tu Madre Santísima, ella siempre se mantuvo firme en la fe y con gran amor hoy me acoge, me ama y me enseña las virtudes que me pueden llevar a la santidad.
Petición
María, intercede por mí para que pueda hacer una buena oración.
Meditación del Papa Francisco
 
Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: “He ahí a tu madre”. Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.

La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios! (Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).
Reflexión
Cuando Dios había decidido venir a la tierra había pensado ya desde toda la eternidad en encarnarse por medio de la criatura más bella jamás creada. Su madre habría de ser la más hermosa de entre las hijas de esta tierra de dolor, embellecida con la altísima dignidad de su pureza inmaculada y virginal. Y así fue. Todos conocemos la grandeza de María.
Pero María no fue obligada a recibir al Hijo del Altísimo. Ella quiso libremente cooperar. Y sabía, además, que el precio del amor habría de ser muy caro. “Una espada de dolor atravesará tu alma” le profetizó el viejo Simeón. Pero, ¡cómo no dejar que el Verbo de Dios se entrañara en ella! Lo concibió, lo portó en su vientre, lo dio a luz en un pobre pesebre, lo cargó en sus brazos de huida a Egipto, lo educó con esmero en Nazaret, lo vio partir con lágrimas en los ojos a los 33 años, lo siguió silenciosa, como fue su vida, en su predicación apostólica…
Lo seguiría incondicionalmente. No se había arrepentido de haber dicho al ángel en la Anunciación: “Hágase”. A pesar de los sufrimientos que habría de padecer. ¡Pero si el amor es donación total al amado! Ahora allí, fiel como siempre, a los pies de la cruz, dejaba que la espada de dolor le desencarnara el corazón tan sensible, tan puro de ella, su madre. A Jesús debieron estremecérsele todas las entrañas de ver a su Purísima Madre, tan delicada como la más bella rosa, con sus ojos desencajados de dolor. Los dos más inocentes de esta tierra. Aquella única inocente, a la que no cargaba sus pecados. La Virgen de los Dolores. La Corredentora.
Ella nos enseña la gallardía con que el cristiano debe sobrellevar el dolor. El dolor no es ya un maldito hijo del pecado que nos atormenta tontamente; es el precio del amor a los demás. No es el castigo de un Dios que se regocija en hacer sufrir a sus criaturas, es el momento en que podemos ofrecer ese dolor por el bien espiritual de los demás, es la experiencia de la corredención, como María. Ella miró la cruz y a su Hijo y ofreció su dolor por todos nosotros.
¿No podríamos hacer también lo mismo cuando sufrimos? Mirar la cruz. Salvar almas. La diferencia con Nuestra Madre es que en esa cruz el sufrir de nuestra vida está cargado en las carnes del Hijo de Dios. Él sufrió por nuestros pecados. Él nos redimió sufriendo. Ella simplemente miró y ayudó a su Hijo a redimirnos.
Propósito
En este día rezar a la Virgen Dolorosa para que interceda por nosotros en los mometos de enfermedad y sufrimiento y encomendar a su cuidado a los enfermos o personas que sufren que están cerca de nosotros.
Diálogo con Cristo
Jesús, aunque experimente dificultades y problemas, situaciones de sufrimiento y dolor, momentos difíciles de comprender y de aceptar, siguiendo el ejemplo de María, tengo la seguridad que todo tendrá una razón y un sentido. Sin embargo soy débil para ofrecerte que quiero ser purificado en el dolor… simplemente sé y confío en que me darás lo que necesito para entrar un día en el cielo, ¡gracias Padre mío!

EDD. viernes 15 de septiembre de 2017

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20170914
 
Memoria de Nuestra Señora de los Dolores
Carta a los Hebreos 5,7-9.
Hermanos:
Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,
Salmo 31(30),2-3a.3bc-4.5-6.15-16.20.
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Sé para mí una roca protectora,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.
 
Evangelio según San Juan 19,25-27.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».
Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
 
Comentario del Evangelio por Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense. 4º sermón para la Asunción.
 
«Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa»
Cuando Jesús se puso a recorrer pueblos y ciudades para anunciar la Buena Nueva (Mt 9,35), María le acompañó, inseparablemente unida a sus pasos, pendiente de sus labios desde que abría la boca para enseñar. Hasta tal punto que ni la tempestad de la persecución ni el horror del suplicio no consiguieron que dejara de acompañar a su Hijo, ni la enseñanza de su Maestro. «Junto a la cruz de Jesús, estaba María, su madre». Verdaderamente es madre la que no abandonó a su hijo ni tan sólo en los terrores de la muerte. ¿Cómo podía horrorizarse por la muerte, ella cuyo «amor era fuerte como la muerte» (Ct 8,6) e incluso más fuerte que la muerte? Sí, se mantenía de pie junto a la cruz de Jesús y el dolor de esta cruz le crucificaba su corazón; todas las llagas que veía herían al cuerpo de su Hijo eran otras tantas espadas que le laceraban su alma (Lc 2,35). Es justo pues, que allí fuera proclamada Madre y que un protector bien escogido fuera designado para cuidar de ella, porque es ahí, sobre todo, que se manifiesta el amor perfecto de la madre con respecto al Hijo y la verdadera humanidad que el Hijo había recibido de su madre…
Jesús «habiéndola amado, la amó hasta el fin» (Jn 13,1). No tan solo ha sido para ella el fin de su vida sino sus últimas palabras: por así decir, acabando de dictar su testamento, Jesús confió el  cuidado de su madre a su más querido heredero… Pedro, por su parte, recibió la Iglesia, y Juan, a María. Esta parte le era concedida a Juan como un signo del amor privilegiado del que fue objeto, pero también a causa de su castidad… Porque convenía que nadie más sino el discípulo amado de su Hijo, prestara este servicio a la madre del Señor… Y por esta disposición providencial, el futuro evangelista pudo conversar familiarmente de todo con aquella que lo sabía todo, ella que, desde el principio, había observado atentamente todo lo referente a su Hijo, y que «conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19).

Comentario al evangelio de hoy jueves 14 de septiembre de 2017

Con la medida con que midan, se les medirá.
Tiempo Ordinario

Ir sobre el camino de Jesús, que es el amor; ser misericordiosos como el Padre es misericordioso.
Por: María Cruz
 
Fuente: Catholic.net 

Del santo Evangelio según san Lucas 6, 27-36
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquéllos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquéllos que los aman.
Si hacen el bien a aquéllos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquéllos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
Oración introductoria
Gracias, Señor, porque conoces mi debilidad y aún así me llamas a la santidad. Te suplico que mi oración me llene de confianza, no en mi esfuerzo o virtud, sino en tu inmensa misericordia, en tu compasión para conmigo y en tu gracia que hace que todo sea posible.
Petición
Señor, ayúdame a no defraudarte y a corresponderte buscando la perfección en mi amor, hoy más que ayer.
Meditación del Papa
Es darse a sí mismo, dar el corazón, precisamente a los que no nos quieren, que nos hacen mal, a los enemigos. Esta es la novedad del Evangelio. Jesús nos muestra que no hay mérito en amar a quien nos ama, porque eso también lo hacen los pecadores. Los cristianos, sin embargo, estamos llamados a amar a nuestros enemigos. Hacer el bien y prestar sin esperar nada a cambio, sin intereses y la recompensa será grande. El Evangelio es una novedad. Una novedad difícil de llevar adelante. Pero significa ir detrás de Jesús.Y podríamos decir: ‘¡Pero, yo… yo no creo que sea capaz de hacerlo!’ – ‘Si no lo crees, es tu problema, pero el camino cristiano es este. Este es el camino que Jesús nos enseña.  ‘¿Y qué debo esperar?’ Ir sobre el camino de Jesús, que es la misericordia; ser misericordiosos como el Padre es misericordioso. Solamente con un corazón misericordioso podremos hacer todo aquello que el Señor nos aconseja. Hasta el final. La vida cristiana no es una vida auto referencial; es una vida que sale de sí misma para darse a los otros. Es un don, es amor, y el amor no vuelve sobre sí mismo, no es egoísta: se da. (Cf Homilía de S.S. Francisco,  11 de septiembre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
En nuestra sociedad, amamos a los que nos aman; hacemos el bien a quienes nos lo hacen y prestamos a quienes sabemos nos lo van a devolver. Una conducta muy razonada, que no compromete en nada. Pero obrando así, ¿qué es lo que nos distingue de los que no tienen fe?. Al cristiano se le pide un «plus» en su vida: amar al prójimo, hacer el bien y prestar sin esperar recompensa, pues eso es lo que hace Dios con nosotros, que nos ama primero para que nosotros le amemos.
Tenemos que adelantarnos a hacer el bien, para despertar en el corazón de los otros sentimientos de perdón, de entrega, de generosidad, paz y gozo; así nos vamos pareciendo al Padre del cielo y vamos formando en la tierra la familia de los hijos.
Propósito
Transformar los problemas y conflictos del día de hoy en oportunidades para crecer en la confianza en la providencia de Dios.
Diálogo con Cristo 
Señor, Dios Todopoderoso, rico en misericordia y perdón, mira nuestra torpeza para amar, nuestra poca generosidad en la entrega y nuestra dificultad a la hora de perdonar. Te pedimos nos concedas un corazón misericordioso que se compadezca de las necesidades de nuestros hermanos.

EDD. jueves 14 de septiembre de 2017.

Fuente : http://www.eucaristiadiaria.cl/dia_cal.php?fecha=2017-09-14
 
Jueves de la vigesimotercera semana del tiempo ordinario
De la Santísima Eucaristía
Propuesta celebrativa
Color: blanco
 
Antífona de entrada Cf. Sal 77, 23-25
El Señor abrió los cielos: y envió el maná sobre su pueblo; les dio como alimento un trigo celestial. Todos comieron un pan de ángeles.
 
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que has realizado la redención humana por el misterio pascual de tu Hijo unigénito, concédenos, en tu bondad, que cuantos anunciamos con fe la muerte y resurrección de Cristo bajo los signos sacramentales, podamos experimentar, cada vez más, los efectos de tu salvación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
 
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura
Revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas 3, 12-17
Hermanos:
Como elegidos de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión. Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. Sopórtense los unos los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo. Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.
Que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados, porque formamos un solo Cuerpo. Y vivan en la acción de gracias.
Que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Instrúyanse en la verdadera sabiduría, corrigiéndose los unos a los otros. Canten a Dios con gratitud y de todo corazón salmos, himnos y cantos inspirados.
Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en Nombre del Señor Jesús, dando gracias por Él a Dios Padre.
 
Salmo responsorial  150, 1-6
R/. ¡Que todos los vivientes alaben al Señor!
Alaben a Dios en su Santuario, alábenlo en su poderoso firmamento; alábenlo por sus grandes proezas, alábenlo por su inmensa grandeza.
Alábenlo con toques de trompeta, alábenlo con el arpa y la cítara; alábenlo con tambores y danzas, alábenlo con laúdes y flautas.
Alábenlo con platillos sonoros, alábenlo con platillos vibrantes. ¡Que todos los seres vivientes alaben al Señor!
 
EVANGELIO
Aclamación al Evangelio  1 Jn 4, 12
Aleluya.
Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros. Aleluya.
EVANGELIO
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 27-36
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquéllos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquéllos que los aman.
Si hacen el bien a aquéllos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquéllos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
Reflexión :
Fuente : http://ocarm.org/es/content/lectio/lectio-divina-lucas-627-38
• El evangelio de hoy nos presenta la segunda parte del “Sermón de la Planicie”. En la primera parte (Lc 6,20-26), Jesús se dirigía a los discípulos (Lc 6,20). En la segunda parte (Lc 6,27-49), se dirige a “los que me escucháis”, esto es, aquella multitud inmensa de pobres y de enfermos, llegada de todos los lados (Lc 6,17-19).
• Lucas 6,27-30: ¡Amar a los enemigos! Las palabras que Jesús dirige a este pueblo son exigentes y difíciles: amar a los enemigos, no maldecir, ofrecer la otra mejilla a quien te hiera en una, no reclamar cuando alguien toma lo que es tuyo. Tomadas al pie de la letra, estas frases parecen favorecer a los ricos que roban. Pero ni siquiera Jesús las observó al pie de la letra. Cuando el soldado le hirió en la mejilla, no ofreció la otra, sino que reaccionó con firmeza: “Si hablé mal, ¡pruébalo! Y si no ¿por qué me golpeas?” (Jn 18,22-23). Entonces, ¿cómo entender estas palabras? Los versículos siguientes nos ayudan a entender lo que Jesús quiere enseñarnos.
• Lucas 6,31-36: ¡La Regla de Oro! Imitar a Dios. Dos frases de Jesús ayudan a entender lo que él quiere enseñar. La primera frase es la así llamada Regla de Oro: » ¡Y tratad a los hombres como queréis que ellos os traten!” (Lc 6,31). La segunda frase es: «¡Sed compasivo como vuestro Padre celestial es compasivo!» (Lc 6,36). Estas dos frases muestran que Jesús no quiere invertir sencillamente la situación, pues nada cambiaría. Quiere cambiar el sistema. Lo Nuevo que el quiere construir nace de la nueva experiencia de Dios como Padre lleno de ternura que ¡acoge a todos! Las palabras de amenaza contra los ricos no pueden ser ocasión para que los pobres se venguen. Jesús manda tener una actitud contraria: “¡Amar a vuestros enemigos!» El amor no puede depender de lo que recibimos del otro. El verdadero amor tiene que querer también el bien del otro, independientemente de que él o ella hagan por mí. El amor tiene que ser creativo, pues así es el amor de Dios para nosotros: «¡Sed compasivos como el Padre celestial es compasivo!». Mateo dice lo mismo con otras palabras: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Nunca nadie podrá llegar a decir: Hoy he sido perfecto como el Padre celestial es perfecto. He sido compasivo como el Padre celestial es compasivo”. Estaremos siempre por debajo del listón que Jesús puso ante nosotros.
En el evangelio de Lucas, la Regla de Oro dice: «¡Y todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos” y añade: “Pues en esto consisten la Ley y los Profetas» (Mt 7,12). Prácticamente todas las religiones del mundo tienen la misma Regla de oro con formulaciones diversas. Señal de que aquí se expresa una intuición o un deseo universal que nace del fondo del corazón humano.
• Lucas 6,37-38: Porque con la medida con que midáis se os medirá. “No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá”. Son cuatro consejos: dos de forma negativa: no juzgar, no condenar; y dos de forma positiva: perdonar y dar con medida abundante. Cuando dice “y se os dará”, Jesús alude al tratamiento que Dios quiere tener con nosotros. Pero cuando nuestra manera de tratar a los otros es mezquina, Dios no puede usar la medida abundante y rebosante que a El le gustaría usar.
Celebrar la visita de Dios. El Sermón de la Planicie o Sermón del Monte, desde su comienzo, lleva a los oyentes a optar, a una opción a favor de los pobres. En el Antiguo Testamento, varias veces, Dios colocó a la gente ante la misma opción de bendición o de maldición. La gente tenía la libertad de escoger. «Te puse delante la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Escoge, por tanto, la vida, para que vivas tú y tu descendencia» (Dt 30,19). No es Dios quien condena, sino que la gente misma según la opción que hará entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Estos momentos de opción son los momentos de la visita de Dios a su gente (Gén 21,1; 50,24-25; Ex 3,16; 32,34; Jer 29,10; Sal 59,6; Sal 65,10; Sal 80,15, Sal 106,4). Lucas es el único evangelista que emplea esta imagen de la visita de Dios (Lc 1,68. 78; 7,16; 19,44; He 15,16). Para Lucas Jesús es la visita de Dios que coloca a la gente ante la posibilidad de escoger la bendición o la maldición: “¡Bienaventurados vosotros los pobres!» y «¡Ay de vosotros, los ricos!» Pero la gente no reconoce la visita de Dios (Lc 19,44).

Texto completo de la catequesis de la audiencia general del 13 de septiembre de 2017

 
Fuente :   https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-catequesis-de-la-audiencia-general-del-13-de-septiembre-de-2017/
Viaje a Colombia: Un pueblo gozoso en medio de tantos sufrimientos.
13 septiembre 2017RedaccionEl papa Francisco
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Audiencia general 13/09/2017 © L´Osservatore Romano
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 13 de septiembre de 2017).- Después de su viaje a Colombia el santo padre Francisco ha retomado este miércoles las audiencias generales en la plaza de San Pedro, haciendo un balance del viaje.
A continuación el texto completo.
 
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Como ustedes saben en los días pasados he realizado el viaje apostólico a Colombia. (Aplausos) ¡Hay aquí algunos colombianos! Con todo el corazón agradezco al Señor por este gran don; y deseo renovar la expresión de mi reconocimiento al señor presidente de la República, que me ha recibido con mucha cortesía, a los obispos colombianos que han trabajado mucho para preparar esta visita, como también a todas las autoridades del país, y a todos aquellos que han colaborado en la realización de esta Visita. ¡Y un agradecimiento especial al pueblo colombiano que me ha recibido con mucho afecto y mucha alegría!
Un pueblo gozoso en medio de tantos sufrimientos, pero gozoso; un pueblo con esperanza. Una de las cosas que más me ha impresionado en todas las ciudades, la multitud y entre la muchedumbre, los papás y las mamás con los niños, que levantaban a los niños para que el Papa los bendijera, pero también con orgullo hacían ver a sus niños como diciendo: “Esto es nuestro orgullo, esta es nuestra esperanza”. Yo he pensado: un pueblo capaz de hacer niños y capaz de hacerlos ver con orgullo, con esperanza: este pueblo tiene futuro. Y me ha gustado mucho.
De modo particular en este viaje he sentido la continuidad con los dos Papas que antes de mí han visitado Colombia: el Beato Pablo VI, en 1968, y San Pablo II, en 1986. Una continuidad fuertemente animada por el Espíritu, que guía los pasos del pueblo de Dios en los caminos de la historia.
El lema del Viaje era ‘Demos el primer paso’, es decir, realicemos el primer paso, referido al proceso de reconciliación que Colombia está viviendo para salir de medio siglo, de medio siglo de conflicto interno, que ha sembrado sufrimiento y enemistad, causando tantas heridas, difíciles de cicatrizar. Pero con la ayuda de Dios el camino ya está ya iniciado. Con mi visita he querido bendecir el esfuerzo de este pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia. El testimonio de este pueblo es una riqueza para toda la Iglesia.
Colombia, como la mayor parte de los países latinoamericanos, es un país en el cual son fortísimas las raíces cristianas. Y si este hecho hace todavía más agudo el dolor por la tragedia de la guerra que lo ha lacerado, al mismo tiempo constituye la garantía de la paz, el sólido fundamento de su reconstrucción, la linfa de su invencible esperanza.
Es evidente que el Maligno ha querido dividir al pueblo para destruir la obra de Dios, pero es también evidente que el amor de Cristo, su infinita Misericordia es más fuerte que el pecado y que la muerte.
Este Viaje ha permitido llevar la bendición de Cristo, la bendición de la Iglesia sobre el deseo de vida y de paz que rebosa del corazón de esta Nación: lo he podido ver en los ojos de los miles y miles de niños, jóvenes y muchachos que han llenado la Plaza de Bogotá y que he encontrado por todas partes; esa fuerza de vida que también la naturaleza misma proclama con su exuberancia y su biodiversidad. ¡Colombia es el segundo país en el mundo por biodiversidad!
En Bogotá he podido encontrar a todos los obispos del país y también al Comité Directivo de¡ Consejo Episcopal Latinoamericano. Agradezco a Dios por haberlos podido abrazar y por haberles dado mi aliento pastoral, por su misión al servicio de la Iglesia sacramento de Cristo nuestra paz y nuestra esperanza.
La jornada dedicada de modo particular al tema de la reconciliación, y el momento culminante de todo el viaje ha sido en Villavicencio. En la mañana se realizó la gran celebración eucarística, con la beatificación de los mártires Jesús Jaramillo Monsalve, obispo, y Pedro María Ramírez Ramos, sacerdote; por la tarde, la especial Liturgia de Reconciliación, simbólicamente orientada hacia el Cristo de Bojayá, sin brazos y sin piernas, mutilado como su pueblo.
La beatificación de los dos mártires ha recordado plásticamente que la paz se funda también, y sobre todo, en la sangre de tantos testigos del amor, de la verdad, de la justicia, y también de verdaderos y propios mártires, asesinados por la fe, como los dos apenas citados. Escuchar sus biografías ha sido conmovedor hasta las lágrimas: lágrimas de dolor y de alegría juntas. Ante sus reliquias y sus rostros, el santo pueblo fiel de Dios ha sentido fuerte su propia identidad, con dolor, pensando a las muchas, demasiadas víctimas y con alegría, por la misericordia de Dios que se extiende sobre quienes lo temen.
«Misericordia y verdad se encontraran, justicia y paz se besaran» (Sal 85,11), que hemos escuchado al inicio. Este versículo del salmo contiene la profecía de lo que ha sucedido el viernes pasado en Colombia; la profecía y la gracia de Dios para este pueblo herido, para que pueda resurgir y caminar en una vida nueva.
Estas palabras proféticas llenas de gracia las hemos visto encarnadas en la historia de los testimonios, que han hablado en nombre de tantos y tantos que, a partir de sus heridas, con la gracia de Cristo han salido de sí mismos y se han abierto al encuentro, al perdón, a la reconciliación.
En Medellín la perspectiva ha sido la de la vida cristiana como discipulado: la vocación y la misión. Cuando los cristianos se empeñan completamente en el camino del seguimiento de Jesucristo, se vuelven verdaderamente sal, luz y levadura en el mundo, y los frutos son abundantes.
Uno de estos frutos son los ‘Hogares’, es decir, las Casas donde los niños y los jóvenes heridos por la vida pueden encontrar una nueva familia donde son amados, acogidos, protegidos y acompañados. Y otros frutos, abundantes como racimos, son las vocaciones para la vida sacerdotal y consagrada, que he podido bendecir y animar con alegría en un inolvidable encuentro con los consagrados y sus familiares.
Y finalmente, en Cartagena, la ciudad de San Pedro Claver, apóstol de los esclavos, el ‘focus’ ha ido a la promoción de la persona humana y de sus derechos fundamentales. San Pedro Claver, como también recientemente Santa María Bernarda Bütler, han dado la vida por los más pobres y marginados, y así han mostrado la vía de la verdadera revolución, aquella evangélica, no ideológica, que libera verdaderamente a las personas y las sociedades de las esclavitudes de ayer y, lamentablemente también de hoy. En este sentido, “dar el primer paso”,el lema del Viaje, dar el p rimer paso significa acercarse, inclinarse, tocar la carne del hermano herido y abandonado. Y hacerlo con Cristo, el Señor hecho esclavo por nosotros. Gracias a Él hay esperanza, porque Él es la misericordia y la paz.
Confío nuevamente a Colombia y a su amado pueblo a la Madre, Nuestra Señora de Chiquinquirá, que he podido venerar en la catedral de Bogotá. Con la ayuda de María, todo colombiano pueda dar cada día el primer paso hacia el hermano y la hermana, y así construir juntos, día a día, la paz en el amor, en la justicia y en la verdad. Gracias.
(Traducido por ZENIT desde el audio)