Skip to main content

Imágenes

EDD. viernes 05 de enero de 2018

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20180104
 
Feria de tiempo de Navidad (5 ene.)
Epístola I de San Juan 3,11-21.
Hijos míos:
La noticia que oyeron desde el principio es esta: que nos amemos los unos a los otros.
No hagamos como Caín, que era del Maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran justas.
No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece.
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte.
El que odia a su hermano es un homicida, y ustedes saben que ningún homicida posee la Vida eterna.
En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.
Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios?
Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad.
En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios
aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas.
Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza,
 
Salmo 100(99),2.3.4.5.
Sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.
Evangelio según San Juan 1,43-51.
Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme».
Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.
Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret».
Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe.
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».
«¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús continuó: «Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees . Verás cosas más grandes todavía».
Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
 
Comentario del Evangelio por San Romano el Melódico (?-c. 560), compositor de himnos. Segundo Himno para la Epifanía, §15-18 (Trad. ©Evangelizo.org). 
Jesús, Salvador.
Elevemos todos la mirada hacia el Señor que está en los cielos, exclamando como el profeta: «Aquel que ha sido visto sobre la tierra, ese mismo es nuestro Dios quien por efecto de su voluntad, ha venido a conversar con los hombres» (Ba 3:38). Aquel que se reveló a los profetas bajo diversas apariencias, aquel que Ezequiel contempló bajo la apariencia de un hombre en un carruaje de fuego (1:26-27), y que Daniel vio como Hijo de hombre  y Anciano de los días, viejo y joven a la vez (7:9.13), proclamando en él un sólo Señor, es él quien ha aparecido y que lo ha iluminado todo.
Es él quien disipó la siniestra noche, gracias a él todo es mediodía. La luz sin noche resplandeció sobre el mundo. El país de Zabulón está en la abundancia e imita el paraíso, pues «en el torrente de tus delicias los abrevas» (Sal 35:9) y se abre en él una corriente de agua siempre viva. En Galilea contemplamos «la fuente de la vida » (v.10)  que ha aparecido y que ha iluminado todo.
Yo también te veré Jesús, iluminar mi espíritu y decirle a mis pensamientos: «El que tenga sed que venga a mí» (Jn 7:37). Riega este corazón humillado que mi caminar errado ha roto, que se consume de hambre y de sed: hambre pero no de comida, sed pero no de bebida; sino de escuchar la palabra del Espíritu (Am 8:11). Es por esto que gime, esperando tu juicio, a ti que has aparecido y que has iluminado todo.
Dame una clara señal, purifica mis faltas escondidas, porque mis heridas secretas me socavan. Caigo a tus pies, Salvador, como la mujer que pierde su sangre. Yo también, atrapo el borde de tu manto diciendo: «si solamente logro tocarla, seré salvado» (Mc 5:28). Que mi fe no sea vana, médico de almas, te encontraré para mi salvación, a ti que has aparecido y que todo has iluminado.

Comentario al evangelio de hoy jueves 04 de enero de 2018

Efecto dominó

Jueves I de Tiempo de Navidad
Por: H. Rogelio Suárez, L.C.
 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/67898/efecto-domino.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de poder imitarte, que todo lo que haga sea como lo haces Tú. Que con mi testimonio de vida, pueda edificar a los que me rodean y llevarlos siempre a Ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué buscan?». Ellos le contestaron: «¿Dónde vives, Rabí?» (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo: «Vengan a ver».
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que quiere decir ‘el Ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás» (que significa Pedro, es decir, ‘roca’).
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Dicen que»Las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra», y lo vemos muy claramente en este Evangelio. La misión de Juan, era llevar a todos los que lo rodean, a Cristo. Era dar testimonio de la verdad. Esta misión la realizó al inicio de palabra, pero tomó más efecto cuando la hizo vida; cuando con su testimonio pudo llevar a sus discípulos, al verdadero maestro. Él era consciente de que todo lo que hacía tenía un efecto en los demás.
Seamos conscientes de que todo lo que hacemos, deja huella en los demás. No debemos de ser indiferentes con nuestros actos, debemos de ser conscientes de que todo lo que hagamos edifica o destruye a los que nos rodean. Pero no debemos actuar para que los demás digan que somos unos tipazos, unos líderes, unos santos; debemos actuar para que en nosotros vean a Dios mismo. Actuar desinteresadamente, sólo por amor a Dios.
Nuestro testimonio, al dejar una huella en los demás, no permanece solamente en esa persona; sino que ella podrá también dar testimonio de aquello que vio y escuchó. El testimonio, sea bueno o malo, tiene efecto dominó.

Ese es el secreto, queridos amigos, que todos estamos llamados a experimentar. Dios espera algo de ti. ¿Lo habéis entendido? Dios quiere algo de ti, Dios te espera a ti. Dios viene a romper nuestras clausuras, viene a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras miradas. Dios viene a abrir todo aquello que te encierra. Te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo contigo puede ser distinto. Eso sí, si tú no pones lo mejor de ti, el mundo no será distinto. Es un reto.
(Homilía de S.S. Francisco, 30 de julio de 2016).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita al Santísimo, pidiéndole la gracia de ser un fiel imitador suyo y trataré de vivir este día siendo consciente de que mis actos dejan huella.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

EDD. jueves 04 de enero de 2018

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20180102
 
Feria de tiempo de Navidad (4 ene.)
Epístola I de San Juan 3,7-10.
Hijos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia es justo, como él mismo es justo.
Pero el que peca procede del demonio, porque el demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio.
El que ha nacido de Dios no peca, porque el germen de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
Los hijos de Dios y los hijos del demonio se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.
 
Salmo 98(97),1.7-8.9.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
Resuene el mar y todo lo que hay en él,
el mundo y todos sus habitantes;
aplaudan las corrientes del océano,
griten de gozo las montañas al unísono.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con rectitud.
 
Evangelio según San Juan 1,35-42.
Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos
y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios».
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?».
«Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.
Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.
Comentario del Evangelio por San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Homilías sobre san Juan, nº 19. 
“Jesús le miró y dijo: ’Tú te llamarás Cefas (que quiere decir: Piedra)”
“Tú eres Simón, hijo de Juan; desde ahora te llamarás Cefas, es decir Pedro”… Este fue el nombre que Cristo dio a Simón. A Santiago y a su hermano los llamará “hijos del trueno” (Mc 3,17). ¿Por qué estos cambios de nombre? Para mostrar que él, Jesús, es el mismo que había establecido la antigua alianza, que había cambiado el nombre de Abram en Abraham, el de Sarai en Sara, el de Jacob en Israel (Gn 17,5s; 32,29). Y había dado también el nombre a distintas personas ya antes de su nacimiento: Isaac, Sansón, los hijos de Isaías y de Oseas…
Hoy día tenemos un nombre muy superior a todos los demás; es el nombre de “cristiano” –el nombre que hace de nosotros hijos de Dios, amigos de Dios, un solo cuerpo con él. ¿Hay algún otro nombre capaz de hacernos ardorosos en la virtud, llenarnos de celo, incentivarnos a  hacer el bien? Guardémonos muy mucho de hacer cualquier cosa indigna de este nombre tan grande y tan bello, unido al nombre de el mismo Jesucristo. Los que llevan el nombre de un gran jefe militar o de un personaje ilustre se consideran honrados y hacen lo que sea para seguir siendo dignos de él. ¡Cuánto más nosotros que llevamos el nombre no de un general o de un príncipe de este mundo, ni tan sólo de un ángel, sino del rey de los ángeles, cuánto más nosotros debemos estar dispuestos a perderlo todo, incluso nuestra vida, por el honor de este nombre!.

Comentario al evangelio de hoy miércoles 03 de enero de 2018.

Míralo y déjate ver
Santísimo nombre de Jesús.
Por: H. César Yali Molina Flores, L.C.
Fuente:    http://es.catholic.net/op/articulos/67828/miralo-y-dejate-ver.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme la gracia, Señor,de dejarme ver por Ti y aprender a verte.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.»
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.» Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
El Evangelio que nos propone la Iglesia para hoy tiene dos momentos, el primero – que se leyó ayer, en el que Juan reconoce lo que no es y acepta lo que es – y el segundo, el de hoy, en que Juan ve a Jesús ir hacia él. Es de notar que Jesús ya había visto a Juan, razón por la que se acercaba a éste, pero lo que importa es lo que el evangelista plasma: el encuentro de dos miradas, momento en el que Juan exclama «Éste es el cordero…»
Piensa en esos momentos en que, por la calle, centro comercial o algún otro sitio, te encuentras a un familiar o amistad, seguramente le reconoces a distancia o probablemente cuando está muy cerca de ti; y, seguramente, con el pensamiento o en voz alta dices «si es xy persona…»- sea agradable o no la persona que te encuentres – lo que pienses o digas parte de una mirada.
En este contexto, Dios quiere intercambiar miradas contigo.Descubre la belleza de la vida en sus ojos, en los ojos de quien te encuentras y con quienes compartes momentos de tu vida. Supera el temor de ver en los demás su dignidad de hija (o) de Dios, y deja que los demás vean que eres hija (o) de Dios. Dirígele tu mirada a Jesús y a cuantos encuentras en tu camino. Dios se encarnó porque en su inocencia quiere que le veas sin temor, y que reconozcas cuanto te ama, quiere encontrarse contigo, Él te ve y quiere que le veas.
Su amor nos precede, su mirada se adelanta a nuestra necesidad. Él sabe ver más allá de las apariencias, más allá del pecado, más allá del fracaso o de la indignidad. Sabe ver más allá de la categoría social a la que podemos pertenecer. Él ve más allá de todo eso. Él ve esa dignidad de hijo, que todos tenemos, tal vez ensuciada por el pecado, pero siempre presente en el fondo de nuestra alma. Es nuestra dignidad de hijo.
(Homilía S.S. Francisco, 21 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Trataré de ver a los demás sin juzgarlos. Una sonrisa, un servicio, un gracias desinteresado…
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

EDD. miércoles 03 de enero de 2018.

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20180102
Feria de tiempo de Navidad (3 ene.)
Epístola I de San Juan 2,29.3,1-6.
Hijos míos:
Si ustedes saben que él es justo,
sepan también que todo el que practica la justicia
ha nacido de él.
¡Miren cómo nos amó el Padre!
Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a Él.
Queridos míos,
desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste,
seremos semejantes a Él,
porque lo veremos tal cual es.
El que tiene esta esperanza en Él,
se purifica, así como Él es puro.
El que comete el pecado comete también la iniquidad,
porque el pecado es la iniquidad.
Pero ustedes saben que Él se manifestó
para quitar los pecados,
y que Él no tiene pecado.
El que permanece en Él, no peca,
y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido.
 
Salmo 98(97),1.3cd-4.5-6.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey.
 
Evangelio según San Juan 1,29-34. 
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel».
Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo’.
Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios».
Comentario del Evangelio por Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa. Las Bodas del Cordero 14/09/1940.
 
« He ahí el Cordero de Dios »
En el Apocalipsis, el apóstol Juan ve «un Cordero en pie con señales de haber sido degollado» (Ap 5:6). Junto al Jordán, Juan el Bautista señaló a Jesús como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». El apóstol Juan había comprendido esa Palabra, y comprendía ahora esa imagen. El que caminaba junto al Jordán y que se le había manifestado en «vestiduras blancas, con ojos llameantes» y con la espada de juez, «el Primero y el Ultimo» (Ap 1:13-17), llevo verdaderamente a la plenitud todo lo que los ritos de la Antigua Alianza representaban simbólicamente.
Cuando en el día más santo y solemne del año el Sumo Sacerdote entraba en el Santo de los Santos, en el sacratísimo lugar de la Presencia de Divina, había tomado anticipadamente dos machos cabríos: el uno, para cargar sobre él los pecados del pueblo para que se los llevase al desierto; el otro, para rociar con su sangre la Tienda y el Arca de la Alianza (Lv 16). Ese era el sacrificio expiatorio ofrecido por el pueblo. Después sacrificaba un holocausto para sí mismo y para todo el pueblo quemando totalmente los restos del sacrificio expiatorio. Un día solemne y santo, era ese día de la Reconciliación.
Pero, ¿qué es lo que hizo posible la reconciliación? no fue ni la sangre de los animales inmolados, ni el Sumo Sacerdote de la descendencia de Aarón, tal y como lo dijo San Pablo en la Carta a los Hebreos (Cap. 8-9). Fue el verdadero sacrificio de reconciliación, el que estaba prefigurado en todos los sacrificios prescritos por la Ley, era «el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec» (Sal 110:4). Él era también el auténtico Cordero pascual por cuya causa el ángel exterminador pasó de largo frente a las casas de los hebreos, cuando atacó a los egipcios (Ex 12:23). El mismo Señor les dio a entender esto a sus discípulos, cuando comió con ellos el cordero pascual por última vez, y se les ofreció a sí mismo como alimento.

51ª Jornada Mundial de la Paz: Migrantes y refugiados, en busca de la paz

Fuente : https://es.zenit.org/articles/jornada-de-la-paz-migrantes-y-refugiados-en-busca-de-la-paz/

Mensaje del Papa Francisco (Texto completo)

1 enero 2018Rosa Die AlcoleaPapa y Santa Sede

Resultado de imagen para papa francisco en 51 jornada mundial por la paz

El Papa saluda a un migrante. Archivo Zenit

(ZENIT – 24 Nov. 2017).- “La paz es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia”, escribe el Papa Francisco.

Mensaje del Santo Padre para la 51ª Jornada Mundial de la Paz, que se celebra hoy, 1 de enero de 2018, sobre el tema “Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz”.

El Papa recuerda en este mensaje a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados: “Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental”.

El Papa recalca las palabras de Benedicto XVI: “Tanto emigrantes como poblaciones locales que los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuya destinación es universal, como enseña la doctrina social de la Iglesia”.

Para ello, el Papa propone cuatro “piedras angulares” para la acción: Acoger, proteger, promover e integrar.

A continuación, pueden leer el texto completo del Mensaje del Papa Francisco para la 51ª Jornada Mundial de la Paz.

RD

Mensaje del Papa Francisco

 1. Un deseo de paz

Paz a todas las personas y a todas las naciones de la tierra. La paz, que los ángeles anunciaron a los pastores en la noche de Navidad, es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia, y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración. De entre ellos quisiera recordar a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados. Estos últimos, como afirmó mi querido predecesor Benedicto XVI, «son hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz». Para encontrarlo, muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas a través de un viaje que, en la mayoría de los casos, es largo y peligroso; están dispuestos a soportar el cansancio y el sufrimiento, a afrontar las alambradas y los muros que se alzan para alejarlos de su destino.

Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental.

Somos conscientes de que no es suficiente sentir en nuestro corazón el sufrimiento de los demás. Habrá que trabajar mucho antes de que nuestros hermanos y hermanas puedan empezar de nuevo a vivir en paz, en un hogar seguro. Acoger al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones que, en ocasiones, se añaden a los numerosos problemas ya existentes, así como a unos recursos que siempre son limitados. El ejercicio de la virtud de la prudencia es necesaria para que los gobernantes sepan acoger, promover, proteger e integrar, estableciendo medidas prácticas que, «respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu». Tienen una responsabilidad concreta con respecto a sus comunidades, a las que deben garantizar los derechos que les corresponden en justicia y un desarrollo armónico, para no ser como el constructor necio que hizo mal sus cálculos y no consiguió terminar la torre que había comenzado a construir.

2. ¿Por qué hay tantos refugiados y migrantes?

Ante el Gran Jubileo por los 2000 años del anuncio de paz de los ángeles en Belén, san Juan Pablo II incluyó el número creciente de desplazados entre las consecuencias de «una interminable y horrenda serie de guerras, conflictos, genocidios, “limpiezas étnicas”», que habían marcado el siglo XX. En el nuevo siglo no se ha producido aún un cambio profundo de sentido: los conflictos armados y otras formas de violencia organizada siguen provocando el desplazamiento de la población dentro y fuera de las fronteras nacionales.

Pero las personas también migran por otras razones, ante todo por «el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la “desesperación” de un futuro imposible de construir». Se ponen en camino para reunirse con sus familias, para encontrar mejores oportunidades de trabajo o de educación: quien no puede disfrutar de estos derechos, no puede vivir en paz. Además, como he subrayado en la Encíclica Laudato si’, «es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental».

La mayoría emigra siguiendo un procedimiento regulado, mientras que otros se ven forzados a tomar otras vías, sobre todo a causa de la desesperación, cuando su patria no les ofrece seguridad y oportunidades, y toda vía legal parece imposible, bloqueada o demasiado lenta.

En muchos países de destino se ha difundido ampliamente una retórica que enfatiza los riesgos para la seguridad nacional o el coste de la acogida de los que llegan, despreciando así la dignidad humana que se les ha de reconocer a todos, en cuanto que son hijos e hijas de Dios. Los que fomentan el miedo hacia los migrantes, en ocasiones con fines políticos, en lugar de construir la paz siembran violencia, discriminación racial y xenofobia, que son fuente de gran preocupación para todos aquellos que se toman en serio la protección de cada ser humano.

Todos los datos de que dispone la comunidad internacional indican que las migraciones globales seguirán marcando nuestro futuro. Algunos las consideran una amenaza. Os invito, al contrario, a contemplarlas con una mirada llena de confianza, como una oportunidad para construir un futuro de paz.

3. Una mirada contemplativa

La sabiduría de la fe alimenta esta mirada, capaz de reconocer que todos, «tanto emigrantes como poblaciones locales que los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuya destinación es universal, como enseña la doctrina social de la Iglesia. Aquí encuentran fundamento la solidaridad y el compartir». Estas palabras nos remiten a la imagen de la nueva Jerusalén. El libro del profeta Isaías (cap. 60) y el Apocalipsis (cap. 21) la describen como una ciudad con las puertas siempre abiertas, para dejar entrar a personas de todas las naciones, que la admiran y la colman de riquezas. La paz es el gobernante que la guía y la justicia el principio que rige la convivencia entre todos dentro de ella.

Necesitamos ver también la ciudad donde vivimos con esta mirada contemplativa, «esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas [promoviendo] la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia»; en otras palabras, realizando la promesa de la paz.

Observando a los migrantes y a los refugiados, esta mirada sabe descubrir que no llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen. Esta mirada sabe también descubrir la creatividad, la tenacidad y el espíritu de sacrificio de incontables personas, familias y comunidades que, en todos los rincones del mundo, abren sus puertas y sus corazones a los migrantes y refugiados, incluso cuando los recursos no son abundantes.

Por último, esta mirada contemplativa sabe guiar el discernimiento de los responsables del bien público, con el fin de impulsar las políticas de acogida al máximo de lo que «permita el verdadero bien de su comunidad», es decir, teniendo en cuenta las exigencias de todos los miembros de la única familia humana y del bien de cada uno de ellos.

Quienes se dejan guiar por esta mirada serán capaces de reconocer los renuevos de paz que están ya brotando y de favorecer su crecimiento. Transformarán en talleres de paz nuestras ciudades, a menudo divididas y polarizadas por conflictos que están relacionados precisamente con la presencia de migrantes y refugiados.

4. Cuatro piedras angulares para la acción

Para ofrecer a los solicitantes de asilo, a los refugiados, a los inmigrantes y a las víctimas de la trata de seres humanos una posibilidad de encontrar la paz que buscan, se requiere una estrategia que conjugue cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar.

«Acoger» recuerda la exigencia de ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes a lugares donde les espera la persecución y la violencia, y equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos humanos fundamentales. La Escritura nos recuerda: «No olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles».

«Proteger» nos recuerda el deber de reconocer y de garantizar la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación. En particular, pienso en las mujeres y en los niños expuestos a situaciones de riesgo y de abusos que llegan a convertirles en esclavos. Dios no hace discriminación: «El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda».

«Promover» tiene que ver con apoyar el desarrollo humano integral de los migrantes y refugiados. Entre los muchos instrumentos que pueden ayudar a esta tarea, deseo subrayar la importancia que tiene el garantizar a los niños y a los jóvenes el acceso a todos los niveles de educación: de esta manera, no sólo podrán cultivar y sacar el máximo provecho de sus capacidades, sino que también estarán más preparados para salir al encuentro del otro, cultivando un espíritu de diálogo en vez de clausura y enfrentamiento. La Biblia nos enseña que Dios «ama al emigrante, dándole pan y vestido»; por eso nos exhorta: «Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto».

Por último, «integrar» significa trabajar para que los refugiados y los migrantes participen plenamente en la vida de la sociedad que les acoge, en una dinámica de enriquecimiento mutuo y de colaboración fecunda, promoviendo el desarrollo humano integral de las comunidades locales. Como escribe san Pablo: «Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios».

5. Una propuesta para dos Pactos internacionales

Deseo de todo corazón que este espíritu anime el proceso que, durante todo el año 2018, llevará a la definición y aprobación por parte de las Naciones Unidas de dos pactos mundiales: uno, para una migración segura, ordenada y regulada, y otro, sobre refugiados. En cuanto acuerdos adoptados a nivel mundial, estos pactos constituirán un marco de referencia para desarrollar propuestas políticas y poner en práctica medidas concretas. Por esta razón, es importante que estén inspirados por la compasión, la visión de futuro y la valentía, con el fin de aprovechar cualquier ocasión que permita avanzar en la construcción de la paz: sólo así el necesario realismo de la política internacional no se verá derrotado por el cinismo y la globalización de la indiferencia.

El diálogo y la coordinación constituyen, en efecto, una necesidad y un deber específicos de la comunidad internacional. Más allá de las fronteras nacionales, es posible que países menos ricos puedan acoger a un mayor número de refugiados, o acogerles mejor, si la cooperación internacional les garantiza la disponibilidad de los fondos necesarios.

La Sección para los Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral sugiere 20 puntos de acción como pistas concretas para la aplicación de estos cuatro verbos en las políticas públicas, además de la actitud y la acción de las comunidades cristianas. Estas y otras aportaciones pretenden manifestar el interés de la Iglesia católica al proceso que llevará a la adopción de los pactos mundiales de las Naciones Unidas. Este interés confirma una solicitud pastoral más general, que nace con la Iglesia y continúa hasta nuestros días a través de sus múltiples actividades.

6. Por nuestra casa común

Las palabras de san Juan Pablo II nos alientan: «Si son muchos los que comparten el “sueño” de un mundo en paz, y si se valora la aportación de los migrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en “casa común”». A lo largo de la historia, muchos han creído en este «sueño» y los que lo han realizado dan testimonio de que no se trata de una utopía irrealizable.

Entre ellos, hay que mencionar a santa Francisca Javier Cabrini, cuyo centenario de nacimiento para el cielo celebramos este año 2017. Hoy, 13 de noviembre, numerosas comunidades eclesiales celebran su memoria. Esta pequeña gran mujer, que consagró su vida al servicio de los migrantes, convirtiéndose más tarde en su patrona celeste, nos enseña cómo debemos acoger, proteger, promover e integrar a nuestros hermanos y hermanas. Que por su intercesión, el Señor nos conceda a todos experimentar que los «frutos de justicia se siembran en la paz para quienes trabajan por la paz».

Vaticano, 13 de noviembre de 2017

Memoria de Santa Francisca Javier Cabrini, Patrona de los migrantes

FRANCISCO

© Librería Editorial Vaticano

 
 

Comentario al evangelio de hoy martes 02 de enero de 2018.

¿Quién eres tú?

Tiempo de Navidad.
Por: H. Javier Castellanos, L.C.
 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/67827/quien-eres-tu.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, tú me sondeas y me conoces,
Tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso,
Te das cuenta si camino o descanso, y todos mis pasos te son familiares.
Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el seno de mi madre:
Tú conociste hasta el fondo de mi alma, y nada de mi ser se te ocultaba.
Sondéame, Dios mío, y penetra mi interior; examíname y conoce lo que pienso;
Observa si estoy en un camino falso y llévame por el camino eterno. Amén. (Del Salmo 139)

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 19-28
Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: «¿Quién eres tú?».
Él reconoció y no negó quien era. El afirmó: «Yo no soy el Mesías». De nuevo le preguntaron: «¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?». Él les respondió: «No lo soy». «¿Eres el Profeta?». Respondió: «No». Le dijeron: «Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?». Juan les contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías».
Los enviados que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias». Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Sólo delante de Ti, Señor, encuentro mi verdadera identidad. Tú me conoces en lo más hondo y esperas que brote lo mejor que hay en mí. Ante Ti, Señor, no hay máscaras, no hay apariencias, sino un encuentro auténtico, cara a cara. Así me quiero presentar a Ti en esta oración.
Así también me quiero presentar a los hombres, cuando me pregunten quién soy. Jesús, por el bautismo Tú me has llamado a ser un hombre o una mujer que predica tu venida, que anuncia tu nombre sin reservas, que busca preparar el camino para que te encuentres con tantas personas a mi alrededor.
Hoy quiero ser como Juan Bautista. En mi casa, en el trabajo, incluso en mis tiempos de descanso, quiero confesar mi fe con obras. Quiero que todos escuchen tu voz por medio de mi testimonio de caridad, de alegría, de esperanza, de entrega, de honestidad… Habla, Señor, a mi corazón, para que descubra qué quieres de mí para este día. Habla también a través de mí a todas las personas que me encuentre en mi camino.
Queridos hermanos: pidamos a Dios, con la esperanza de que nos escuchen los hombres, y dirijámonos a los hombres, con la certeza de que Dios nos ayuda. En efecto, él nos ha creado como una esperanza para los demás, una esperanza real y realizable en el estado de vida de cada uno.
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré que mis conversaciones ayuden a los demás, reconociendo las cosas buenas y buscando mejorar lo negativo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Año nuevo: “El hombre no está solo, nunca más huérfano”

Fuente :  https://es.zenit.org/articles/ano-nuevo-el-hombre-ya-no-esta-solo-nunca-huerfano/
Misa en la solemnidad de Santa María Madre de Dios (homilía completa)
1 enero 2018Raquel AnilloPapa y Santa Sede

Misa De 01/01/2018 © Vatican Media
(ZENIT – 1 enero 2018).-  “En su Madre, el Dios del cielo, el Dios infinito se ha hecho pequeño, se ha hecho materia, para estar no solamente con nosotros, sino también como nosotros. Este es el milagro, la novedad: el hombre no está solo; nunca más huérfano, es hijo por siempre”. Es lo que ha subrayado el Papa Francisco en la celebración de la misa en la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, octava de Navidad, y primer día del año 2018, este primero de enero de 2018.
En su homilía, en la Basílica de San Pedro, el Papa ha afirmado que desde la Encarnación, “servir a la vida humana es servir a Dios; y que toda vida, desde la que está en el seno de la madre hasta que es anciana, la que sufre y está enferma, también la que es incómoda y hasta repugnante, debe ser acogida, amada y ayudada.
Este lunes marca también la 51ª Jornada sobre el tema “Migrantes y refugiados en busca de la paz”.
A.K
Homilía del Papa Francisco 
El año se abre en el nombre de la Madre. Madre de Dios es el título más importante de la Virgen. Pero nos podemos plantear una cuestión: ¿Por qué decimos Madre de Dios y no Madre de Jesús? Algunos en el pasado pidieron limitarse a esto, pero la Iglesia afirmó: María es Madre de Dios. Tenemos que dar gracias porque estas palabras contienen una verdad espléndida sobre Dios y sobre nosotros. Y es que, desde que el Señor se encarnó en María, y por siempre, nuestra humanidad está indefectiblemente unida a él. Ya no existe Dios sin el hombre: la carne que Jesús tomó de su Madre es suya también ahora y lo será para siempre. Decir Madre de Dios nos recuerda esto: Dios se ha hecho cercano con la humanidad como un niño a su madre que lo lleva en el seno.
La palabra madre (mater) hace referencia también a la palabra materia. En su Madre, el Dios del cielo, el Dios infinito se ha hecho pequeño, se ha hecho materia, para estar no solamente con nosotros, sino también para ser como nosotros. He aquí el milagro, la novedad: el hombre ya no está solo; ya no es huérfano, sino que es hijo para siempre. El año se abre con esta novedad. Y nosotros la proclamamos diciendo: ¡Madre de Dios! Es el gozo de saber que nuestra soledad ha sido derrotada. Es la belleza de sabernos hijos amados, de conocer que no nos podrán quitar jamás esta infancia nuestra. Es reconocerse en el Dios frágil y niño que está en los brazos de su Madre y ver que para el Señor la humanidad es preciosa y sagrada. Por lo tanto, servir a la vida humana es servir a Dios, y que toda vida, desde la que está en el seno de la madre hasta que es anciana, la que sufre y está enferma, también la que es incómoda y hasta repugnante, debe ser acogida, amada y ayudada.
Dejémonos ahora guiar por el Evangelio de hoy. Sobre la Madre de Dios se dice una sola frase: «Guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). Guardaba. Simplemente guardaba. María no habla: el Evangelio no nos menciona ni tan siquiera una sola palabra suya en todo el relato de la Navidad. También en esto la Madre está unida al Hijo: Jesús es infante, es decir «sin palabra». Él, el Verbo, la Palabra de Dios que «muchas veces y en diversos modos en los tiempos antiguos había hablado» (Hb 1,1), ahora, en la «plenitud de los tiempos» (Ga 4,4), está mudo. El Dios ante el cual se guarda silencio es un niño que no habla. Su majestad está sin palabras, su misterio de amor se revela en la pequeñez. Esta pequeñez silenciosa es el lenguaje de su realeza. La Madre se asocia a su Hijo y lo guarda en silencio.
Y el silencio nos dice que también nosotros, si queremos guardarnos, tenemos necesidad de silencio. Tenemos necesidad de permanecer en silencio mirando el pesebre. Porque delante del pesebre nos descubrimos amados, saboreamos el sentido genuino de la vida. Y contemplando en silencio, dejamos que Jesús nos hable al corazón: que su pequeñez desarme nuestra soberbia, que su pobreza desconcierte nuestra fastuosidad, que su ternura sacuda nuestro corazón insensible.
Reservar cada día un momento de silencio con Dios es guardar nuestra alma; es guardar nuestra libertad frente a las banalidades corrosivas del consumo y la ruidosa confusión de la publicidad, frente a la abundancia de palabras vacías y las olas impetuosas de las murmuraciones y quejas.
El Evangelio sigue diciendo que María guardaba todas estas cosas, y las meditaba. ¿Cuáles eran estas cosas? Eran gozos y dolores: por una parte, el nacimiento de Jesús, el amor de José, la visita de los pastores, aquella noche luminosa. Pero por otra parte: el futuro incierto, la falta de un hogar, «porque para ellos no había sitio en la posada» (Lc 2,7), la desolación del rechazo, la desilusión de ver nacer a Jesús en un establo. Esperanzas y angustias, luz y tiniebla: todas estas cosas poblaban el corazón de María. Y ella, ¿qué hizo? Las meditaba, es decir las repasaba con Dios en su corazón. No se guardó nada para sí misma, no ocultó nada en la soledad ni lo ahogó en la amargura, sino que todo lo llevó a Dios. Así se guardaba. Confiando se guardaba: no dejando que la vida caiga presa del miedo, del desconsuelo o de la superstición, no cerrándose o tratando de olvidar, sino haciendo de toda ocasión un diálogo con Dios. Y Dios que se preocupa de nosotros, viene a habitar nuestras vidas.
Este es el secreto de la Madre de Dios: guardar en el silencio y llevar a Dios. Y como concluye el Evangelio, todo esto sucedía en su corazón. El corazón invita a mirar al centro de la persona, de los afectos, de la vida. También nosotros, cristianos en camino, al inicio del año sentimos la necesidad de volver a comenzar desde el centro, de dejar atrás los fardos del pasado y de empezar de nuevo desde lo que importa. Aquí está hoy, frente a nosotros, el punto de partida: la Madre de Dios. Porque María es exactamente como Dios quiere que seamos nosotros, como quiere que sea su Iglesia: Madre tierna, humilde, pobre de cosas y rica de amor, libre del pecado, unida a Jesús, que guarda a Dios en su corazón y al prójimo en su vida. Para recomenzar, contemplemos a la Madre. En su corazón palpita el corazón de la Iglesia. La fiesta de hoy nos dice que para ir hacia delante es necesario volver de nuevo al pesebre, a la Madre que lleva en sus brazos a Dios.
La devoción a María no es una cortesía espiritual, es una exigencia de la vida cristiana. Contemplando a la Madre nos sentimos animados a soltar tantos pesos inútiles y a encontrar lo que verdaderamente cuenta. El don de la Madre, el don de toda madre y de toda mujer es muy valioso para la Iglesia, que es madre y mujer. Y mientras el hombre frecuentemente abstrae, afirma e impone ideas; la mujer, la madre, sabe guardar, unir en el corazón, vivificar. Para que la fe no se reduzca sólo a una idea o doctrina, todos necesitamos de un corazón de madre, que sepa guardar la ternura de Dios y escuchar los latidos del hombre. Que la Madre, que es el sello especial de Dios sobre la humanidad, guarde este año y traiga la paz de su Hijo al corazón de todos los hombres y al mundo entero.
Y como niños, os invito a saludarla hoy, como los fieles de Éfeso….digamos tres veces “Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios”.
© Librería editorial del Vaticano

EDD. martes 02 de enero de 2018

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20180101
Feria de tiempo de Navidad (2 ene.)
Epístola I de San Juan 2,22-28.
Queridos hermanos:
¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo: el que niega al Padre y al Hijo.
El que niega al Hijo no está unido al Padre; el que reconoce al Hijo también está unido al Padre.
En cuanto a ustedes, permanezcan fieles a lo que oyeron desde el principio: de esa manera, permanecerán también en el Hijo y en el Padre.
La promesa que él nos hizo es esta: la Vida eterna.
Esto es lo que quería escribirles acerca de los que intentan engañarlos.
Pero la unción que recibieron de él permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Y ya que esa unción los instruye en todo y ella es verdadera y no miente, permanezcan en él, como ella les ha enseñado.
Sí, permanezcan en él, hijos míos, para que cuando él se manifieste, tengamos plena confianza, y no sintamos vergüenza ante él en el Día de su Venida.
Salmo 98(97),1.2-3ab.3cd-4.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
 
Evangelio según San Juan 1,19-28.
Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres tú?».
El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías».
«¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?». Juan dijo: «No». «¿Eres el Profeta?». «Tampoco», respondió.
Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».
Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».
Algunos de los enviados eran fariseos,
y volvieron a preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».
Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen:
él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia».
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
Comentario del Evangelio por San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia. Homilías sobre el Evangelio, n° 7.
«Entre vosotros está uno que no conocéis: él viene detrás de mí»
«Yo bautizo con agua, pero entre vosotros hay uno que no conocéis». No está en espíritu, sino en el agua que Juan bautiza. Incapaz de perdonar los pecados, lava con agua el cuerpo de los bautizados, pero no se lava el espíritu para el perdón. Entonces, ¿por qué bautizar, si no se limpian los pecados por su bautismo? ¿Por qué, si no permanecería en su papel de precursor? Al igual que al nacer, precedió al Señor que iba a nacer, también lo precedió, al bautizarse, el Señor que iba a ser bautizado. Precursor de Cristo por su predicación, lo precedió también bautizando, el que fue la imagen del sacramento que estaba por venir.
Juan anunció un misterio cuando dijo que Cristo estaba entre los hombres y que no lo conocían, ya que el Señor, cuando se mostró en la carne se hizo visible en su cuerpo e invisible en su majestad. Y Juan añade: «El que viene después de mí se ha puesto delante mío» (Jn 1,15)…; explica las causas de la superioridad de Cristo cuando dice: «Porque existía antes que yo», como si dijera claramente: «Si va delante mío, aunque él nació después que yo, es porque el tiempo de su nacimiento, no le pone límites. Nacido de una madre en el tiempo, es engendrado por el Padre fuera del tiempo».
Juan muestra humilde respeto, continúa: «yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia.» Era costumbre entre los antiguos, que si alguien se negaba a casarse con una chica con la que estaba prometido, esta desataba la sandalia de aquel que se volvía atrás. Pero Cristo ¿no se mostró como el Esposo de la santa Iglesia? … Pero debido a que los hombres pensaban que Juan era el Mesías – cosa que el mismo Juan negaba – se declara indigno de desatar

Comentario al evangelio de hoy lunes 01 de enero de 2018.

Contemplar con el corazón.
Solemnidad de Santa María Madre de Dios
Por: H. Cristian Gutiérrez, L.C. Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/67826/contemplar-con-el-corazon.html
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, tú eres mi madre y quiero junto a ti, iniciar este año. Quiero de tu mano hacer este rato de oración y dejarme siempre guiar por tu maternal cuidado. Te entrego desde ahora este año que hoy comenzamos y te pido intercedas por mí ante Dios para que sea un año lleno de bendiciones, en el que pueda conocer y amar un poco más a Jesús.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, acostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.
Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.
Palabra del Señor.
 
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este rato de oración puedo detenerme a contemplar la escena que me presenta el Evangelio de hoy. Los pastores que corren apresurados después de la visión de los ángeles. Apenas les daría tiempo para tomar los regalos que llevarían al niño: alguna de sus mejores ovejas, un poco de leche, lana, o queso. ¡Con cuánta emoción correrían al encuentro de su Salvador! ¿Y yo corro, me emociono siempre que voy a encontrarme con Dios, o lo considero una rutina?
Contemplar a los pastores entrando en la cueva quienes sorprendidos, ven la pobreza en la que el Hijo de Dios se ha dignado nacer. Un niño débil, dormido, tierno, que tal vez tiembla un poco por el frío, con las manitas juntas y apretadas sobre el pecho, era el Dios de Israel, el salvador de la humanidad. Contemplar a ese Niñito que baja del cielo por amor a mí, para hacerse cercano, para dejarse alzar, tocar, alimentar.
María conservaba todo esto en su corazón: la llegada de los pastores, los regalos que le traían al niño, los sucesos desde la partida de Nazaret, la anunciación del ángel, el nacimiento en un pesebre… Recordaría al pastorcillo, que temeroso, se acercó a pedirle le dejara alzar en sus brazos al Niño Dios; las lágrimas de emoción que tal vez corrieron por la mejilla de alguna mujer al contemplar milagro tan sublime, el esfuerzo de José por darle lo mejor que podía a ella y al recién nacido, las narraciones de los pastores que vieron a los ángeles… Todo lo conservaba en su corazón, porque en ello sabía ver la mano de Dios que desde ya actuaba en su vida y en la de los demás.
Contemplar a María y a José… Mirar a José, que después de haber pensado en abandonar a María, ahora tiene en sus brazos al mismo Dios. ¡Con cuánta ternura le habrá dado el primer beso de un padre terrenal al Hijo del Altísimo! La barba molestaría al niño, que rascaría su cara para alejar aquello que le incomodaba.
¿Cómo serían las primeras horas de María con el Niño? No dejaría de observarlo. Seguir contemplando aquella realidad del Dios hecho carne por amor a mí.
Así como los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos de su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso agradecimiento hacia quien ha dado al mundo al Salvador. Por ello, en el primer día de un año nuevo, le decimos:
Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios, Jesús, ¡Santa Madre de Dios!
Gracias por tu humildad que ha atraído la mirada de Dios;
gracias por la fe con la cual has acogido su Palabra;
gracias por la valentía con la cual has dicho “aquí estoy”,
olvidada de si misma, fascinada por el Amor Santo, convertida en una única cosa junto con su esperanza.
Gracias, ¡oh Santa Madre de Dios!
Reza por nosotros, peregrinos del tiempo; ayúdanos a caminar por la vía de la paz. Amén.»
(Angelus de S.S. Francisco, 1 de enero de 2017).
 
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
 
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy contemplaré a la Sagrada Familia y ofreceré un misterio del rosario por la paz en el mundo.
 
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.