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Texto Completo de la Primera Predicación de Cuaresma del Padre R. Cantalamessa.

Texto completo de la predicación de cuaresma del padre Raniero Cantalamessa. 
Primera predicación  de Cuaresma. La adoración en espíritu y verdad. Reflexión sobre la constitución Sacrosanctum Concilium.
https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-predicacion-de-cuaresma-del-padre-raniero-cantalamessa/
•19 febrero 2016•Redaccion•Espiritualidad y oración
Raniero Cantalamessa in the predication of the Day to pray for the care of creation
CTV
1.El Concilio Vaticano II: un afluente, no el río.
En estas meditaciones de cuaresma querría proseguir en las reflexiones sobre otros grandes documentos del VaticanoII, después de haber meditado en Adviento, sobre la Lumen Gentium. Creo entretanto que sea útil hacer una premisa. El Vaticano II es un afluente y no el río. En su famosa obra sobre “El desarrollo de la doctrina cristiana”, el beato cardenal Newman ha afirmado con fuerza que detener la tradición en un punto de su curso, incluso si fuera un concilio ecuménico, sería volver muerta una tradición y no “una tradición viviente”. La tradición es como una música. ¿Qué sería de una melodía si se detuviera en una nota, repitiéndola hasta el infinito? Sucede con un disco que se arruina y sabemos que efecto produce.
San Juan XXIII quería que el concilio fuera para la Iglesia como “una nueva Pentecostés”. En un punto al menos esta oración ha sido escuchada. Después del concilio hubo un despertar del Espíritu Santo. Este no es más “el desconocido” en la Trinidad. La Iglesia ha tomado una conciencia más clara de su presencia y de su acción. En la homilía de la misa crismal del Jueves Santo de 2012, Benedicto XVI afirmaba:
“Quien mira a la historia de la época post conciliar puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha asumido formas inesperadas en movimientos llenos de vida y que vuelve casi tangible la vivacidad de la santa Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo”.
Esto no significa que podemos descuidar los textos del concilio o ir más allá de esos; sino que significa releer el Concilio a la luz de sus mismos frutos. Que los concilios ecuménicos puedan tener efectos no entendidos en el momento por quienes tomaron parte, es una verdad señalada por el mismo cardenal Newman a propósito del Vaticano I[1], pero testimoniada diversas veces durante la historia. El concilio ecuménico de Éfeso del 431, con la definición de María como Theotokos, Madre de Dios, se proponía afirmar la unidad de la persona de Cristo, no de incrementar el culto a la Virgen, pero de hecho su fruto más evidente fue justamente este último.
 
Si hay un campo en el cual la teología y la vida de la Iglesia católica se ha enriquecido en estos 50 años del post-concilio, sin dudas es el relativo al Espíritu Santo. En todas las principales denominaciones cristianas se ha afirmado en los últimos tiempos aquella que, con una expresión cuñada por Karl Barth, es definida “la Teología del tercer artículo”. La teología del tercer artículo es aquella que no termina con el artículo sobre el Espíritu Santo pero comienza con esto; que toma en cuenta el orden según el cual se formó la fe cristiana y su credo, y no solamente su producto final. Fue de hecho a la luz del Espíritu Santo que los apóstoles descubrieron quien era verdaderamente Jesús y su revelación sobre el Padre.
El credo actual de la Iglesia es perfecto y nadie se sueña de cambiarlo, pero refleja el producto final, la última etapa alcanzada por la fe, no el camino a través el cual se llega a eso, mientras que teniendo en vista a una renovada evangelización, es vital para nosotros conocer también el camino hacia el cual se llega a la fe, no solo su codificación definitiva que proclamamos de memoria en el Credo.
Bajo esta luz aparecen claramente las implicaciones de ciertas afirmaciones del concilio, pero aparecen también algunos vacíos y lagunas que es necesario llenar, en particular justamente a propósito del rol del Espíritu Santo. San Juan Pablo II ya había tomado en cuenta esta necesidad, cuando en ocasión del XVI centenario del concilio ecuménico de Constantinópolis, en 1981, escribía en su Carta Apostólica la siguiente afirmación:
“Toda la obra de renovación de la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha así providencialmente propuesto e iniciado (…) no puede realizarse si no en el Espíritu Santo, o sea con la ayuda de su luz y de su potencia” [2].
2.El lugar del Espíritu Santo en la liturgia.
Esta premisa general se revela particularmente útil al abordar el tema de la liturgia, la Sacrosanctum concilium. El texto nace de la necesidad, advertida desde hace tiempo y desde diversas partes, de una renovación de las formas y de los ritos de la liturgia católica. Desde este punto de vista, sus frutos han sido tantos, y muy benéficos para la Iglesia. Se advertía menos en ese momento, la necesidad de detenerse en lo que, después de Romano Guardini, se suele llamar “el espíritu de la liturgia”[3] y que, en el sentido que ahora explicaré, yo la llamaría más bien “la liturgia del Espíritu” (¡Espíritu con mayúscula!).
Fieles en la intención declarada en estas nuestras meditaciones, de valorizar algunos aspectos más espirituales e interiores de los textos conciliares, es justamente sobre este punto que querría reflexionar. La SC dedica a esto solamente un breve texto inicial, fruto del debate que antecedió a la redacción final de la constitución [4]:
“Para cumplir esta obra así grande, con la cual se da a Dios una gloria perfecta y los hombres son santificados, Cristo asocia siempre a sí la Iglesia, su esposa muy amada, la cual invoca como a su Señor y por medio él vuelve el culto al eterno Padre”. Justamente por esto la liturgia es considerada como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo. En ella la santificación del hombre está simbolizada por medio de signos sensibles y realizada de manera propia en cada uno de esos; en ella el culto público integral está ejercitado por el cuerpo místico de Jesucristo, o sea por la cabeza y sus miembros. Por lo tanto cada celebración litúrgica, en cuanto obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, y ninguna otra acción de la Iglesia se iguala en eficacia y con el mismo título y mismo grado” [5].
Es en los sujetos, o en los ‘actores’, de la liturgia que hoy estamos en grado de notar una laguna en esta descripción. Los protagonistas aquí puestos en luz son dos: Cristo y la Iglesia. Falta una mención al lugar del Espíritu Santo. También en el resto de la constitución, el Espíritu Santo no es nunca objeto de una mención directa, solamente nominado aquí y allí, y siempre ‘oblicuamente’.
El Apocalipsis nos indica el orden y el número completo de los actores litúrgicos cuando resume el culto cristiano en la frase: “ ¡El Espíritu y la Esposa dicen (a Cristo Señor), Ven!”. (Ap 22,17). Pero Jesús ya había expresado de manera perfecta la naturaleza y la novedad del culto de la Nueva Alianza en el diálogo con la Samaritana: “Viene la hora -y es esta- en la cual los verdaderos adoradores adorarán el Padre en Espíritu y Verdad” (Gv 4, 23).
La expresión “Espíritu y Verdad”, a la luz del vocabulario de Juan, puede significar solamente dos cosas: o “el Espíritu de verdad”, o sea el Espíritu Santo (Gv 14,17; 16,13), o el Espíritu de Cristo que es la verdad (Gv 14,6). Una cosa es cierta: esa no tiene nada que ver con la explicación subjetiva, que le gusta a los idealistas y a los románticos, según los cuales el “espíritu y verdad”, indicaría la interioridad escondida del hombre, en oposición a cada culto externo y visible. No se trata solamente del paso de lo exterior al interior, sino del paso de lo humano a lo divino.
Si la liturgia cristiana “es el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo”, el camino mejor para descubrir su naturaleza es ver como Jesús ejercitó su función sacerdotal en su vida y en la muerte. La tarea del sacerdote es ofrecer “oración y sacrificios” a Dios (cf. Ebr 5,1; 8,3). Ahora sabemos que era el Espíritu Santo que ponía en el corazón del Verbo hecho carne el grito ‘Abba’ que encierra cada oración. Lucas lo indica explícitamente cuando escribe: “En aquella misma hora Jesús exultó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: Te doy alabanza oh Padre, Señor del cielo y de la tierra…”(cf. Lc 10, 21).
La misma ofrenda de su cuerpo en sacrificio sobre la cruz, fue, según la Carta a los Hebreos, “en un Espíritu eterno” (Ebr 9,14), o sea por un impulso del Espíritu Santo.
San Basilio tiene un texto iluminador:
“El camino del conocimiento de Dios procede del único Espíritu, a través el único Hijo, hasta el único Padre; inversamente la bondad natural, la santificación según la naturaleza, la dignidad real se difunden desde el Padre, por medio del Unigénito, hasta el Espíritu” [6].
En otras palabras, el orden de la creación, o de la salida de las criaturas de Dios, parte desde el Padre, pasa a través del Hijo y llega a nosotros en el Espíritu Santo. El orden del conocimiento o de nuestro regreso a Dios, del cual la liturgia es la expresión más alta, sigue el camino inverso: parte desde el Espíritu, pasa a través del Hijo y termina en el Padre. Esta visión descendiente y ascendiente de la misión del Espíritu Santo está presente también en el mundo latino. El beato Isaac della Stella (siglo XII) la expresa en términos muy cercanos a los de Basilio.
“Así como las cosas divinas bajan hacia nosotros desde el Padre por medio del Hijo y en el Espíritu Santo, así las cosas humanas ascienden al Padre a través del Hijo, en el Espíritu Santo” [7].
No se trata por así decir, de apostar por una u otra de las tres personas de la Trinidad, sino de salvaguardar el dinamismo trinitario de la liturgia. El silencio sobre el Espíritu Santo atenúa inevitablemente el carácter trinitario de la liturgia. Por esto me parece oportuno la llamada de atención que san Juan Pablo II hacía en la Novo millennio ineunte:
“Realizada en nosotros por el Espíritu Santo, nos abre, por Cristo y en Cristo, a la contemplación del rostro del Padre. Aprender esta lógica trinitaria de la oración cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial,17 pero también de la experiencia personal, es el secreto de un cristianismo realmente vital, que no tiene motivos para temer el futuro, porque vuelve continuamente a las fuentes y se regenera en ellas” [8].
3. La adoración “en el Espíritu”.
Tratemos de tomar, a partir de estas premisas, alguna indicación práctica para nuestra forma de vivir la liturgia y hacer que se lleve a cabo una de sus tareas primarias que es la santificación de las almas. El Espíritu no autoriza inventar nuevas y arbitrarias formas de liturgia o modificar por propia iniciativa las existentes (tarea que corresponde a la jerarquía). Él es el único que renueva y da la vida a todas las expresiones de la liturgia. En otras palabras, el Espíritu no hace cosas nuevas, ¡hace nuevas las cosas! El dicho de Jesús repetido por Pablo: “Es el Espíritu que da la vida” (Jn 6, 63; 2 Cor 3, 6) se aplica en primer lugar a la liturgia.
El apóstol exhortaba a sus fieles a rezar  “en el Espíritu” (Ef. 6,18; cf. también Judas 20). ¿Qué significa rezar en el Espíritu? Significa permitir a Jesús continuar ejercitando el propio oficio sacerdotal en su cuerpo que es la Iglesia. La oración cristiana se convierte en prolongación en el cuerpo de la oración de la cabeza. Es conocida la afirmación de san Agustín:
“El Señor nuestro Jesucristo, Hijo de Dios es quien que reza por nosotros, que reza en nosotros y que es rezado por nosotros. Reza por nosotros como nuestro sacerdote, reza en nosotros como nuestra cabeza, es rezado por nosotros como nuestro Dios. Reconocemos por tanto en él nuestra voz, y en nosotros su voz” [9].
Es esta luz, la liturgia nos aparece como el “opus Dei”, la “obra de Dios”, no solo porque tiene Dios por objeto, sino también porque tiene a Dios como sujeto; Dios no solo està rezado por nosotros, sino que reza en nosotros. El mismo grito ¡Abbà! que el Espíritu, viniendo a nosotros, dirige al Padre (Gal 4, 6; Rom 8, 15) demuestra que quien reza en nosotros, a través del Espíritu, es Jesús, el Hijo único de Dios. Por sí mismo, de hecho, el Espíritu Santo no podría dirigirse a Dios, llamándolo Abbà, Padre, porque él no es engendrado, sino que solamente “procede” del Padre. Si lo puede hacer, es porque es el Espíritu de Cristo quien continúan en nosotros su oración filial.
Es sobre todo cuando la oración se hace fatiga y lucha que se descubre toda la importancia del Espíritu Santo para nuestra vida de oración. El Espíritu se convierte, entonces, en la fuerza de nuestra oración “débil” (Rom 8, 26), en la luz de nuestra oración apagada; en una palabra, el alma de nuestra oración. Realmente, él “riega lo que está seco”, como decimos en la secuencia en su honor.
Todo esto sucede por la fe. Basta que yo diga o piense: “Padre, tú me has donado el Espíritu de Jesús; formando, por eso, “un solo Espíritu”, con Jesús, yo recito este salmo, celebro esta santa misa, o estoy simplemente en silencio, aquí en tu presencia. Quiero darte esa gloria y esa alegría que te daría Jesús, si fuera él quien te rezara todavía desde la tierra”.
El Espíritu Santo vivifica de forma particular la oración de adoración que es el corazón de toda oración litúrgica. Su peculiaridad deriva del hecho que es el único sentimiento que podemos nutrir solo y exclusivamente hacia las personas divinas. Es lo que distingue el culto de latría, del de dulía reservado a los santos y de hiperdulía reservado a la Santa Virgen. Nosotros veneramos a la Virgen, no la adoramos, contrariamente a lo que algunos piensan de los católicos.
La adoración cristiana es también la trinitaria. Lo es en su desarrollarse, porque es adoración dirigida “al Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu Santo” y lo es en su término, porque es adoración hecha, juntos “al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.
En la espiritualidad occidental, quien ha desarrollado más a fondo el tema de la adoración ha sido el cardenal Pierre de Bérulle (1575-1629). Para él, Cristo es el perfecto adorador del Padre, a quien es necesario unirse para adorar a Dios con una adoración de valor infinito[10]. Escribe:
“De toda la eternidad, había un Dios infinitamente adorable, pero no había aún un adorador infinito; […] Tu eres ahora, oh Jesús, este adorador, este hombre, este servidor infinito por potencia, cualidad y dignidad, para satisfacer plenamente este deber y hacer este homenaje divino” [11].
Si hay una laguna en esta visión que también ha dado a la Iglesia frutos bellísimo y ha plasmado la espiritualidad francesa por varios siglos, esta es la misma que hemos destacado en la constitución del Vaticano II: la insuficiente atención acordada al rol del Espíritu Santo. Del Verbo encarnado, el discurso de Bérulle pasa a la “corte real” que lo sigue y lo acompaña: la Santa Virgen, Juan Bautista, los apóstoles, los santos; falta el reconocimiento del rol esencial del Espíritu Santo.
En cada movimiento de regreso a Dios, nos ha recordado san Basilio, todo parte del Espíritu, pasa a través del Hijo y termina en el Padre. Por tanto, no basta con recordar de vez en cuando que también existe el Espíritu Santo; es necesario reconocer su papel de eslabón esencial, tanto en el camino de salida de las criaturas de Dios como en el de regreso de las criaturas a Dios. El abismo existente entre nosotros y el Jesús de la historia está colmado por el Espíritu Santo. Sin él, todo en la liturgia no es más que la memoria; con él, todo es también presencia.
En el libro del Éxodo, leemos que, en el Sinaí, Dios indicó a Moisés una cavidad en la roca, oculto dentro de ella habría podido contemplar su gloria sin morir (cf. Ex 33, 21). Al comentar este pasaje, el mismo san Basilio escribe:
“¿Cuál es hoy, para nosotros los cristianos, esa cavidad, ese lugar en el que podemos refugiarnos para contemplar y adorar a Dios? ¡Es el Espíritu Santo! ¿De quien lo sabemos? Por el mismo Jesús que dijo: ¡Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y verdad!” [12].
¡Qué perspectivas, qué belleza, qué poder, qué atracción confiere todo esto al ideal de adoración cristiano! ¿Quién no siente la necesidad de ocultarse de vez en cuando, en el vórtice giratorio del mundo, en aquella cavidad espiritual para contemplar a Dios y adorarlo como Moisés?
4.La oración de intercesión.
Junto a la adoración, un componente esencial de la oración litúrgica es la intercesión. En toda su oración, la Iglesia no hace más que interceder: por ella y por el mundo, por los justos y por los pecadores, por los vivos y por los muertos. También esta es una oración que el Espíritu Santo quiere animar y confirmar. De él, san Pablo escribe:
“El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Rm 8, 26-27).
El Espíritu Santo intercede por nosotros y nos enseña a interceder, a su vez, por los demás. Hacer una oración de intercesión significa unirse, en la fe, a Cristo resucitado que vive en un constante estado de intercesión por el mundo (cf. Rm 8, 34; Hb 7, 25; 1 Jn 2, 1). En la gran oración con la que concluyó su vida terrena, Jesús nos ofrece el ejemplo más sublime de intercesión:
“Ruego por ellos, por los que me has dado. […] Guárdalos en tu nombre. No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Santifícalos en la verdad. […] No ruego sólo por éstos, sino también por los que han de creer en mí…”(cf. Jn 17, 9 ss).
Del Siervo sufriente se dice, en Isaías, que Dios le premia con las multitudes “porque cargó con los pecados de muchos e intercedió por los transgresores” (Is 53, 12): Esta profecía ha encontrado su perfecto cumplimiento en Jesús, que, en la cruz, intercede por sus crucifixores (cf. Lc 23, 34).
La eficacia de la oración de intercesión no depende de “multiplicar las palabras” (cf. Mt 6, 7), sino del grado de unión que se puede lograr con las disposiciones filiales de Cristo. Más que palabras de intercesión, se debe, en todo caso, multiplicar los intercesores, es decir, invocar la ayuda de María y de los santos. En la fiesta de Todos los Santos, la Iglesia pide a Dios ser escuchada “por la abundancia de los intercesores” (“multiplicatis intercessoribus”).
Se multiplican los intercesores también cuando oramos los unos por los otros. San Ambrosio dice:
“Si sólo ruegas por ti, también tú serás el único que suplica por ti. Y, si todos ruegan solamente por sí mismos, la gracia que obtendrá el pecador será, sin duda, menor que la que obtendría del conjunto de los que interceden si éstos fueran muchos. Pero, si todos ruegan por todos, habrá que decir también que todos ruegan por ti, porque incluido entre todos aquellos ” [13].
La oración de intercesión es tan agradable a Dios, porque es la más libre de egoísmo, refleja más de cerca la gratuidad divina y concuerda con la voluntad de Dios, que quiere que “todos los hombres se salven” (cf. 1 Tim 2, 4). Dios es como un padre compasivo que tiene el deber de castigar, pero que busca todas las excusas posibles para no tener que hacerlo y es feliz, en su corazón, cuando los hermanos del culpable lo retienen de hacerlo.
Si faltan estos brazos fraternales extendidos hacia él, se queja en la Escritura: “Y vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se interpusiese” (Is 59, 16). Ezequiel nos transmite este lamento de Dios: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé” (Ez 22, 30).
La palabra de Dios resalta el extraordinario poder que tiene junto a Dios, por su misma disposición, la oración de quienes ha puesto a la guía de su pueblo. Se dice en un salmo que Dios había decidido exterminar a su pueblo debido al ternero de oro, “si Moises no hubiera estado en la brecha, delante de Él para desviar su cólera”.  (cf Sal 106, 23).
A los pastores y a las guías espirituales yo oso decir: cuando en la oración escuchan que Dios está airado con el pueblo que les ha sido confiado, ¡no se alineen en seguida con Dios, sino con el pueblo! Así hizo Moisés, hasta protestar de querer ser expulsado él mismo, con ellos, del libro de la vida. (cf Es 32, 32), y la Biblia hace entender que esto era exactamente lo que Dios deseaba, porque Èl “abandonó el propósito de castigar a su pueblo”.
Cuando se está delante del pueblo, entonces tenemos que dar razón, con toda la fuerza, a Dios. Peró Moisés cuando poco después se encontró delante del pueblo, entonces se encendió su ira: rompió el ternero de oro, desparramó el polvo en el agua y le hizo tragar el agua a la gente (cf Es 32, 19 ss). Solamente quien defendió al pueblo delante de Dios y llevó el peso de su pecado, tiene el derecho -y tendrá el coraje- después, de gritar contra eso, en defensa de Dios, como hizo Moisés.
Terminamos proclamando juntos el texto que refleja mejor el lugar del Espíritu Santo y la orientación trinitaria de la liturgia, o sea la dosología final del canon romano: “Por Cristo, con Cristo y en Cristo, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, cada honor y cada gloria por los siglos de los siglos, Amén”.
 
[1] Cf. I. Ker, Newman, the Councils, and Vatican II, in “Communio”. International Catholic Review, 2001, pp. 708-728.
[2] Juan Pablo II, Carta apostolica  A Concilio Constantinopolitano I, 25 marzo 1981, in AAS 73 (1981) 515-527.
[3] R.Guardini, Vom Geist del Liturgie,  23 ed., Grünewald 2013; J. Ratzinger, Der Geist del Liturgie, Herder, Freiburg, i.b., 2000.
[4] Storia del Concilio Vaticano II, a cura di G. Alberigo, Bologna 1999, III, p 245 s.
 
[5] SC, 7.
[6]  S. Basilio di Cesarea, De  Spiritu Sancto XVIII, 47 (PG 32 , 153).
[7]  B. Isacco della Stella, De anima (PL 194,  1888).
[8] NMI, 32.
[9]  Augustin, Enarrationes in Psalmos 85, 1: CCL 39, p. 1176.
[10] M. Dupuy, Bérulle, une spiritualité de l’adoration, Paris 1964.
[10] M. Dupuy, Bérulle, une spiritualité de l’adoration, Paris 1964. .
[11] P. de Bérulle,  Discours de l’Etat et des grandeurs de Jésus (1623), ed. Paris 1986, Discours II, 12.
[12]  S. Basilio, De Spiritu Sancto, XXVI,62 (PG 32, 181 s.).
[13]  Ambrosio, De Cain et Abel, I, 39 (CSEL 32, p. 372).

EDD. Sábado 20 de Febrero de 2016.

Sábado de la primera semana de Cuaresma.
Deuteronomio 26,16-19. 
Moisés habló al pueblo diciendo:
Hoy el Señor, tu Dios, te ordena practicar estos preceptos y estas leyes. Obsérvalas y practícalas con todo tu corazón y con toda tu alma.
Hoy tú le has hecho declarar al Señor que él será tu Dios, y que tú, por tu parte, seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus leyes, y escucharás su voz.
Y el Señor hoy te ha hecho declarar que tu serás el pueblo de su propiedad exclusiva, como él te lo ha prometido, y que tú observarás todos sus mandamientos;
que te hará superior – en estima, en renombre y en gloria – a todas las naciones que hizo; y que serás un pueblo consagrado al Señor, como él te lo ha prometido.
Salmo 119(118),1-2.4-5.7-8. 
Felices los que van por un camino intachable,
los que siguen la ley del Señor,
Felices los que cumplen sus prescripciones
y lo buscan de todo corazón,
Tú promulgaste tus mandamientos
para que se cumplieran íntegramente.
¡Ojalá yo me mantenga firme
en la observancia de tus preceptos!
Te alabaré con un corazón recto,
cuando aprenda tus justas decisiones.
Quiero cumplir fielmente tus preceptos:
no me abandones del todo.
Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Comentario del Evangelio por 
  San Fulgencio de Ruspe (467-532), obispo en África del Norte
 Sermón 5; PL 5, 737
“Yo os digo: amad a vuestros enemigos”
“No debáis nada a nadie salvo el amor mutuo” (Rm 13,8). Que deuda más sorprendente, hermanos, que este amor que el apóstol Pablo nos enseña hemos de pagar siempre, sin dejar nunca de ser deudores. ¡Dichos deuda, deuda sagrada, portadora de créditos en el cielo, llena de riquezas eternas!… Acordémonos de las palabras del Señor: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian” (cf Lc 6,27). ¿Y cuál será la recompensa de este trabajo?… “Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo”.
El apóstol Pablo nos da a conocer qué es lo que se dará a estos hijos de Dios: “Si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rm 8,17). ¡Escuchad, pues, cristianos, escuchad, hijos de Dios, escuchad herederos de Dios, coherederos con Cristo! Si queréis poseer la herencia de vuestro Padre, pagad la deuda de vuestro amor no sólo hacia vuestros amigos sino también hacia vuestros enemigos. No rechacéis dar este amor a nadie; es el tesoro común a todos los hombres de buena voluntad. Poseedlo todos juntos, y para aumentarlo, derramadlo tanto a los malos como a los buenos. Porque este bien, que no se posee sino es todos juntos, no es de la tierra sino del cielo; la parte de uno jamás reduce la de ninguno de los otros…
El amor es un don de Dios: “El amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5)… El amor es la raíz de todos los bienes, tal como, vemos en san Pablo, la avaricia lo es de todos los males (1Tm 6,10)… El amor está siempre contento, porque cuanto más multiplica sus dones, tanto más ampliamente Dios nos lo concede. Es por esta razón que mientras el avaro se empobrece con todo lo que acapara, el hombre que paga su deuda de amor se enriquece con lo mismo que da.

Primera Predicación de Cuaresma del Padre Raniero Cantalamessa a la Curia Romana.

Padre Cantalamessa: ‘El Vaticano II es un afluente y no el río’
El padre Raniero Cantalamessa, predicador de la casa pontificia, ha iniciado este viernes las predicaciones a la Curia por la cuaresma
•19 febrero 2016•Rocío Lancho García•Papa y Santa Sede
The first Advent homily for 2015 by Fr Raniero Cantalamessa
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https://es.zenit.org/articles/padre-cantalamessa-el-vaticano-ii-es-un-afluente-y-no-el-rio/
En la primera meditación de cuaresma a la Curia,  el padre Raniero Cantalamessa, ha proseguido con las reflexiones sobre otros grandes documentos del Vaticano II, después de haber meditado en Adviento, sobre la Lumen Gentium. Y así ha asegurado esta mañana que el Vaticano II “es un afluente y no el río”. Recordó que después del Concilio hubo un despertar sobre Espíritu Santo y que ya no es más “el desconocido” en la Trinidad.
Igualmente, aseguró que “si hay un campo en el cual la teología y la vida de la Iglesia católica se ha enriquecido en estos 50 años del post-concilio, sin duda es el relativo al Espíritu Santo”.
El padre Cantalamessa ha reflexionado también sobre el “lugar del Espíritu Santo en la liturgia”.  Cada celebración litúrgica —ha explicado– en cuanto obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, y ninguna otra acción de la Iglesia se iguala en eficacia y con el mismo título y mismo grado.
A continuación, el predicador ha invitado a tomar alguna indicación práctica “para nuestra forma de vivir la liturgia y hacer que se lleve a cabo una de sus tareas primarias que es la santificación de las almas”. El Espíritu –ha subrayado– no autoriza inventar nuevas y arbitrarias formas de liturgia o modificar por propia iniciativa las existentes.
“Él es el único que renueva y da la vida a todas las expresiones de la liturgia. En otras palabras, el Espíritu no hace cosas nuevas, ¡hace nuevas las cosas!”, ha recordado. Asimismo, ha precisado que rezar en el Espíritu significa “permitir a Jesús continuar ejercitando el propio oficio sacerdotal en su cuerpo que es la Iglesia”.
En esta misma línea, el padre Cantalamessa ha indicado que “no basta con recordar de vez en cuando que también existe el Espíritu Santo; es necesario reconocer su papel de eslabón esencial, tanto en el camino de salida de las criaturas de Dios como en el de regreso de las criaturas a Dios”.
Ha explicado que junto a la adoración, “un componente esencial de la oración litúrgica es la intercesión”. En toda su oración, la Iglesia no hace más que interceder: por ella y por el mundo, por los justos y por los pecadores, por los vivos y por los muertos. “También esta es una oración que el Espíritu Santo quiere animar y confirmar”, ha añadido.
La eficacia de la oración de intercesión –ha recordado– no depende de ‘multiplicar las palabras’, sino del grado de unión que se puede lograr con las disposiciones filiales de Cristo.
Por otro lado, ha reconocido que más que palabras de intercesión, se debe, en todo caso, multiplicar los intercesores, es decir, invocar la ayuda de María y de los santos.
El predicador de la casa pontificia ha asegurado que “Dios es como un Padre compasivo que tiene el deber de castigar, pero que busca todas las excusas posibles para no tener que hacerlo y es feliz, en su corazón, cuando los hermanos del culpable lo retienen de hacerlo”.
En la conclusión de su predicación, ha mencionado que “solamente quien defendió al pueblo delante de Dios y llevó el peso de su pecado, tiene el derecho –y tendrá el coraje– después, de gritar contra eso, en defensa de Dios, como hizo Moisés”.

Homilía para la Eucaristía del Domingo 21 de Febrero de 2016.

No olviden las alcancías de cuaresma. Todavía quedan. Si no Ha llevado pídala en el mismo templo. Hno. Pastor.
DOMINGO II DE CUARESMA.
Génesis 15,5-12.17-18: Alianza de Dios con Abraham: Dios se compromete a darle numerosa descendencia y una patria. El rito arcaico, rito de pasaje, significa que el que se compromete pasa entre las víctimas descuartizadas = que me suceda como a estas víctimas si no cumplo la Palabra. Abram creyó en el Señor.
Filipenses 3,17-4,1: el discípulo es el que acepta a Cristo y vive como Cristo ya en este mundo. El cristiano tiene una ciudadanía celestial que le exige un estilo de vida diferente. La certeza de que el Señor es fiel nos debe sostener.
Lucas 9,28-36: la Transfiguración evoca las manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento. Moisés y Elías, es decir, la Ley y los Profetas, dialogan con Jesús, pero luego se alejan, es que ha terminado su tiempo. Ahora hay que escuchar a Jesús, el Hijo elegido.
1.- El domingo pasado les decía que el cristiano es, al mismo tiempo, un hombre de fe y un Peregrino y forastero expuesto a diversas dificultades. En realidad estamos expuestos a distintas dificultades internas y externas. Y dentro de estas dificultades está la actitud de aquellos que son enemigos de la cruz de Cristo. Siempre se ha rechazado la cruz de Cristo como algo ignominioso. Hoy también se rechaza su mensaje ya que es anticuado, retrógrado y molesta a la sociedad. En medio de estas hostilidades vamos peregrinando. Existen, pues, los obstáculos a la vida nueva, a la vida como discípulo. Pero  no debemos olvidar que a nosotros nos sostiene una fe y somos “ciudadanos del cielo”.
2.- Dios es fiel y veraz. ¿Qué significa esto?
Que El siempre cumple sus promesas, su palabra. De una forma muy particular el Génesis nos muestra cómo Dios se compromete con Abram.
El es también veraz, es decir, no nos engaña. Nuestra fe y seguridad se apoya en el Señor y en nadie más.
Hoy día, cuando existe tanto bombardeo ideológico, tanto escándalo, creo que la única actitud válida del cristiano es la fe, una fe fuerte, como la de Abram, que creyó contra toda esperanza.
3.- Muchas veces nosotros buscamos pruebas que nos corroboren tal o cual promesa. Abram pidió una señal y Dios se la dio: el rito del pasaje.
Dios a nosotros también nos da una señal que viene a ratificar la fe. La Transfiguración del Señor. El relato nos muestra a Jesús como el Hijo elegido. La transfiguración es un anticipo de lo que le sucederá a El y también a nosotros. San Pablo nos dice hoy: “El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso”. Este es un anuncio Pascual: la resurrección = transformación, no sólo para Jesús, sino también para nosotros, que le creemos, porque sabemos que El es fiel y veraz.
Muchas veces luchamos por la transformación de la realidad, y debemos hacerlo, pero sin perder la perspectiva de lo que somos. No habrá auténtica transformación si no nos transformamos nosotros.
Mientras peregrinamos por este mundo no debemos olvidar que tenemos una ciudadanía especial. Los filipenses se enorgullecían por ser ciudadanos romanos, ya que esto les daba ciertos privilegios. Hoy algunos aspiran a tener la  ciudadanía de un país poderoso. Nosotros tenemos la ciudadanía del Reino, que nos hace herederos de las promesas de Dios. Y todo gracias a la fe.
4.- Entonces apliquémonos lo que dice la Palabra: “Perseveren firmemente en el Señor”. Nada de avergonzarnos de Cristo, de su evangelio. Sentir el santo orgullo de ser ciudadanos del Reino, lo que implica un estilo de vida adecuado. Y porque somos ciudadanos del Reino podemos decir: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” Por ser ciudadanos del Reino es que podemos acercarnos a la Mesa santa y servirnos de lo que el Señor nos ofrece. Celebramos el Sacramento de la fe y así podemos seguir en nuestro Peregrinar.
Hermano Pastor Salvo Beas.

Respuestas del Papa a las preguntas de periodistas, en viaje a Roma.

El Papa en el avión: ‘El aborto no es un mal menor, es un crimen’
Durante casi una hora, el papa Francisco ha conversado y respondido a las preguntas de los periodistas en el vuelo de regreso de México
•18 febrero 2016•Redaccion•El papa Francisco, Viajes pontificios
Pope Francis in airplane (archive)
PHOTO VA – OSSERVATORE ROMANO
El papa Francisco, en el vuelo de regreso a Roma procedente de México, respondió, como es habitual, a las preguntas de los periodistas que le acompañan en el avión. De este modo, respondió, entre otras, a preguntas sobre la visita a México, la migración, el papel de la mujer en la Iglesia, el aborto y el virus Zika, los casos de pederastia o sobre su encuentro con el patriarca Kirill.
Durante la rueda de prensa, que duró casi una hora, le preguntaron por qué no se reunió con los familiares de los desaparecidos en México. “En mis mensajes hice continua referencia a los asesinatos, a las muertes, a la vida cobrada por todas estas bandas del narcotráfico y traficantes de personas, o sea que de ese problema hablé, de las llagas que están sufriendo en México”, dijo el Papa.
“Había muchos grupos, incluso contrapuestos entre ellos, con luchas internas, entonces yo preferí decir que en la misa los iba a ver a todos, en la misa de Juárez, o si preferían en alguna otra, pero que habría esa disponibilidad”, añadió. “Es una situación que es difícil de comprender para mí que soy extranjero, ¿verdad? Pero creo que hay una sociedad mexicana que es víctima de todo esto, de los crímenes, de descartar gente: es un dolor muy grande porque este pueblo no se merece un dolor como este”, aseguró.
Otro de los temas tratados por los periodistas del vuelo papal fue el de la pederastia en la Iglesia. Al respecto, el Pontífice señaló que “un obispo que cambia a un sacerdote de parroquia cuando se detecta una pederastia es un inconsciente, y lo mejor que puede hacer es presentar la renuncia”.
Además, el Santo Padre quiso rendir un homenaje al entonces cardenal Ratzinger. “Si ustedes se acuerdan, diez días antes de morir san Juan Pablo II, aquel Vía Crucis del Viernes Santo le dijo a toda la Iglesia que había que limpiar las porquerías de la Iglesia. Y en la misa ‘Pro Eligendo Pontifice’, pese a que él sabía que era candidato, no es tonto, no le importó maquillar su postura, dijo exactamente lo mismo. O sea, fue el valiente que ayudó a tantos a abrir esta puerta”, apuntó. “Así que lo quiero recordar, porque a veces nos olvidamos de estos trabajos escondidos que fueron los que prepararon los cimientos para destapar la olla”, insistió.
“Doy gracias a Dios que se haya destapado esta olla y hay que seguir destapándola”, prosiguió el Papa, al tiempo que advirtió que “esto es una monstruosidad porque un sacerdote está consagrado para llevar a un niño a Dios y ahí se lo come en un sacrificio diabólico. Lo destruye”.
En una entrevista recientemente, el candidato Donald Trump afirmó que Francisco es un hombre político y un instrumento del gobierno mexicano para la política migratoria. También reconoció que, si gana las elecciones, quiere construir 2500 kilómetros de muro a lo largo de la frontera y deportar a 11 millones de inmigrantes ilegales. Al ser interrogado por estas declaraciones, el Pontífice ironizó: “Gracias a Dios que dijo que yo soy político, porque Aristóteles define a la persona humana como un animal politicus. Al menos soy una persona humana”. “Y que soy un instrumento, quizás, no sé. Lo dejo al juicio de ustedes, de la gente”, indicó.
“Una persona que piensa sólo en hacer muros, sea donde sea, y no hacer puentes, no es cristiano. Esto no está en Evangelio”, advirtió. “Hay que ver si dijo así las cosas, le doy el beneficio de la duda”, matizó.
En una escala previa a su viaje a México, el Santo Padre fue a La Habana para reunirse con el patriarca Kirill de Moscú. Un encuentro histórico, tras casi mil años de distanciamiento entre la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Iglesia Católica.  “Con Kirill, mi hermano, nos abrazamos y besamos, y luego tuvimos un coloquio de dos horas, en el que hablamos como hermanos, sinceramente: nadie sabe de qué hablamos”, explicó.
Sobre la posibilidad de ir a Moscú o al Concilio panortodoxo, el Papa manifestó que “estaré presente, espiritualmente, en Creta con un mensaje”. “Me gustaría ir, pero hay que respetar el Concilio. Habrá observadores católicos y detrás de su trabajo estaré yo, rezando con los mejores deseos para que los ortodoxos puedan salir adelante”, reconoció.
Tras la reunión de La Habana, Francisco y el Patriarca de Moscú firmaron una declaración conjunta que fue criticada por los ucranianos. “Cuando la leí [La crítica, ndr], me preocupé un poco, porque la hizo el arzobispo mayor de Kyiv-Halyc de los ucranianos, Sviatoslav Schevchuk. Es él el que dijo que el pueblo se siente profundamente desilusionado y traicionado”, recordó.
“Ucrania está en un momento de guerra, de sufrimiento: muchas veces he manifestado mi cercanía al pueblo ucraniano. Se comprende que un pueblo en esa situación sienta esto, el documento es opinable sobre esta cuestión de Ucrania, pero en esa parte de la declaración se pide detener esta guerra, que se llegue a acuerdos. Yo, en lo personal, espero que los acuerdos de Minsk sigan adelante y que no se borre con el codo lo que se escribió con la mano”, destacó el Pontífice.
“Yo conozco muy bien a Sviatoslav, trabajamos 4 años juntos en Buenos Aires. Cuando, a los 42 años, fue elegido arzobispo mayor, vino a despedirse y me regaló un ícono de la Virgen de la ternura, y me dijo: ‘Me ha acompañado toda la vida, quiero dejártela a ti, porque me has acompañado estos cuatro años’. Y la tengo en Roma, entre las pocas cosas que me llevé de Buenos Aires. Lo respeto, nos hablamos de tú; me pareció un poco extraña su declaración. Pero, para comprender una noticia o una declaración hay que buscar la hermenéutica de conjunto. Y esa declaración de Schevchuk está en el último párrafo de una larga entrevista. Él se declara hijo de la Iglesia, en comunión con el Obispo de Roma, habla sobre el Papa y su cercanía al Papa”, observó.
El aborto no es un mal menor: es un crimen. Así de conciso y claro fue al responder a una pregunta sobre la propuesta del aborto por parte de algunas autoridades frente al virus Zika. Así, recordó que “es echar fuera a uno para salvar a otro. Es lo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto”. A propósito del mal menor en lo que se refiere a evitar el embarazo, indicó que Pablo VI en una situación difícil en África permitió a las monjas usar anticonceptivos para casos en los que fueron violentadas. Por eso pidió “no confundir el mal de evitar el embarazo, por sí solo, con el aborto”.  El aborto –precisó– no es un problema teológico: es un problema humano, es un problema médico. Evitar el embarazo no es un mal absoluto. Y en ciertos casos, como en este, como en el que ha nombrado de Pablo VI era claro, reconoció.
Otro tema abordado en la rueda de prensa fue la situación de los divorciados vueltos a casar. En esta línea el Santo Padre explicó que en el documento post-sinodal, que saldrá antes de Pascua, “se retoma todo lo que el Sínodo abordó en la pastoral de las familias heridas”. Aseguró que es una de sus preocupaciones así como también lo es la preparación al matrimonio. Otro capítulo muy interesante es “la educación de los hijos”, y precisó que “las víctimas de los problemas familiares son los hijos”. La palabra clave “que usó el Sínodo, y lo retomaré en la exhortación, es ‘integrar’ en la vida de la Iglesia a las familias heridas”, subrayó Francisco.  E integrar en la Iglesia –precisó– no significa conceder la comunión.
También preguntaron al Pontífice sobre la polémica despertada días atrás sobre el intercambio de cartas entre el papa Juan Pablo II y la filósofa americana Anna Teresa Tymieniecka. Al respecto, Francisco advirtió de que “un hombre que no sabe tener una buena relación de amistad con una mujer –no hablo de los misóginos que son enfermos— es un hombre al que le falta alguna cosa”. Y aseguró que por experiencia propia “cuando pido un consejo, a un colaborador o amigo, me gusta también escuchar el parecer de una mujer. Y te dan tantas riquezas. Miran las cosas de otro modo”. Asimismo subrayó que “una amistad con una mujer no es pecado. Una relación amorosa con una mujer que no sea tu mujer es pecado”. Prosiguió recordando que el Papa es un hombre, tiene necesidad incluso del pensamiento de las mujeres y también el Papa tiene un corazón que puede tener una amistad sana con una mujer.
Para concluir esta pregunta reconoció que “las mujeres todavía no están bien consideradas en la Iglesia”. “No hemos entendido el bien que una mujer puede hacer a la vida del cura y de la Iglesia, en un sentido de consejo, de ayuda, de sana amistad”, explicó.
Para concluir la rueda de prensa, contó qué le pidió a la Guadalupe cuando rezó ante ella en la Basílica: “Por el mundo, por la paz, por muchas cosas, y la pobrecilla ha acabado con la cabeza así de grande”. También pidió perdón, que la Iglesia crezca sana, por el pueblo mexicano. Y una cosa por la que pidió mucho: “Que los curas sean buenos curas y las monjas buenas monjas” y por “buenos obispos como los quiere el Señor”. Y bromeó: pero las cosas que un hijo dice a la mamá son un secreto.

EDD. VIERNES 19 DE FEBRERO DE 2016.

Viernes de la primera semana de Cuaresma
Libro de Ezequiel 18,21-28.
Así habla el Señor Dios:
Si el malvado se convierte de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, seguramente vivirá, y no morirá.
Ninguna de las ofensas que haya cometido le será recordada: a causa de la justicia que ha practicado, vivirá.
¿Acaso deseo yo la muerte del pecador -oráculo del Señor- y no que se convierta de su mala conducta y viva?
Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿acaso vivirá? Ninguna de las obras justas que haya hecho será recordada: a causa de la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá.
Ustedes dirán: «El proceder del Señor no es correcto». Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto?
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido.
Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida.
El ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá.
Salmo 130(129),1-2.3-4ab.4c-6.7-8. 
Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido.
Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora.
Como el centinela espera la aurora,
espere Israel al Señor,
porque en él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
Él redimirá a Israel
de todos sus pecados.
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal.
Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti,
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Comentario del Evangelio por 
 San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia.
Sermón 211, 5-6; SC 116, pag. 169
“Ve y reconcíliate con tu hermano”
Hermanos, que no haya desavenencias entre vosotros en estos días santos de Cuaresma. …Tal vez, en el pensamiento os decís: “Quiero hacer las paces, pero es el hermano que me ha ofendido…y no quiere pedir perdón.” ¿Qué hacer entonces?… Hace falta que se interpongan entre vosotros unos terceros, amigos de la paz… En cuanto a ti, sé pronto para perdonar, totalmente dispuesto a perdonarle su falte desde el fondo del corazón. Si estás del todo dispuesto a perdonarle la falta, de hecho, ya le has perdonado.
Aun te falta orar: ora por él para que te pida perdón porque sabes que no es bueno para él no hacerlo… Di al Señor: Tú sabes que yo no he ofendido al hermano…y le perjudica haberme ofendido; en cuanto a mí, te pido de corazón que le perdones.”
Esto es lo que tenéis que hacer para vivir en paz con vuestros hermanos…,para celebrar la Pascua con serenidad y vivir la Pasión de aquel que no debía nada a nadie y que, no obstante, ha pagado la deuda por todos, Nuestro Señor Jesucristo que no ha ofendido a nadie y, por así decirlo, ha sido ofendido por todo el mundo. No ha pedido castigo sino que ha prometido recompensas… A él mismo le hacemos testigo en nuestro corazón: si hemos ofendido a alguien, vamos a pedir perdón; si alguien nos ha ofendido, estamos dispuestos a perdonar y a orar por nuestros enemigos.
Fuente: Evangelizo.org

EL PAPA FRANCISCO SE DESPIDE DE MÉXICO.

El Santo Padre se despide de México.
Concluye así el duodécimo viaje de su pontificado. Su llegada a Roma está prevista el jueves a las 15.15 hora local
•18 febrero 2016•Rocío Lancho García•Viajes pontificios
El Papa se despide de México
(Foto: Presidencia de México)
El papa Francisco, en algún momento durante su visita a México, sintió como ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido. Lo indicó él mismo al finalizar la eucaristía celebrada en el recinto ferial de Ciudad Juárez, cuando dirigió unas palabras de despedida antes de dirigirse al aeropuerto. De este modo, el Santo Padre dio las gracias a Dios “por haberme permitido esta visita a México”.
También agradeció “el esfuerzo de quienes han hecho posible esta peregrinación”. Así como a las “autoridades federales y locales, el interés y la solícita ayuda con la que han contribuido al buen desarrollo de este propósito”. El Santo Padre agradeció de corazón “a todos los que han colaborado de distintos modos en esta visita pastoral”. También “a tantos servidores anónimos que desde el silencio han dado lo mejor de sí para que estos días fueran una fiesta de familia, gracias”.
Asimismo, reconoció que “se ha sentido acogido, recibido por el cariño, la fiesta, la esperanza de esta gran familia mexicana, gracias por abrirme las puertas de sus vidas, de su nación”.
Por todo ello, el Santo Padre sugirió que “aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de México”. La noche –advirtió– nos puede parecer enorme y muy oscura. Pero en estos días ha podido ver “que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza”, “en muchos de sus testimonios, en muchos de sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra guiándolos y sosteniendo la esperanza”, “muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras”. Explicó que durante los trayectos muchos hombres y mujeres le acercaban a sus hijos y aseguró: “son el futuro de México, cuidémoslos, amémoslos”, “son profetas del mañana, son signo de un nuevo amanecer”.
Finalmente, el papa Francisco concluyó su viaje apostólico a México despidiéndose de los fieles congregados en el recinto ferial de Ciudad Juárez. Desde allí toma el helicóptero hasta el aeropuerto de la ciudad, donde es recibido por el presidente de México, Enrique Peña Nieto, y su esposa.
Después de tocar los himnos y los saludos de las delegaciones, el Pontífice sube al avión que le lleva de regreso a Roma. La llegada a la capital italiana está prevista el jueves, 18 de febrero, a las 15.15 hora local, después de doce horas de viaje.

EDD. JUEVES 18 DE FEBRERO DE 2016.

Jueves de la Primera semana de Cuaresma
Libro de Ester 14,1.3-5.12-14.
En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente,
acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel: «Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti,
pues yo misma me he expuesto al peligro.
Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido.
Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación, y dame valor, Señor, rey de los dioses y señor de poderosos.
Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que perezca con todos sus cómplices.
«¡Señor mío, nuestro Rey, tú eres el Unico! Ven a socorrerme, porque estoy sola, no tengo otra ayuda fuera de ti
Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.7c-8.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo.
y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.
Tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos.
Evangelio según San Mateo 7,7-12.
Jesús dijo a sus discípulos:
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra?
¿O si le pide un pez, le da una serpiente?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
Comentario del Evangelio por
Homilía anónima del siglo IV
atribuida a San Juan Crisóstomo; SC 146, pag 67ss
“Pedid y se os dará….; llamad y se os abrirá.”
“Inclina tu oído hacia mí, Señor.” (Sal 5,2) Tú has venido, Señor, no sólo por misericordia con tu pueblo Israel, sino para salvar a todas las naciones…, no sólo a restaurar una parte de la tierra, sino a renovar al mundo entero. Por esto “Inclina tu oído hacia mí.” ¡No rechaces mi súplica por indigna, no desdeñes mi oración! No pido oro ni riquezas… Deseando el amor y el respeto de tu nombre, clamo sin cesar: “Inclina tu oído hacia mí, Señor.”
Israel gozaba de tus bienes. Yo también tendré experiencia de tus beneficios. Tú sacaste a tu pueblo de Egipto. Sácame de mi error. Tú lo rescataste del poder de Faraón. Líbrame del autor del mal. Tú lo hiciste pasar por el Mar Rojo. Condúceme a través de las aguas bautismales. Tú lo guiaste con una columna de fuego. Ilumíname por tu Espíritu Santo. Israel comió del pan de ángeles en el desierto. Dame tu Cuerpo santísimo. Bebió el agua de la roca; sacia mi sed con la Sangre de tu costado. Israel recibió las tablas de la ley; grava  tu evangelio en mi corazón…
“Inclina tu oído hacia mí, Señor.” ¡Comprende mi grito! Gracias a este grito, Moisés tuvo a la creación como aliada para tu pueblo ( en el mar rojo). Gracias a este clamor, Josué paró el curso del sol (Jos 10,12) Gracias a este grito, Elías volvió estériles las nubes del cielo. (1R 17,1) Gracias a este clamor, Ana engendró un hijo contra toda esperanza (1S 1,10ss) ¡Señor, atiende, pues, mi súplica!
Proclamo el poder absoluto del Padre y la mediación del Hijo, su misión en el mundo y su obediencia. El Padre tiene su trono eterno y tú, “inclinaste los cielos y bajaste” (Sal 28,10; 17,10)… En el Jordán recibiste el testimonio del Padre…; multiplicando los panes en el desierto, levantaste los ojos hacia el cielo y pronunciaste la bendición. Cuando estuviste suspendido en la cruz, el Padre recibió tu espíritu; cuando depositaron tu cuerpo en el sepulcro, él te resucitó al tercer día. Por todo esto clamo en mi oración, esto es lo que proclamo a través de los tiempos.
Fuente: Evangelizo.org

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO EN LA FRONTERA DE MÉXICO CON EE.UU.

El Papa en la frontera clama: ‘¡No más muerte ni explotación!’ 
En Santo Padre, en su último acto en México, celebra la misa en Ciudad Juárez y asegura que estamos a tiempo de reaccionar y transformar lo que nos está destruyendo como pueblo
•18 febrero 2016•Rocío Lancho García•Viajes pontificios
CTV – Centro Televisivo Vaticano
CTV – Centro Televisivo Vaticano
El papa Francisco celebró en su último día en México una misa multitudinaria en la frontera, visible a través de la red metálica desde donde se ve Estados Unidos. A un lado Ciudad Juárez y al otro la ciudad de Texas de El Paso. Una ubicación que conlleva una importante carga emotiva debido al drama de la migración que allí se vive cada día. Miles de personas saludaron al Santo Padre durante el recorrido que le llevó desde el seminario arquidiocesano hasta el recinto ferial de Ciudad Juárez. Y una vez allí, otra gran multitud le esperaba entusiasmada para la celebración eucarística. Uno de los momentos más significativos y emocionantes fue cuando el Santo Padre dejó un ramo de flores en una gran cruz colocada justo en la frontera entre ambos países. Y saludó y bendijo a los fieles que se encontraban “al otro lado”.
Durante la homilía, el Pontífice aseguró que “siempre hay posibilidad de cambio, estamos a tiempo de reaccionar y transformar, modificar y cambiar, convertir lo que nos está destruyendo como pueblo, lo que nos está degradando como humanidad”. La misericordia –subrayó– nos alienta a mirar el presente y confiar en lo sano y bueno que late en cada corazón. “La misericordia de Dios es nuestro escudo y nuestra fortaleza”, precisó Francisco.
Además, explicó que “no hay gloria más grande para un padre que ver la realización de los suyos; no hay satisfacción mayor que verlos salir adelante, verlos crecer y desarrollarse”.
Haciendo referencia al pasaje de la lectura sobre la destrucción de Nínive, el Santo Padre indicó que “la misericordia rechaza siempre la maldad, tomando muy en serio al ser humano. Apela siempre a la bondad dormida, anestesiada, de cada persona”. Lejos de aniquilar, aseguró, la misericordia, se acerca a toda situación para transformarla desde adentro.
Y ese es precisamente el misterio de la misericordia divina. “Se acerca e invita a la conversión, invita al arrepentimiento; invita a ver el daño que a todos los niveles se esta causando”, precisó Francisco.
Asimismo, el Santo Padre recordó que son las lágrimas las que pueden “darle paso a la transformación”, “ablandar el corazón”, “purificar la mirada y ayudar a ver el círculo de pecado en el que muchas veces se está sumergido”, “lograr sensibilizar la mirada y la actitud endurecida y especialmente adormecida ante el sufrimiento ajeno”, “generar una ruptura capaz de abrirnos a la conversión”.
Por otro lado, el Papa reconoció que en este año de la misericordia y en este lugar, quiere “implorar la misericordia divina” y “pedir con ustedes el don de las lágrimas, el don de la conversión”.
Haciendo referencia a esta ciudad, tal y como sucede en otras zonas fronterizas, el Santo Padre señaló que aquí se concentran miles de migrantes de Centroamérica y otros países, sin olvidar tantos mexicanos que también buscan pasar “al otro lado”. Por eso dijo que se trata de un camino cargado de terribles injusticias: “esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio del tránsito humano”.
El Papa hizo referencia a esta crisis humanitaria, que calificó como tragedia humana global. Por eso, precisó que aunque se puede medir en cifras, “nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias”. Son hermanos y hermanas –aseguró– que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado.
Al respecto, denunció que frente a tantos vacíos legales, “se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres”. Y así hizo referencia a la injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ‘carne de cañón’, perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno de las drogas. Dedicó también un pensamiento a tantas mujeres a quienes se les ha arrebatado injustamente la vida.
Finalmente, el Santo Padre invitó a pedir a Dios “el don de la conversión, el don de las lágrimas”, tener el corazón abierto “a su llamado en el rostro sufriente de tantos hombres y mujeres”. Y exclamó ¡No más muerte ni explotación!
Las últimas palabras de su homilía las dedicó a organizaciones de la sociedad civil, hermanas religiosas, religiosos y sacerdotes y laicos que se la juegan en el acompañamiento y en la defensa de la vida. Con sus vidas –aseguró– son profetas de la misericordia, son el corazón comprensivo y los pies acompañantes de la Iglesia que abre sus brazos y sostiene.
 
A continuación publicamos el texto completo de la homilía pronunciada por el Santo Padre:
 
La gloria de Dios es la vida del hombre, así lo decía San Ireneo en el siglo II, expresión que sigue resonando en el corazón de la Iglesia. La gloria del Padre es la vida de sus hijos. No hay gloria más grande para un padre que ver la realización de los suyos; no hay satisfacción mayor que verlos salir adelante, verlos crecer y desarrollarse. Así lo atestigua la primera lectura que escuchamos. Nínive, una gran ciudad que se estaba autodestruyendo, fruto de la opresión y la degradación, de la violencia y de la injusticia. La gran capital tenía los días contados, ya que no era sostenible la violencia generada en sí misma. Ahí aparece el Señor moviendo el corazón de Jonás, ahí aparece el Padre invitando y enviando a su mensajero. Jonás es convocado para recibir una misión. Ve, le dice, porque «dentro de cuarenta días, Nínive será destruida» (Jon 3,4). Ve, ayúdalos a comprender que con esa manera de tratarse, regularse, organizarse, lo único que están generando es muerte y destrucción, sufrimiento y opresión. Hazles ver que no hay vida para nadie, ni para el rey ni para el súbdito, ni para los campos ni para el ganado. Ve y anuncia que se han acostumbrado de tal manera a la degradación que han perdido la sensibilidad ante el dolor. Ve y diles que la injusticia se ha instalado en su mirada. Por eso va Jonás. Dios lo envía a evidenciar lo que estaba sucediendo, lo envía a despertar a un pueblo ebrio de sí mismo.
Y en este texto nos encontramos frente al misterio de la misericordia divina. La misericordia rechaza siempre la maldad, tomando muy en serio al ser humano. Apela siempre a la bondad de la persona aunque esté dormida, anestesiada, de cada persona. Lejos de aniquilar, como muchas veces pretendemos o queremos hacerlo nosotros la misericordia, se acerca a toda situación para transformarla desde adentro. Ese es precisamente el misterio de la misericordia divina. Se acerca e invita a la conversión, invita al arrepentimiento; invita a ver el daño que a todos los niveles se esta causando. La misericordia siempre entra en el mal para transformarlo. Misterios de nuestro Padre Dios, dio a su Hijo que se metió en el mal, se hizo pecado para transformar el mal, esa es su misericordia.
El rey escuchó, los habitantes de la ciudad reaccionaron y se decretó el arrepentimiento. La misericordia de Dios entró en el corazón revelando y manifestando lo que es nuestra certeza y nuestra esperanza: siempre hay posibilidad de cambio, estamos a tiempo de reaccionar y transformar, modificar y cambiar, convertir lo que nos está destruyendo como pueblo, lo que nos está degradando como humanidad. La misericordia nos alienta a mirar el presente y confiar en lo sano y bueno que late en cada corazón. La misericordia de Dios es nuestro escudo y nuestra fortaleza.
Jonás ayudó a ver, ayudó a tomar conciencia. Acto seguido, su llamada encuentra hombres y mujeres capaces de arrepentirse, capaces de llorar. Llorar por la injusticia, llorar por la degradación, llorar por la opresión. Son las lágrimas las que pueden darle paso a la transformación, son las lágrimas las que pueden ablandar el corazón, son las lágrimas las que pueden purificar la mirada y ayudar a ver el círculo de pecado en el que muchas veces se está sumergido. Son las lágrimas las que logran sensibilizar la mirada y la actitud endurecida y especialmente adormecida ante el sufrimiento ajeno. Son las lágrimas las que pueden generar una ruptura capaz de abrirnos a la conversión. Así le pasó a Pedro después de haer regado de Jesús, lloró y las lágrimas le abrieron el corazón.
Que esta palabra suene con fuerza hoy entre nosotros, esta palabra es la voz que grita en el desierto y nos invita a la conversión. En este año de la misericordia, y en este lugar, quiero con ustedes implorar la misericordia divina, quiero pedir con ustedes el don de las lágrimas, el don de la conversión.
Aquí en Ciudad Juárez, como en otras zonas fronterizas, se concentran miles de migrantes de Centroamérica y otros países, sin olvidar tantos mexicanos que también buscan pasar «al otro lado». Un paso, un camino cargado de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio del tránsito humano, de la trata de personas.
No podemos negar la crisis humanitaria que en los últimos años ha significado la migración de miles de personas, ya sea por tren, por carretera e incluso a pie, atravesando cientos de kilómetros por montañas, desiertos, caminos inhóspitos. Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global. Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que encima sufren estas formas de violencia. Injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ellos, «carne de cañón», son perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno de las drogas. ¡Y qué decir de tantas mujeres a quienes se les ha arrebatado injustamente la vida!
Pidámosle a nuestro Dios el don de la conversión, el don de las lágrimas, pidámosle tener el corazón abierto, como los ninivitas, a su llamado en el rostro sufriente de tantos hombres y mujeres. ¡No más muerte ni explotación! Siempre hay tiempo de cambiar, siempre hay una salida y una oportunidad, siempre hay tiempo de implorar la misericordia del Padre.
Como sucedió en tiempo de Jonás, hoy también apostamos por la conversión; hay signos que se vuelven luz en el camino y anuncio de salvación. Sé del trabajo de tantas organizaciones de la sociedad civil a favor de los derechos de los migrantes. Sé también del trabajo comprometido de tantas hermanas religiosas, de religiosos y sacerdotes, de laicos que se la juegan en el acompañamiento y en la defensa de la vida. Asisten en primera línea arriesgando muchas veces la suya propia. Con sus vidas son profetas de la misericordia, son el corazón comprensivo y los pies acompañantes de la Iglesia que abre sus brazos y sostiene.
Es tiempo de conversión, es tiempo de salvación, es tiempo de misericordia. Por eso, digamos junto al sufrimiento de tantos rostros: «Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor apiádate de nosotros… purifícanos de nuestros pecados y crea en nosotros un corazón puro, un espíritu nuevo» (cf. Sal 50/51,3.4.12).
También deseo en este momento para saludar desde aquí a nuestros queridos hermanos y hermanas que nos acompanan simultaneamente al otro lado de la frontera, en especial a aquellos que se han congregado en el estadio de la Universidad de El Paso, conocido como el Sun Bowl, bajo la guia de su Obispo, S.E. Mons. Mark Seitz. Gracias a la ayuda de la tecnología, podemos orar, cantar y celebrar juntos ese amor misericordioso que el Señor nos da, y el que ninguna frontera podrá impedirnos de compartir. Gracias, hermanos y hermanas de El Paso, por hacernos sentir una sola familia y una misma comunidad cristiana.

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO A LOS PRESOS.

Francisco invita a los presos de Ciudad Juárez a mirar hacia adelante.
El Santo Padre recuerda que la prisión más que aislar para evitar delitos, tiene que servir para promover procesos de rehabilitación – TEXTO COMPLETO
•17 febrero 2016•Sergio Mora•El papa Francisco, Viajes pontificios
El Papa en la cárcel Cereso3
El Papa en la cárcel Cereso3, en Ciudad Juárez, recibe un báculo realizado por un preso
El santo padre Francisco desde el aeropuerto “Abraham González”, de Ciudad Juárez, partió hacia el Penal “Centro de Readaptación Social estatal n. 3” (CeReSo n. 3), en donde fue recibido por las autoridades de la estructura, y unos 250 familiares de varios presos. En la capilla saludó al personal y a los sacerdotes que se ocupan de la pastoral con los 700 presos allí recluidos.
Tras el saludo de monseñor Andrés Vargas Peña, obispo auxiliar responsable de la pastoral penitenciaria, del testimonio de una detenida y de un intercambio de regalos, el Santo Padre se dirigió a los reclusos indicándoles que “no quería irme sin venir a saludarlos, sin celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes”.
Francisco les recordó que celebrar el Jubileo de la misericordia junto a ellos es señalar “el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia”. Porque “no todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando” cuando la preocupación tiene que ser “la vida de las personas; las de sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de la violencia”.
Señaló que las cárceles más que incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos deben servir para promover procesos de rehabilitación. Una labor social entretanto “que comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas, y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos”.
No se puede –reconoció el Santo Padre– volver atrás, lo realizado, realizado está; “eso no quiere decir que no haya posibilidad de escribir una nueva historia hacia delante”. Les invitó por ello a hablar con los suyos, “cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión”. Y les invitó a rezar algunos instantes en silencio desde la intimidad del corazón.
Finalmente agradeció a todos los sacerdotes y agentes pastorales que se esfuerzan en llevarles la Palabra de Dios.
A continuación el texto completo del mensaje
“Queridos hermanos y hermanas,
Estoy concluyendo mi visita a México y no quería irme sin venir a saludarlos, sin celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes.
Agradezco de corazón las palabras de saludo que me han dirigido, en las que manifiestan tantas esperanzas y aspiraciones, como también tantos dolores, temores e interrogantes.
En el viaje a África, en la ciudad de Bangui, pude abrir la primera Puerta de la Misericordia para el mundo entero. De este Jubileo, porque la primera Puerta Santa la abrió Dios Padre enviando a su Hijo Jesucristo.
Hoy, junto a ustedes y con ustedes, quiero reafirmar una vez más la confianza a la que Jesús nos impulsa: la misericordia que abraza a todos y en todos los rincones de la tierra. No hay espacio donde su misericordia no pueda llegar, no hay espacio ni persona a la que no pueda tocar.
Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia.
Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas. Nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de la violencia.
La misericordia divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos como sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios y omisiones que han provocado una cultura de descarte. Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que ha ido abandonando a sus hijos.
La misericordia nos recuerda que la reinserción no comienza acá en estas paredes; sino que comienza antes, comienza «afuera», en las calles de la ciudad.
La reinserción o rehabilitación comienza creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social, es decir, una sociedad que busque no enfermar contaminando las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social. Un sistema de salud social que procure generar una cultura que actúe y busque prevenir aquellas situaciones, aquellos caminos que terminan lastimando y deteriorando el tejido social.
A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de rehabilitación que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud. El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social.
La preocupación de Jesús por atender a los hambrientos, a los sedientos, a los sin techo o a los presos (Mt 25,34-40) era para expresar las entrañas de la misericordia del Padre, que se vuelve un imperativo moral para toda sociedad que desea tener las condiciones necesarias para una mejor convivencia. En la capacidad que tenga una sociedad de incluir a sus pobres, sus enfermos o sus presos está la posibilidad de que ellos puedan sanar sus heridas y ser constructores de una buena convivencia. La reinserción social comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas, y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos, por nombrar sólo algunas medidas. Aquí comienza todo proceso de reinserción.
Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es aprender a no quedar presos del pasado, del ayer. Es aprender a abrir la puerta al futuro, al mañana; es creer que las cosas pueden ser diferentes.
Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es repetir esa frase que escuchamos recién, tan bien dicha y con tanta fuerza. Cuando me dieron la sentencia alguien me dijo, no te preguntes por qué estás aquí sino para qué, y que este para qué nos lleve adelante. Nos haga saltar el engaño social que creen que la seguridad y el orden se logran solamente encarcelando a la gente.
Sabemos que no se puede volver atrás, sabemos que lo realizado, realizado está; por eso he querido celebrar con ustedes el Jubileo de la misericordia, ya que eso no quiere decir que no haya posibilidad de escribir una nueva historia, una nueva historia que mira hacia delante.
Ustedes sufren el dolor de la caída, sienten el arrepentimiento de sus actos y sé que, en tantos casos, entre grandes limitaciones, buscan rehacer su vida desde la soledad.
Han conocido la fuerza del dolor y del pecado, no se olviden que también tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la misericordia divina que hace nuevas todas las cosas. Ahora les puede tocar la parte más dura, más difícil, pero que posiblemente sea la que más fruto genere, luchen desde acá dentro por revertir las situaciones que generan más exclusión. Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir «experimentó el infierno», puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira no siga cobrándose victimas.
Y al decirles estas cosas, me recuerdo cuando Jesús dijo ‘el que está libre de pecado tire la primera piedra’, y yo aquí tendría que irme, pero al decirles estas cosas no lo hago como quien enseña de la cátedra con el dedo levantado, lo hago desde la experiencia de mis errores y de mis pecados, que el Señor ha querido perdonar y ha querido reeducarme.
Lo hago desde la conciencia de que sin su gracia y mi vigilancia, podría volver a repetirlos. Hermanos, siempre me pregunto al entrar en una cárcel: ¿Por qué ellos y no yo? Es un misterio de la misericordia divina y a esa misericordia la estamos celebrando mirando adelante en la esperanza.
Quisiera también alentar al personal que trabaja en este Centro u otros similares: a los dirigentes, a los agentes de la Policía penitenciaria, a todos los que realizan cualquier tipo de asistencia en este Centro. Y agradezco el esfuerzo de los capellanes, las personas consagradas y los laicos que se dedican a mantener viva la esperanza del Evangelio de la Misericordia en el reclusorio. Todos ustedes, no se olviden, pueden ser signos de la entrañas del Padre. Nos necesitamos los unos a los otros para salir adelante.
Decía nuestra hermana, recordando la carta a los Hebreos, siéntanse encarcelados también ustedes.
Antes de darles la bendición me gustaría que oráramos en silencio. Cada sabe lo que le dirá al Señor, cada uno sabe de qué tienen que pedir perdón, pero también le pido que en esta oración en silencio, podamos ampliar el corazón para poder perdonar a la sociedad que no supo ayudarnos y que muchas veces nos ha empujado desde la intimidad del corazón, que nos ayude a creer en su misericordia. Recemos en silencio…
Y les pido que no se olviden de rezar por mí”.