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Audiencia General: “Dios mismo nos habla” en la liturgia de la Palabra

Fuente. :  https://es.zenit.org/articles/audiencia-general-dios-mismo-nos-habla-en-la-liturgia-de-la-palabra/

Resumen de la catequesis en español

31 enero 2018Rosa Die AlcoleaAudiencia General

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El Papa Francisco bendice a un niño en la Audiencia General © Vatican Media

(ZENIT – 31 enero 2018).- A través de la Palabra, “Dios mismo nos habla y nosotros lo escuchamos poniendo en práctica lo que dice”.

El Papa Francisco ha dedicado la catequesis de esta semana en la Audiencia General a la liturgia de la Palabra, siguiendo su ciclo de catequesis sobre la Santa Misa.

La Audiencia General se ha celebrada la mañana del miércoles, 31 de enero de 2018, en la plaza de San Pedro, con miles de peregrinos provenientes de Italia y de muchos otros países, como España, Francia, Brasil, Polonia, Argentina, etc.

En la liturgia de la Palabra las páginas de la Biblia dejan de ser un texto escrito para ser “palabra viva de Dios”. Él mismo nos habla y nosotros lo escuchamos poniendo en práctica lo que dice.

«No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios», Francisco ha recordado esta palabras y ha asegurado que tenemos “necesidad” de escuchar la Palabra de Dios.

La Palabra –ha señalado Francisco– es una parte constitutiva de la celebración eucarística, en la que nos reunimos para escuchar lo que Dios ha hecho y quiere hacer por nosotros.

Alimento de vida espiritual

De hecho, hablamos de liturgia de la Palabra como de una «mesa» que el Señor dispone para alimentar nuestra vida espiritual, tanto con las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento, como también del salmo responsorial.

La proclamación litúrgica de las lecturas, con las antífonas y cantos tomados de la Sagrada Escritura, “manifiestan y favorecen la comunión eclesial”, y acompañan nuestro camino de fe, ha indicado el Papa.

Asimismo, Francisco ha exhortado a valorar la liturgia de la Palabra, “formando lectores y creando un clima de silencio” que favorezca la experiencia del diálogo entre Dios y la comunidad creyente.

Comentario al evangelio de hoy miércoles 31 de enero de 2018

Experiencia transformante

Miércoles IV de Tiempo Ordinario
Por: H. Michael Vargas, L.C.
 
Fuente: http://es.catholic.net/op/articulos/68287/experiencia-transformante.html 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, enséñame a estar atento a la tu voz y a entender aquello que me pidas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 6,1-6
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: «¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros. sus hermanas?» Y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: «Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es una realidad el hecho de que Dios no es ajeno a nuestras vidas, menos aún si hay momentos en los cuales no sentimos su voz o creemos que no está a nuestro lado. Él, más que nunca, está ahí presente, acompañándonos y sosteniéndonos para seguir adelante.
¿Qué tal está nuestra fe? ¿Realmente creemos o dudamos?
Es otra realidad el hecho de que Dios es el único que puede cambiar nuestras vidas. Sí podemos decir que las personas nos cambian, que las situaciones nos vuelven personas diferentes, que los lugares o ambientes influyen en nuestras vidas, y tenemos razón, pero, ¿quién está detrás de todo ello? Adivinen. Es Dios quien está ahí, en primera fila, más presente que nunca, y es Él quien se vale de todo ello para enseñarnos y para hacernos cambiar. No un cambio solamente exterior, sino un cambio interior, un cambio que incluye nuestra mente y nuestro corazón.
Mientras Jesús crecía, ése al cual llamaban hijo de un carpintero, hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón, a ése, poco a poco la relación íntima que tenía especialmente en la oración con Dios su Padre, le iba cambiando e iba inflamando su corazón de amor por los hombres, tanto así, que amó hasta dar su vida para que cada uno de nosotros comprendiéramos cuánto nos ama y nos ha amado desde toda la eternidad.
Pidamos a la Santísima Virgen que nos enseñe a reconocer a su hijo Jesucristo, no en los grandes milagros, no en las cosas extraordinarias y deslumbrantes, sino en cada detalle, en cada muestra de amor que nos da día con día.
Su mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazón. Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos»
(Homilía del Papa Francisco, 21 de septiembre de 2015)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré un momento de silencio y de recogimiento para escuchar la Palabra de Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

EDD. miércoles 31 de enero de 2018

Fuente : http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20180129
 
Miércoles de la cuarta semana del tiempo ordinario.
 
Segundo Libro de Samuel 24,2.9-17.
El rey dijo a Joab, el jefe del ejército, que estaba con él: «Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba y hagan el censo del pueblo, para que yo sepa el número de la población».
Joab presentó al rey las cifras del censo de la población, y resultó que en Israel había 800.000 hombres aptos para el servicio militar, y en Judá 500.000.
Pero, después de esto, David sintió remordimiento de haber hecho el recuento de la población, y dijo al Señor: «He pecado gravemente al obrar así. Dígnate ahora, Señor, borrar la falta de tu servidor, porque me he comportado como un necio».
A la mañana siguiente, cuando David se levantó, la palabra del Señor había llegado al profeta Gad, el vidente de David, en estos términos:
«Ve a decir a David: Así habla el Señor: Te propongo tres cosas. Elige una, y yo la llevaré a cabo».
Gad se presentó a David y le llevó la noticia, diciendo: «¿Qué prefieres: soportar tres años de hambre en tu país, o huir tres meses ante la persecución de tu enemigo, o que haya tres días de peste en tu territorio? Piensa y mira bien ahora lo que debo responder al que me envió».
David dijo a Gad: «¡Estoy en un grave aprieto! Caigamos más bien en manos del Señor, porque es muy grande su misericordia, antes que caer en manos de los hombres».
Entonces el Señor envió la peste a Israel, desde esa mañana hasta el tiempo señalado, y murieron setenta mil hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba.
El Angel extendió la mano hacia Jerusalén para exterminarla, pero el Señor se arrepintió del mal que le infligía y dijo al Angel que exterminaba al pueblo: «¡Basta ya! ¡Retira tu mano!». El Angel del Señor estaba junto a la era de Arauná, el jebuseo.
Y al ver al Angel que castigaba al pueblo, David dijo al Señor: «¡Yo soy el que he pecado! ¡Soy yo el culpable! Pero estos, las ovejas, ¿qué han hecho? ¡Descarga tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre!».
 
Salmo 32(31),1-2.5.6.7.
¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado
y liberado de su falta!
¡Feliz el hombre a quien el Señor
no le tiene en cuenta las culpas,
y en cuyo espíritu no hay doblez!
Pero yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa,
pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”.
¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!
Por eso, que todos tus fieles te supliquen
en el momento de la angustia;
y cuando irrumpan las aguas caudalosas
no llegarán hasta ellos.
Tú eres mi refugio,
tú me libras de los peligros
y me colmas con la alegría de la salvación.
Evangelio según San Marcos 6,1-6.
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?». Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.
Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa».
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
Comentario del Evangelio por San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia. Tratado sobre el evangelio de san Juan 25 final del 15 y 16.
¿No es éste el hijo del carpintero?
Si el orgullo nos ha hecho salir, que la humildad nos haga entrar… Como el médico, después de haber establecido un diagnóstico, trata el mal en su causa, tú, cura la raíz del mal, cura el orgullo; entonces ya no habrá mal alguno en ti. Para curar tu orgullo, el Hijo de Dios se ha abajado, se ha hecho humilde. ¿Porqué enorgullecerte? Para ti, Dios se ha hecho humilde. Talvez te avergonzarías imitando la humildad de un hombre; imita por lo menos la humildad de Dios. El Hijo de Dios se humilló haciéndose hombre. Se te pide que seas humilde, no que te hagas animal. Dios se ha hecho hombre. Tú, hombre, conoce que eres hombre. Toda tu humildad consiste en conocer quien eres.
Escucha a Dios que te enseña la humildad: “Yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 6, 38). He venido, humilde, a enseñar la humildad, como maestro de humildad. Aquel que viene a mí se hace uno conmigo; se hace humilde. El que se adhiere a mí será humilde. No hará su voluntad sino la de Dios. Y no será echado fuera (Jn 6,37) como cuando era orgulloso.

Santa Marta: “Al pastor que no sabe hacerse cercano, le falta algo”

Fuente. : https://es.zenit.org/articles/santa-marta-al-pastor-que-no-sabe-hacerse-cercano-le-falta-algo/

Evangelio de San Marcos, propuesto por la liturgia del día.

30 enero 2018Rosa Die AlcoleaPapa y Santa Sede

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Misa del Papa Francisco en Santa Marta © Vatican Media

(ZENIT – 30 enero 2018).- “Un pastor al que le falta la ternura será uno rígido, que apalea a las ovejas. Cercanía y ternura: lo vemos aquí. Así era Jesús”.

Meditación del Papa Francisco en la Misa celebrada esta mañana, 30 de enero de 2017, en la Casa de Santa Marta, a partir del Evangelio de Sant Marcos, propuesto para el día.

Francisco se refirió a los dos episodios de curación acerca de los cuales más que “meditar” hay que “contemplar” –aclaró– porque indican “cómo era una jornada de la vida de Jesús”, modelo de cómo debería ser también la de los pastores, obispos o sacerdotes.

“El pastor debe ser ungido con el óleo, el día de su ordenación: sacerdotal y episcopal. Pero el verdadero óleo, ese interior, es el óleo de la cercanía y de la ternura. Al pastor que no sabe hacerse cercano, le falta algo: quizá sea un patrón del campo, pero no es un pastor.

“Jesús se entrega”

“Jesús no abre una oficina de asesoramiento espiritual con un cartel: ‘El profeta recibe lunes, miércoles y viernes de tres a seis. La entrada cuesta tanto o, si lo desean, pueden dejar una oferta’. No, Jesús no hace así. Tampoco abrió un consultorio médico con el cartel: ‘Los enfermos vengan tal día, tal día, tal día y serán curados’. Jesús se entrega en medio del pueblo”.

El Santo Padre ha invitado a rezar en la Misa por nuestros pastores, para que el Señor les dé esta gracia de “caminar con el pueblo”, y “estar presentes en el pueblo con tanta ternura, con tanta cercanía”.

“Y cuando el pueblo encuentra a su pastor, siente esa cosa especial que sólo se siente ante la presencia de Dios –y así concluye el pasaje del Evangelio– ‘Ellos fueron embargados por gran estupor’. El estupor de sentir la cercanía y la ternura de Dios en el pastor”, ha explicado Francisco.

Comentario al evangelio de hoy martes 30 de enero de 2018

Tres pasos para acercarse a Jesús.

Martes IV de Tiempo Ordinario
Por: H. Rogelio Suárez, L.C.
 
Fuente:  http://es.catholic.net/op/articulos/68272/tres-pasos-para-acercarse-a-jesus.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame, Señor, una fe firme que me ayude a confiar siempre en Ti. Haz que mi corazón nunca dude de tu gran poder, para acercarme a Ti como un hijo con su Padre.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: «Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva». Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.
Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.
Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y les preguntó: «¿Quién ha tocado mi manto?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ «. Pero él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: «Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que tengas fe». No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: «¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida». Y se reían de él.
Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: «¡Talitá, kum!», que significa: «¡Óyeme, niña, levántate!». La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Este Evangelio nos presenta dos ejemplos de una fe grande, pero no me quiero centrar sólo en la fe de estos personajes, sino en la manera de acercarse a Cristo. Suponemos que todos los que estaban junto a Jesús en ese momento, tenían fe en Él, pero no recibieron un milagro como el que vemos en Jairo y en la hemorroísa. No fue solo su fe lo que les curó, sino su manera de acercarse a Cristo. Me imagino que si toda la gente que estaba al lado de Cristo, se hubiera acercado como lo hicieron los dos, tendríamos un Evangelio más extenso.
Jairo y la hemorroísa siguieron tres pasos para acercarse a Cristo. Primero, reconocieron su condición de creaturas necesitadas y el poder de Dios. Debemos de reconocer que nada podemos sin la ayuda de Dios. En segundo lugar, al acercarse a Jesús lo hicieron con sencillez, confiando que lo que les fuera a pasar, era lo mejor. Aceptan la voluntad de Dios, sabiendo que para ser plenamente felices la deben de cumplir. No le ponen medidas a Dios, que les permite dar el siguiente paso. Por último, confiaron plenamente en Dios, le dejaron entrar en sus vidas. La confianza que pusieron en Cristo, les permitió obtener la gracia que necesitaban en ese momento.

Estos dos episodios –una sanación y una resurrección– tienen un único centro: la fe. El mensaje es claro, y se puede resumir en una pregunta, una pregunta para hacernos: ¿creemos que Jesús nos puede sanar y nos puede despertar de la muerte?
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de junio de 2015).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita a Cristo Eucaristía, acercándome como lo hicieron Jairo y la hemorroísa, confiándole todas mis necesidades.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

EDD. martes 30 de enero de 2018

Fuente : http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=commentary&localdate=20180130
 
Martes de la cuarta semana del tiempo ordinario
Segundo Libro de Samuel 18,9-10.14b.24-25a.30-32.19,1-3.
De pronto, Absalón se encontró frente a los servidores de David. Iba montado en un mulo, y este se metió bajo el tupido ramaje de una gran encina, de manera que la cabeza de Absalón quedó enganchada en la encina. Así él quedó colgado entre el cielo y la tierra, mientras el mulo seguía de largo por debajo de él.
Al verlo, un hombre avisó a Joab: «¡Acabo de ver a Absalón colgado de una encina!».
Entonces Joab replicó: «No voy a perder más tiempo contigo». Y tomando en su mano tres dardos, los clavó en el corazón de Absalón, que estaba todavía vivo en medio de la encina.
David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela, que había subido a la azotea de la Puerta, encima de la muralla, alzó los ojos y vio a un hombre que corría solo.
El centinela lanzó un grito y avisó al rey. El rey dijo: «Si está solo, trae una buena noticia». Mientras el hombre se iba acercando,
El rey le ordenó: «Retírate y quédate allí». El se retiró y se quedó de pie.
En seguida llegó el cusita y dijo: «¡Que mi señor, el rey, se entere de la buena noticia! El Señor hoy te ha hecho justicia, librándote de todos los que se sublevaron contra ti».
El rey preguntó al cusita: «¿Está bien el joven Absalón?». El cusita respondió: «¡Que tengan suerte de ese joven los enemigos de mi señor, el rey, y todos los rebeldes que buscan tu desgracia!».
El rey se estremeció, subió a la habitación que estaba arriba de la Puerta y se puso a llorar. Y mientras iba subiendo, decía: «¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ah, si hubiera muerto yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío!».
Entonces avisaron a Joab: «El rey llora y se lamenta por Absalón».
La victoria, en aquel día, se convirtió en duelo para todo el pueblo, porque todos habían oído que el rey estaba muy afligido a causa de su hijo.
 
Salmo 86(85),1-2.3-4.5-6.
Inclina tu oído, Señor, respóndeme,
porque soy pobre y miserable;
protégeme, porque soy uno de tus fieles,
salva a tu servidor que en ti confía.
Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!
Evangelio según San Marcos 5,21-43.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,
rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva».
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada».
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?».
Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?».
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?».
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas».
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme».
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate».
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
 
Leer el comentario del Evangelio por
Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo
Homilía 4 sobre el Levítico; PG 112, 442-443
“Pensando que con sólo tocarle el vestido curaría”
Refiriéndose a la ofrenda de los primeros frutos de la tierra, dice la Ley: “Todo cuanto los toque quedará consagrado” (Lev 6,11). Cristo inmolado es el único y perfecto sacrificio, del cual eran el símbolo y la prefiguración todos los sacrificios de la antigua Ley. El que toca la carne de este sacrificio  queda inmediatamente santificado: si es impuro, queda purificado; si está herido, su herida se cura. Es así como lo comprendió la mujer que padecía flujos de sangre… Porque comprendió que verdaderamente había allí la carne del Santo de los Santos, se acercó. No se atreva a tocar la carne misma porque no había todavía captado que es lo perfecto; pero tocó la franja del vestido que tocaba a esta carne santísima. Y porque le tocó con fe “una fuerza salió” de la humanidad de Cristo, para purificarla de su impureza y curar su enfermedad…
Así pues ¿no crees tú que este texto de la Ley debe entenderse así: Si alguno toca la carne de Jesús con las disposiciones que acabamos de decir, si con toda su fe, toda su obediencia, se acerca a Jesús como al Verbo hecho carne, éste ha tocado la verdadera carne del sacrificio y es santificado?
 
 

Santa Marta: “Si no sabes vivir una humillación, tú no eres humilde”

Fuente  : https://es.zenit.org/articles/santa-marta-si-no-sabes-vivir-una-humillacion-tu-no-eres-humilde/

 Reflexión a partir de la figura del rey David.

29 enero 2018Rosa Die AlcoleaPapa y Santa Sede

Misa en la Capilla de Santa Marta 29/01/2018 © Vatican Media

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(ZENIT – 29 enero 2018).- “No hay humildad verdadera sin humillación”, es la reflexión que ha ofrecido el Papa Francisco en su homilía de la Misa en Santa Marta, esta mañana, 29 de enero de 2018.

Francisco ha invitado a meditar: “Si tú no eres capaz de tolerar, de llevar sobre tus espaldas una humillación, tú no eres humilde: haces de cuenta, pero no lo eres”.

Humildad prêt-à-porter

“A veces pensamos que la humildad es ir tranquilos, ir quizás con la cabeza baja mirando el suelo… pero también los cerdos caminan con la cabeza baja: ésta no es humildad. Es esta humildad falsa, prêt-à-porter, que no salva ni salvaguarda el corazón”, ha descrito el Pontífice.

Francisco ha reflexionado a partir de la figura del rey David, inspirándose en la Primera Lectura propuesta por la liturgia del día: Su hijo Absalón “hace una revolución contra él” –ha detallado el Papa–. En aquel momento David no piensa “en su propia piel” sino en salvar al pueblo, el Templo, el Arca. Y huye: “Un gesto que parece cobarde, pero que es valeroso”, subrayó el Papa. Lloraba, caminando con la cabeza cubierta y los pies descalzos.

Pero el gran David es humillado no sólo con la derrota y la fuga, sino también con el insulto, ha explicado Francisco. Durante la fuga, un hombre, Simei, lo insulta diciéndole que el Señor había hecho recaer sobre él toda la sangre de la casa de Saúl – “en lugar del que reinas” – y que había puesto el reino en las manos de su hijo Absalón: “He aquí en tu ruina – afirmaba –  porque eres un sanguinario”. David se lo permite a pesar de que los suyos quieran defenderlo: “Es el Señor el que me inspira a insultarme”, quizá “este insulto conmueva el corazón del Señor y me bendiga”.

Humillaciones con esperanza

En este contexto, el Obispo de Roma ha añadido la idea de que David carga sobre sus espaldas sus propios pecados”. David es Santo; Jesús, con la santidad de Dios, es precisamente Santo”, dijo el Papa y añadió: “David es pecador, Jesús es pecador pero con nuestros pecados. Y ambos son humillados”.

“Siempre está la tentación de luchar contra aquello que nos calumnia, contra lo que nos hace la humillación, que nos hace pasar vergüenza, como este Simei” –ha añadido el Papa–. Y David dice: ‘No’. El Señor dice: ‘No’. Aquel no es el camino.

El camino es el de Jesús, profetizado por David: llevar las humillaciones. “Quizá el Señor mire mi aflicción y me dé el bien en lugar de la maldición de hoy”: Llevar las humillaciones con esperanza –ha propuesto el Santo Padre–.

Asimismo, el Papa ha advertido que la humildad no es justificarse inmediatamente frente a la ofensa, tratando de parecer bueno: “Si no sabes vivir una humillación, tú no eres humilde”, dijo Francisco y añadió que “ésta es la regla de oro”.

 

Comentario al evangelio de hoy lunes 29 de enero de 2018

Sal a su encuentro y anuncia su Misericordia

Lunes IV de Tiempo Ordinario.
Por: H. César Yali Molina Flores, L.C.
 
Fuente:  http://es.catholic.net/op/articulos/68260/sal-a-su-encuentro-y-anuncia-su-misericordia.html

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme la gracia, Señor,de encontrarme contigo, en esta oración y durante todo este día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 5,1-20
En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.
Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó a voz en cuello: «¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimó? Te ruego por Dios que no me atormentes».
Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le preguntó Jesús: «¿Cómo te llamas?» Le respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en lafalda del monte. Los espíritus le rogaban a Jesús: «Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos». Y él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.
Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.
Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: «Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor contigo». Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se admiraban.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy invita a salir al encuentro de Cristo y anunciar su Misericordia. Puede leerse la dificultad del hombre endemoniado y vale en este momento preguntarse: ¿Cuáles son mis demonios? – Si te sirve escribe todo aquello que te impide ser feliz: pecados como la infidelidad – en el matrimonio, noviazgo, con las amistades -, aborto – porque te has practicado uno o porque has inducido a alguien a realizar este crimen -, vicios, etc… Sea cual sea el pecado, sal al encuentro de Cristo y deja que Él te sane; Cristo no te juzga, por el contrario te ama y quiere sanarte, quiere colmarte de su misericordia.
Salir al encuentro de Cristo es ver más allá de tus problemas, es levantar los ojos al cielo y contemplar el firmamento, en donde puedes contemplar la inmensidad de la creación, es dejar de ver hacia abajo, al suelo, pues lo único que haces es poner límites a tu capacidad de ver. Él, quiere que aprendas a superar las barreras, los miedos que te has creado – por magnificar los problemas y dudar de su Misericordia -; aprende a reconocerte necesitada (o) de perdón, basta que te confieses y el perdón llega. Solo cuando dejas que el temor te gobierne, tu capacidad de ser feliz y de ver el horizonte es cuando ahuyentas a Jesús de tu vida. Claramente se lee en este Evangelio: «se quedaron espantados…Ellos le rogaban que se marchase de su país». Vence el temor y sal a su encuentro, experimenta la Misericordia de Dios y se portador en tu familia, trabajo, amistades, etc., de la misericordia de Dios en tu vida. Dios te llama, te ve, te ama y te dice: «Ven a mí que sanaré tus heridas y anuncia lo que hago por ti.»

Dejaos curar por Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la herida. Cada uno de nosotros tiene una; no sólo tiene una: dos, tres, cuatro, veinte. Cada uno sabe. Que Jesús cure esas heridas. Pero, para esto, tengo que abrir el corazón, para que Él venga. ¿Y cómo abro el corazón? Rezando. «Pero, Señor, no puedo con esa gente, la odio, me ha hecho esto, esto y esto…». «Cura esta herida, Señor». Si le pedimos a Jesús esta gracia, Él nos la concederá. Déjate curar por Jesús. Deja que Jesús te cure.
(Homilía de S.S. Francisco, el 8 de febrero de 2015).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Soy débil, Señor, sana mis heridas, permite que reconozca tu misericordia y dame la valentía para proclamar las gracias que me concedes.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Compartiré lo que Jesús ha hecho conmigo con quien tengo más cerca, con quien convivo en mi día a día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 

EDD. lunes 29 de enero de 2018

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20180127
Lunes de la cuarta semana del tiempo ordinario.
Segundo Libro de Samuel 15,13-14.30.16,5-13a.
Cuando David recibió esta noticia: «Todos los hombres de Israel están de parte de Absalón»,
dijo a todos sus servidores que estaban con él en Jerusalén: «¡Rápido huyamos! Si Absalón se nos pone delante, no tendremos escapatoria. ¡Apúrense a partir, no sea que él nos sorprenda, que precipite la desgracia sobre nosotros y pase la ciudad al filo de la espada!».
David subía la cuesta de los Olivos; iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraba mientras subía.
Cuando el rey llegaba a Bajurím salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Simei, hijo de Guerá. Mientras salía, iba lanzando maldiciones,
y arrojaba piedras contra David y contra sus servidores, a pesar de que todo el pueblo y todos los guerreros marchaban a la derecha y a la izquierda del rey.
Y al maldecirlo, decía: «¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y canalla!
El Señor hace recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, a quien tú has usurpado el reino. ¡El Señor ha puesto la realeza en manos de tu hijo Absalón, mientras que tú has caído en desgracia, porque eres un sanguinario!».
Abisai, hijo de Seruiá, dijo al rey: «¿Cómo ese perro muerto va a maldecir a mi señor, el rey? ¡Deja que me cruce y le cortaré la cabeza!».
Pero el rey replicó: «¿Qué tengo que ver yo con ustedes, hijos de Seruiá? Si él maldice, es porque el Señor le ha dicho: «¡Maldice a David!». ¿Quién podrá entonces reprochárselo?».
Luego David dijo a Abisai y a todos sus servidores: «Si un hijo mío, nacido de mis entrañas, quiere quitarme la vida, ¡cuánto más este benjaminita! Déjenlo que maldiga, si así se lo ha dicho el Señor.
Quizá el Señor mire mi humillación y me devuelva la felicidad, a cambio de esta maldición que hoy recibo de él».
David siguió con sus hombres por el camino, mientras Simei iba por la ladera de la montaña, al costado de él; y a medida que avanzaba, profería maldiciones, arrojaba piedras y levantaba polvo.
Salmo 3,2-3.4-5.6-7.
Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios,
cuántos los que se levantan contra mí!
¡Cuántos son los que dicen de mí:
“Dios ya no quiere salvarlo”!
Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria,
tú mantienes erguida mi cabeza.
Invoco al Señor en alta voz
y él me responde desde su santa Montaña.
Yo me acuesto y me duermo,
y me despierto tranquilo
porque el Señor me sostiene.
No temo a la multitud innumerable,
apostada contra mí por todas partes.
Evangelio según San Marcos 5,1-20.
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos.
Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro.
El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas.
Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo.
Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él,
gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!».
Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!».
Después le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». El respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos».
Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.
Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos».
El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.
Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido.
Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.
Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos.
Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.
Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti».
El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.
Comentario del Evangelio por Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara. Meditación sobre los evangelios, n°194.
«Cuando Jesús subió a la barca, el poseído le suplicó poder seguirle, pero no lo consintió»
La verdadera, la única perfección,  no es llevar tal o tal género de vida, es hacer la voluntad de Dios; es llevar el género de vida que Dios quiere, donde quiere, y de llevarlo como él mismo lo habría llevado.
Cuando nos deja la elección a nosotros mismos, entonces sí, procuremos seguirlo paso a paso, lo más exactamente posible, compartir su vida tal como fue, como lo hicieron sus apóstoles durante su vida y después de su muerte: el amor nos empuja a esta imitación. Si Dios nos deja esta elección, esta libertad, precisamente es porque quiere que despleguemos nuestras velas al viento del amor puro y que, empujados por él, » corramos tras el olor de sus perfumes» (Ct 1,4 LXX) en un exacto seguimiento, como san Pedro y san Pablo…
Y si un día Dios quiere apartarnos,  por un tiempo o para siempre, de este camino, por muy bello y muy perfecto que sea, no nos turbemos ni nos asombremos. Sus intenciones son impenetrables: él puede hacer por nosotros, en medio o al fin de la carrera, lo que hizo por el Geraseno al principio. Obedezcamos, hagamos su voluntad…, vayamos donde quiera, llevemos el género de vida que su voluntad nos designe. Acerquémonos siempre  a él con todas nuestras fuerzas y estemos en todos los estados, en todas las condiciones, como él mismo habría estado allí,  como él se habría comportado allí, si la voluntad de su Padre le hubiera puesto allí, como nos pone allí.

Ángelus: “Este Dios tan poderoso y bueno”

Fuente :  https://es.zenit.org/articles/angelus-este-dios-tan-poderoso-y-bueno/
“Jesús libera de toda esclavitud”.
28 enero 2018Raquel AnilloAngelus y Regina Caeli

Ángelus 28/01/2018 ©Vatican Media
(ZENIT – 28 enero 2018).- “¡Pensemos en esta gran gracia que es para nosotros el hecho de haber conocido a este Dios tan poderoso y tan bueno!”: el Papa Francisco ha comentado en estos términos el Evangelio de este domingo 28 enero de 2018, desde la ventana de la oficina del Vaticano que da a la Plaza San Pedro, para el Ángelus del mediodía, en presencia de unos 25.000 visitantes, incluyendo a los jóvenes de la Acción Católica de Roma (ACR).
Es “un maestro y un amigo que nos indica el camino y que cuida de nosotros, especialmente cuando estamos necesitados”, ha añadido el Papa, que ha subrayado el combate espiritual que se está desarrollando: “Jesús ha venido para vencer al diablo”.
El Papa Francisco, que acababa de celebrar la misa en Santa María la Mayor, ha invitado a orar a la Virgen María para poder entender la palabra de Cristo, el único que tiene plena “autoridad” y libera de la “esclavitud”: “Que la Virgen María, mujer de la escucha, nos ayude a hacer silencio en torno nuestro y en nosotros, para escuchar, en el fragor de los mensajes del mundo, la palabra que tiene más autoridad: la de su Hijo Jesús, que anuncia el sentido de nuestra existencia y nos libera de toda esclavitud, incluida la del maligno.
Después del Ángelus, el Papa ha hecho una llamada a la oración por la paz en Afganistán, golpeado por dos nuevos atentados y por la conversión de los violentos.
Ha invitado a la solidaridad con los enfermos de lepra  y también ha animado  a los jóvenes de la Acción Católica de Roma que organiza, como cada año, la “Caravana de la Paz”.
A las 16h, el Papa visitará la Basílica de Santa Sofía  de Roma para encontrarse con la comunidad greco-católica ucraniana.
AB
Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de este domingo (cf.Mc.1,21-28), forma parte de una narración más amplia designada como el “día de Cafarnaúm”. En el centro del relato de hoy, hay un acontecimiento del exorcismo, por el cual Jesús está presente como un poderoso profeta en palabras y en obras.
Entra en la Sinagoga de Cafarnaúm  el sábado, y comienza a enseñar. La gente se impresiona con sus palabras, porque no son palabras ordinarias, no se parecen a las que escuchan habitualmente. De hecho, los escribas enseñan pero sin tener una autoridad personal; se fundan en las tradición, en lo que Moisés y los profetas dijeron antes que ellos. Y Jesús enseña con autoridad. Jesús al contrario enseña como alguien que tiene autoridad, revelándose así como el Enviado de Dios, y no como un simple hombre que debe fundar sus enseñanzas en las tradiciones anteriores. Jesús tiene plena autoridad. Su doctrina es nueva: “Una nueva enseñanza dada con autoridad” (v.27)
Al mismo tiempo, Jesús se revela poderoso también en obras. En la Sinagoga de Cafarnaúm, hay un hombre poseído por un espíritu impuro que se manifiesta gritando estas palabras: “¿Qué quieres de nosotros Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé que eres el Santo de Dios!” (v. 24). El diablo dice una verdad: Jesús ha venido para vencer al diablo, para la pérdida del demonio, para vencerlo. Este espíritu inmundo conoce el poder de Jesús y proclama también su santidad. Jesús le reprende diciendo: “¡Cállate! Sal de él” (V.25). Estas pocas palabras de Jesús son suficientes para obtener la victoria sobre satanás  que sale de este hombre “sacudiéndolo y gritando fuerte” (v. 26).
Este hecho impresiona mucho a los presentes y todos quedan presos del temor y se preguntan: “¿qué significa esto? […..] Él ordena a los espíritus inmundos, y le obedecen” (v.27). El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. Él no solo dice palabras sino que actúa. Manifiesta así el proyecto de Dios por las palabras y por el poder de sus obras. En efecto, en el Evangelio, vemos que Jesús, en su misión terrenal, revela el amor de Dios sea por la predicación sea por los innumerables gestos de atención y de ayuda a los enfermos, los necesitados, los niños, los pecadores.
Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que ilumina los caminos, a veces oscuros de nuestra existencia. Nos comunica también la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas, las tentaciones. ¡Pensemos en esta gran gracia que es para nosotros el hecho de haber conocido este Dios tan poderoso y tan bueno!. Un maestro y un amigo que nos indica el camino y que nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos.
Que la Virgen María, mujer de la escucha, nos ayude a hacer silencio alrededor nuestro y en nosotros, para escuchar, en el fragor de los mensajes del mundo, la palabra que tiene más autoridad: la de su Hijo Jesús, que anuncia el sentido de nuestra existencia y nos libera de toda esclavitud, incluso la del Maligno.
© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo