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Homilía del Papa en la misa de Jueves Santo.

Texto completo de la homilía del papa Francisco en la misa del Jueves Santo.
https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-homilia-del-papa-francisco-en-la-misa-del-jueves-santo/
Francisco en la misa crismal recordó que el Señor se excede en su misericordia: el del encuentro y el de su perdón.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco presidió este Jueves Santo en la basílica de San Pedro la misa crismal, liturgia que se celebra hoy en todas las iglesias catedrales del mundo.
En su homilía recordó que Señor anuncia el evangelio de la misericordia incondicional del Padre a los más pobres, a los más alejados y oprimidos, y que allí precisamente somos interpelados a optar, y a combatir el buen combate de la Fe. Y deseó que mirando nuestra propia vida podamos descubrir cómo ha practicado el Señor su misericordia hacia nosotros y así contribuir a inculturarla.
En este día, el Santo Padre recordó que hay dos ámbitos en los que el Señor se excede en su misericordia: el del encuentro y el de su perdón que nos avergüenza y dignifica.
Señaló que tantas veces sentimos que nuestra alma está sedienta de espiritualidad por exceso de espiritualidades «gaseosas», de espiritualidades light, prisioneros por una mundanidad virtual que se abre o cierra con un simple click, oprimidos por la fascinación de mil propuestas de consumo que no podemos quitarnos de encima para caminar, libres, por los senderos que nos llevan al amor de nuestros hermanos, a los rebaños del Señor.
Y concluyó, recordando que Jesús viene a rescatarnos, a hacernos salir, para convertirnos de pobres y ciegos, de cautivos y oprimidos en ministros de misericordia y consolación.
A continuación el texto completo:
Después de la lectura del pasaje de Isaías, al escuchar en labios de Jesús las palabras: «Hoy mismo se ha cumplido esto que acaban de oír», bien podría haber estallado un aplauso en la sinagoga de Nazaret. Y luego podrían haber llorado mansamente, con íntima alegría, como lloraba el pueblo cuando Nehemías y el sacerdote Esdras le leían el libro de la Ley que habían encontrado reconstruyendo el muro. Pero los evangelios nos dicen que hubo sentimientos encontrados en los paisanos de Jesús: le pusieron distancia y le cerraron el corazón. Primero, «todos hablaban bien de él, se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca» (Lc 4,22); pero después, una pregunta insidiosa fue ganando espacio: «¿No es este el hijo de José, el carpintero?». Y al final: «Se llenaron de ira» (Lc 4,28). Lo querían despeñar… Se cumplía así lo que el anciano Simeón le había profetizado a nuestra Señora: «Será bandera discutida» (Lc 2,34). Jesús, con sus palabras y sus gestos, hace que se muestre lo que cada hombre y mujer tiene en su corazón.
Y allí donde el Señor anuncia el evangelio de la misericordia incondicional del Padre para con los más pobres, los más alejados y oprimidos, allí precisamente somos interpelados a optar, a «combatir el buen combate de la Fe» (1 Tm 6,12). La lucha del Señor no es contra los hombres sino contra el demonio (cf. Ef 6,12), enemigo de la humanidad. Pero el Señor «pasa en medio» de los que buscan detenerlo «y sigue su camino» (Lc 4,30). Jesús no confronta para consolidar un espacio de poder. Si rompe cercos y cuestiona seguridades es para abrir una brecha al torrente de la misericordia que, con el Padre y el Espíritu, desea derramar sobre la tierra. Una misericordia que procede de bien en mejor: anuncia y trae algo nuevo: cura, libera y proclama el año de gracia del Señor.
La misericordia de nuestro Dios es infinita e inefable y expresamos el dinamismo de este misterio como una misericordia «siempre más grande», una misericordia en camino, una misericordia que cada día busca el modo de dar un paso adelante, un pasito más allá, avanzando sobre las tierras de nadie, en las que reinaba la indiferencia y la violencia.
Y así fue la dinámica del buen Samaritano que «practicó la misericordia» (Lc 10,37): se conmovió, se acercó al herido, vendó sus heridas, lo llevó a la posada, se quedó esa noche y prometió volver a pagar lo que se gastara de más. Esta es la dinámica de la misericordia, que enlaza un pequeño gesto con otro, y sin maltratar ninguna fragilidad, se extiende un poquito más en la ayuda y el amor. Cada uno de nosotros, mirando su propia vida con la mirada buena de Dios, puede hacer un ejercicio con la memoria y descubrir cómo ha practicado el Señor su misericordia para con nosotros, cómo ha sido mucho más misericordioso de lo que creíamos y, así, animarnos a desear y a pedirle que dé un pasito más, que se muestre mucho más misericordioso en el futuro. «Muéstranos Señor tu misericordia» (Sal 85,8). Esta manera paradójica de rezar a un Dios siempre más misericordioso ayuda a romper esos moldes estrechos en los que tantas veces encasillamos la sobreabundancia de su Corazón. Nos hace bien salir de nuestros encierros, porque lo propio del Corazón de Dios es desbordarse de misericordia, desparramarse, derrochando su ternura, de manera tal que siempre sobre, ya que el Señor prefiere que se pierda algo antes de que falte una gota, que muchas semillas se la coman los pájaros antes de que se deje de sembrar una sola, ya que todas son capaces de portar fruto abundante, el 30, el 60 y hasta el ciento por uno.
Como sacerdotes, somos testigos y ministros de la misericordia siempre más grande de nuestro Padre; tenemos la dulce y confortadora tarea de encarnarla, como hizo Jesús, que «pasó haciendo el bien» (Hch 10,38), de mil maneras, para que llegue a todos. Nosotros podemos contribuir a inculturarla, a fin de que cada persona la reciba en su propia experiencia de vida y así la pueda entender y practicar —creativamente— en el modo de ser propio de su pueblo y de su familia.
Hoy, en este Jueves Santo del Año Jubilar de la misericordia, quisiera hablar de dos ámbitos en los que el Señor se excede en su misericordia. Dado que es él quien nos da ejemplo, no tenemos que tener miedo a excedernos nosotros también: un ámbito es el del encuentro; el otro, el de su perdón que nos avergüenza y dignifica.
El primer ámbito en el que vemos que Dios se excede en una misericordia siempre más grande, es en el encuentro. Él se da todo y de manera tal que, en todo encuentro, directamente pasa a celebrar una fiesta. En la parábola del Padre Misericordioso quedamos pasmados ante ese hombre que corre, conmovido, a echarse al cuello de su hijo; cómo lo abraza y lo besa y se preocupa de ponerle el anillo que lo hace sentir como igual, y las sandalias del que es hijo y no empleado; y luego, cómo pone a todos en movimiento y manda organizar una fiesta. Al contemplar siempre maravillados este derroche de alegría del Padre, a quien el regreso de su hijo le permite expresar su amor libremente, sin resistencias ni distancias, nosotros no debemos tener miedo a exagerar en nuestro agradecimiento. La actitud podemos tomarla de aquel pobre leproso, que al sentirse curado, deja a sus nueve compañeros que van a cumplir lo que les mandó Jesús y vuelve a arrodillarse a los pies del Señor, glorificando y dando gracias a Dios a grandes voces.
La misericordia restaura todo y devuelve a las personas a su dignidad original. Por eso, el agradecimiento efusivo es la respuesta adecuada: hay que entrar rápido en la fiesta, ponerse el vestido, sacarse los enojos del hijo mayor, alegrarse y festejar… Porque sólo así, participando plenamente en ese ámbito de celebración, uno puede después pensar bien, uno puede pedir perdón y ver más claramente cómo podrá reparar el mal que hizo.
Puede hacernos bien preguntarnos: Después de confesarme, ¿festejo? O paso rápido a otra cosa, como cuando después de ir al médico, uno ve que los análisis no dieron tan mal y los mete en el sobre y pasa a otra cosa. Y cuando doy una limosna, ¿le doy tiempo al otro a que me exprese su agradecimiento y festejo su sonrisa y esas bendiciones que nos dan los pobres, o sigo apurado con mis cosas después de «dejar caer la moneda»?
El otro ámbito en el que vemos que Dios se excede en una misericordia siempre más grande, es el perdón mismo. No sólo perdona deudas incalculables, como al siervo que le suplica y que luego se mostrará mezquino con su compañero, sino que nos hace pasar directamente de Ia vergüenza más vergonzante a la dignidad más alta sin pasos intermedios. El Señor deja que la pecadora perdonada le lave familiarmente los pies con sus lágrimas. Apenas Simón Pedro le confiesa su pecado y le pide que se aleje, Él lo eleva a la dignidad de pescador de hombres. Nosotros, en cambio, tendemos a separar ambas actitudes: cuando nos avergonzamos del pecado, nos escondemos y andamos con la cabeza gacha, como Adán y Eva, y cuando somos elevados a alguna dignidad tratamos de tapar los pecados y nos gusta hacernos ver, casi pavonearnos.
Nuestra respuesta al perdón excesivo del Señor debería consistir en mantenernos siempre en esa tensión sana entre una digna vergüenza y una avergonzada dignidad: actitud de quien por sí mismo busca humillarse y abajarse, pero es capaz de aceptar que el Señor lo ensalce en bien de la misión, sin creérselo. El modelo que el Evangelio consagra, y que puede servirnos cuando nos confesamos, es el de Pedro, que se deja interrogar prolijamente sobre su amor y, al mismo tiempo, renueva su aceptación del ministerio de pastorear las ovejas que el Señor le confía.
Para entrar más hondo en esta avergonzada dignidad, que nos salva de creernos, más o menos, de lo que somos por gracia, nos puede ayudar ver cómo en el pasaje de Isaías que el Señor lee hoy en su Sinagoga de Nazaret, el Profeta continúa diciendo: «Ustedes serán llamados sacerdotes del Señor, ministros de nuestro Dios» (Is 61,6). Es el pueblo pobre, hambreado, prisionero de guerra, sin futuro, sobrante y descartado, a quien el Señor convierte en pueblo sacerdotal.
Como sacerdotes, nos identificamos con ese pueblo descartado, al que el Señor salva y recordamos que hay multitudes incontables de personas pobres, ignorantes, prisioneras, que se encuentran en esa situación porque otros los oprimen. Pero también recordamos que cada uno de nosotros conoce en qué medida, tantas veces estamos ciegos de la luz linda de la fe, no por no tener a mano el evangelio sino por exceso de teologías complicadas. Sentimos que nuestra alma anda sedienta de espiritualidad, pero no por falta de Agua Viva —que bebemos sólo en sorbos—, sino por exceso de espiritualidades «gaseosas», de espiritualidades light. También nos sentimos prisioneros, pero no rodeados como tantos pueblos, por infranqueables muros de piedra o de alambrados de acero, sino por una mundanidad virtual que se abre o cierra con un simple click. Estamos oprimidos pero no por amenazas ni empujones, como tanta pobre gente, sino por la fascinación de mil propuestas de consumo que no nos podemos quitar de encima para caminar, libres, por los senderos que nos llevan al amor de nuestros hermanos, a los rebaños del Señor, a Ias ovejitas que esperan la voz de sus pastores.
Y Jesús viene a rescatarnos, a hacernos salir, para convertirnos de pobres y ciegos, de cautivos y oprimidos. en ministros de misericordia y consolación. Y nos dice, con las palabras del profeta Ezequiel al pueblo que se prostituyó y traicionó tanto a su Señor: «Yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras joven… Y tú te acordarás de tu conducta y te avergonzarás de ella, cuando recibas a tus hermanas, las mayores y las menores, y yo te las daré como hijas, si bien no en virtud de tu alianza. Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy el Señor. Así, cuando te haya perdonado todo lo que has hecho, te acordarás y te avergonzarás, y la vergüenza ya no te dejará volver a abrir la boca —oráculo del Señor—» (Ez 16,60-63).
En este Año Santo Jubilar, celebramos con todo el agradecimiento de que sea capaz nuestro corazón, a nuestro Padre, y le rogamos que “se acuerde siempre de su Misericordia”; recibimos con avergonzada dignidad Ia Misericordia en Ia carne herida de nuestro Señor Jesucristo y le pedimos que nos lave de todo pecado y nos libre de todo mal; y con la gracia del Espíritu Santo nos comprometemos a comunicar la Misericordia de Dios a todos los hombres, practicando las obras que el Espíritu suscita en cada uno para el bien común de todo el pueblo fiel.

1.- Especial de Semana Santa : Jesús Lava los pies a los Díscipulos.

(Jn 13, 1 – 19 ).
“ La Eucaristía ha sido siempre el centro de la vida de la Iglesia … y constituye el “mysterium fidei “ por excelencia…
 
1.- Fin del ministerio público de Jesús : ( Juan 12, 37-47… ) Jesús ya no va a hablar más enj público … Juan, el evangelista, antes de continuar con su relato hace una mirada retrospectiva sobre el rechazo con que la humanidad ha respondido a Jesús, el Salvador, maravilloso asombro del evangelista … : A pesar de las muchas señales que Jesús había realizado en su presencia … no creían en Él … y así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías : “ Señor, ¿quien creyó nuestro anuncio? A quién se reveló el poder del Señor? … Jesús ha realizado maravillosos signos que deberían haber conducido a la gente de su pueblo a la fe … sin embrago la respuesta ha sido negativa, el rechazo ha sido generalizado … De este modo se cumplió lo que anunció el profeta Isaías … Algunos han creído, pero no fueron valientes : el miedo les impidió confesar“ abiertamente a Jesús … quién invita a la fe, a la salvación :   Yo soy luz  y he venido al mundo para que quién crea en mí o quede a oscuras … “ “ ( Juan 12, 44 – 50)
2.- Jesús lava los pies a sus discípulos … ( Juan 13,1 – 20 … ) Esta es una revolución narrativa de Juan: omite hablar de la Institución de la eucaristía (cf. Jn. 6 ) y en su lugar presenta el gesto extraordinario de Jesús de “ lavar los pies a sus discípulos “ … Con lo cual el evangelista “ plantea que la pasión de Jesús es un servicio de amor fraterno hasta el extremo de dar la vida por los suyos … ( Jn 13,1: “ Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo … “) Singularidad del gesto : sólo aparece en el evangelio de Juan, y era algo que hacían los esclavos, y no las personas libres …
Algunas veces, este gesto lo hacían los discípulos a sus maestros, pero nunca a la inversa: el maestro a los discípulos … Incluso el evangelista destaca “ que es un gesto de amor el que realiza Cristo : “ Sabiendo que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo “ (Jn 13, 1-5 )
 
3.- Narración del gesto : es un servicio de amor, hasta el extremo … Diálogo con Pedro, que no comprende el gesto de Jesús y por eso mismo “ no lo acepta, no lo asume … “ (v.6ss) Jesús le asegura que “ lo entenderá más tarde “ : “ lo que yo hago no lo entiendes ahora, más tarde lo entenderás “ (v,7) … cuando entienda que el gesto de Cristo ( lavar los pies ) está orientado al gesto supremo de “ dar la vida por sus amigos … “ ( v 12 – 17 ) No hay amor más grande, y Cristo con su modo de actuar nos da ejemplo, a nosotros los cristianos que tratamos de seguir sus huellas y ejemplos … La comunidad cristiana es la destinataria del mensaje de Jesús, cuando lavó los pies a sus discípulos … Cristo nos pide que sus discípulos miremos a la cruz e imitemos sus gestos de amor … entregándonos en un gesto de amor y de servicio a los hermanos … hasta el extremo …, de dar la vida por ellos, si fuere necesario … Bien vale la pena que nos preguntemos, cada uno a sí mismo, si somos capaces de hacer algo semejante a lo que hizo Cristo Jesús por nosotros : El murió en la cruz … por amor a todos nosotros, por nuestra salvación …
4.- El lavatorio de los pies es una …

  1. a) revelación : es la revelación del amor cristiano que se hace servidor y esclavo del hermano… dispuesto a dar la vida por el hermano, cada día, subir a la cruz y morir en ella como lo hizo Cristo por amor a todos y a cada uno de nosotros …
  2. b) revolución : no puede permitir que ninguna persona se ponga por encima , oprima o sea violenta con otra persona … Si Cristo se pone de rodillas delante de Pedro y le lava los pies … ningún ser humano tiene derecho a dominar a otro y, menos aún, a despojarlo de su dignidad de persona, de ser humano creado a imagen y semejanza de Dios …
  3. c) desafío/reto : Este ejemplo debe ser seguido por la Iglesia ( que somos todos los bautizados ) y saber que no tenemos derecho a despojar a nadie de su dignidad: ser hijo de Dios … Debemos buscar a los más pobres, siguiendo el ejemplo de Jesús, buscarlos, hacernos pobres como ellos y servirlos …

El evangelista Juan dice claramente que Jesús sabía que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo … “ ( Jn 13, 2-3 ) Jesús lava, pues, los pies de los discípulos como un gesto amor auténtico y de ejemplo para sus discípulos, en el futuro … El evangelista Juan ha elaborado el material previo a la pasión-resurrección con tanta novedad … que se puede hablar de una revolución narrativa … es un preludio original al relato de la pasión y  en comparación con los tres evangelistas ( los sinópticos ) “omite el relato de la eucaristía ( ver cap. 6º ) y en su lugar presenta el gesto de Jesús de “lavar los pies a los discípulos”, con lo cuál quiere hacernos ver que “la pasión de Jesús” no es sino “un servicio de amor hasta el extremo, hasta dar la vida por los suyos “ : “ Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo “ ( Jn 13, 1; 15 ).
Pero, también el evangelista nos dice como Cristo, denuncia la traición de que será objeto por parte de Judas … “ Les aseguró que uno de Uds. me entregará … “ ( Jn 13, 21 -30 )
Remojó el pan, lo tomó y se lo dio a Judas … Detrás del bocado Satanás entró en él … Jesús le dice … Lo que tienes que hacer hazlo pronto … y enseguida después de recibir el bocado Judas salió. Era de noche” ( Jn 13, 31-34 )
 
5) El amor fraterno … El amor es ante todo” un don y una revelación de Jesucristo a sus discípulos “, antes que una tarea y un mandato : “ Les doy un mandamiento nuevo : que se amen unos a otros como yo les he amado a Uds.,que se amen así unos a otros. En eso conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros “ ( Jn 13, 34 – 35 )…
 
Este mandamiento es de Jesús, le pertenece … “ Este es mi mandamiento “… Es nuevo no por el tiempo – ya existía el mandamiento del amor fraterno en el Antiguo Testamento : ( Levítico 19, 17 s )… sino que “ Jesús lo llena de novedad, por su calidad “ y es un amor sin medida … “Es un amor sin medida, por que El, Jesús, nos ha amado hasta el extremo de entregar su propia vida por nosotros … “ (Jn 13, 34 – 35 )
 
 
 
 

Especial de Semana Santa : Introducción . –

Hermanos,
Paz y Bien ¡!!

Hemos iniciado Semana Santa con la celebración de Domingo de Ramos ( domingo 20 de marzo ), pero el fuerte de nuestra celebración como cristianos y Católico que somos son estos tres días que vienen y nos hacen vivir nuestra Fe intensamente.

Como parte del Movimiento de Laicos Capuchinos, hemos querido hacer un Especial de Semana Santa en donde les presentemos algunas reflexiones que sirvan para profundizar nuestra vida de Fe.

Los invitamos a estar  atentos a las presentaciones que se expondrán durante estos días.
Fraternalmente,
Equipo de Comunicaciones – Laicos Capuchinos de Chile.

Comentario al evangelio de hoy jueves 24 de Marzo de 2016

Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?
Cuaresma y Semana Santa
Jueves Santo.
Jesús, enséñame a quererte, como tú me quieres, enséñame a ver tu rostro en el rostro de mis semejantes.
Por: Ma Esther De Ariño
Fuente: Catholic.net
http://es.catholic.net/op/articulos/14474/lavatorio-de-los-pies.html
Del santo Evangelio según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos». Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
Oración introductoria
Ven, Espíritu Santo, dame tu luz para comprender que el amor, para que realmente sea amor, tiene que concretarse en obras. ¡Tengo tanto que aprender de ti, Señor! Creo, espero y te amo tanto que quiero, con tu gracia, llegar a ser otro Cristo para los demás.
Petición
Señor, ayúdame a vivir desde hoy con una actitud de servicio y disponibilidad.
Meditación del Papa Francisco
Todos sabemos que vivir es caminar, vivir es andar por distintos caminos, distintos senderos que dejan su marca en nuestra vida.
Por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad, limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno tuvo que transitar. Jesús no nos pregunta por dónde anduvimos, no nos interroga qué estuvimos haciendo. Por el contrario, nos dice: “Si no te lavo los pies, no podrás ser de los míos”. Si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre soñó, la vida para la cual te creó. Él viene a nuestro encuentro para calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos en la fe y en la confianza. Quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo de expulsión.
Vivir supone ensuciarse los pies por los caminos polvorientos de la vida, de la historia. Todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de septiembre de 2015).
Reflexión
Con este pasaje del Evangelio de San Juan quedamos introducidos en la parte central de los acontecimientos más relevantes de nuestra fe. Ya estamos de lleno en ellos. LA ÚLTIMA CENA.
Jesús quiere despedirse de sus seguidores. de sus compañeros, de sus amigos. Otra vez su gran humildad. Su gesto fino y lleno de ternura. Va lavándole los pies a aquellos hombres que lo habían visto ordenar a los vientos y a las olas la quietud en la tormenta, que le habían visto dar la luz a los ojos de los ciegos, hacer andar a los paralíticos, sanar a los leprosos, resucitar a los muertos. Que lo habían visto radiante como el sol en su Transfiguración y ahora, con un amor inconmensurable, con una humildad sin límites les está lavando los pies.
Pedro está asustado, no acierta a comprender, pero ante las palabras de Jesús y con su vehemencia natural, le pide que le lave de los pies a la cabeza. Jesús va más allá, está pensando en la humanidad y en esta humanidad estoy yo y falta poco para que no seamos lavados con agua, sino con su sangre que nos limpia y nos redime.
Jesús, entre los doce están los pies de aquel que te va a traicionar. Y creo que tus manos tuvieron que temblar al lavar los pies de Judas. Acariciaste aquellos pies con amor y con tristeza y nos mandaste hacer eso mismo con nuestros semejantes, sin distinciones de este por que me cae bien o de este no por que me cae mal. ¡Que yo no olvide tu ejemplo y tu mandato, Señor!.
Que a todos los que me rodean en mi cotidiano vivir yo los acepte como son y tenga ante ellos esa postura de amor y de humildad que tú nos pides.
Y nuestra pobre mente no alcanza a comprender todo el profundo significado de este acto. Ya antes de morir te estás anonadando ante los hombres y después otra locura de ese amor que te abrasa el alma, que quema tu corazón por ello no quisiste dejarnos solos y poco después, haces del pan tu Cuerpo y del vino tu Sangre y te quedas para ser nuestro alimento.
Y ahora, presente en esa Hostia donde los ojos del que «se hizo hombre y habitó entre nosotros» nos miran con su infinito amor le podemos decir eso que siempre espera.
Propósito
Acercarme al sacramento de la reconciliación (confesión) para vivir plenamente el Triduo Pascual.
Diálogo con Cristo
Jesús Sacramentado, de rodillas te pedimos: Jesús, enséñame a quererte, como tú me quieres, enséñame a ver tu rostro en el rostro de mis semejantes, enséñame, Jesús a ser buena, a que tú seas el Eje de mi vida, esa vida que hoy pongo en tus manos. Señor, tenme muy cerca de tu corazón y enséñame a acompañarte a Tí y a tu Santísima Madre con mi oración en todos los amargos tormentos de la ya muy cercana muerte de cruz Amén.

EDD. JUEVES 24 DE MARZO DE 2016.

Jueves Santo en la Cena del Señor
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160323
Libro del Exodo 12,1-8.11-14.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto:
«Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año.
Digan a toda la comunidad de Israel: «El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia.
Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente.
Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito.
Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel.
Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman.
Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.
Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.
Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto.
Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua.»»
Salmo 116(115),12-13.15-16bc.17-18.
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.
Carta I de San Pablo a los Corintios 11,23-26.
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente:
El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan,
dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía».
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.
Evangelio según San Juan 13,1-15.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?».
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás».
«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!». Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte».
«Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!».
Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos».
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios».
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.»
Comentario del Evangelio por Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense. Sermón 1 para el Domingo de Ramos; SC 202, pag. 165ss.
“Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.” (Jn 13,1).
“Tened los sentimientos de Cristo”… “El, que era de condición divina”, igual a Dios por naturaleza, porque participa de su poder, de su eternidad y de su mismo ser…, asumió el oficio de servidor, “abajándose a si mismo, siendo obediente al Padre hasta la muerte, y la muerte de cruz” (cf Fl 2,5-8). Se podría pasar por alto que, siendo el Hijo e igual que el Padre, haya servido al Padre como un servidor; mejor aún, ha servido a su propio servidor más que cualquier otro. Porque el hombre había sido creado para servir a su creador; ¿qué hay de más justo que servirle a quien te ha creado, sin el cual no existirías? ¿Y qué hay de más dichoso que servirle, ya que servir es reinar? Pero el hombro dijo a su creador: “No serviré” (Jr 2,20).
“Ahora bien, soy yo quien te serviré a ti” dice el creador a su criatura. Ponte a la mesa; yo te serviré, te lavaré los pies. Descansa, tomaré sobre mi tus dolores; llevaré todas tus cargas y debilidades… Si estás cansado o cargado, te llevaré sobre mis hombros, a ti y a tu carga, para ser el primero en cumplir mi ley: “Llevad las cargas los unos de los otros” (Gal 6,2) …Si tienes hambre o sed….aquí estoy a punto para ser inmolado para que tú puedas comer mi carne y beber mi sangre… Si te llevan a la cautividad o si te venden como esclavo, aquí estoy…; rescátate pagando el precio que sacarás por mí; me entrego yo mismo como precio… Si estás enfermo, si temes la muerte, moriré en tu lugar, para que mi sangre sea un remedio para tu vida…”
¡Oh, Señor mío, a qué precio has rescatado a tu siervo inútil!… ¡con qué arte de amor, de dulzura y de benignidad has recuperado a tu siervo rebelde, triunfando del mal por el bien, confundiendo mi orgullo por tu humildad, colmando al ingrato con tus beneficios! Así triunfó tu sabiduría.

Mensaje del Papa en la Audiencia General de los días miércoles.

Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 23 de marzo de 2016
El Santo Padre invita a vivir los tres días finales de la Semana Santa, sintiendo la misericordia de Dios

https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-catequesis-del-papa-francisco-en-la-audiencia-del-3-de-marzo-de-2016/

Audiencia general en la plaza de San Pedro

Audiencia General En La Plaza De San Pedro

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 3 de marzo de 2016:

«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Nuestra reflexión sobre la misericordia de Dios nos introduce hoy al Triduo Pascual. Viviremos el jueves, viernes y sábado santo como momentos fuertes que nos permiten de entrar cada vez más en los grandes misterios de nuestra fe: la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Todo nos habla en estos tres días de misericordia, porque nos vuelve visible hasta donde llega de lejos el amor de Dios. Escucharemos la narración sobre los últimos días de vida de Jesús.

El evangelista Juan nos ofrece la llave para entender el sentido profundo: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amo hasta el final”. El amor de Dios no tiene límites. Como repetía con frecuencia veces san Agustín, es una mor que va hasta el final y sin fin.

Dios se ofrece realmente todo por cada uno de nosotros. Sin poner ningún límite. El misterio que vivimos en esta Semana Santa es una gran historia de amor que no conoce obstáculos. La pasión de Jesús dura hasta el final del mundo, porque es una historia que comparte los sufrimientos de toda la humanidad. Y una permanente presencia en las situaciones de la vida personal de cada uno de nosotros. En resumen, el Triduo Pascual es el memorial de un drama de amor que nos da la certeza que no seremos nunca abandonados en las pruebas de la vida.

El Jueves Santo, Jesús instituye la eucaristía, anticipando en el banquete pascual su sacrificio en el Gólgota, y para hacer entender a los discípulos el amor que le anima, le lava los pies a ellos, ofreciendo a ellos el ejemplo en primera persona de como ellos mismos deberán actuar.

La eucaristía es el amor que se vuelve servicio, es la presencia sublime de Cristo que desea saciar el hambre de cada hombre, especialmente de los más débiles, para volverlos capaces de un camino como testimonios ante las dificultades del mundo. Y no solamente, al darse a nosotros como alimento, Jesús certifica que tenemos que aprender a partir con los otros el pan, este alimento, para que se vuelva una verdadera comunión de vida con quienes se encuentran en necesidad. Él se dona a nosotros y nos pide permanecer en él para hacer lo mismo.

El Viernes Santo es el momento culminante del amor. La muerte de Jesús que en la cruz se abandona al Padre para ofrecer su salvación al mundo entero expresa el amor donado hasta el final, hasta el final, sin fin. Un amor que quiere abrazar a todos, ninguno excluido, un amor que se extiende a todas las épocas y lugares, un manantial inagotable de salvación al cual cada uno de nosotros pecadores puede ir.

Dios nos ha demostrado su amor supremo con la muerte de Jesús, y entonces también nosotros regenerados por el Espíritu Santo podemos y tenemos que amarnos los unos a los otros.

Y por último el Sábado Santo es el día del silencio de Dios. Tiene que ser un día de silencio y nosotros tenemos que hacer de todo para que sea para nosotros, justamente, una jornada de silencio, como fue en aquel tiempo: el día del silencio de Dios. Jesús depuesto en el sepulcro comparte con toda la humanidad el drama de la muerte. Es un silencio que habla y expresa el amor como solidaridad hacia los abandonados desde siempre, que el Hijo de Dios alcanza colmando el vacío que solo la misericordia infinita del Padre Dios puede llenar.

Dios calla pero por amor. En este día el amor -aquel amor silencioso- se transforma en espera de la vida, en la Resurrección. Pensemos en el Sábado Santo: nos hará bien pensar en el silencio de la Virgen, ‘la Creyente’, que en silencio estaba esperando la Resurrección. La Virgen debería ser el símbolo para nosotros, de aquel Sábado Santo. Pensar así, como la Virgen ha vivido aquel Sábado Santo, en la espera. Es el amor que no duda, pero que espera en la palabra del Señor, para que el día de Pascua se vuelva manifiesto y resplandeciente.

Es todo un gran misterio de amor y de misericordia. Nuestras palabras son pobres e insuficientes para expresarlo en plenitud. Nos puede servir como ayuda la experiencia de una muchacha, no muy conocida, que ha escrito páginas sublimes sobre el amor de Cristo. Se llamaba Juliana de Norwich; era analfabeta; esta joven tuvo visiones de la pasión de Jesús, y después cuando entro en la clausura describió, con lenguaje simple, pero profundo e intenso, el sentido del amor misericordioso.

Decía así: “Entonces nuestro buen Señor me preguntó: ‘¿Estás contenta que yo haya sufrido por ti?’

Yo le dije: “Sí, buen Señor, y te agradezco mucho; sí buen Señor, que tú seas bendecido”. Entonces Jesús, nuestro buen Señor, dijo: “Si tu estás contenta también yo lo estoy. El haber sufrido la pasión por ti es una alegría, una felicidad, un gozo eterno; y si pudiera sufrir aún más lo haría”.

Este es nuestro Jesus, que a cada uno de nosotros dice: “Si pudiera sufrir más por ti, lo haría”.

¡Como son hermosas estas palabras! Nos permiten entender realmente el amor inmenso y sin límites que el Señor tiene hacia cada uno de nosotros. Dejémonos envolver por esta misericordia que viene hacia nosotros; y en estos días, mientras tenemos fija la mirada sobre la pasión y muerte del Señor, acojamos en nuestro corazón la grandeza de su amor y como la Virgen el Sábado, en silencio, a la espera de la Resurrección».

Palabras al final de la audiencia

«Con el corazón dolorido he seguido las tristes noticias de los atentados terroristas de ayer en Bélgica, que han causado numerosas víctimas y heridos. Les aseguro mis oraciones y mi cercanía a la querida población belga, a todos los familiares de las víctimas y a todos los heridos.

Hago un nuevo llamado a todas las personas de buena voluntad para que se unan y al unísono condenen esto cruel abominación que está causando solamente muerte, terror y horror. A todos pido perseverar en la oración y pedirle a Señor, en esta Semana Santa, que conforte los corazones afligidos y convierta los corazones de estas personas enceguecidas por el fundamentalismo cruel. Por intercesión de la Virgen María, hagamos una oración: “Ave María…” Ahora en silencio recemos por los muertos y por los heridos, y por los familiares así como por todo el pueblo belga».

(Texto traducido desde el audio por ZENIT)

QUINTA PREDICACIÓN DE CUARESMA A LA CURIA ROMANA DEL PADRE RANIERO CANTALAMESSA.

QUINTA PREDICACIÓN DE CUARESMA A LA CURIA ROMANA DEL PADRE RANIERO CANTALAMESSA.
https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-quinta-predicacion-de-cuaresma-del-padre-raniero-cantalamessa/
Texto completo de la quinta predicación de cuaresma del padre Raniero Cantalamessa
El camino hacia la unidad de los cristianos Reflexión sobre la “Unitatis Redintegratio”
Raniero Cantalamessa, ofmcap
Quinta Predicación de Cuaresma
EL CAMINO HACIA LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
Reflexión sobre la “Unitatis Redintegratio”
1.El camino ecuménico después del Vaticano II
La moderna ciencia hermenéutica ha vuelto familiar el principio de Gadamer de la “historia de los efectos” (Wirkungsgeschichte). Según este método, para entender un texto es necesario tener en cuenta los efectos que este ha producido en la historia, pasando a formar parte de la historia y dialogando con ella [1].
Este principio resulta de gran utilidad aplicado a la interpretación de la Escritura. Nos dice que no se puede entender completamente el Antiguo Testamento, si no es a la luz del cumplimiento del Nuevo y no se puede entender el Nuevo Testamento si no es a la luz de los frutos que ha producido en la vida de la Iglesia. No basta por tanto el habitual estudio histórico-filológico de las “fuentes”, es decir de las influencias sufridas por un texto; es necesario tener en cuenta también las influencias ejercidas por este mismo. Es la regla que Jesús había formulado mucho tiempo antes, diciendo que cada árbol se conoce por sus frutos (cf. Lc 6, 44).
En la debida proporción, este principio –lo hemos visto en las meditaciones precedentes– se aplica también a los textos del Vaticano II. Hoy quisiera mostrar cómo esto se aplica en particular al decreto del ecumenismo, Unitatis redintegratio, que es el tema de esta meditación. Cincuenta años de camino y de progresos en el ecumenismo demuestran la virtualidad encerrada en ese texto. Después de haber recordado las razones profundas que inducen a los cristianos a buscar la unidad entre ellos, y después de tomar nota del difundirse entre los creyentes de las distintas Iglesias de una nueva actitud al respecto, los Padres conciliares así expresan el intento del documento:
“Considerando, pues, este Sacrosanto Concilio con grato ánimo todos estos problemas, una vez expuesta la doctrina sobre la Iglesia, impulsado por el deseo de restablecer la unidad entre todos los discípulos de Cristo, quiere proponer a todos los católicos los medios, los caminos y las formas por las que puedan responder a este divina vocación y gracia” [2]. Las relaciones, o los frutos, de este documento han sido de dos formas. En el plano doctrinal e institucional, ha sido constituido el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos; iniciaron otros diálogos bilaterales con casi todas las confesiones cristianas, con el fin de promover un mejor conocimiento recíproco, un debate de las posiciones y la superación de prejuicios”.
Las realizaciones y los frutos de este documento han sido de dos especies. En el plano doctrinal y institucional ha sido creado el Pontificio consejo para la unidad de los cristianos y se han iniciados diálogos bilaterales para con la mayoría de las iglesias cristianas afín de promover un mejor conocimiento recíproco y superar los prejuicios.
Junto a este ecumenismo oficial y doctrinal, se ha desarrollado desde el principio un ecumenismo del encuentro y de la reconciliación de los corazones. En este ámbito destacan algunos encuentros célebres que han marcado el camino del ecumenismo en estos 50 años: el de Pablo VI con el Patriarca Atenágoras, los innumerables encuentros de Juan Pablo II y de Benedicto XVI con los jefes de distintas iglesias cristianas, del papa Francisco con el patriarca Bartolomé en el 2004, y, por último, con el Patriarca de Moscú Kirill en Cuba que ha abierto un horizonte nuevo en el camino ecuménico.
A este mismo ecumenismo espiritual, pertenecen también las muchas iniciativas en las cuales los creyentes de distintas Iglesias se encuentran para rezar y proclamar juntos el Evangelio, sin intenciones de proselitismo y en plena fidelidad cada uno a su propia Iglesia. He tenido la gracia de participar en muchos de estos encuentros. Uno de ellos permanece particularmente vivo en mi memoria porque fue como una profecía visual de resultado al qué debería llevarnos al movimiento ecuménico.
En 2009 se celebró en Estocolmo una gran manifestación de denominada “Jesus manifestation”, “Una manifestación por Jesús”. En el último día, los creyentes de las distintas Iglesias, cada uno por una calle diferente, caminaban en procesión hacia el centro de la ciudad. También el pequeño grupo de católicos, con el obispo local a la cabeza, íbamos por nuestro camino rezando. Al llegar al centro, las filas se rompían y era una única multitud la que proclamaba el señorío de Cristo frente a una multitud de 18 mil jóvenes y de transeúntes atónitos. La que pretendía ser una manifestación “por” Jesús, se convirtió en una poderosa manifestación “de” Jesús. Su presencia se podía casi tocar con la mano en un país que no está acostumbrado a manifestaciones religiosas de este tipo.
También estos desarrollos del documento sobre ecumenismo son un fruto del Espíritu Santo, un signo del invocado nuevo Pentecostés. ¿Cómo hizo el Resucitado para convencer a los apóstoles a abrirse a los gentiles y a recibirles también a ellos en la comunidad cristiana? Condujo a Pedro en la casa del centurión Cornelio, le hizo asistir a la venida del Espíritu sobre los presentes, con las mismas manifestaciones que los apóstoles habían experimentado en Pentecostés: hablar en lenguas, glorificar a Dios en voz alta. A Pedro no le quedó otra opción que llegar a la conclusión: “Si Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?” (Hch 11, 17).
El Señor resucitado está haciendo lo mismo hoy. Envía su Espíritu y sus carismas sobre los creyentes de las distintas Iglesias, también de las que creíamos más distantes de nosotros, a menudo con idénticas manifestaciones visibles. ¿Cómo no ver en eso un signo que nos empuja a aceptarnos y reconocernos recíprocamente como hermanos, aunque aún en el camino hacia una unidad más plena en el plano visible?
Fue en todo caso lo que me ha convertido a mi a tener amor a la unidad de los cristianos, acostumbrado por mis estudios preconciliares a ver a los ortodoxos y protestantes solo como “adversarios” para confutar en nuestras tesis de teología.
2.A un año del V Centenario de la reforma protestante (1517)
En la Cuaresma del año pasado, traté de mostrar los resultados a los que ha llegado, a nivel teológico, el diálogo ecuménico con el oriente ortodoxo. Al libro que recoge tales meditaciones di el título “Dos pulmones, una única respiración” el cual dice por sí solo a lo que tendemos y que en gran parte ya se ha realizado[3].
En esta ocasión quisiera dirigir la atención a las relaciones con el otro gran interlocutor del diálogo ecuménico que es el mundo protestante, sin entrar en cuestiones históricas y doctrinales, pero para mostrar cómo todo nos empuja a ir adelante en el esfuerzo de recomponer la unidad del occidente cristiano.
Una circunstancia hace este esfuerzo particularmente actual. El mundo cristiano nos prepara a celebrar el quinto centenario de la Reforma en el 2017. Es vital para el futuro de la Iglesia no perder esta ocasión, permaneciendo prisioneros del pasado, o limitándose a usar un tono más conciliador en el establecimiento de los aciertos y errores en ambos lados. Es el momento de hacer, creo, un salto de calidad, como cuando una barca llega a la compuerta de un río o de un canal que le permite proseguir la navegación a un nivel superior.
La situación ha cambiado profundamente en estos quinientos años, pero como siempre, es difícil tomar pronto conciencia de lo que es nuevo. Las cuestiones que provocaron la separación entre la Iglesia de Roma y la Reforma en el siglo XVI fueron sobre todo las indulgencias y la forma en la que sucede la justificación del pecador.
Pero ¿podemos decir que estos son problemas con los cuales se mantiene o cae la fe del hombre de hoy? En una conferencia celebrada en el Centro “Pro unione” de Roma, el cardenal Walter Kasper explicaba que mientras para Lutero el problema existencial número uno era cómo superar el sentido de la culpa y obtener un Dios benévolo, hoy el problema es más bien el contrario: como dar de nuevo al hombre de hoy el verdadero sentido del pecado que se ha perdido del todo.
Creo que todas las discusiones seculares entre católicos y protestantes acerca de la fe y las obras han terminado por hacer perder de vista el punto principal del mensaje paulino. Lo que el apóstol quiere afirmar, sobre todo en Romanos 3, no es que somos justificados por la fe, sino que somos justificados por la fe en Cristo; no es tanto que somos justificados por la gracia, sino que somos justificados por la gracia de Cristo. La persona de Cristo es el corazón del mensaje, incluso antes de la gracia y la fe.
Después de haber presentado a la humanidad en su estado universal de pecado y de perdición en los dos capítulos anteriores de la Carta, el apóstol tiene el increíble valor de proclamar que esta situación ha cambiado radicalmente, “en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús”, “por la obediencia de uno solo”(Rm 3, 24; 5, 19).
La afirmación de que esta salvación se recibe por fe, y no por obras, está presente en el texto y era lo más urgente donde arrojar luz en los tiempos de Lutero, cuando era claro, al menos en Europa, que se trataba de la fe en Cristo y de la gracia de Cristo. Pero esa viene en segundo lugar, no en el primero. Cometimos el error de reducir a un problema de escuelas, a  lo interior del cristianismo, lo que era para el apóstol una afirmación mucho más amplia y universal. Hoy estamos llamados a redescubrir y proclamar juntos el fondo del mensaje paulino.
En la descripción de las batallas medievales siempre hay un momento en el que, superados los arqueros, caballería y todo lo demás, la lucha se concentraba alrededor del rey. Allí se decidía el éxito final de la batalla. También para nosotros la batalla de hoy está alrededor del rey… La persona de Jesucristo es el verdadero juego. Tenemos que volver, desde el punto de vista de la evangelización, al tiempo de los apóstoles. Hay una similitud entre nuestro tiempo y el de ellos. Ellos estaban frente a un mundo pre-cristiano; en Occidente, nosotros tenemos delante un mundo en gran parte post-cristiano.
Cuando el apóstol Pablo quiere resumir en una frase la esencia del mensaje cristiano no dice: “Anunciamos esta o esa doctrina”; dice: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1 Cor 1, 23), y otra vez: “Nosotros predicamos a Cristo Jesús el Señor” (2 Cor 4, 5). Esto es el verdadero “articulus stantis cadentis et Ecclesiae”, el artículo por el cual la Iglesia se mantiene o cae.
Esto no significa ignorar todo lo que la Reforma protestante produjo de nuevo y válido, tanto en la teología y como en la de la espiritualidad, especialmente con la reafirmación de la primacía de la Palabra de Dios. Significa más bien permitir que toda la Iglesia se beneficie de sus logros positivos, una vez liberados de ciertos excesos y refuerzos debidos a la atmósfera recalentada del momento, a la interferencia de la política y a las controversias posteriores.
Un paso importante en este sentido fue la “Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación”, firmada el 31 de de octubre de 1999, entre la Iglesia católica y la Federación Mundial de Iglesias Luteranas” [4]. En su conclusión, que dice:
“La comprensión de la doctrina de la justificación expuesta en esta Declaración muestra la existencia de un consenso entre luteranos y católicos sobre los puntos fundamentales de la doctrina de la justificación. A la luz de este acuerdo son aceptables las diferencias que existen con respecto al lenguaje, los desarrollos teológicos, y los énfasis particulares que ha tomado la comprensión de la justificación. […] Por esta razón, la elaboración luterana y la católica de la fe en la justificación , en sus diferencias, están abiertas la una a la otra de tal forma que no invalida de nuevo el consenso alcanzado sobre verdades fundamentales” [5].
Yo estaba presente cuando el acuerdo fue proclamado en San Pedro durante unas vísperas solemnes presididas por el Papa Juan Pablo II y el arzobispo de Uppsala, Bertil Werkström. Me impresionó una observación que el Papa hizo en la homilía. Expresaba, si no recuerdo mal, este pensamiento: ha llegado el momento de dejar de hacer de esta doctrina de la justificación por la fe un tema de lucha y disputas entre los teólogos, y tratar, en cambio, de ayudar a todos los bautizados a hacer, de esta verdad, una la experiencia personal y libertadora. Desde ese día, no he parado, cada vez que he tenido la oportunidad en mi predicación, de exhortar a los hermanos a tener esta experiencia.
La justificación mediante la fe en Cristo debería ser predicada por toda la Iglesia y con mayor vigor que nunca. Ya no, sin embargo, en contraposición a las “buenas obras”, que es un asunto superado y resuelto, sino en oposición, en todo caso, a la pretensión del mundo secularizado de poder salvarse solo, con su ciencia, la tecnología o las técnicas espirituales de su invención. Estoy convencido de que si estuvieran vivos hoy en día, esta sería la forma en la que Lutero, Calvino y otros reformadores ¡predicarían la justificación gratuita mediante por la fe!
“Las sociedades modernas – leemos en un libro que ha hecho historia – son construidas sobre la ciencia. Le deben su riqueza, su poder y la certeza de que una riquezas y poderes aún mayores serán accesibles al hombre el día de mañana si él quiere […]. Provistos de todo el poder, con todas las riquezas que la ciencia les ofrece, nuestras sociedades todavía tratan de vivir y enseñar sistemas de valores, ya socavados en la base por esta misma ciencia” [6].
Los “sistemas de valores obsoletos” son, por supuesto, para el autor, los sistemas religiosos. Jean-Paul Sartre llega a la misma conclusión desde un punto de vista filosófico. Él hace decir a uno de sus personajes: “Yo mismo hoy me acuso y solo yo me puedo absolver también, yo el hombre. Si Dios existe, el hombre no es nada” [7].
Es a este tipo de desafíos lanzados por el cientificismo ateo y el secularismo que deben responder los cristianos de hoy en día con la doctrina de que “el hombre no es justificado por las obras de la Ley, sino por la fe en Jesucristo” (cf. Gal 2, 16).
3.Más allá de las fórmulas.
Estoy convencido de que en el diálogo ecuménico con las Iglesias protestantes pesa mucho el rol de frenado de las fórmulas. Me explico. Las formulaciones doctrinales y dogmáticas, que en sus inicios fueron el resultado de procesos vitales y reflejaban el camino coral de la comunidad y la verdad alcanzada con fatiga, con el paso del tiempo tienden a endurecerse para convertirse en “consignas”, etiquetas que indican una pertenencia. La fe ya no termina en la realidad de la cosa, sino en su formulación. Estamos en las antípodas de lo que debería ser, según la famosa afirmación de Tomás de Aquino: “Fides non terminatur ad enuntiabile, sed ad rem”: la fe no termina en su formulación, sino la cosa en sí misma [8].
Es el fenómeno del formalismo ya en la antigüedad, una vez terminada la fase creativa de los grandes dogmas [9]. Sólo recientemente se dieron cuenta, por ejemplo, que las divisiones dentro del Oriente cristiano, entre Iglesias calcedonianas y las llamadas monifisistas o nestorianas, estaban basados, en muchos casos, en fórmulas y el sentido diferente dado, en ellas a los términos ousia y hypostasis, que no tocaban la sustancia de la doctrina. Se ha podido restablecer, así, la comunión entre y con diferentes Iglesias orientales.
Este obstáculo es particularmente visible en las relaciones con las Iglesias de la Reforma. Fe y obras, Escritura y tradición: son contraposiciones comprensibles y en parte justificadas en su nacimiento, pero llevan al engaño si son repetidas y mantenidas en pie, como si nada hubiera cambiado en quinientos años de vida.
Tomemos la contraposición entre fe y obras. Esta tiene sentido si por buenas obras se entiende principalmente (como lamentablemente sucedía en la época de Lutero) indulgencias, peregrinaciones, ayunos, limosnas, velas votivas, y todo lo demás. En cambio lleva fuera del camino si por buenas obras se entiende las obras de caridad y de misericordia. Jesús en el Evangelio reprende que sin esas no se entra en el Reino de los Cielos y Él se verá obligado a decir: “Lejos de mí”. No se es justificado por las buenas obras, pero no nos salvamos sin las buenas obras. La justificación es sin condiciones de la parte de Dios, pero no es sin consecuencias. Esto lo creemos todos, católicos y protestantes y lo decía ya el Concilio de Trento.
Lo mismo hay que decir de la contraposición entre Escritura y tradición. Esta surge apenas se toca el problema de la revelación, como si los protestantes tuvieran solamente la Escritura y los católicos la Escritura y la tradición juntas. Cuando en realidad todas las Iglesia tienen una propia tradición. ¿Qué es lo que explica la existencia de tantas denominaciones diversas dentro del protestantismo, si no el modo diverso que tiene cada una de interpretar las Escrituras? ¿Y qué es la tradición en su contenido más verdadero si no justamente, la Escritura leída en la Iglesia y por la Iglesia?
Ni siquiera la fórmula luterana “Simul iustus et peccator”, “justo y pecador al mismo tiempo”, es un obstáculo insuperable a la comunión. Forma parte de la tradición católica desde el tiempo de los Padres, la definición de la Iglesia como “casta meretriz” (casta meretrix), como santa y que siempre necesita ser reformada” [10]. Lo que se dice de la Iglesia en su conjunto como cuerpo de Cristo, ¿no se debería aplicar también a cada uno de sus miembros?
Lo que puede ser objeto de una explicación diversa y complementaria es el modo con el cual se entiende esta presencia simultánea de santidad y de pecado en el hombre redimido. En el adjunto a la Declaración conjunta sobre la justificación hay una explicación de la fórmula “simul iustus et peccator” que no es incompatible con la doctrina católica. Se afirma que la justificación opera una renovación real en la vida del bautizado, incluso si esto no se vuelve nunca una posesión adquirida, sobre la cual el hombre pueda apoyarse delante a Dios, mas que queda siempre dependiente de la acción del Espíritu Santo.
En 1974 hubo una noticia que asombró y divirtió al mundo entero. Un soldado japonés, enviado durante la última Guerra Mundial a una isla de Filipinas para infiltrarse entre el enemigo y recoger información, había vivido treinta años escondiéndose en la jungla y alimentándose de raíces, frutos y alguna presa, convencido de que aún había guerra y él seguía en su misión. Cuando lo encontraron fue difícil convencerlo de que la guerra había terminado y que podía volver a su país.
Yo creo que sucede algo similar entre los cristianos. Hay cristianos a los que es necesario convencerles, en ambas formaciones, que la guerra ha terminado, las guerras de religión entre católicos y protestantes han terminado. ¡Tenemos otras cosas que hacer que la guerra uno al otro! El mundo ha olvidado o no ha conocido nunca  a su Salvador, a aquel que es la luz del mundo, el camino, la verdad y la vida ¿Y perdemos el tiempo discutiendo entre nosotros?
4- Unidad en la caridad.
Sin embargo, no es suficiente este motivo práctico para realizar la unidad de los cristianos. No es suficiente encontrarse unidos en el frente de la evangelización y de la acción caritativa. Este es un camino que el movimiento ecuménico ha experimentado en sus inicios con el movimiento ‘Vida y acción’ (Life and Work), pero que se ha revelado insuficiente. Si la unidad de los discípulos tiene que ser un reflejo de la unidad entre el Padre y el Hijo, esta tiene que ser en primer lugar una unidad de amor, porque tal es la unidad que reina en la Trinidad. Las tres divinas personas no están unidas por el hecho de que realizan conjuntamente la creación y todas las otras obras ad extra; los son en su mismo ser. La Escritura nos exhorta a “hacer la verdad en la caridad – veritatem facientes in caritate”(Ef 4, 15). Y san Agustín afirma que “no se entra en la verdad si no a través de la caridad – non intratur in veritatem nisi per caritatem» [11].
La cosa extraordinaria, sobre este camino hacia la unidad basada en el amor, es que esta se encuentra ya enteramente abierta delante de nosotros. No podemos “quemar las etapas” sobre la doctrina, porque las diferencias son y se resuelven con paciencia en los lugares correspondientes. Podemos en cambio quemar las etapas en la caridad, y estar plenamente unidos desde ahora. El signo verdadero y seguro de la venida del Espíritu no es, escribe nuevamente san Agustín, el hablar en lenguas, sino el amor por la unidad: “Sepan que tendrán el Espíritu Santo cuando consientan que vuestro corazón adhiera a la unidad a través de una sincera caridad” [12].
Releemos el himno a la caridad de san Pablo. Cada una de sus frases toma un significado actual y nuevo, si se aplica al amor entre los miembros de las diversas Iglesias.
“La caridad es paciente…
La caridad no es envidiosa…
No busca solo su interés (o solo el interés de la propia Iglesia).
No toma en cuenta el mal recibido (sino más bien el mal hecho a los demás).
No goza de la injusticia, sino que se complace por la verdad (no goza de las dificultades de las otras Iglesias, sino que se alegra de sus éxitos espirituales).
Todo cree y todo soporta” (1 Cor 13,4 ss).
“Amarse” se ha dicho “no significa mirarse uno al otro, sino mirar hacia la misma dirección”. También entre los cristianos, amarse significa mirar juntos hacia la misma dirección que es Cristo. “Él es nuestra paz” (Ef 2, 14). Si nos convertiremos a Cristo e iremos juntos hacia Él, nosotros cristianos nos acercaremos también entre nosotros, hasta volvernos, como él ha querido, “una sola cosa con él y con el Padre” (cf. Jn 17, 21). Sucede como con los radios de una rueda. Parten desde puntos distantes de una circunferencia, pero a medida que se acercan al centro se acercan también entre ellos, hasta formar un punto solo. Sucede como aquel día en Estocolmo…
Nos preparamos a celebrar la Pascua. En la Cruz, Jesús “ha abatido el muro de separación que existía entre nosotros, o sea la enemistad (…). Por medio del Él podemos presentarnos, los unos a los otros al Padre en un solo Espíritu”  (Ef 2, 14.18). No dejemos de hacerlo para la alegría del Corazón de Cristo y para el bien del mundo.
Traducción de Zenit
[1]  Cf H.G. Gadamer, Wahrheit und Methode, Tübingen 1960.
[2] UR, 1.
[3] Due polmoni, un unico respiro. Oriente e Occidente di fronte ai grandi misteri della fede. Libreria Editrice Vaticana 2015.
[4] El texto de la Declaración se encuentra en el Enchiridion Vaticanum (EV) 17,744-817.
[5] Ib, nr. 40.
[6] J. Monod, Il caso e la necessità, Mondadori, Milano 1970, 136s.
[7] J.-P. Sartre, Il diavolo e il buon Dio, X, 4, Gallimard, Parigi 1951, p. 267 s.
[8] S.Tommaso d’Aquino, Somma teologica, II-IIae , q. 1,a.2,ad 2.
[9]  G. L. Prestige, God in Patristic Thought, London 1952, chap. XIII; ed. Italiana  Dio nel pensiero dei Padri, Bologna, Il Mulino, 1969, pp. 273 ss. (El triunfo del formalismo).
[10] Cf. H.U. von Balthasar, “Casta meretrix, in  Sponsa Chnristi, Morcelliana, Brescia, 1969.
[11] Agostino, Contra Faustum, 32, 18 (CCL 321, p. 779).
[12]     Agostino, Discursos, 269, 3-4 (PL 38, 1236 s).

Comentario al evangelio de hoy miércoles 23 de marzo de 2016.

¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?

Cuaresma y Semana Santa

Miércoles Santo.
La traición de una persona querida trae siempre un dolor muy profundo. Jesús ha vivido este dolor.
Por: José Cisneros
Fuente: Catholic.net 
 

http://es.catholic.net/op/articulos/14469/la-traicin-de-judas.html

Del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25
Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes,
y les dijo: ¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré? Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua? El les dijo: Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo, Señor? El respondió: El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: ¿Soy yo acaso, Rabbí? Dícele: Sí, tú lo has dicho. 

Oración introductoria
Jesús, el distintivo de tus discípulos y misioneros es el amor y la fidelidad. Sin embargo, la traición a tu amor continúa y es más dolorosa cuando proviene de quienes buscamos estar más cerca de Ti. Te suplico que me cuentes entre ésos que quieren ser fieles, entre los que te piden tu gracia para ser auténticos apóstoles de tu Reino.
Petición
Dame, Señor, la sabiduría y fortaleza para ser siempre fiel.
Meditación del Papa Francisco
Sino la síntesis de la Buena Noticia; es la opción de los que quieren tener los sentimientos del Corazón de Jesús.  «La expresión «Corazón de Jesús» nos hace pensar inmediatamente en la humanidad de Cristo, y subraya su riqueza de sentimientos, su compasión hacia los enfermos, su predilección por los pobres, su misericordia hacia los pecadores, su ternura hacia los niños, su fortaleza en la denuncia de la hipocresía, del orgullo y de la violencia, su mansedumbre frente a sus adversarios, su celo por la gloria del Padre y su júbilo por sus misteriosos y providentes planes de gracia… nos hace pensar también en la tristeza de Cristo por la traición de Judas, el desconsuelo por la soledad, la angustia ante la muerte, el abandono filial y obediente en las manos del Padre.
Y nos habla sobre todo del amor que brota sin cesar de su interior: amor infinito hacia el Padre y amor sin límites hacia el hombre. (San Juan Pablo II, Ángelus, 9 julio 1989).
Reflexión
La traición de una persona querida trae siempre un dolor muy profundo. Jesús ha vivido este dolor sin una reacción irascible, sino que ha hecho todo lo posible por evitar la violencia con Judas de tal manera que, cuando éste llega a Getsemaní con una turba de gente armada, Jesús no rechaza el beso del traidor. Se limita a hacerle ver su error con los ojos de la conciencia y del corazón: «¿Con un beso traicionas al Hijo del Hombre?».
Es paradójico que un beso, un gesto afectivo, llegue a ser un acto de traición. Existe una bella oración que se recita en la Iglesia Oriental tomada de la antigua liturgia de san Juan Crisóstomo. Dice así: «Hijo de Dios, hazme hoy partícipe de tu místico convite, porque no revelaré el Misterio a tus enemigos, ni te daré el beso de Judas. Más bien, como el buen ladrón, te pido que te acuerdes de mí, Señor, cuando estés en tu Reino».
Pidamos hoy la gracia de ser siempre fieles al amor del maestro y busquemos en Él la luz para realizar la voluntad de Dios.
Propósito
Pedir al Espíritu Santo la sabiduría para comprender la grandeza de la Misericordia de Dios.
Diálogo con Cristo
Jesús, no permitas que abuse de tu misericordia. Que mi corazón no se endurezca sino que se llene de ese santo temor que lo encauce a nunca ofenderte conscientemente. Gracias por darme la luz para formar mi conciencia y la fuerza para luchar siempre contra toda forma de egoísmo o doblez. Sé que llegar a santidad es difícil, que no se logra de un día para otro, pero que nunca deje de esforzarme por conseguirla.

EDD. MIÉRCOLES 23 DE MARZO DE 2016.

Miércoles Santo.
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160322
Libro de Isaías 50,4-9a.
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí!
Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
Salmo 69(68),8-10.21bcd-22.31.33-34.
Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu Casa me devora,
y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
Y no tengo remedio.
Espero compasión y no la encuentro,
en vano busco un consuelo:
pusieron veneno en mi comida,
y cuando tuve sed me dieron vinagre.
Así alabaré con cantos el nombre de Dios,
y proclamaré su grandeza dando gracias;
que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor:
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos.
Evangelio según San Mateo 26,14-25.
Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes
y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas de plata.
Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?».
El respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: ‘El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'».
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce
y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».
Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?».
El respondió: «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».
Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: «¿Seré yo, Maestro?». «Tú lo has dicho», le respondió Jesús.
Comentario del Evangelio por Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad. Jesús, al que invocamos.
«El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará»
Fijaos cuánta compasión ha tenido Jesús con Judas, el hombre que ha recibido tanto amor y, sin embargo, ha traicionado a su propio Maestro, este Maestro que ha guardado un silencio sagrado sin traicionarlo a sus compañeros. En efecto, Jesús fácilmente hubiera podido hablar abiertamente y decir a los demás las intenciones que Judas escondía y sus actuaciones; pero no lo hizo. Prefirió dar prueba de misericordia y caridad: en lugar de condenarle, le llama amigo (Mt 26,50). Tan sólo con que Judas hubiera mirado a Jesús a los ojos como lo hizo Pedro (Lc 22,61), Judas hubiera sido el amigo de la misericordia de Jesús. Jesús ha dado siempre pruebas de misericordia.

HOMILÍA PARA LA EUCARISTÍA DEL DOMINGO 20 DE MARZO DE 2016. DOMINGO DE RAMOS.

Hermanos, entramos a la Semana Santa. En el tríptico de la Parroquia aparecen las distintas actividades de la Semana Santa. Vivámosla con fe y amor. VIVAMOS NUESTRA PASCUA . Hno. Pastor.
DOMINGO DE RAMOS.
Isaías 50,4-7: Dios capacita a su Servidor (a su Pueblo – a su Enviado) para que cumpla su misión. Es un Servidor atento a la Voluntad de Dios, aunque tenga que sufrir.
Filipenses 2,6-11: síntesis del misterio de la Encarnación. Cristo, siendo Dios se hizo obediente hasta la muerte; por eso es el Señor, es decir, lo máximo.
Lucas (la Pasión): el evangelista presenta la Pasión del Señor de una manera religiosa y humana. Refleja la misericordia de Dios.
1.- Entramos a la Semana Santa, diferente. No a la semana del turismo, como dicen los paganos.
La Iglesia, nosotros, estamos interesados en evocar un hecho importante de la vida de Jesús que nos afecta. No se trata de un rito conmemorativo, sino contemplar y celebrar un Misterio de fe.
Con la celebración de hoy contemplamos y celebramos a Jesús como el Mesías, el Rey esperado. Ese Jesús, Verbo encarnado, que vino a cumplir hasta las últimas consecuencias la Voluntad de Dios. Por eso, lo que hoy celebramos es el misterio de Cristo, Dios y hombre verdadero.
2.- En lo que hemos escuchado de la Pasión según san Lucas podemos darnos cuenta que lo que interesa mostrar al evangelista es la relación personal nuestra con Cristo y llegar a ser sus discípulos, como El dispuestos a cumplir la Voluntad de Dios, aunque sea difícil.
El Señor nos está mostrando con su Pasión la bondad y la misericordia que hay en El. Bondad y misericordia que debemos saber irradiar en el mundo de hoy.
3.- Nos asustan, nos perturban, a veces, los hechos desgarradores que suceden alrededor nuestro, las malas noticias que nos llegan de afuera y las que suceden en nuestro entorno.
La Palabra nos dice cómo debemos enfrentar este clima adverso:
– Con la certeza de que no seremos derrotados
– Con la serenidad del Señor, que manifestó en su Pasión todo su amor por nosotros
– Sabiendo que el único camino para la gloria es el camino de la cruz.
4.- Una vez más entramos en el Misterio de Cristo. Que esta Semana Santa que estamos iniciando nos sirva para comprender y profundizar en el misterio del amor misericordioso de Dios. En este Año de la Misericordia no sólo debemos captar esta cualidad esencial de Dios, sino ir creando una Cultura de la Misericordia.
Nos damos cuenta que falta misericordia en el ambiente. Somos nosotros, aleccionados por Jesucristo, los que debemos sembrar este amor en todas partes.
Animémonos a celebrar y vivir el misterio de Cristo. La Iglesia lo está viviendo en sus miembros que sufren la persecución, el hostigamiento y la tortura en sus miembros.
Nos unimos nosotros a este Señor que hoy entra victorioso a su Pasión celebrando esta Eucaristía. Con El muramos y con El resucitemos. Hermano Pastor Salvo Beas.