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EDD. MARTES 05 DE ABRIL DE 2016.

Martes de la segunda semana de Pascua.
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160404
Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,32-37.
La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.
Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima.
Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían
y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.
Y así José, llamado por los Apóstoles Bernabé -que quiere decir hijo del consuelo- un levita nacido en Chipre
que poseía un campo, lo vendió, y puso el dinero a disposición de los Apóstoles.
Salmo 93(92),1ab.1c-2.5.
¡Reina el Señor, revestido de majestad!
El Señor se ha revestido,
se ha ceñido de poder.
Tu trono está firme desde siempre,
tú existes desde la eternidad.
Tus testimonios, Señor, son dignos de fe,
la santidad embellece tu Casa
a lo largo de los tiempos.
Evangelio según San Juan 3,7b-15.
Jesús dijo a Nicodemo: ‘Ustedes tienen que renacer de lo alto’.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu».
«¿Cómo es posible todo esto?», le volvió a preguntar Nicodemo.
Jesús le respondió: «¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?
Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Comentario del Evangelio por San Hilario (c. 315-367), obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia. La Trinidad, 12,55s; PL 10, 472.
“No sabes de dónde viene ni a dónde va”.
Dios todopoderoso, según el apóstol Pablo, tu Espíritu “escruta y conoce las profundidades de tu ser” (1C 2, 10-11), e intercede por mi, te habla en mi lugar con “gemidos inenarrables” (Rm 8,26)… Fuera de ti nadie escruta tu misterio; nada que sea extraño a ti no es suficientemente poderoso para medir la profundidad de tu majestad infinita. Todo lo que penetra en ti procede de ti; nada de lo que es exterior a ti tiene el poder de sondearte…
Creo firmemente que tu Espíritu viene de ti por tu Hijo único; aunque yo no comprendo este misterio, tengo, respecto a él, una profunda convicción. Porque en las realidades espirituales que son dominio tuyo, mi espíritu es limitado, tal como lo dice tu Hijo único: “No te extrañes de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de nuevo’. Porque el Espíritu sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del agua y del Espíritu”.
Creo en mi nuevo nacimiento sin comprenderlo, y en mi fe guardo lo que escapa a mi comprensión. Sé que tengo el poder de renacer, pero no sé cómo esto se realiza. El Espíritu no tiene ningún límite; habla cuando quiere, y dice lo que él quiere y donde quiere. La razón de de su partida y de su venida permanecen desconocidas para mi, pero tengo la profunda convicción de su presencia.

ENCUENTRO GUARDIANES LAICOS CAPUCHINOS HUALPEN, 21 Y 22 DE MAYO DE 2016.

laicos
HERMANOS Y HERMANAS: PAZ Y BIEN.
Con cariño, a nombre de toda la Comisión Nacional de Laicos Capuchinos, y con la alegría de sentirnos hijos de un mismo Padre, les convocamos a un nuevo encuentro de Guardianes de Fraternidad.
El lugar donde se desarrollará el Encuentro es en la Casa Pastoral de Hualpén, ubicada en Avenida Reconquista 8250, Población Aurora de Chile.
1. Avisar a los hermanos de Hualpén el día y la hora de llegada. Esto se hace a través de la hermana Coodinadora Zonal Alicia Ríos 983710847 y/o guardiana de fraternidad San Damián Jeannette Molina al 976679781.
Esta recomendación va especialmente para quienes llegarán el viernes por la tarde o a primera hora del sábado para trasladar a quienes se requiera. Confirmar asistencia a más tardar el 15 de abril a los siguientes correos:
ana.pedrero@hotmail.com y allyros2008@hotmail.com
2. Los participantes deben estar antes de las 09:00 de la mañana en el lugar, así daremos comienzo oportuno a toda la temática que nos convoca en esta oportunidad. Como siempre se les recuerda traer cuaderno, lápiz, Biblia y el cancionero oficial del laicado capuchino que se promocionó y vendió en el encuentro de Formación de verano.
El alojamiento será en casa pastoral por lo que se debe llevar saco de dormir o sábanas.
Cada uno cancelará una cuota de $ 4.500.
3. Se recuerda a las fraternidades procurar solventar los gastos de inscripción y traslado de su respectivo guardián, ya que este acude en nombre de todos a este encuentro. Se espera solo un participante por fraternidad, no se deben enviar suplentes salvo casos de fuerza mayor previamente solicitados a la Comisión Nacional a través de sus respectivos Coordinadores Zonales.
4. Como cada año, en este encuentro las fraternidades deben ponerse al día por los conceptos de CUOTA ANUAL LAICOS CAPUCHINOS (enero a diciembre) y CUOTA SOCIAL. Se adjunta el formulario que tienen que llevar completo para entregar el dinero a los ecónomos.
(Cuota anual $2.000 y cuota social $ 2.000)
5. En esta oportunidad no se debe llevar el Proyecto de Vida Fraterno, ya que se tocaran temáticas, en este encuentro, que se deben incluir en los PVF.
Desde ya les solicitamos orar intensamente para que podamos hacer la voluntad del Señor en este camino fraterno, al estilo de Clara y Francisco y en unión con todos los laicos de la provincia.
Fraternalmente, Comisión Nacional Laicos Capuchinos.

Homilía del Papa durante la Eucaristía diaria de hoy en Santa Marta.

El Papa en Santa Marta: ¿Somos cristianos del ‘sí’?
En la homilía de este lunes, el Santo Padre explicó que en el ‘sí’ de María está el ‘sí’ de toda la Historia de la Salvación
https://es.zenit.org/articles/el-papa-en-santa-marta-somos-cristianos-del-si/
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha invitado a preguntarse si somos hombres de “sí” o si miramos a otro lado para no responder. Lo ha hecho durante la homilía de esta mañana en Santa Marta, que ha retomado tras la pausa por las fiestas pascuales.
Haciendo referencia a la solemnidad de la Anunciación, el Papa subrayó que es precisamente el “sí de María que abre la puerta al sí de Jesús”.
Del mismo modo, recordó que Abraham obedeció al Señor, dijo “sí” a su llamada y salió de su tierra sin saber dónde iba. El Santo Padre centró su homilía en la “cadena del sí” que comienza precisamente con Abrahán.
Francisco recordó a esa “humanidad de hombres y mujeres” que incluso “ancianos” como Abraham y Moisés “han dicho sí a la esperanza del Señor”. Asimismo invitó a pensar en Isaías, que “cuando el Señor le dice de ir a decir las cosas al pueblo” responde que tiene “los labios impuros”.
En esta línea, el Papa aseguró que el Señor “¡purifica los labios de Isaías e Isaías dice sí!”. Y lo mismo vale para Jeremías que decía que no sabía hablar, pero después dice ‘sí’ al Señor.
Y el Santo Padre lo explicó así: “Hoy el Evangelio nos señala el final de esta cadena de ‘sí’ pero al inicio de otro ‘sí, que comienza a crecer: el sí de María. Y este ‘sí’ hace que Dios no solo mire cómo va el hombre, no solo camina con su pueblo, sino que se hace uno de nosotros y toma nuestra carne. El ‘sí’ de María que abre la puerta al ‘sí’ de Jesús: ‘Yo vengo para hacer Tu voluntad’, este ‘sí’ que va con Jesús durante toda la vida, hasta la Cruz”.
Por tanto, Francisco reflexionó sobre el ‘sí’ de Jesús que pide al Padre alejar de Él ese cáliz pero que se haga su voluntad. En Jesucristo está el sí de Dios: Él es el sí.
El Santo Padre aseguró que hoy es un bonito día “para dar las gracias al Señor por habernos enseñado el camino del ‘sí’, pero también para pensar en nuestra vida”. Una invitación que dirigió en particular a algunos sacerdotes presentes en la eucaristía que celebran el 50 aniversario de su ordenación.
Todos nosotros –precisó el Papa– durante cada día, debemos decir ‘sí’ o ‘no’ y pensar si siempre decimos ‘sí’ o muchas veces nos escondemos, con la cabeza baja, como Adán y Eva, para… no decir ‘no’, sino hacerse un poco el que no entiende… el que no entiende lo que Dios pide.
“Hoy es la fiesta del ‘sí’. En el ‘sí’ de María está el ‘sí’ de toda la Historia de la Salvación, y comienza allí el último ‘sí’ del hombre y de Dios”.
Allí –añadió– Dios recrea, como al principio con un ‘sí’ ha hecho al mundo y al hombre, esa bella Creación y ahora con este ‘sí’, más maravillosamente recrea el mundo, nos recrea a todos nosotros. “Es el sí de Dios que nos santifica, que nos hace ir adelante en Jesucristo”, explicó el Santo Padre.
Por otro lado, el Pontífice indicó que “es un día para dar gracias al Señor y para preguntarnos: ‘¿Yo soy un hombre del ‘sí’ o soy un hombre o mujer del ‘no’ o soy un hombre o mujer que mira un po para el otro para para responder?’”. Por ello, pidió que “el Señor nos dé la gracia de entrar en este camino de hombres y mujeres que han sabido decir el ‘sí’”.
Al concluir la homilía, las monjas vicentinas que están al servicio en la Casa Santa Marta han renovado sus votos. El Papa explicó que “lo hacen cada año porque San Vicente era inteligente y sabía que la misión que les confiaba era muy difícil y por eso ha querido que cada año renovaran los votos”.

Comentario al evangelio de hoy lunes 04 de abril de 2016.

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo
Solemnidades y fiestas
Solemnidad de la Anunciación.
La voluntad de María coincide con la voluntad del Hijo en el único proyecto de amor del Padre.
Por: Andrés Pérez
Fuente: Catholic.net
http://es.catholic.net/op/articulos/14725/la-anunciacin-de-jess.html
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. María respondió al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? El ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios. Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y el ángel dejándola se fue.
Oración introductoria
Oh María, qué gran regalo nos ha hecho Jesús desde su cruz: en Ti tenemos una verdadera Madre que nos acompaña en este peregrinar por el mundo y guía nuestros pasos hasta el cielo. Por eso celebramos con júbilo la Pascua y, en este momento, pido tu intercesión para que esta oración aumente mi fe y sepa decir siempre «sí» al Señor.
Petición
Señor, dame tu gracia para que se haga tu voluntad en mi vida con la perfección, delicadeza y amor de María.
Meditación del Papa Francisco
Hoy nos encontramos ante una de esas maravillas del Señor: ¡María! Una criatura humilde y débil como nosotros, elegida para ser Madre de Dios, Madre de su Creador.
Miremos a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras palabras que pronuncia son: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”, o sea, un cántico de alabanza y de acción de gracias a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho en toda la historia de salvación. Todo es don suyo. Si nosotros podemos entender que todo es don de Dios, ¡cuánta felicidad hay en nuestro corazón! Todo es don suyo ¡Él es nuestra fuerza! (Homilía dle Papa Francisco)
La Palabra de Dios nos habla en lo más profundo de nuestro corazón. Dios nos dice hoy que le pertenecemos. Él nos hizo, somos su familia, y Él siempre estará presente para nosotros. «No temas», nos dice: «Yo los he elegido y les prometo darles mi bendición».(Homilía de S.S. Francisco, 26 de noviembre de 2015).
Reflexión
Ante esta escena uno no sabría qué pensar, ¿cuál de los dos personajes se habrá maravillado más? Penetremos atrevidamente en los pensamientos del arcángel Gabriel para comprender desde otro punto de vista la enorme gracia concedida a la humanidad entera en este grandioso momento.
En efecto, estamos situados, -y es preciso decirlo despacio y como midiendo cada palabra -, en la plenitud de los tiempos. Parece que toda la creación dependía de este punto culminante. Y así es, sin ninguna exageración. En ese momento se encarna Dios Hombre en las entrañas de María. Y ante este misterio, ¿qué puede hacerse sino contemplar con nuestro corazón y sin palabras este misterio?
El arcángel, debía comunicar el sublime mensaje de la Encarnación del Verbo. Quizás habrá dicho: Voy a encontrar otra creatura de Dios, quiera o no, esclava del pecado de Adán y Eva. Era lógico. Todos los hombres nacían pecadores, nacían con el pecado original. Nada de común habría de encontrar en ella, salvo que habría de ser afortunadísima. Y hasta podríamos pensar que no conocía a fondo, con ser ángel, el misterio que comunicaría.
Y he aquí que cuando llega ante ella, ¡magnífico prodigio de la Mano Providente de Dios! Ni en el cielo había criatura tan brillante, tan pura, tan sublime como esa dulce mujer sencilla de pueblo. ¿Ella? Sí, Ella sería la Madre del Verbo. Qué bien ha hecho Dios todose habrá dicho para sí, estremecido de su hermosura y pureza. Era la mejor Madre.
Probemos un poco también nosotros de este sobrecogimiento, de este estremecimiento ante el misterio, de verla tan pura y bendita, Ella, Nuestra Madre; y que sea Ella quien nos enseñe a amar a su Hijo, como la mejor de las madres.
Diálogo con Cristo
Señor, conocer lo que quieres y seguir tu voluntad es la alegría y el camino para dar plenitud a mi vida. Como María, no debo apegarme ciegamente a las propias ideas, sino que debo abrir el corazón para saber escucharte. Por el amor a tu santísima Madre, te suplico la gracia para serte fiel y perseverar en el cumplimiento de tu voluntad hasta el día de mi muerte.
Propósito
Rezar un rosario pidiendo a María su intercesión para crecer en mi fe y mi esperanza, a fin de aceptar con docilidad la voluntad de Dios.

EDD. LUNES 04 DE ABRIL DE 2016.

Solemnidad de la Anunciación del Señor.
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160402
Libro de Isaías 7,10-14.8,10b.
Una vez más, el Señor habló a Ajaz en estos términos:
«Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas».
Pero Ajaz respondió: «No lo pediré ni tentaré al Señor.»
Isaías dijo: «Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios?.
Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel.
Hagan un proyecto: ¡fracasará! Digan una palabra: ¡no se realizará! Porque Dios está con nosotros.
Salmo 40(39),7-8.9.10.11.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy».
En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón».
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor.
No escondí tu justicia dentro de mí,
proclamé tu fidelidad y tu salvación,
y no oculté a la gran asamblea
tu amor y tu fidelidad.
Carta a los Hebreos 10,4-10.
Hermanos:
Es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados.
Por eso, Cristo, al entrar en el mundo, dijo:
«Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo.
No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios.
Entonces dije:
Aquí estoy, yo vengo -como está escrito de mí en el libro de la Ley- para hacer, Dios, tu voluntad.»
El comienza diciendo: Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley.
Y luego añade: Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo.
Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.
Evangelio según San Lucas 1,26-38.
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?».
El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible para Dios».
María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el Ángel se alejó.
Comentario del Evangelio por Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa. Oración del 25 de marzo 1379.
“El Todopoderoso ha hecho obras grandes por mí.” (Lc 1,49).
María, templo de la Trinidad, hogar de fuego divino, madre de misericordia…, tú eres el tallo nuevo (Is 11,1) que ha producido la flor que perfuma al mundo, el Verbo, el Hijo único de Dios. En ti, tierra fecunda, fue depositado el germen de este Verbo. (Mt 13,3ss) Tú has escondido el fuego en las cenizas de nuestra humanidad. Vaso de humildad donde arde la luz de la sabiduría verdadera…, por el fuego de tu amor, por la llama de tu humildad, has atraído hacia ti y hacia nosotros al Padre eterno…
Gracias a esta luz, o María, nunca te has parecido a las vírgenes insensatas (Mt 25,1ss) sino que rebosas de virtud y de prudencia. Por esto has querido saber cómo se podía realizar lo que el ángel te anunciaba. Tú sabías que “para Dios todo es posible”. No tenías duda alguna. ¿Por qué, entonces, tú dices: -no conozco ningún hombre-?
No te faltaba la fe. Era la humildad profunda que te hacía decir esto. No dudabas del poder de Dios, te considerabas como indigna de tan gran prodigio. Si fuiste turbada por la palabra del ángel, no era por temor. Mirándolo a la misma luz de Dios, me parece que era más bien por admiración. Y qué admirabas, pues, o María, sino la inmensidad de la bondad de Dios. Mirándote a ti misma, te juzgabas indigna de esta gracia y quedabas turbada. Tu pregunta es la prueba de tu humildad. No eras presa del temor sino de admiración ante la inmensa bondad.

Homilía del Papa en la Eucaristía de la Divina Misericordia.

‘Existe un evangelio de la misericordia, un libro abierto, donde podemos seguir escribiendo gestos concretos de amor, que son el mejor testimonio de la misericordia para los hombres y mujeres de hoy’
https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-homilia-del-papa-francisco-en-el-domingo-de-la-misericordia/
Francisco en la homilía en el Domingo de la Divina Misericordia.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco celebró la santa misa en este segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, en la explanada anterior de la basílica de San Pedro, con motivo del Jubileo de las personas que siguen la espiritualidad de la Divina Misericordia.
Después de la proclamación del Evangelio el Papa en su homilía dijo que existe un evangelio de la misericordia, un libro abierto, donde los seguidores de Jesús se siguen escribiendo gestos concretos de amor, que son el mejor testimonio de la misericordia para los hombres y mujeres de hoy.
El Santo Padre quiso precisar que al curar las heridas de nuestros hermanos, confesamos a Jesús, lo hacemos presente y vivo; permitimos a otros que lo reconozcan como «Señor y Dios» y que esta es la misión que se nos confía.
E invitó a pedir la gracia de no cansarnos nunca de acudir a la misericordia del Padre y de llevarla al mundo, de ser misericordiosos, para difundir en todas partes la fuerza del Evangelio.
A continuación el texto completo de la homilía:
«Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos» (Jn 20,30). El Evangelio es el libro de la misericordia de Dios, para leer y releer, porque todo lo que Jesús ha dicho y hecho es expresión de la misericordia del Padre.
Sin embargo, no todo fue escrito; el Evangelio de la misericordia continúa siendo un libro abierto, donde se siguen escribiendo los signos de los discípulos de Cristo, gestos concretos de amor, que son el mejor testimonio de la misericordia. Todos estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio, portadores de la Buena Noticia a todo hombre y mujer de hoy.
Lo podemos hacer realizando las obras de misericordia corporales y espirituales, que son el estilo de vida del cristiano. Por medio de estos gestos sencillos y fuertes, a veces hasta invisibles, podemos visitar a los necesitados, llevándoles la ternura y el consuelo de Dios. Se sigue así aquello que cumplió Jesús en el día de Pascua, cuando derramó en los corazones de los discípulos temerosos la misericordia del Padre, el Espíritu Santo que perdona los pecados y da la alegría.
Sin embargo, en el relato que hemos escuchado surge un contraste evidente: por un lado, está el miedo de los discípulos que cierran las puertas de la casa; por otro lado, el mandato misionero de parte de Jesús, que los envía al mundo a llevar el anuncio del perdón. Este contraste puede manifestarse también en nosotros, una lucha interior entre el corazón cerrado y la llamada del amor a abrir las puertas cerradas y a salir, salir de nosotros mismos.
Cristo, que por amor entró a través de las puertas cerradas del pecado, de la muerte y del infierno, desea entrar también en cada uno para abrir de par en par las puertas cerradas del corazón. Él, que con la resurrección venció el miedo y el temor que nos aprisiona, quiere abrir nuestras puertas cerradas y enviarnos. El camino que el Señor resucitado nos indica es de una sola vía, va en una única dirección: salir de nosotros mismos, para dar testimonio de la fuerza sanadora del amor que nos ha conquistado.
Vemos ante nosotros una humanidad continuamente herida y temerosa, que tiene las cicatrices del dolor y de la incertidumbre. Ante el sufrido grito de misericordia y de paz, escuchamos hoy la invitación esperanzadora que Jesús dirige a cada uno: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (v. 21).
Toda enfermedad puede encontrar en la misericordia de Dios una ayuda eficaz. De hecho, su misericordia no se queda lejos: desea salir al encuentro de todas las pobrezas y liberar de tantas formas de esclavitud que afligen a nuestro mundo. Quiere llegar a las heridas de cada uno, para curarlas.
Ser apóstoles de misericordia significa tocar y acariciar sus llagas, presentes también hoy en el cuerpo y en el alma de muchos hermanos y hermanas suyos. Al curar estas heridas, confesamos a Jesús, lo hacemos presente y vivo; permitimos a otros que toquen su misericordia y que lo reconozcan como «Señor y Dios» (cf. v. 28), como hizo el apóstol Tomás.
Esta es la misión que se nos confía. Muchas personas piden ser escuchadas y comprendidas. El Evangelio de la misericordia, para anunciarlo y escribirlo en la vida, busca personas con el corazón paciente y abierto, “buenos samaritanos” que conocen la compasión y el silencio ante el misterio del hermano y de la hermana; pide siervos generosos y alegres que aman gratuitamente sin pretender nada a cambio.
«Paz a vosotros” (v. 21): es el saludo que Cristo trae a sus discípulos; es la misma paz, que esperan los hombres de nuestro tiempo. No es una paz negociada, no es la suspensión de algo malo: es su paz, la paz que procede del corazón del Resucitado, la paz que venció el pecado, la muerte y el miedo.
Es la paz que no divide, sino que une; es la paz que no nos deja solos, sino que nos hace sentir acogidos y amados; es la paz que permanece en el dolor y hace florecer la esperanza. Esta paz, como en el día de Pascua, nace y renace siempre desde el perdón de Dios, que disipa la inquietud del corazón.
Ser portadores de su paz: esta es la misión confiada a la Iglesia en el día de Pascua. Hemos nacido en Cristo como instrumentos de reconciliación, para llevar a todos el perdón del Padre, para revelar su rostro de amor único en los signos de la misericordia.
En el Salmo responsorial se ha proclamado: «Su amor es para siempre» (117/118,2). Es verdad, la misericordia de Dios es eterna; no termina, no se agota, no se rinde ante la adversidad y no se cansa jamás. En este “para siempre” encontramos consuelo en los momentos de prueba y de debilidad, porque estamos seguros que Dios no nos abandona. Él permanece con nosotros para siempre. Le agradecemos su amor tan inmenso, que no podemos comprender.
Pidamos la gracia de no cansarnos nunca de acudir a la misericordia del Padre y de llevarla al mundo; pidamos ser nosotros mismos misericordiosos, para difundir en todas partes la fuerza del Evangelio. Para escribir esas páginas del Evangelio que el apóstol Juan no escribió».

Palabras del Papa en la vigilia de la Divina Misericordia.

‘Una fe que no es capaz de ser misericordiosa, como son signo de misericordia las llagas del Señor, no es fe, es idea, es ideología’
https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-las-palabras-del-papa-en-la-vigilia-de-la-divina-misericordia/
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco participó este sábado por la tarde en la vigilia de oración junto a quienes siguen la espiritualidad de la Divina Misericordia y tomaron parte estos días a las celebraciones del Jubileo y del Congreso Apostólico europeo de la Misericordia.
Al término de la vigilia el Santo Padre dirigió unas palabras recordando que las manifestaciones de la misericordia son continuas, que no deberíamos acostumbrarnos a recibirla, porque con gran fantasía Dios cuyo nombre es ‘Misericordia’ sale a nuestro encuentro. Reconoció que es difícil llegar a ser testigos de esa misericordia pero que es un camino que dura toda la vida y no debe detenerse. Y que la misericordia reconoce el rostro de Jesucristo en quien está más lejos, débil, solo, confundido y marginado.
Señaló que la misericordia nunca puede dejarnos tranquilos, porque es el amor de Cristo que nos “inquieta” hasta que no hayamos alcanzado el objetivo de involucrar, a quienes tienen necesidad de misericordia para permitir que todos sean reconciliados con el Padre.
A continuación el texto completo:
«Queridos hermanos y hermanas, buenas tardes. Compartimos con alegría y agradecimiento este momento de oración que nos introduce en el Domingo de la Misericordia, muy deseado por san Juan Pablo II para hacer realidad una petición de santa Faustina.
Los testimonios que han sido presentados —por los que damos gracias— y las lecturas que hemos escuchado abren espacios de luz y de esperanza para entrar en el gran océano de la misericordia de Dios. ¿Cuántos son los rostros de la misericordia, con los que él viene a nuestro encuentro?
Son verdaderamente muchos; es imposible describirlos todos, porque la misericordia de Dios es un crescendo continuo. Dios no se cansa nunca de manifestarla y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla. Siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla al ver la gran fantasía creadora de Dios, cuando sale a nuestro encuentro con su amor.
Dios se ha revelado, manifestando muchas veces su nombre, y este nombre es “misericordioso” (cf. Ez 34,6). Así como la naturaleza de Dios es grande e infinita, del mismo modo es grande e infinita su misericordia, hasta el punto que parece una tarea difícil poder describirla en todos sus aspectos.
Recorriendo las páginas de la Sagrada Escritura, encontramos que la misericordia es sobre todo cercanía de Dios a su pueblo. Una cercanía que se manifiesta principalmente como ayuda y protección.
Es la cercanía de un padre y de una madre que se refleja en una bella imagen del profeta Oseas: «Con lazos humanos los atraje, con vínculos de amor. Fui para ellos como quien alza un niño hasta sus mejillas. Me incliné hacia él para darle de comer» (11,4).
Es muy expresiva esta imagen: Dios toma a cada uno de nosotros y nos alza hasta sus mejillas. Cuánta ternura contiene y cuánto amor manifiesta. He pensado en esta palabra del Profeta cuando he visto el logo del Jubileo. Jesús no sólo lleva sobre sus espaldas a la humanidad, sino que además pega su mejilla a la de Adán, hasta el punto que los dos rostros parecen fundirse en uno.
No tenemos un Dios que no sepa comprender y compadecerse de nuestras debilidades (cf. Hb 4, 15). Al contrario, precisamente en virtud de su misericordia, Dios se ha hecho uno de nosotros: «El Hijo de Dios con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con cada hombre.
Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejantes a nosotros, excepto en el pecado» (Gaudium et spes, 22).
Por lo tanto, en Jesús no sólo podemos tocar la misericordia del Padre, sino que somos impulsados a convertirnos nosotros mismos en instrumentos de su misericordia. Puede ser fácil hablar de misericordia, mientras que es más difícil llegar a ser testigos de esa misericordia en lo concreto. Este es un camino que dura toda la vida y no debe detenerse. Jesús nos dijo que debemos ser “misericordiosos como el Padre” (cf. Lc 6,36).
¡Cuántos rostros, entonces, tiene la misericordia de Dios! Ésta se nos muestra como cercanía y ternura, pero en virtud de ello también como compasión y comunicación, como consolación y perdón. Quién más la recibe, más está llamado a ofrecerla, a comunicarla; no se puede tener escondida ni retenida sólo para sí mismo.
Es algo que quema el corazón y lo estimula a amar, porque reconoce el rostro de Jesucristo sobre todo en quien está más lejos, débil, solo, confundido y marginado. La misericordia sale a buscar la oveja perdida, y cuando la encuentra manifiesta una alegría contagiosa. La misericordia sabe mirar a los ojos de cada persona; cada una es preciosa para ella, porque cada una es única.
Queridos hermanos y hermanas, la misericordia nunca puede dejarnos tranquilos. Es el amor de Cristo que nos “inquieta” hasta que no hayamos alcanzado el objetivo; que nos empuja a abrazar y estrechar a nosotros, a involucrar, a quienes tienen necesidad de misericordia para permitir que todos sean reconciliados con el Padre (cf. 2 Co 5,14-20).
No debemos tener miedo, es un amor que nos alcanza y envuelve hasta el punto de ir más allá de nosotros mismos, para darnos la posibilidad de reconocer su rostro en los hermanos. Dejémonos guiar dócilmente por este amor y llegaremos a ser misericordiosos como el Padre.
Hemos escuchado el Evangelio: Tomás era un terco, no había creído y encontró la fe cuando tocó las llagas del Señor. Una fe que no es capaz de ponerse en las llagas del Señor no es fe. Una fe que no es capaz de ser misericordiosa, como son signo de misericordia las llagas del Señor, no es fe, es idea, es ideología.
Nuestra fe está encarnada en un Dios que se hizo carne, que se hizo pecado, que fue llagado por nosotros.
Pero si nosotros queremos creer verdaderamente y tener la fe, tenemos que acercarnos y tocar esa llaga, acariciar esa llaga. Y también agachar la cabeza y dejar que los otros acaricien nuestras llagas.
Entonces que sea el Espíritu Santo quien guíe nuestros pasos: Él es el amor, Él es la misericordia que se comunica a nuestros corazones. No pongamos obstáculos a su acción vivificante, sino sigámoslo dócilmente por los caminos que nos indica.
Permanezcamos con el corazón abierto, para que el Espíritu pueda transformarlo; y así, perdonados y reconciliados, entrados en las llagas del Señor seamos testigos de la alegría que brota del haber encontrado al Señor Resucitado, vivo entre nosotros».
Después de la bendición el Santo Padre añadió:
«El otro día, hablando con los dirigentes de una asociación de ayuda, de caridad, salió esta idea y pensé: la diré el sábado en la plaza. ¡Qué lindo sería que como un recuerdo, como un monumento de este Año de la Misericordia haya en cada diócesis una obra estructural de misericordia!
Un hospital, una casa de reposo para ancianos, para niños abandonados, una escuela donde no haya, una casa para recuperar a los que sufren adicciones, y tantas otras cosas que se pueden hacer. Sería lindo que cada diócesis piense: qué puedo dejar como recuerdo viviente, como obra de misericordia viviente, como llaga de Jesús viviente, en este Año de la Misericordia. Pensemos y hablemos con nuestros obispos».

Homilía para la Eucaristía del Domingo 03 de Abril de 2016.

Ciclo C Textos: Hechos 5, 12-16; Ap 1, 9-11a .12-13.17-19; Jn 20, 19-31
https://es.zenit.org/articles/comentario-a-la-liturgia-dominical-segundo-domingo-de-pascua/
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal: Que los “Tomases” que andan por ahí pidiendo tercamente pruebas y con la fe decaída se encuentren este año jubilar con Jesús misericordioso y que les muestre con cariño sus llagas para que metan su dedo, crean en Él y lo anuncien por todas partes.
Síntesis del mensaje: A este domingo se le llamaba domingo “in albis”, o sea “in albis deponendis”, “el domingo en que se despojan ya de los vestidos blancos” aquellos que antiguamente habían recibido el bautismo en la noche de la Vigilia Pascual. Hoy a este domingo se le llama, por indicación del Papa Juan Pablo II, “Domingo II de Pascua o de la divina misericordia”. En este año de la misericordia este domingo deberá ser vivido con más realce, si cabe. Que al pasar junto a nuestros hermanos, nuestra sombra refleje la luz de Cristo que les ilumina y consuela (1ª lectura). Y así puedan encontrarse con Cristo resucitado y exclamar como Tomás: “Señor mío y Dios mío” (evangelio).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, que muchos están atravesando una crisis de fe, es evidente. Repiten lo que otros han experimentado. Albert Camus en su libro “La Peste” hace decir al ateo Rieux, que no es más que su misma sombra: “Yo vivo en la noche”, pues no podía compaginar la bondad de Dios y el sufrimiento de los inocentes. El mayor místico de los siglos en la Iglesia, san Juan de la Cruz, dice: esto es “la noche oscura del alma”, porque de Dios no sentía ni el consuelo ni la mirada ni el susurro. Santa Teresa de Lisieux: “Me asaltan pensamientos como los que pueden tener los peores materialistas”, porque Dios se le borraba de las pantallas de la creación. La Beata Teresa de Calcuta también vivió esta crisis: «Hay tanta contradicción en mi alma: un profundo anhelo de Dios, tan hondo que hace daño; un sufrimiento continuo, y con ello el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo… ¡El cielo no significa nada para mí, me parece un lugar vacío!». Santa Teresa de Jesús, la gran mística de Ávila, describe así la suya: «Oh válgame Dios, y qué son los trabajos interiores y exteriores que padece un alma hasta que entre en la séptima morada… Ningún consuelo se admite en esta tempestad … ». Y, el colmo, Jesús en la cruz: “¡Dios mío…¿por qué me has abandonado?!”. O sea que aquí, de Tomases por la vida, el que más y el que menos. Pues a estos Tomases quiere Jesús mostrarles sus llagas y curarles, como al apóstol Tomás.
En segundo lugar, ¿qué hacer ante estas dudas y crisis de fe? ¿Culpar al ateísmo teórico del marxismo y sus secuaces, al laicismo y escepticismo de intelectuales honrados o baratos, al humanismo ateo de progresistas cavernarios o cavernículas, que reducen la religión a la corrección ética de la vida o al compromiso social con el proletariado o a la autorrealización de la persona? Pero a decir verdad, parte de la culpa está en algunos cristianos. Así declararon los 2000 padres conciliares en el Concilio Vaticano II al hablar del ateísmo en 1965: “también los creyentes tienen en esto su parte de responsabilidad….en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión” (Gaudium et spes, 19). También a estos creyentes incoherentes Cristo resucitado quiere mostrarles su costado abierto para invitarles a meter la mano y volver a la fe sencilla que les transmitieron sus abuelos y tal vez la mamá de familia. Y así puedan exclamar de corazón: “Señor mío y Dios mío”.
Finalmente, y ahora nos toca ver el mensaje para cada uno de nosotros. Es el momento de revisar nuestra fe en Cristo resucitado, no sea que haya algún Tomás escondido entre alguna rendija de nuestro corazón o de nuestra mente. A todos nos viene la tentación de pedir a Dios un “seguro de felicidad”, o poco menos, ver el rostro de Dios, o recibir pruebas o signos de que vamos por buen camino. ¿Quién de nosotros no ha tenido una crisis de fe, o porque Dios parece haber entrado en eclipse en nuestra vida, o porque se han acumulado las desgracias que nos hacen dudar de su amor, o porque las tentaciones nos han llevado por caminos no rectos o porque nos hemos ido enfriando en nuestro fervor inicial? Jesús misericordioso quiere acercarse. Nos invita a meter nuestro dedo también en sus llagas para que nuestras dudas se conviertan en certezas, nuestras tristezas en alegrías, nuestras desconfianzas en seguridades, nuestra terquedad en humildad, nuestras tempestades en calma. Aprendamos de Tomás a despojarnos de falsos apoyos, a estar un poco menos seguros de nosotros mismos y aceptar la purificación que suponen esos momentos de oscuridad. Si los santos los tuvieron, ¿quiénes somos nosotros para pedir a Dios que nos los quite? “Señor mío y Dios mío”.
Para reflexionar: ¿Cómo me comporto cuando hay nubarrones en mi vida? ¿Tengo miedos y me alimento de dudas? ¿O al contrario, esos momentos son ocasión para madurar en mi fe? ¿Cuántas veces al día exclamo: “Señor mío y Dios mío”?
Para rezar: a María recemos hoy y siempre que sintamos esas oscuridades:
Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Amén.

EDD. SÁBADO 02 DE ABRIL DE 2016.

Sábado de la Octava de Pascua.
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160402
Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,13-21.
Los miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro y Juan hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura. Reconocieron que eran los que habían acompañado a Jesús,
pero no podían replicarles nada, porque el hombre que había sido curado estaba de pie, al lado de ellos.
Entonces les ordenaron salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar,
diciendo: «¿Qué haremos con estos hombres? Porque no podemos negar que han realizado un signo bien patente, que es notorio para todos los habitantes de Jerusalén.
A fin de evitar que la cosa se divulgue más entre el pueblo, debemos amenazarlos, para que de ahora en adelante no hablen de ese Nombre».
Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra o enseñaran en el nombre de Jesús.
Pedro y Juan les respondieron: «Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios.
Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído».
Después de amenazarlos nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no sabían cómo castigarlos, por temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo que había sucedido.
Salmo 118(117),1.14-15.16ab-18.19-21.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
El Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria
resuena en las carpas de los justos.
“La mano del Señor hace proezas,
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente,
pero no me entregó a la muerte.
«Abran las puertas de la justicia
y entraré para dar gracias al Señor.»
«Esta es la puerta del Señor:
sólo los justos entran por ella.»
Yo te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
Evangelio según San Marcos 16,9-15.
Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.»
Comentario del Evangelio por San León Magno (¿-c. 461), papa y doctor de la Iglesia. Sermón 58, el 20avo sobre la Pasión.
“Los que habían sido sus compañeros estaban tristes y llorando… Y les dijo: ‘Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación’ ”.
Que no nos veamos apresados por el espectáculo de las cosas de este mundo; que los bienes de la tierra no aparten del cielo nuestras miradas. Sepamos sobrepasar lo que ya no es nada; que nuestro espíritu, ligado a lo que debe permanecer, fije su deseo en las promesas de eternidad. Aunque actualmente no estemos “salvados más que en esperanza” (Rm 8, 24), aunque nuestra carne esté todavía sujeta a la corrupción de la muerte, bien podemos afirmar que vivimos fuera de la carne si escapamos a la influencia de sus pasiones. No, no merecemos llevar más tiempo el nombre de esta carne de la cual hemos hecho callar sus apetitos…
Que el pueblo de Dios, pues, tome conciencia de que es “una nueva criatura en Cristo” (2C 5,17). Que comprenda bien que ha sido escogido, y que es Él mismo quien lo ha escogido. Que el nuevo ser no vuelva a la inconstancia de su antiguo estado. Que “el que ha puesto la mano en el arado” (Lc 9,62) no cese de trabajar, que vele sobre el grano que él mismo ha sembrado, que no regrese a lo que ha abandonado. Que nadie caiga de nuevo en la degradación de la cual se ha levantado. Y si, puesto que la carne es débil, alguno yace todavía en alguna de sus enfermedades, que tome la firme resolución de curar y levantarse de ella. Este es el camino de la salvación; esta es la manera de imitar la resurrección comenzada en Cristo… Que nuestros pasos abandonen la arena movediza para caminar sobre tierra firme, porque está escrito: “El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus camino; si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano” (Sl 36,23s).
Amados hermanos, conservad estas reflexiones en vuestro espíritu, no solamente para celebrar estas fiestas de Pascua, sino para santificar toda vuestra vida.

Comentario al evangelio de hoy viernes 01 de abril de 2016.

Echad la red otra vez y encontraréis.
Pascua
Pidamos a Jesús nos conceda el don de la oración, entonces el sufrimiento se convierte en gozo, y la duda en esperanza.
Por: José Fernández de Mesa | Fuente: Catholic.net
http://es.catholic.net/op/articulos/14715/aparicin-de-jess-en-el-mar-de-tiberades.html
Del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14
Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar». Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo». Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No». El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido – pues estaba desnudo – y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar». Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Oración introductoria
Jesús mío, que mi oración en este primer viernes de Pascua me lleve a descubrirte en mis actividades ordinarias de este día, como lo hizo san Juan. Además, te suplico me des la fuerza para saber responder con prontitud, como lo hizo el apóstol Pedro, a tu llamado.
Petición
Dame el ímpetu y el liderazgo de Pedro, que supo reconocerte a pesar de su debilidad.
Meditación del Papa Francisco
Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios. Me viene ahora a la memoria un consejo que San Francisco de Asís daba a sus hermanos: predicad el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras. Predicar con la vida: el testimonio. La incoherencia de los fieles y los Pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia.
Pero todo esto solamente es posible si reconocemos a Jesucristo, porque es él quien nos ha llamado, nos ha invitado a recorrer su camino, nos ha elegido. Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a él, justamente como Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado, como dice el pasaje del Evangelio de hoy; hay una cercanía cotidiana con él, y ellos saben muy bien quién es, lo conocen. El evangelista subraya que “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor”. Y esto es un punto importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como “el Señor”. ¡Adorarlo!» (Homilía de S.S. Francisco, 14 de abril de 2013).
¡Jesús es el Señor! Pero no quiero decirlo sólo yo: quiero escucharlo de ustedes, de todos, ahora, todos juntos ¡Jesús es el Señor!», otra vez «¡Jesús es el Señor!». Nadie habla como Él. Sólo Él tiene palabras de misericordia que pueden curar las heridas de nuestro corazón. Sólo Él tiene palabras de vida eterna. (Homilía de S.S. Francisco, 21 de marzo de 2015).
Reflexión
Una novela del siglo XX cuenta el regreso a su patria de un soldado tras la segunda guerra mundial, después de que por trece años hubiese sido dado por desaparecido. Imaginemos la escena de un marido así que regresa a casa. Su mujer se encuentra lavando la vajilla después de comer. Los hijos, en el colegio. De repente suena el timbre y, ¿quién es?
El resto de la escena nos la cuenta el evangelio de hoy, pero con otro protagonista: Jesús. Los discípulos han pasado por unos días de dolor y angustia durante la Semana Santa. Tres días después conocen su gloria, pues Jesús se les aparece en el lugar donde estaban escondidos. Ocho días más tarde realiza la segunda aparición, para confirmar la fe del incrédulo Tomás.
Entonces el sufrimiento se convierte en gozo, y la duda en esperanza. Pero no durará mucho. Jesús no permanece largo tiempo con ellos.
Días después, los apóstoles vuelven a su trabajo ordinario: la pesca; y es entonces cuando se les aparece Jesús por tercera vez. Probablemente es ahora cuando empieza a instruir a los suyos en el ministerio que deben ejercer en el futuro. En este evangelio aprendemos a encontrar a Jesús en las cosas de cada día. Santa Teresa de Jesús decía: «Dios se encuentra entre los pucheros»; Jesús aquí se aparece entre los peces. En nuestra vida tenemos que buscar la presencia de Dios en cada momento, pues Él está presente en todo lo que hacemos. Si lo hacemos así, Él bendecirá cada una de las obras de nuestro trabajo, dándonos cada día una pesca milagrosa. Pidamos a Jesús que en esta Pascua nos conceda el don de la oración, y una presencia muy cercana de su gracia en nuestra vida.
Propósito
Hacer una oración especial por todos aquellos que han perdido la fe.
Diálogo con Cristo
Señor, tengo una enorme necesidad de encontrarme con tu amor redentor. Aumenta mi fe para saber reconocerte en la Eucaristía, en la oración, en las demás personas, en los incidentes de mi día a día. Mi testimonio es lo que más puede valer en la Nueva Evangelización, así que ayúdeme a ser coherente, que no me olvide que nada convence tanto como la caridad auténtica, hecha disponibilidad, servicio y entrega a los demás.