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El Papa en Santa Marta: “Hagamos memoria de cómo Dios nos ha salvado”

“Dios camina con nosotros y no se asusta de nuestras maldades”, señala Francisco
https://es.zenit.org/articles/el-papa-en-santa-marta-hagamos-memoria-de-como-dios-nos-ha-salvado/
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Recordarse de los modos y circunstancias en las que Dios se hizo presente en nuestras vidas, refuerza el camino de la fe. Este ha sido el pensamiento central del papa Francisco en la homilía de hoy jueves en la Casa Santa Marta.
Porque la fe es un camino y a medida que lo transitamos hay que recordarse de lo que sucedió. También de las cosas bellas que Dios ha realizado en nuestro camino, de los obstáculos y los rechazos, porque “Dios camina con nosotros y no se asusta de nuestras maldades”.
Y citando la primera lectura, recuerda que Pablo entra en la sinagoga de Antioquía e inicia a anunciar el Evangelio, a partir del pueblo elegido, pasando por Abraham y Moisés, Egipto y la Tierra Prometida, hasta llegar a Jesús. Es una predicación histórica la que adoptan los discípulos y es fundamental, porque permite recordar momentos importantes que son signos de la presencia de Dios en la vida del hombre.
Por ello el Santo Padre invitó a volver hacia atrás con el corazón y la mente “para ver como Dios nos ha salvado”. Y así como en el jueves y viernes santo, en la Cena Jesús al darnos su cuerpo y sangre nos dice: “hagan esto en memoria de mi”, debemos “hacer memoria de cómo Dios nos ha salvado”.
La Iglesia, explica Francisco, llama “memorial” al sacramento de la eucaristía, y en la Biblia el Deuteronomio se llama “el Libro de la memoria de Israel”. Así también nosotros debemos recordar que “cada uno de nosotros ha hecho un camino, acompañado por Dios, cerca de Dios” o “alejándonos del Señor”.
“Hacer memoria con frecuencia, de las cosas bellas, para hacer nacer un ‘gracias’ de corazón a Jesús, que no deja nunca de caminar en nuestra historia.
“Cuántas veces –señala Francisco– le hemos cerrado la puerta en la cara, cuántas veces hemos hecho como si no lo veíamos, cuántas veces no hemos creído que Él estaba con nosotros; cuántas veces hemos renegado a su salvación… Pero él estaba allí”.
“Y les doy un consejo simple: hagan memoria. ¿Cómo ha sido mi vida, cómo ha sido hoy mi día o este último año? Memoria. ¿Cómo fueron mis relaciones con el Señor? Memoria de las cosas grandes y bellas que el Señor ha hecho en la vida de cada uno de nosotros”

Comentario al evangelio de hoy jueves 21 de abril de 2016.

Si me conoces a mi conoces al Padre
Pascua
Reconocer lo que soy y como soy, bendiciendo a Dios con el gozo profundo del alma.
Por: Oscar Lomán
Fuente: Catholic.net
http://es.catholic.net/op/articulos/16203/si-me-conoces-a-mi-conoces-al-padre.html
Del santo Evangelio según san Juan 13, 16-20
Después que Jesús lavó los pies a sus discípulos les dijo: En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado.
Oración introductoria
Gracias, Señor, por esta oportunidad que me das para hacer oración. Gracias, Dios mío, por el don de la vida, de mi familia y de tu amistad. Te pido que me des la gracia de permanecer fiel a tu amor y a tu palabra. Tú, Jesús mío, conoces mi fragilidad y por eso te suplico que me ayudes a ser un cristiano auténtico. Yo quiero acogerte, Señor, en mi corazón y en mi vida para ser tu amigo fiel, sobre todo, en los momentos de dificultad.
Petición
Jesucristo, dame la gracia de ser fiel a tu amistad. No permitas que la cruz, el sufrimiento, los problemas, el mundo o mi egoísmo me separen de ti.
Meditación del Papa Francisco
Los Doce eligieron colaboradores, a quienes comunicaron el don del Espíritu que habían recibido de Cristo, por la imposición de las manos que confiere la plenitud del sacramento del Orden. De esta manera, a través de la sucesión continua de los obispos, en la tradición viva de la Iglesia se ha ido transmitiendo este tan importante ministerio, y permanece y se acrecienta hasta nuestros días la obra del Salvador.
En la persona del obispo, rodeado de sus presbíteros, está presente entre vosotros el mismo Jesucristo, Señor y Pontífice eterno. Él es quien, en el ministerio del obispo, sigue predicando el Evangelio de salvación y santificando a los creyentes mediante los sacramentos de la fe; es Cristo quien, por medio del ministerio paternal del obispo, agrega nuevos miembros a la Iglesia, su Cuerpo; es Cristo quien, valiéndose de la sabiduría y prudencia del obispo, guía al pueblo de Dios, a través de su peregrinar terreno, hasta la felicidad eterna.
Recibid, pues, con alegría y acción de gracias a nuestro hermano que, nosotros obispos, con la imposición de las manos, hoy agregamos al colegio episcopal. Debéis honrarlo como ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios, a él se ha confiado dar testimonio del Evangelio y administrar la vida del espíritu y la santidad. Recordad las palabras de Jesús a los Apóstoles: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”. (Homilía de S.S. Francisco, 30 de mayo de 2014).
Es doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificados no asumiendo que su cansancio y su dolor, sus heridas, son también el cansancio y el dolor, las heridas de toda una sociedad. El Señor nos lo muestra claro por medio de un gesto: lavar los pies y volver a la mesa. Una mesa en la que Él quiere que nadie quede fuera. Una mesa que ha sido tendida para todos y a la que todos somos invitados. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de septiembre de 2015).
Reflexión
En este pasaje evangélico, el Maestro, nos invita entrañablemente a ser fieles a su amor, a no dejarle sólo, a no fallarle. Judas es aquél de quien el Señor dijo: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón». Ese apóstol no abrió su corazón a Jesús de par en par, no creyó en el Hijo de Dios y prefirió el camino del egoísmo y del amor propio. Ser fiel a Jesucristo significa creer en Él cuando la sombra de la cruz se acerca a las puertas de nuestra vida. Creer en el Señor es acoger a quienes Él envía.
Nos encontramos en la última cena. Un ambiente de familia e intimidad llena la sala del banquete. La luz vacilante de las velas nos invita al silencio y la contemplación.
Hace tan sólo unos instantes, el Maestro ha lavado los pies a sus discípulos. Grande lección de humildad y servicio. Los apóstoles no terminan de creérselo. Después de este acto de servicialidad Jesús les invita a servir a los demás como Él se los acaba de enseñar. Pero el Maestro aún no termina la lección y añade: “En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís”.
¡Qué bien enseña Jesús! Nos enseña la verdadera humildad. Tan sencillo como ponerse en su sitio. La humildad no es ir todo tímido, hablando en voz baja, timorato, desconfiado. ¡Nada de eso! Muy bien decía santa Teresa de Jesús: «Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira». Es decir, ponerse en su puesto. Sé que soy una criatura débil, pues me pongo en mi lugar. Esto no quiere decir que no aceptemos las virtudes que tenemos, porque sería ofender al que nos las regaló.
La Santísima Virgen María lo supo intuir muy bien. Por eso, en el Magnificat, María reconoce las maravillas que ha obrado el Señor en Ella. Se reconoce como criatura que ha recibido unos dones de Dios especialísimos, sin dejar de vivir la humildad. Yo no me imagino a María timorata y desconfiada. Todo lo contrario, me la imagino más alegre que unas castañuelas, pero con la alegría profunda del alma. María tenía que ser alegre porque un santo triste es un triste santo.
Propósito
No ensordezcamos nuestro corazón cuando Él nos pide ser sus enviados.
Diálogo con Cristo
Ayúdame, Señor mío, a vivir cada momento de mi existencia de cara a ti. Si alguna vez te he fallado u ofendido quiero pedirte perdón a través del sacramento de la reconciliación. Estoy dispuesto a levantarme y a seguir luchando porque te amo y quiero que estés al centro de mi vida. Te reconozco, Dios mío, como mi Señor y Creador. Lejos de ti, Padre Santo, a dónde puedo ir. Apartado de tu gracias qué sentido y qué valor puede tener mi vida. Ayúdame a perseverar en la fe hasta el final.

EDD. Jueves 21 de abril de 2016

Jueves de la cuarta semana de Pascua.
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160420
Libro de los Hechos de los Apóstoles 13,13-25.
Desde Pafos, donde se embarcaron, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia. Juan se separó y volvió a Jerusalén,
pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron.
Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si tienen que dirigir al pueblo alguna exhortación, pueden hablar».
Entonces Pablo se levantó y, pidiendo silencio con un gesto, dijo: «Escúchenme, israelitas y todos los que temen a Dios.
El Dios de este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo, cuando todavía vivían como extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de su brazo, los hizo salir de allí
y los cuidó durante cuarenta años en el desierto.
Después, en el país de Canaán, destruyó a siete naciones y les dio en posesión sus tierras,
al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio Jueces hasta el profeta Samuel.
Pero ellos pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años.
Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad.
De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús.
Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel.
Y al final de su carrera, Juan decía: ‘Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias’.
Salmo 89(88),2-3.21-22.25.27.
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
«Mi amor se mantendrá eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo.»
«Encontré a David, mi servidor,
y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga poderoso.»
Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán,
su poder crecerá a causa de mi Nombre:
El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Evangelio según San Juan 13,16-20.
Después de haber lavado los pies a los discípulos, Jesús les dijo:
«Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía.
Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.
No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí.
Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy.
Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió».
Comentario del Evangelio por Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia. Manuscrito autobiográfico B, 2vº-3vº
“Recibir al que yo envío, es recibirme a mí; y recibirme a mí, es recibir al que me ha enviado”.
Ser tu esposa, oh Jesús, ser carmelita, ser por mi unión contigo la madre de las almas, me debería ser suficiente. Pero no es así. Sin duda alguna que estos tres privilegios son mi vocación –carmelita, esposa y madre- y sin embargo siento dentro de mí otras vocaciones… Siento la necesidad, el deseo de llevar a cabo por ti, Jesús, todas las obras más heroicas…. A pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar las almas como lo han hecho los profetas, los doctores; tengo la vocación de ser apóstol. Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre y plantar, sobre la tierra de los infieles, tu Cruz gloriosa, pero, oh amado mío, una sola misión no me bastaría, quisiera al mismo tiempo anunciar el Evangelio en las cinco partes del mundo y hasta las islas más alejadas. Quisiera ser misionera no solamente por algunos años, sino que quisiera haberlo sido desde la creación del mundo y serlo hasta la consumación de los siglos…
¡Oh Jesús mío! ¿qué vas a responder a todos mis delirios? ¿Acaso hay un alma más pequeña, más débil que la mía? Y sin embargo, a causa de mi misma pequeñez tú has querido, Señor, colmar mis pequeños deseos infantiles, y quieres hoy colmar mis otros deseos más grandes que el universo… He comprendido que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que comprende todos los tiempos y lugares; en una palabra, que es eterno… Mi vocación, por fin la he encontrado, mi vocación, es el amor.

Texto completo de la catequesis del papa Francisco del miércoles 20 de abril de 2016.

El Papa advierte del riesgo de caer en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores que los otros, cuando en cambio debemos mirar nuestro pecado y mirar al Señor
https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-catequesis-del-papa-francisco-del-miercoles-20-de-abril-de-2016/
Audiencia Del Miércoles En La Plaza De San Pedro (Copyright Osservatore Romano)
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco realizó la audiencia de este miércoles en la plaza de San Pedro ante varios miles de fieles y peregrinos. Prosiguió las catequesis sobre la misericordia y explicó el contraste entre la actitud arrepentida de la pecadora y la de suficiencia del fariseo Simón, que narra el Evangelio de Lucas. Y del riesgo de caer en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores que los otros, cuando en cambio debemos mirar nuestros pecados, nuestras caídas, nuestros errores y mirar al Señor. Pero es necesario dejar que el amor de Cristo se derrame en nosotros.
A continuación el texto completo:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy queremos detenernos sobre un aspecto de la misericordia bien representado en el Evangelio de Lucas que hemos escuchado. Se trata de un hecho que le sucedió a Jesús cuando era huésped de un fariseo de nombre Simón. Este había invitado a Jesús a su casa porque había oído hablar bien de él, como de un gran profeta.
Mientras estaban sentados comiendo, entra una mujer conocida por todos en la ciudad como pecadora. Esta sin decir una palabra se pone a los pies de Jesús e inicia a llorar; sus lágrimas mojan los pies de Jesús y ella los seca con sus cabellos, después los besa y los unge con aceite perfumado que había llevado consigo.
Resalta el contraste existente entre las dos figuras: la de Simón, celoso servidor de la Ley y aquella de la anónima mujer pecadora. Mientras el primero juzga a los otros en base a las apariencias, la segunda con sus gestos expresa con sinceridad su corazón. Simón a pesar de haber invitado a Jesús, no quiere comprometerse ni involucrar su vida con el Maestro; la mujer al contrario, se confía plenamente a Él, con amor y veneración.
El fariseo no concibe que Jesús se deje ‘contaminar’ por los pecadores, así pensaban ellos. Y piensa que si fuera realmente un profeta debería reconocerlos y tenerlos lejos para no ser manchado, como si fueran leprosos. Esta actitud es típica de un cierto modo de entender la religión y está motivado por el hecho de que Dios y el pecado se oponen radicalmente.
Pero la palabra de Dios enseña a distinguir entre el pecado y el pecador: con el pecado no es necesario hacer compromisos, en cambio los pecadores –o sea todos nosotros– somos como los enfermos que necesitan ser curados, y para curarlos es necesario que el médico se les acerque, los visite, los toque. Y naturalmente el enfermo, para ser curado tiene que reconocer que necesita un médico.
Entre el fariseo y la mujer pecadora, Jesús se alinea con ésta última. Libre de los prejuicios que impiden a la misericordia expresarse, el Maestro la deja hacer, Él, el Santo Dios, se deja tocar por ella sin temor de ser contaminado. Jesús está libre porque cerca de Dios que es Padre Misericordioso.
Más aún, entrando en relación con la pecadora, Jesús termina con aquella condición de aislamiento, a la cual el juicio impío del farseo y de sus conciudadanos la insultaba y condenaba: “Tus pecados te son perdonados”. La mujer ahora puede ‘ir en paz’. El Señor ha visto la sinceridad de su fe y de su conversión: por lo tanto delante a todos proclama: “Tu fe te ha salvado”.
De un lado aquella hipocresía de estos doctores de la Ley, de otra la humildad y sinceridad de esta mujer. Todos nosotros somos pecadores, pero tantas veces caemos en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores que los otros y decimos: “Mira tu pecado…”. Todos nosotros en cambio debemos mirar nuestro pecado, nuestras caídas, nuestros errores y mirar al Señor. Esta es la línea de la salvación: la relación entre el ‘yo’ pecador y el Señor. Si yo me siento justo, esta relación de salvación no se da.
A este punto, un estupor aún mayor se apodera de todos los comensales: “¿Quién es este que perdona también los pecados?”. Jesús no da una respuesta explícita, pero la conversión de la pecadora está delante de los ojos de todos y demuestra que en Él resplandece la potencia de la misericordia de Dios, capaz de transformar los corazones.
La mujer pecadora nos enseña la relación entre la fe, el amor y el reconocimiento. Le fueron perdonados “muchos pecados” y por ésto ama mucho. “En cambio a quien se le perdona poco ama poco”. También el mismo Simón tiene que admitir que ama más quién ha sido perdonado más. Dios ha encerrado a todos en el mismo misterio de misericordia y de este amor, que siempre nos precede, todos nosotros aprendemos a amar. Como recuerda san Pablo: “En Cristo, mediante su sangre tenemos la redención, el perdón de las culpas, de acuerdo a la riqueza de su gracia. É la ha derramado abundantemente sobre nosotros”.
En este texto el término “gracia” es prácticamente sinónimo de misericordia, y viene indicada como “abundante”, o sea más allá de nuestras expectativas, porque actúa el proyecto salvífico de Dios para cada uno de nosotros.
Queridos hermanos y hermanas, indiquemos nuestro reconocimiento por el don de la fe, agradezcamos al Señor por su amor tan grande e inmerecido.
Dejemos que el amor de Cristo se derrame en nosotros: a este amor el discípulo llega y sobre éste se funda; de este amor cada uno se puede nutrir y alimentar. Así como en el amor grato que damos a su vez a nuestros hermanos, en nuestras casas, en la familia, en la sociedad se comunica a todos la misericordia del Señor.
Leer también: El Papa indica su cercanía y oración a los ecuatorianos golpeados por el terremoto
(Traducido por ZENIT)

EDD. Miércoles 20 de abril de 2016.

Miércoles de la cuarta semana de Pascua.
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160419
Libro de los Hechos de los Apóstoles 12,24-25.13,1-5a.
Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente.
Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado».
Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre.
Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos.
Salmo 67(66),2-3.5.6.8.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.
Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra.
¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.
Evangelio según San Juan 12,44-50.
Jesús exclamó: «El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió.
Y el que me ve, ve al que me envió.
Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.
Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar;
y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó».
Comentario del Evangelio por Catecismo de la Iglesia Católica. § 238, 240-242.
“El que me ve a mi, ve al que me ha enviado”
La invocación de Dios como “Padre” es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como “padre de los dioses y de los hombres”. En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto creador del mundo. Pues aún más, Dios es Padre en razón de la alianza y del don de la Ley a Israel, su “primogénito” (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel (cf 2S 7,14). Es muy especialmente “el Padre de los pobres”, del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa (cf Sl 68,6)…
Jesús ha revelado que Dios es “Padre” en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto creador, es eternamente Padre en relación con su Hijo Único, que recíprocamente sólo es Hijo en relación con su Padre: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). Por eso los apóstoles confiesa a Jesús como “el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios” (Jn 1,1), como “la imagen del Dios invisible (Col 1,15), como “el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia” (Hb 1,3).
Después de ellos. Siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325 en el primer Concilio Ecuménico de Nicea, que el Hijo es “consubstancial” al Padre, es decir, un solo Dios con él. El segundo concilio Ecuménico, reunido en Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en su formulación del Credo de Nicea y confesó “al Hijo Único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consubstancial al Padre”.

Comentario al evangelio de hoy miércoles 20 de abril de 2016.

La Palabra que yo he hablado, es la de mi Padre.
Pascua
Creo en tu Palabra que es la luz que ilumina mi camino. Por eso quiero oírte y ponerla en práctica en mi vida.
Por: Oscar Lomán
Fuente: Catholic.net
http://es.catholic.net/op/articulos/16191/necesidad-de-creer-en-jess.html
Del santo Evangelio según san Juan 12, 44-50
En aquel tiempo Jesús exclamó: El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo,la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.
Oración introductoria
Jesucristo, creo en Ti; creo en el Padre que te ha enviado; creo en tu Palabra que es la luz que ilumina mi camino. Por eso quiero oírte y poner en práctica tu mandamiento, que me promete la vida eterna. Ayúdame a que mi oración me ayude a gustarla ya desde ahora.
Petición
Señor, que la luz de tu Palabra ilumine siempre mi conciencia.
Meditación del Papa Francisco
Este es el camino de la historia del hombre: un camino para encontrar a Jesucristo, el Redentor, que da la vida por amor. En efecto, Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. Este árbol de la Cruz nos salva, a todos nosotros, de las consecuencias de ese otro árbol, donde comenzó la autosuficiencia, el orgullo, la soberbia de querer conocer –nosotros-, todo, según nuestra mentalidad, de acuerdo con nuestros criterios, incluso de acuerdo a la presunción de ser y de llegar a ser los únicos jueces del mundo. Esta es la historia del hombre: desde un árbol a otro.
En la cruz está también la historia de Dios, para que podamos decir que Dios tiene una historia. Es un hecho que Dios ha querido asumir nuestra historia y caminar con nosotros: se ha abajado haciéndose hombre, mientras nosotros queremos alzarnos, y tomó la condición de siervo, haciéndose obediente hasta la muerte en la Cruz, para levantarnos: ¡Dios hace este camino por amor! No hay otra explicación: solo el amor hace estas cosas. Hoy miramos la Cruz, historia del hombre e historia de Dios. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 14 de septiembre de 2013, en Santa Marta).
Necesitamos de esta luz que viene de lo alto para responder con coherencia a la vocación que hemos recibido. Anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión. Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza, es decir: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. Este es su servicio. No hay otro camino. La misión es su vocación. Que resplandezca la luz de Cristo es su servicio. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero –en este sentido–, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del Padre. (Homilía de S.S. Francisco, 6 de enero de 2016).
Reflexión
Me gusta pensarme como una barca. Una barca pequeña, frágil. Una barca en medio del mar de la vida. Hermoso, sí; pero al mismo tiempo tremendo. Un mar que se presenta sereno y generoso en sus frutos. Pero que es terrible en su cólera.
La travesía por el mar, sin duda fascinante, resulta peligrosa. Durante la noche y la borrasca es fácil perder el puerto y no llegar a la otra orilla.
En medio de este mar fluctuante y caprichoso, es necesario encontrar un punto fijo, un guía seguro. Y es en este momento cuando lo encontramos, o mejor dicho, se nos revela. Jesús nos lo dice clarísimo: Yo soy la luz de este mundo. Él es nuestro faro. Faro de esperanza y salvación. Este Faro nos señala dónde está el puesto seguro y, además, traza el camino con su luz. Un camino estrecho, pero claro.
Durante la travesía las sirenas de nuestro egoísmo y sensualidad nos llamarán para separarnos del camino. ¡Cuidado! Recuerda que sólo Cristo es el Camino.
Por si esto fuera poco, contamos con otro auxilio. San Bernardo intuyó muy bien al invocar a María como «Estrella de los mares». San Bernardo exhortaba así a los cristianos: «Si alguna vez te alejas del camino de la luz y las tinieblas te impiden ver el Faro, mira la Estrella, invoca a María. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si te ves arrastrado contra las rocas del abatimiento, mira a la estrella, invoca a María. (…) Que nunca se cierre tu boca al nombre de María, que no se ausente de tu corazón». No dudemos ni un sólo instante de pedir su maternal cariño y protección. Si la sigues, no te desviarás; si recurres a ella, no desesperarás. Si Ella te sostiene, no vendrás abajo. Nada temerás si te protege; con su favor llegarás a puerto.
Propósito
Invocaré al Señor a lo largo del día, pidiendo que su luz guíe todas mis acciones.
Diálogo con Cristo
Señor, el cirio pascual se ha ido consumiendo, derrochando su luz, invitándome a escuchar con atención, con amor, tu Palabra de salvación. ¿Cómo la he aprovechado? ¿Cómo me estoy preparando para recibir próximamente la luz del Espíritu Santo? ¿He sabido renunciar a todo lo que me puede apartar del amor? Ayúdame a que pueda decir siempre «sí al amor», en lo grande y en lo pequeño, para permanentemente seguir tu Luz y tu Palabra.

Homilía del Papa en la eucaristía diaria de hoy martes en Santa Marta.

El Papa en Santa Marta: ‘Los cristianos tenemos un Padre, no somos huérfanos’
‘A los de corazón duro, ni siquiera el testimonio de las personas que asistieron a la Resurrección les hizo cambiar de opinión’
https://es.zenit.org/articles/el-papa-en-santa-marta-los-cristianos-tenemos-un-padre-no-somos-huerfanos/
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “Un cristiano que no se siente atraído por el Padre es un cristiano que vive como un huérfano.” Lo aseguró el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada este martes en la capilla de la Casa Santa Marta.
Francisco parte de la pregunta que los Judíos le hacen a Jesús: “¿Eres tú el Mesías?”. La interrogación que los escribas y fariseos le plantean varias veces nace de un corazón ciego. Una ceguera de la fe que Jesús mismo explicó: “Ustedes no creen porque no son de mis ovejas”.
Ser parte del rebaño de Dios es un don, pero es necesario tener un corazón disponible: “Mis ovejas oyen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y ellas nunca se perderán. Y nadie me las arrebatará de mi mano”.
Estas ovejas habían estudiado para seguir a Jesús y luego no creyeron. La dureza de corazón de los escribas y fariseos, que ven las obras realizados por Jesús, pero se niegan a reconocer en él al Mesías es “un drama”, dijo Francisco, que “va adelante hasta llegar al Calvario”.
O mejor dicho –precisa el Papa– continúa incluso después de la Resurrección, cuando sugieren a los soldados que custodiaban la tumba decir que estaban dormidos y así acusar a los discípulos de haber robado el cuerpo de Cristo. Ni siquiera el testimonio de quienes asistieron a la Resurrección les hizo cambiar de opinión.
“Ellos son huérfanos”, reiteró Francisco, “porque negaron a su Padre”. “Estos doctores de la ley tenían el corazón cerrado, se sentían dueños de sí mismos y de hecho, eran huérfanos porque no tenían una relación con el Padre. Hablaban sí, de sus padres: nuestro padre Abraham, los Patriarcas …, pero como figuras distantes”.
La importancia de ser atraído por Dios –subraya el Papa al recordar la primera lectura– se puede ver en la noticia que llegó a Jerusalén: muchos paganos se abrían a la fe en Cristo gracias a la predicación de los discípulos que llevaron la palabra a Fenicia, Chipre y Antioquía, donde en un primer momento tuvieron miedo.
Porque el corazón abierto los guió, un corazón como el de Bernabé, que enviado a Antioquía no se escandaliza por la conversión de los paganos, porque –concluye el Papa– “aceptó la novedad” se “dejó atraer por el Padre, por Cristo”.
“Jesús nos invita a ser sus discípulos, pero para serlo, debemos dejarnos atraer por el Padre hacia él. Y la oración humilde del hijo que podemos hacer es: “Padre, atráeme hacia hacia Jesús; Padre, permíteme conocer a Jesús. y el Padre enviará el Espíritu que abrirá nuestros corazones y nos llevará a Jesús”.
“Un cristiano –concluye el Santo Padre– que no se siente atraída por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive en condición de orfandad; y nosotros tenemos un Padre, no somos huérfanos”.

5.- Especial : Exhortación post sinodal Amoris laetitia.

Amoris laetitia: no hay cambio en el magisterio ni en la disciplina eclesial
ENTREVISTA al profesor Pérez Soba del Pontificio Instituto Juan Pablo II de estudio sobre matrimonio y familia junto a la Universidad Lateranense
(ZENIT – Roma).- La exhortación post-sinodal del papa Francisco fue presentada el pasado viernes en la Sala de Prensa de la Santa Sede. Para profundizar este texto, especialmente en algunos puntos, ZENIT entrevistó al profesor Juan José Pérez Soba, profesor de teología pastoral de matrimonio y de la familia en el Pontificio Instituto Juan Pablo II de estudio sobre matrimonio y familia, junto a la Universidad Lateranense.
El sacerdote indica que es necesario leer el capítulo octavo a la luz de los capítulos cuarto y quinto; que no se puede interpretar la exhortación como un cambio en el magisterio o en la disciplina eclesial; señala que dar la comunión a los divorciados en una nueva unión sin más requisitos, no encuentra acogida en la Exhortación y que el mismo Papa dice que no tiene sentido el hablar de “excepciones”. O sea una exhortación con intención pastoral y no de cambio de doctrina. Valora también la propuesta de una educación afectivo sexual, como antídoto a la ideología del gender, así como la invitación dirigida a todos, a participar e integrarse en la vida de la Iglesia. A continuación compartimos la entrevista con nuestros lectores.
¿Ha cambiado algo en la Iglesia y en la concepción del matrimonio?
— Prof. Pérez Soba:
El Papa expresamente indica que no hay un pronunciamiento magisterial ante los nuevos problemas (n. 3), por lo que no se puede interpretar la exhortación como un cambio en el magisterio o en la disciplina eclesial. En ese sentido, se ha de decir con claridad que nada ha cambiado. Por eso quien buscaba ese cambio quedará desilusionado. La misma propuesta de Kasper de definir algunos casos muy específicos en los que poder dar la comunión a los divorciados en una nueva unión sin más requisitos, no se encuentra acogida en la exhortación. El mismo Papa dice que no tiene sentido el hablar de “excepciones” (n. 300).
Por su modo de redacción queda claro que el Papa con un gran sentido sinodal no ha querido decir nada más allá de lo que el Sínodo ha pronunciado, y quedó muy claro que no hubo una petición de cambio disciplinar en él. Como se dijo desde un principio, la intención era pastoral y no de cambio de doctrina. La doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio es la misma y se ha confirmado una vez más. Se ha de afirmar con toda claridad que tanto Humanae vitae como Familiaris consortio siguen del todo vigentes. Es cierto que muchos esperaban este cambio, pero no se ha dado.
Existe una novedad dentro de su impulso pastoral de atención a las personas. Es cierto que no basta en esta atención recordar las normas sino que hay que abrirlas a un camino, con las notas de acompañamiento, discernimiento e integración.
¿Cuál son a su parecer los puntos más importantes de la exhortación?
— Prof. Pérez Soba: Creo que el tema es no centrarlo todo en los divorciados en nueva unión y en los problemas disciplinares, sino en el aliento grande del Evangelio y la gracia dentro del matrimonio. Por ello, no hay que leer el capítulo octavo sobre las situaciones irregulares sino a la luz de los capítulos cuarto y quinto sobre el amor conyugal.
Es allí donde se ve el impulso pastoral pleno del Papa Francisco, donde se expresa más a sus anchas. Mientras en las cuestiones debatidas se limita a glosar el Sínodo al hablar de la caridad conyugal (expresión que glosa largamente de un modo sin precedencia en el magisterio nn. 120-122). Igualmente pasa con los afectos a los que concede una gran importancia en el matrimonio y los expone muy delicadamente, así como la gran extensión con la que trata e impulsa la educación afectivo sexual (nn. 280-286), como antídoto a la ideología de género (n. 56).
Igualmente hemos de señalar la relevancia que se da a la familia en relación a la Iglesia a la que califica como Familia de familias (n. 87). Este es un principio de grandes consecuencias para la pastoral familiar.
La novedad pastoral significa una invitación a una tarea centrada en las tres claves de acompañar, discernir e integrar. Esto significa una conversión pastoral grande. Es en esta clave y no en la de cambios eclesiales de doctrina como hay que comprender la exhortación del Papa.
¿Se ha abierto una posibilidad pastoral, un camino que puede permitir a algunos católicos en situación irregular acceder a los sacramentos?
— Prof. Pérez Soba: La idea fundamental es por eso acompañar lo cual centra la atención no en la situación de las personas sino en su respuesta a lo que Dios les pide en concreto, en palabras del Papa (n. 299): “Se trata de un itinerario de acompañamiento y de discernimiento que «orienta a estos fieles a la toma de conciencia de su situación ante Dios”. Es un camino a la luz de la doctrina de la Iglesia y en cuanto tal siempre abierto a la gracia, pero como es lógico centrado en la conversión.
El Papa no ofrece sino una serie de disposiciones generales que iluminan genéricamente los casos. En el fondo impulsa al camino y lo alienta, pero no lo clarifica. Expresa el deseo de ayudar hasta el fin esas personas sin mayores precisiones.
Como es lógico en cualquier acción humana, lo esencial son las razones por las que actuamos de un modo y no de otro, esto es lo que hace un acto libre y racional. En todo el documento no se da ninguna razón por la que haya que dar la comunión a una persona en situación irregular y no a otra.
Esta falta de razones parece indicar dada la libertad con la que el Papa se expresa que no encuentra ninguna diferente a las ya dadas y expresadas en Familiaris consortio 84. Mientras no se diga con la suficiente claridad una razón nueva esta es a la que se ha de apoyar y en donde se expone con qué condiciones se puede dar la comunión a un divorciado en una nueva unión. En todo el capítulo octavo de la exhortación se habla de los casos irregulares en general. Esto es especialmente importante para entender la famosa nota 351 que expresa un deseo de la ayuda de los sacramentos, de ella no se desprende pues ninguna razón para actuar fuera de las que ya se había dicho.
Una cosa es la rigidez de quedarse en una letra de la ley e ignorar su espíritu, otra es la de no dar claridad en asuntos en los que las personas piden razones. El mismo Papa lo señala hablando de un camino de reflexión abierto (n. 2): “La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor claridad”.
¿Ese camino de acompañamiento y discernimiento significa que se acaba con la indisolubilidad matrimonial?
— Prof. Pérez Soba: Todo lo contrario, es el camino que parte de esa indisolubilidad que la exhortación dice “no hay que entenderla ante todo como un “yugo” impuesto a los hombres sino como un “don” hecho a las personas unidas en matrimonio” (n. 62, citando la Relatio 2014, 14). Es una fuente de gracia que es precisamente la que acompaña todos los procesos de discernimiento que ilumina con su luz.
Creo que una de las afirmaciones principales de la exhortación es la que dice (n. 211): “La pastoral prematrimonial y la pastoral matrimonial deben ser ante todo una pastoral del vínculo, donde se aporten elementos que ayuden tanto a madurar el amor como a superar los momentos duros. Estos aportes no son únicamente convicciones doctrinales, ni siquiera pueden reducirse a los preciosos recursos espirituales que siempre ofrece la Iglesia, sino que también deben ser caminos prácticos, consejos bien encarnados, tácticas tomadas de la experiencia, orientaciones psicológicas. Todo esto configura una pedagogía del amor que no puede ignorar la sensibilidad actual de los jóvenes, en orden a movilizarlos interiormente”. Aclara que el vínculo es la razón principal del modo de actuar con las personas. Todo ello entendido desde la acción de Dios que nos precede con su gracia.
Una persona interrogada sobre si el matrimonio es indisoluble para la Iglesia, ¿qué debe responder?
Prof. Pérez Soba: Sin duda alguna que sí. Corroborado por lo que dice la exhortación, (n. 123): “el matrimonio agrega a todo ello una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia”.
Esta afirmación no queda allí, la Iglesia no se queda en una profesión de los labios. Sino en la invitación a participar e integrarse en la vida de la Iglesia en donde se hace posible vivir en plenitud ese amor hermoso. La “alegría del amor” que todo hombre desea.

EDD. Viernes 15 de abril de 2016.

Viernes de la tercera semana de Pascua.
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160414
Libro de los Hechos de los Apóstoles 9,1-20.
Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote
y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres.
Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor.
Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».
El preguntó: «¿Quién eres tú, Señor?». «Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz.
Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer».
Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie.
Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco.
Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber.
Vivía entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en una visión: «¡Ananías!». El respondió: «Aquí estoy, Señor».
El Señor le dijo: «Ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un tal Saulo de Tarso.
El está orando y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista».
Ananías respondió: «Señor, oí decir a muchos que este hombre hizo un gran daño a tus santos en Jerusalén.
Y ahora está aquí con plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre».
El Señor le respondió: «Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel.
Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre».
Ananías fue a la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saulo, hermano mío, el Señor Jesús -el mismo que se te apareció en el camino- me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo».
En ese momento, cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado.
Después comió algo y recobró sus fuerzas. Saulo permaneció algunos días con los discípulos que vivían en Damasco,
y luego comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.
Salmo 117(116),1.2.
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
¡Aleluya!
Evangelio según San Juan 6,52-59.
Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?».
Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente».
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.
Comentario del Evangelio por Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa. La oración de la Iglesia.
«El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mi y yo en él».
El camino que conduce a la vida interior y a los coros de los espíritus bienaventurados cantando el eterno Sanctus, es Cristo. Su sangre es la cortina del Templo a través de la cual penetramos en el Santo de los Santos de la vida divina (Heb 9,11; 10,20). Por el bautismo y el sacramento de la penitencia nos purifica del pecado, abre nuestros ojos a la luz eterna, abre nuestros oídos para percibir la Palabra divina, abre nuestros labios para entronar el canto de alabanza, para orar la plegaria de reconciliación, de petición, de acción de gracias; y todas estas plegarias no son otra cosa que formas diversas de la única y misma adoración…
Mas, por encima de todo, la persona de Cristo es el sacramento que hace de todos nosotros los miembros de su cuerpo. Participando en el sacrificio y a la comida sagrada, siendo alimentados con el cuerpo y la sangre de Jesús, nosotros mismos llegamos a ser su cuerpo y su sangre. Y es solamente cuando llegamos a ser miembros de su cuerpo, y en la medida en que lo somos de verdad, que su Espíritu puede vivificarnos y reinar en nosotros… Llegamos a ser miembros del cuerpo de Cristo «no solamente por el amor…, sino también, y muy realmente, siendo uno con su carne: y esto se realiza a través de la comida que él nos ha ofrecido para demostrarnos el deseo que él tiene de nosotros. Por eso él mismo se ha abajado hasta llegar nosotros y es él quien modela en nosotros su propio cuerpo, para que seamos uno, al igual que el cuerpo está unido a la cabeza» (S. Juan Crisóstomo). En tanto que miembros de su cuerpo, animados por su mismo Espíritu, nos ofrecemos nosotros mismos en sacrificio « por él, con él y en él» y unimos nuestras voces a la acción de gracias eterna.

4.- Especial : Exhortación post sinodal Amoris laetitia.

https://es.zenit.org/articles/la-novedad-en-amoris-laetitia-es-la-mayor-integracion-de-todos-los-fieles-en-la-vida-de-la-iglesia/
‘La novedad en Amoris Laetitia es la mayor integración de todos los fieles en la vida de la Iglesia’
Entrevista a Miguel Ángel Ortiz, profesor de Derecho Matrimonial Canónico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, sobre la recién publicada exhortación apostólica del Papa
(ZENIT – Roma).- El papa Francisco ha presentado su exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia, después de dos años de reflexión y trabajo gracias a los dos sínodos de los obispos celebrados en Roma. Un documento extenso y profundo que requiere una lectura atenta y pausada. Son muchos los puntos abordados en el texto ya que la familia y la pastoral familiar acoge muchos y muy diferentes ámbitos. Para ayudar a nuestros lectores en la compresión de la exhortación, ZENIT a entrevistado al sacerdote Miguel Ángel Ortiz, profesor de Derecho Matrimonial Canónico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma. El padre Ortiz es además abogado del Tribunal de la Rota Romana desde 1996 y juez externo del Tribunal de Apelación en el Vicariato de Roma.
¿Cuáles son los puntos más importantes de este documento?
— Prof. Ortiz: El punto de partida es la presentación del Evangelio de la familia (“A la luz de la Palabra”). A continuación reflexiona sobre la situación actual de las familias “en orden a mantener los pies en la tierra”, recuerda algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia y se detiene en lo que el Papa considera los capítulos centrales del documento: el amor en el matrimonio (cap. 4) y el amor que se vuelve fecundo (cap. 5). Propone una reflexión sobre la pastoral familiar (antes y después de la celebración del matrimonio) y la educación de los hijos y aborda tambiénla cuestión que ha suscitado mayor interés en los medios de comunicación: el discernimiento pastoral ante las llamadas situaciones irregulares. Dedica el último breve capítulo a ofrecer unas consideraciones de espiritualidad familiar.
Me parece que el Papa quiere evitar que se centre la atención exclusivamente en la cuestión de la admisión de los divorciados a la Eucaristía, y mucho menos que se haga con un planteamiento puramente casuístico. Por eso se extiende detenidamente en los aspectos teológicos, antropológicos, pastorales que ponen delante de los ojos un ideal que resulta atractivo: un amor que realiza la vocación más radical del hombre al don de sí, que resulta posible porque se basa sobre la fidelidad de Dios, que sostiene a las familias también en los momentos de dificultad.
Ahí radica, a mi parecer, una de las claves de interpretación del documento. Por un lado, presentar la belleza del matrimonio y de la familia aun a riesgo de que sus exigencias no sean comprendidas ni aceptadas. Por otro, que ese modelo no es solo un ideal que admirar, sino que representa una meta realmente alcanzable, aunque en ocasiones pueda resultar ardua.
¿Considera que es un documento ‘revolucionario’?
— Prof. Ortiz: Ciertamente no es revolucionario porque proponga una doctrina nueva. De hecho el Papa pone de manifiesto en repetidas ocasiones la continuidad de su magisterio con el precedente, en especial con Familiaris consortio. Respecto de las cuestiones doctrinales fundamentales o aquellas que están en el centro de los debates de la opinión pública, el Papa manifiesta expresamente la vigencia de la doctrina de la Iglesia y manifiesta su voluntad de no modificar la normativa vigente.
Resulta novedoso en cambio el acento que el Papa pone tanto en el discernimiento de las situaciones que han de ser iluminadas con la luz del Evangelio. Por referirme a la cuestión que probablemente provocar comentarios en la opinión pública, la de la pastoral con los divorciados vueltos a casar, el Papa remite – como hiciera la Relatio de 2015 – al criterio de Familiaris consortio 84. Allí subrayaba san Juan Pablo II la necesidad de discernir entre las distintas situaciones irregulares.
¿Dónde está la novedad?
— Prof. Ortiz: La novedad no está tanto en la valoración moral de los comportamientos –diferente en función de la responsabilidad que los fieles han tenido en la ruptura del matrimonio anterior y en la construcción de la nueva unión– ni en la calificación disciplinar de las situaciones, sino en la perspectiva de una mayor integración de los fieles, de todos los fieles, en la vida de la Iglesia.
El Papa subraya rotundamente que “se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita». Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio”.
La limitación que pueden encontrar algunos fieles –concretamente los divorciados vueltos a casar– para acceder a los sacramentos no proviene de una presunción de que están en pecado –cuestión esta que deben discernir en cada caso con la ayuda del confesor– sino de la incompatibilidad objetiva que se da entre la significación del sacramento de la eucaristía y su situación matrimonial.
Pero ello no quiere decir que estén fuera de la Iglesia. Como ya había subrayado Familiaris consortio, no sólo no están excomulgados sino que están llamados a participar en la vida de la Iglesia. Deberán discernir en cada caso– y aquí estriba buena parte de la novedad del presente documento – cómo concretar esa participación.
El documento también hace autocrítica sobre cómo ha presentado la Iglesia hasta ahora el matrimonio y ofrece un nuevo lenguaje, nuevas pautas. Entonces, ¿qué debería cambiar ahora?
— Prof. Ortiz: En mi opinión, el fruto más deseable de la exhortación sería que la nueva perspectiva, la pastoral de integración de la que habla Amoris laetitiae, mueva a todos los fieles a proponerse la meta alta de la plenitud de la vida cristiana, a la que quizá se dirijan poco a poco, gradualmente. Por desgracia, refiriéndome específicamente a los divorciados en segunda unión, en la actualidad la gran mayoría de los fieles muestran indiferencia hacia la posibilidad de frecuentar los sacramentos. ¡Ojalá fueran muchos los divorciados que sienten la necesidad de comulgar, a los que les falta la plena participación en la comunión eucaristica! Alimentar ese deseo sincero entiendo que sería el mejor fruto de la exhortación. Más que un “certificado de normalidad”, el pastor debe ayudarles a discernir cuál es el camino que deben recorrer para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
Es decir, el pastor le ayudará a valorar su responsabilidad en el fracaso del matrimonio precedente (responsabilidad de la que puede carecer, si fue abandonado por su cónyuge), en el modo de cumplir con las obligaciones surgidas de la anterior unión, especialmente si tuvieron hijos, en la decisión de casarse civilmente, en la construcción de la nueva relación, en la educación de los hijos…
¿Por qué cree que este documento ha despertado tanto interés en la sociedad?
— Prof. Ortiz: Creo en efecto que el interés suscitado ha sido grande, aunque no siempre las expectativas han sido las mismas. Para gran mayoría de los fieles supondrá un estímulo para redescubrir la belleza, la alegría del amor familiar que hace presente y se sostiene gracias al amor de Dios. Les ayudará a vivir la vocación familiar y a superar las dificultades con mayor esperanza, fiados en la ayuda misericordiosa Dios.
Pero quién esperaba una solución novedosa a la cuestión de la admisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar temo que quedará decepcionado. El Papa ha querido expresamente evitar dar una nueva norma a la que acudir para resolver los casos que se presenten: eso sería demasiado cómodo, viene a decir.
La remisión expresa a la solución de Familiaris consortio, con el marcado acento en la tarea de discernimiento y de formación de la conciencia, abre perspectivas pastorales enormemente ambiciosas. Presupuesta la buena voluntad de quien busca no el consenso de los hombres sino el de Dios, ese camino de continua conversión hacia la casa del Padre llena los corazones de alegría aunque el camino no sea necesariamente fácil.