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Autor: Patricio Osiadacz

Comentario al evangelio de hoy martes 23 de febrero de 2016.

Hipocresía de los escribas y fariseos.
Cuaresma y Semana Santa
Servir de oculto, sin buscar un premio inmediato, da gloria a Dios.              
Por: P. Vicente Yanes
Fuente: Catholic.net
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad …
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos diciendo: En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame «Rabbí». Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar «Rabbí», porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie «Padre» vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar «Directores», porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.
Oración introductoria
Señor, te necesito. Aunque mi autosuficiencia me invite a otros menesteres, sé que sin Ti nada soy. Aunque no te vea, sé que estás presente, interesado en tener un diálogo de amor conmigo en esta oración. Permite que sepa alejar mis preocupaciones para guardar el silencio necesario y escuchar lo que hoy me quieres decir.
Petición
Jesús, dame tu gracia y la fuerza para vivir siempre de acuerdo a tu Evangelio.
Meditación del Papa Francisco
Jesucristo ha resucitado. El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad.
Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.
Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla pueden ir hacia los “bienes de allá arriba”, a Dios. El orgulloso mira “desde arriba hacia abajo”, el humilde, “desde abajo hacia arriba”. […]
El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer… Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos. Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.  (Cf Homilía de S.S. Francisco, 5 de abril de 2015).
Reflexión
«Ser el más popular, salir en televisión, que todos me conozcan y saluden por la calle». Es una gran aspiración de hoy. A los fariseos también les gustaba verse importantes, aparentar una conducta intachable, causar la admiración de todos.
Es una actitud que se nos cuela secretamente en nuestro corazón: «Ya que me esfuerzo en esto, que se vea, que me lo reconozcan». Es muy sacrificado trabajar para los demás y percibir que ellos ni se dan cuenta, ni abren la boca para decir gracias. De esto saben mucho las amas de casa, que lo tienen todo a punto y nadie se acuerda de reconocérselo.
Pero el cristianismo no consiste en actuar de cara a los demás. No somos actores, sino hijos de Dios. Él ya lo ve, y sabrá valorarlo. Es más, el mérito se alcanza cuando hemos sido más ignorados por los hombres. Si hoy he puesto la vajilla en casa y nadie me ha dado las gracias, mejor. Dios tendrá toda la eternidad para hacerlo.
Servir de oculto, sin buscar un premio inmediato, da gloria a Dios. Y al mismo tiempo, nos abre los ojos ante la calidad de una obra hecha por puro amor a Dios y experimentamos un gozo interior, una paz que nos eleva y nos hace ver la grandeza del hombre.
Por eso Jesús repite que el primero no es el que recibe las alabanzas, sino el que sirve.
Propósito
Rectificar mis intenciones varias veces al día.
Diálogo con Cristo
Señor, ayúdame a vivir esta Cuaresma en la perspectiva del amor. Que sea fiel a mi vocación de discípulo y misionero. Que por amor a Ti sea auténtico, generoso y desinteresado en todas mis relaciones con los demás. Que el amor me lleve a cumplir mi misión para que otros puedan experimentar la alegría de tu presencia.
 

EDD. martes 23 de febrero de 2016.

Martes de la segunda semana de Cuaresma
Libro de Isaías 1,10.16-20.
¡Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra!
¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal,
aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda!
Vengan, y discutamos -dice el Señor-: Aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana.
Si están dispuestos a escuchar, comerán los bienes del país;
pero si rehúsan hacerlo y se rebelan, serán devorados por la espada, porque ha hablado la boca del Señor.
Salmo 50(49),8-9.16bc-17.21.23.
No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa
ni los cabritos de tus corrales.
«¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras?
Haces esto, ¿y yo me voy a callar?
¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.
El que ofrece sacrificios de alabanza,
me honra de verdad;
y al que va por el buen camino,
le haré gustar la salvación de Dios.»
Evangelio según San Mateo 23,1-12.
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:
«Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;
ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen.
Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos;
les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas,
ser saludados en las plazas y oírse llamar ‘mi maestro’ por la gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar ‘maestro’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos.
A nadie en el mundo llamen ‘padre’, porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
No se dejen llamar tampoco ‘doctores’, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías.
Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros,
porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
Comentario del Evangelio por  Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV. II, 2 «Abandonarse en Dios en espíritu de humildad»
«Quien se humilla será ensalzado» 
Poco importa saber quien está contigo o contra ti; Ten más bien cuidado de que Dios esté contigo en todos tus pensamientos y acciones. Guarda la conciencia pura y Dios te defenderá…
Si sabes callarte y sufrir, recibirás la ayuda de Dios. El conoce el tiempo y la manera de librarte; abandónate pues en ÉL. Es Él quien te ayuda y te libera de toda confusión.
A menudo es útil, para mantenernos en una mayor humildad, que los otros conozcan nuestros defectos y que nos los reprochen.
Cuando un hombre reconoce humildemente sus defectos, desarma fácilmente a sus enemigos y gana sin pena a los que se la querían producir.
Dios protege al hombre de corazón humilde: le ama y le reconforta, se inclina hacia él, le colma de su gracia y le hace en fin participar de su gloria. Es a él que le revela sus secretos; le invita y le atrae con suavidad.
Las afrentas no turban la paz del hombre humilde, porque se apoya en Dios y no en seres mortales. No te imagines haber hecho algún progreso si te crees aún superior a tu prójimo.

Homilía del Papa en la Eucaristía del Jubileo de la Curia Romana.

El Papa pide a los trabajadores del Vaticano que ‘nadie se sienta descuidado o maltratado’ 
El Santo Padre, en la eucaristía en la Basílica de San Pedro con ocasión del Jubileo de la Curia Romana, recuerda que fidelidad y misericordia son un binomio inseparable.
•22 febrero 2016•Rocío Lancho García•El papa Francisco
Centro Televisivo Vaticano – CTV
https://es.zenit.org/articles/el-papa-fidelidad-y-misericordia-son-un-binomio-inseparable/
Los trabajadores del Vaticano y la Curia Romana han celebrado este lunes, día de la Cátedra de San Pedro, su jubileo.  La jornada ha comenzado en el aula Pablo VI con una meditación del padre Marko Rupnik. Desde allí, han ido en procesión hacia la Puerta Santa, religiosas, religiosos, laicos y finalmente los sacerdotes. El papa Francisco ha atravesado también la Puerta Santa.  Una vez en la Basílica, ha dado inicio la celebración eucarística presidida por el Santo Padre.
Durante la homilía, el Pontífice aseguró a los presentes que en este momento, el Señor Jesús repite a cada uno la pregunta “y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Esta es una pregunta –indicó– clara y directa, frente a la cuál no es posible huir o permanecer indiferentes, ni posponer la pregunta o delegarla a otro. Al respecto recordó que en esta pregunta no hay nada de “inquisitivo”, sino que está llena de amor. El amor de “nuestro único Maestro, que hoy nos llama a renovar la fe en Él, reconociendolo como Hijo de Dios y Señor de nuestra vida”.  El Santo Padre aseguró que Él es la “piedra” sobre la que debemos construir. La piedra es Cristo, sobre el fundamento del cual también Pedro ha sido edificado.
De esta profesión de fe –explicó Francisco– deriva para cada uno de nosotros la tarea de corresponder a la llamada de Dios. Y precisó que a los pastores, sobre todo, “se les pide tener como modelo a Dios mismo que cuida de su rebaño”. Buscar a la oveja perdida, es un comportamiento de Dios que “es signo del amor que no conoce confines”. Es –aseguró el Papa– una dedicación fiel, constante, incondicional, para que a todos los débiles pueda llegar su misericordia.
Asimismo, aseguró que “nos hará bien también a nosotros, llamados a ser Pastores en la Iglesia, dejar que el rostro de Dios Buen Pastor nos ilumine, nos purifique, nos transforme y nos restituya plenamente renovados a nuestra misión”. Que también en nuestros ambientes de trabajo –añadió– podamos sentir, cultivar y practicar un fuerte sentido pastoral, sobre todo hacia las personas que encontramos todos los días. Que ninguno “se sienta descuidado o maltratado, sino que cada uno pueda experimentar, antes que en ningún sitio, aquí, el cuidado amoroso del Buen Pastor”.
El Pontífice recordó a los presentes, trabajadores de la Santa Sede y la Curia Romana, que “estamos llamados a ser colaboradores de Dios en una tarea tan importante y única como la de testimoniar con nuestra existencia la fuerza de la gracia que transforma y el poder del Espíritu que renueva”. Por eso pidió que “el Señor nos libere de toda tentación que aleja de la esencia de nuestra misión, y redescubrir la belleza de profesar la fe en el Señor Jesús”.
Para concluir su homilía, el Santo Padre subrayó que la fidelidad al ministerio se combina con la misericordia que queremos experimentar. Y así, recordó que en la Sagrada Escritura, fidelidad y misericordia son un binomio inseparable. La fidelidad que se nos pide –añadió– es la de actuar según el corazón de Cristo. Concluyó recordando que como dice el apóstol Pedro, debemos apacentar el rebaño con “ánimo generoso” y convertirnos en un “modelo para todos”.

EDD. LUNES 22 DE FEBRERO DE 2016.

Epístola I de San Pedro 5,1-4.
Queridos hermanos:
Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada.
Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación;
no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el Rebaño.
Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria.
Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.
Mateo 16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?».
Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».
«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?».
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Catecismo de la Iglesia Católica
El Colegio episcopal y su cabeza, el papa.
“Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.”
Cristo, al instituir a los doce, “formó una especie de colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él.” (LG 19) Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás apóstoles forman un único colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el romano pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los apóstoles”. (LG 22; cf CIC can. 330)
El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf Mt 16,18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño. (cf Jn 21, 15-17) “Está claro que también el colegio de los apóstoles, unido a su cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro.” (LG 22) Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del papa.
El papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles.” (LG 23) “El pontífice romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de vicario de Cristo y pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad.” (LG 22; CD 2; 9)
“El colegio o cuerpo episcopal no tiene ninguna autoridad si no se le considera junto con el romano pontífice, sucesor de Pedro, como cabeza del mismo.” Como tal, este colegio es “también sujeto de la potestad suprema y plena sobre toda la Iglesia” que “no se puede ejercer… a no ser con el consentimiento del romano pontífice.” (LG 22; cf CIC can. 336) La potestad del colegio de los obispos sobre toda la Iglesia se ejerce de modo solemne en el Concilio Ecuménico”. (CIC can. 337,1) “No existe concilio ecuménico si el sucesor de Pedro no lo ha aprobado o al menos aceptado como tal.” (LG 22) Este colegio, en cuanto compuesto de muchos, expresa la diversidad y la unida del pueblo de Dios; en cuanto reunido bajo una única cabeza, expresa la unidad del rebaño de Dios.” (LG 22)

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO DURANTE EL REZO DEL ANGELUS DE HOY.

Texto completo del Papa en el ángelus del 21 de febrero de 2016.
El viaje a México, la abolición de la pena de muerte y el rosario de la ‘Misericordina’ fueron los temas tratados por el Papa.
21 febrero 2016RedaccionEl papa Francisco
Angelus en la plaza de San Pedro
Angelus en la plaza de San Pedro, antes de la distribución de la ‘Misericordina’
Ver : https://es.zenit.org/articles/texto-completo-del-papa-en-el-angelus-del-21-de-febrero-de-2016/
El papa Francisco con motivo de la oración del ángelus que presidió este domingo desde la ventana de su estudio que da a la Plaza de San Pedro, recordó su viaje a México y las bendiciones de la Virgen de Guadalupe, a los pies de los cuales contemplara y dejarse “mirar por Aquella que lleva impresos en sus ojos las miradas de todos sus hijos y recoge los dolores por las violencias, los secuestros, los asesinatos, las violencias contra tanta pobre gente, de tantas mujeres”.
Después de rezar la oración del ángelus, exhortó a que la pena de muerte sea definitivamente abolida y que en particular en este Año de la Misericordia no se ejecuten personas.
Concluyó señalando que los voluntarios acompañados por ‘sin techo’, prófugos y religiosos repartían el santo rosario en una confección tipo remedio, con el nombre de ‘Misericordina’.
 
A continuación el texto completo :
 
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El viaje apostólico que he realizado los días pasados en México ha sido para todos nosotros una experiencia de transfiguración. ¿Cómo ha sido posible?
El Señor nos ha mostrado la luz de su gloria a través del cuerpo de su Iglesia, de su pueblo santo que vive en esa tierra. Un cuerpo tantas veces herido, un pueblo tantas veces oprimido, despreciado, violado en su dignidad. De hecho los diversos encuentros vividos en México fueron llenos de luz: la luz de la fe que transfigura los rostros e ilumina el camino.
 
El “baricentro” espiritual de mi peregrinación ha sido el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Quedarme en silencio delante a la imagen de la Madre era lo que me había propuesto antes de todo. Y agradezco a Dios que me lo ha concedido. He contemplado y me he dejado mirar por Aquella que lleva impresos en sus ojos las miradas de todos sus hijos y recoge los dolores por las violencias, los secuestros, los asesinatos, las violencias contra tanta pobre gente, de tantas mujeres.
Guadalupe es el santuario mariano más frecuentado del mundo. De toda América van allí a rezar donde la Virgen Morenita se mostró al indio san Juan Diego, dando inicio a la evangelización del continente y a su nueva civilización, fruto del encuentro entre diversas culturas.
Esta es justamente la herencia que el Señor nos ha entregado en México: custodiar la riqueza de la diversidad y, al mismo tiempo, manifestar la armonía de la fe común: una fe sincera y robusta, acompañada por una gran carga de vitalidad y de humanidad.
 
Como mis predecesores, también yo fui para confirmar la fe del pueblo mexicano, pero contemporáneamente a ser confirmado; he recogido a manos llenas este don para que vaya como beneficio de la Iglesia universal.
Un ejemplo luminoso de lo que estoy diciendo fue dado por las familias: las familias mexicanas me han recibido con alegría en cuanto mensajero de Cristo, pastor de toda la Iglesia; pero ellos a su vez me han dado testimonios límpidos y fuertes, testimonios de fe vivida, de fe que transfigura la vida, y esto para edificar a todas las familias cristianas del mundo. Y lo mismo se puede decir sobre los jóvenes, los consagrados, los sacerdotes, los trabajadores y los encarcelados.
Por lo tanto doy gracias al Señor y a la Virgen de Guadalupe por el don de esta peregrinación. Además agradezco al presidente de México y a las demás autoridades civiles por la calurosa recepción; y agradezco vivamente a mis hermanos en el episcopado y a todas las personas que de diversas maneras han colaborado.
Una alabanza, alabanza especial elevamos a la Santísima Trinidad por haber querido que en esta ocasión se realizara en Cuba el encuentro entre el Papa y el Patriarca de Moscú y de toda Rusia, el querido hermano Kirill; un encuentro muy deseado incluso por mis predecesores. También este evento es una luz profética de resurrección, de la cual hoy el mundo necesita más que nunca. La Santa Madre de Dios siga a guiarnos en el camino de amistad y de la unidad. Y recemos a la Virgen de Cazán. El patriarca Kirill me ha regalado un ícono de la Virgen de Kazán: recemos juntos un Ave María. Ave Maria llena eres…”
 
Después el Papa reza la oración del ángelus. Y a continuación dice:
 
“Queridos hermanos y hermanas, mañana lunes inicia en Roma un congreso internacional que se titula “Por un mundo sin pena de muerte”, promovido por la Comunidad San Egidio. Deseo que el congreso pueda dar un nuevo impulso al empeño para la abolición de la pena de muerte.
Una señal de esperanza está constituida por el desarrollo en la opinión pública, de una contrariedad cada vez mayor hacia la pena de muerte, incluso solo como instrumento de legítima defensa social. De hecho las sociedades modernas tienen la posibilidad de reprimir eficazmente el crimen sin quitar definitivamente a quien lo cometió la posibilidad de redimirse.
El problema va encuadrado en la óptica de una justicia penal que sea cada vez más conforme a la dignidad del hombre y al designio del Dios para el hombre y la sociedad. Y también a una justicia penal abierta a la esperanza del reintegrarse en la sociedad. El mandamiento ‘no matarás’, tiene valor absoluto y se refiere sea al culpable que al inocente.
El Jubileo Extraordinario de la Misericordia es una ocasión propicia para promover en el mundo formas cada vez más maduras de respeto de la vida y de la dignidad de cada persona. Porque incluso el criminal tiene el derecho inviolable a la vida, don de Dios.
Hago un llamamiento a la conciencia de los gobernantes, para que se llegue a un consenso internacional destinado a abolir la pena de muerte. Y a quienes entre ellos son católicos que cumplan un gesto de coraje y ejemplar: que ninguna condena sea aplicada en este Año Santo de la Misericordia.
Todos los cristianos y hombres de buena voluntad están llamados hoy a trabajar para abolir la pena de muerte, pero también para mejorar las condiciones de las cárceles, en el respeto de la dignidad humana de las personas privadas de su libertad.
Dirijo un cordial saludo a las familias, a los grupos parroquiales y a las asociaciones y a todos los peregrinos de Roma, de Italia y de los diversos países. Saludo a los fieles de Sevilla, Cádiz, Ceuta; a los de Trieste, Corato y Turín. Un pensamiento particular dirijo a la comunidad Juan XXIII, fundada por el siervo de Dios, don Oreste Benzi, que el viernes próximo promoverá por las calles del centro de Roma una Vía Crucis de solidaridad y oración por las mujeres víctimas de la trata de personas.
La cuaresma es un tiempo propicio para realizar un camino de conversión que tiene como centro la misericordia. Por ello he pensado de regalarles a quienes están aquí en la plaza una medicina espiritual, llamada ‘Misericordina’. Una vez ya lo hemos hecho, pero esta es de mejor calidad, esta es la ‘Misericordina – Plus’, una cajita que contiene la corona del rosario y una imagencita de Jesús Misericordioso. Ahora la distribuirán los voluntarios entre los cuales hay pobres, ‘sin techo’, prófugos y también religiosos. Reciban este don como una ayuda espiritual para difundir especialmente en este año de la misericordia el perdón y la hermandad. Les deseo a todos un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. Que tengan un buen almuerzo, y hasta la próxima”.
(Texto completo traducido desde el audio por ZENIT.org)

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO EN LA AUDIENCIA JUBILAR DE HOY.

El Papa en la audiencia jubilar exhorta a “llevar siempre la caricia de Dios” 
El Papa invitó a transformar nuestra vida en un empeño de misericordia para todos.
•20 febrero 2016•Sergio Mora•El papa Francisco.
https://es.zenit.org/articles/el-papa-en-la-audiencia-jubilar-exhorta-a-llevar-siempre-la-caricia-de-dios/
Audiencia mensual por el jubileo de la misericordia
El Papa en la audiencia mensual por el jubileo de la misericordia
Llevar a los necesitados la caricia de Dios y transformar nuestra vida en un compromiso de misericordia para todos. Esta fue la invitación del papa Francisco en la audiencia mensual de sábado 20 de febrero, con motivo del Año de la Misericordia.
En esta mañana soleada y relativamente fría del invierno europeo, el Santo Padre llegó en el jeep abierto que recorrió los corredores de la Plaza de San Pedro, saludó a los files que allí le esperaban agitando pañuelos y banderas, y como es costumbre bendijo a su paso a varios niños.
El Pontífice ha recordado en su catequesis de la necesidad de empeñarse, y recordó que el Padre se ha empeñado donándonos a Jesús, y Jesús que es la expresión viviente de la misericordia del Padre se ha empeñado para donarnos la esperanza.
Así añadió que “el Jubileo de la Misericordia es una oportunidad para profundizar en el misterio de la bondad y el amor de Dios”. En particular “en este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos invita a conocer cada vez más al Señor, y a vivir de manera coherente la fe con un estilo de vida que exprese la misericordia del Padre. Es un compromiso que asumimos para ofrecer a los demás el signo concreto de la cercanía de Dios”.
“Comprometerse –prosiguió el Pontífice– es aceptar una responsabilidad con alguien, cumpliéndolo con una actitud de fidelidad, dedicación e interés; es tener buena voluntad y constancia para mejorar la vida”.
El Papa añadió que “Dios se ha comprometido con nosotros. Primero, al crear el mundo y conservarlo, no obstante nosotros nos esforzamos en destruirlo”. Pero que “su compromiso más grande ha sido darnos a Jesús y, en él, se ha comprometido plenamente restituyendo esperanza a los pobres, a cuantos estaban privados de dignidad, a los extranjeros, a los enfermos, a los prisioneros, y a los pecadores, que acogía con bondad”.
Así a partir “de este amor misericordioso, nosotros podemos y debemos corresponder a su amor llevando a los demás la misericordia de Dios, con un compromiso de vida que sea testimonio de nuestra fe en Cristo”.
Y al saludar a los peregrinos de lengua española, así como a los grupos venidos de España y Latinoamérica, les deseó “que este Jubileo pueda ayudarnos a experimentar el compromiso de Dios sobre cada uno de nosotros y, gracias a ello, transformar nuestra vida en un compromiso de misericordia para todos”.
 
Estuvieron presentes en esta audiencia que se realiza después del regreso del viaje apostólico del papa Francisco a México, integrantes de la Federación Italiana de Asociaciones de donantes de sangre. Se ha celebrado además el jubileo de los trabajadores del sector turístico.
La audiencia concluyó con el canto de Padre Nuestro en Latín,  e impartió su bendición apostólica a todos los presentes.

Texto Completo de la Primera Predicación de Cuaresma del Padre R. Cantalamessa.

Texto completo de la predicación de cuaresma del padre Raniero Cantalamessa. 
Primera predicación  de Cuaresma. La adoración en espíritu y verdad. Reflexión sobre la constitución Sacrosanctum Concilium.
https://es.zenit.org/articles/texto-completo-de-la-predicacion-de-cuaresma-del-padre-raniero-cantalamessa/
•19 febrero 2016•Redaccion•Espiritualidad y oración
Raniero Cantalamessa in the predication of the Day to pray for the care of creation
CTV
1.El Concilio Vaticano II: un afluente, no el río.
En estas meditaciones de cuaresma querría proseguir en las reflexiones sobre otros grandes documentos del VaticanoII, después de haber meditado en Adviento, sobre la Lumen Gentium. Creo entretanto que sea útil hacer una premisa. El Vaticano II es un afluente y no el río. En su famosa obra sobre “El desarrollo de la doctrina cristiana”, el beato cardenal Newman ha afirmado con fuerza que detener la tradición en un punto de su curso, incluso si fuera un concilio ecuménico, sería volver muerta una tradición y no “una tradición viviente”. La tradición es como una música. ¿Qué sería de una melodía si se detuviera en una nota, repitiéndola hasta el infinito? Sucede con un disco que se arruina y sabemos que efecto produce.
San Juan XXIII quería que el concilio fuera para la Iglesia como “una nueva Pentecostés”. En un punto al menos esta oración ha sido escuchada. Después del concilio hubo un despertar del Espíritu Santo. Este no es más “el desconocido” en la Trinidad. La Iglesia ha tomado una conciencia más clara de su presencia y de su acción. En la homilía de la misa crismal del Jueves Santo de 2012, Benedicto XVI afirmaba:
“Quien mira a la historia de la época post conciliar puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha asumido formas inesperadas en movimientos llenos de vida y que vuelve casi tangible la vivacidad de la santa Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo”.
Esto no significa que podemos descuidar los textos del concilio o ir más allá de esos; sino que significa releer el Concilio a la luz de sus mismos frutos. Que los concilios ecuménicos puedan tener efectos no entendidos en el momento por quienes tomaron parte, es una verdad señalada por el mismo cardenal Newman a propósito del Vaticano I[1], pero testimoniada diversas veces durante la historia. El concilio ecuménico de Éfeso del 431, con la definición de María como Theotokos, Madre de Dios, se proponía afirmar la unidad de la persona de Cristo, no de incrementar el culto a la Virgen, pero de hecho su fruto más evidente fue justamente este último.
 
Si hay un campo en el cual la teología y la vida de la Iglesia católica se ha enriquecido en estos 50 años del post-concilio, sin dudas es el relativo al Espíritu Santo. En todas las principales denominaciones cristianas se ha afirmado en los últimos tiempos aquella que, con una expresión cuñada por Karl Barth, es definida “la Teología del tercer artículo”. La teología del tercer artículo es aquella que no termina con el artículo sobre el Espíritu Santo pero comienza con esto; que toma en cuenta el orden según el cual se formó la fe cristiana y su credo, y no solamente su producto final. Fue de hecho a la luz del Espíritu Santo que los apóstoles descubrieron quien era verdaderamente Jesús y su revelación sobre el Padre.
El credo actual de la Iglesia es perfecto y nadie se sueña de cambiarlo, pero refleja el producto final, la última etapa alcanzada por la fe, no el camino a través el cual se llega a eso, mientras que teniendo en vista a una renovada evangelización, es vital para nosotros conocer también el camino hacia el cual se llega a la fe, no solo su codificación definitiva que proclamamos de memoria en el Credo.
Bajo esta luz aparecen claramente las implicaciones de ciertas afirmaciones del concilio, pero aparecen también algunos vacíos y lagunas que es necesario llenar, en particular justamente a propósito del rol del Espíritu Santo. San Juan Pablo II ya había tomado en cuenta esta necesidad, cuando en ocasión del XVI centenario del concilio ecuménico de Constantinópolis, en 1981, escribía en su Carta Apostólica la siguiente afirmación:
“Toda la obra de renovación de la Iglesia, que el Concilio Vaticano II ha así providencialmente propuesto e iniciado (…) no puede realizarse si no en el Espíritu Santo, o sea con la ayuda de su luz y de su potencia” [2].
2.El lugar del Espíritu Santo en la liturgia.
Esta premisa general se revela particularmente útil al abordar el tema de la liturgia, la Sacrosanctum concilium. El texto nace de la necesidad, advertida desde hace tiempo y desde diversas partes, de una renovación de las formas y de los ritos de la liturgia católica. Desde este punto de vista, sus frutos han sido tantos, y muy benéficos para la Iglesia. Se advertía menos en ese momento, la necesidad de detenerse en lo que, después de Romano Guardini, se suele llamar “el espíritu de la liturgia”[3] y que, en el sentido que ahora explicaré, yo la llamaría más bien “la liturgia del Espíritu” (¡Espíritu con mayúscula!).
Fieles en la intención declarada en estas nuestras meditaciones, de valorizar algunos aspectos más espirituales e interiores de los textos conciliares, es justamente sobre este punto que querría reflexionar. La SC dedica a esto solamente un breve texto inicial, fruto del debate que antecedió a la redacción final de la constitución [4]:
“Para cumplir esta obra así grande, con la cual se da a Dios una gloria perfecta y los hombres son santificados, Cristo asocia siempre a sí la Iglesia, su esposa muy amada, la cual invoca como a su Señor y por medio él vuelve el culto al eterno Padre”. Justamente por esto la liturgia es considerada como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo. En ella la santificación del hombre está simbolizada por medio de signos sensibles y realizada de manera propia en cada uno de esos; en ella el culto público integral está ejercitado por el cuerpo místico de Jesucristo, o sea por la cabeza y sus miembros. Por lo tanto cada celebración litúrgica, en cuanto obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, y ninguna otra acción de la Iglesia se iguala en eficacia y con el mismo título y mismo grado” [5].
Es en los sujetos, o en los ‘actores’, de la liturgia que hoy estamos en grado de notar una laguna en esta descripción. Los protagonistas aquí puestos en luz son dos: Cristo y la Iglesia. Falta una mención al lugar del Espíritu Santo. También en el resto de la constitución, el Espíritu Santo no es nunca objeto de una mención directa, solamente nominado aquí y allí, y siempre ‘oblicuamente’.
El Apocalipsis nos indica el orden y el número completo de los actores litúrgicos cuando resume el culto cristiano en la frase: “ ¡El Espíritu y la Esposa dicen (a Cristo Señor), Ven!”. (Ap 22,17). Pero Jesús ya había expresado de manera perfecta la naturaleza y la novedad del culto de la Nueva Alianza en el diálogo con la Samaritana: “Viene la hora -y es esta- en la cual los verdaderos adoradores adorarán el Padre en Espíritu y Verdad” (Gv 4, 23).
La expresión “Espíritu y Verdad”, a la luz del vocabulario de Juan, puede significar solamente dos cosas: o “el Espíritu de verdad”, o sea el Espíritu Santo (Gv 14,17; 16,13), o el Espíritu de Cristo que es la verdad (Gv 14,6). Una cosa es cierta: esa no tiene nada que ver con la explicación subjetiva, que le gusta a los idealistas y a los románticos, según los cuales el “espíritu y verdad”, indicaría la interioridad escondida del hombre, en oposición a cada culto externo y visible. No se trata solamente del paso de lo exterior al interior, sino del paso de lo humano a lo divino.
Si la liturgia cristiana “es el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo”, el camino mejor para descubrir su naturaleza es ver como Jesús ejercitó su función sacerdotal en su vida y en la muerte. La tarea del sacerdote es ofrecer “oración y sacrificios” a Dios (cf. Ebr 5,1; 8,3). Ahora sabemos que era el Espíritu Santo que ponía en el corazón del Verbo hecho carne el grito ‘Abba’ que encierra cada oración. Lucas lo indica explícitamente cuando escribe: “En aquella misma hora Jesús exultó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: Te doy alabanza oh Padre, Señor del cielo y de la tierra…”(cf. Lc 10, 21).
La misma ofrenda de su cuerpo en sacrificio sobre la cruz, fue, según la Carta a los Hebreos, “en un Espíritu eterno” (Ebr 9,14), o sea por un impulso del Espíritu Santo.
San Basilio tiene un texto iluminador:
“El camino del conocimiento de Dios procede del único Espíritu, a través el único Hijo, hasta el único Padre; inversamente la bondad natural, la santificación según la naturaleza, la dignidad real se difunden desde el Padre, por medio del Unigénito, hasta el Espíritu” [6].
En otras palabras, el orden de la creación, o de la salida de las criaturas de Dios, parte desde el Padre, pasa a través del Hijo y llega a nosotros en el Espíritu Santo. El orden del conocimiento o de nuestro regreso a Dios, del cual la liturgia es la expresión más alta, sigue el camino inverso: parte desde el Espíritu, pasa a través del Hijo y termina en el Padre. Esta visión descendiente y ascendiente de la misión del Espíritu Santo está presente también en el mundo latino. El beato Isaac della Stella (siglo XII) la expresa en términos muy cercanos a los de Basilio.
“Así como las cosas divinas bajan hacia nosotros desde el Padre por medio del Hijo y en el Espíritu Santo, así las cosas humanas ascienden al Padre a través del Hijo, en el Espíritu Santo” [7].
No se trata por así decir, de apostar por una u otra de las tres personas de la Trinidad, sino de salvaguardar el dinamismo trinitario de la liturgia. El silencio sobre el Espíritu Santo atenúa inevitablemente el carácter trinitario de la liturgia. Por esto me parece oportuno la llamada de atención que san Juan Pablo II hacía en la Novo millennio ineunte:
“Realizada en nosotros por el Espíritu Santo, nos abre, por Cristo y en Cristo, a la contemplación del rostro del Padre. Aprender esta lógica trinitaria de la oración cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial,17 pero también de la experiencia personal, es el secreto de un cristianismo realmente vital, que no tiene motivos para temer el futuro, porque vuelve continuamente a las fuentes y se regenera en ellas” [8].
3. La adoración “en el Espíritu”.
Tratemos de tomar, a partir de estas premisas, alguna indicación práctica para nuestra forma de vivir la liturgia y hacer que se lleve a cabo una de sus tareas primarias que es la santificación de las almas. El Espíritu no autoriza inventar nuevas y arbitrarias formas de liturgia o modificar por propia iniciativa las existentes (tarea que corresponde a la jerarquía). Él es el único que renueva y da la vida a todas las expresiones de la liturgia. En otras palabras, el Espíritu no hace cosas nuevas, ¡hace nuevas las cosas! El dicho de Jesús repetido por Pablo: “Es el Espíritu que da la vida” (Jn 6, 63; 2 Cor 3, 6) se aplica en primer lugar a la liturgia.
El apóstol exhortaba a sus fieles a rezar  “en el Espíritu” (Ef. 6,18; cf. también Judas 20). ¿Qué significa rezar en el Espíritu? Significa permitir a Jesús continuar ejercitando el propio oficio sacerdotal en su cuerpo que es la Iglesia. La oración cristiana se convierte en prolongación en el cuerpo de la oración de la cabeza. Es conocida la afirmación de san Agustín:
“El Señor nuestro Jesucristo, Hijo de Dios es quien que reza por nosotros, que reza en nosotros y que es rezado por nosotros. Reza por nosotros como nuestro sacerdote, reza en nosotros como nuestra cabeza, es rezado por nosotros como nuestro Dios. Reconocemos por tanto en él nuestra voz, y en nosotros su voz” [9].
Es esta luz, la liturgia nos aparece como el “opus Dei”, la “obra de Dios”, no solo porque tiene Dios por objeto, sino también porque tiene a Dios como sujeto; Dios no solo està rezado por nosotros, sino que reza en nosotros. El mismo grito ¡Abbà! que el Espíritu, viniendo a nosotros, dirige al Padre (Gal 4, 6; Rom 8, 15) demuestra que quien reza en nosotros, a través del Espíritu, es Jesús, el Hijo único de Dios. Por sí mismo, de hecho, el Espíritu Santo no podría dirigirse a Dios, llamándolo Abbà, Padre, porque él no es engendrado, sino que solamente “procede” del Padre. Si lo puede hacer, es porque es el Espíritu de Cristo quien continúan en nosotros su oración filial.
Es sobre todo cuando la oración se hace fatiga y lucha que se descubre toda la importancia del Espíritu Santo para nuestra vida de oración. El Espíritu se convierte, entonces, en la fuerza de nuestra oración “débil” (Rom 8, 26), en la luz de nuestra oración apagada; en una palabra, el alma de nuestra oración. Realmente, él “riega lo que está seco”, como decimos en la secuencia en su honor.
Todo esto sucede por la fe. Basta que yo diga o piense: “Padre, tú me has donado el Espíritu de Jesús; formando, por eso, “un solo Espíritu”, con Jesús, yo recito este salmo, celebro esta santa misa, o estoy simplemente en silencio, aquí en tu presencia. Quiero darte esa gloria y esa alegría que te daría Jesús, si fuera él quien te rezara todavía desde la tierra”.
El Espíritu Santo vivifica de forma particular la oración de adoración que es el corazón de toda oración litúrgica. Su peculiaridad deriva del hecho que es el único sentimiento que podemos nutrir solo y exclusivamente hacia las personas divinas. Es lo que distingue el culto de latría, del de dulía reservado a los santos y de hiperdulía reservado a la Santa Virgen. Nosotros veneramos a la Virgen, no la adoramos, contrariamente a lo que algunos piensan de los católicos.
La adoración cristiana es también la trinitaria. Lo es en su desarrollarse, porque es adoración dirigida “al Padre, por medio del Hijo, en el Espíritu Santo” y lo es en su término, porque es adoración hecha, juntos “al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.
En la espiritualidad occidental, quien ha desarrollado más a fondo el tema de la adoración ha sido el cardenal Pierre de Bérulle (1575-1629). Para él, Cristo es el perfecto adorador del Padre, a quien es necesario unirse para adorar a Dios con una adoración de valor infinito[10]. Escribe:
“De toda la eternidad, había un Dios infinitamente adorable, pero no había aún un adorador infinito; […] Tu eres ahora, oh Jesús, este adorador, este hombre, este servidor infinito por potencia, cualidad y dignidad, para satisfacer plenamente este deber y hacer este homenaje divino” [11].
Si hay una laguna en esta visión que también ha dado a la Iglesia frutos bellísimo y ha plasmado la espiritualidad francesa por varios siglos, esta es la misma que hemos destacado en la constitución del Vaticano II: la insuficiente atención acordada al rol del Espíritu Santo. Del Verbo encarnado, el discurso de Bérulle pasa a la “corte real” que lo sigue y lo acompaña: la Santa Virgen, Juan Bautista, los apóstoles, los santos; falta el reconocimiento del rol esencial del Espíritu Santo.
En cada movimiento de regreso a Dios, nos ha recordado san Basilio, todo parte del Espíritu, pasa a través del Hijo y termina en el Padre. Por tanto, no basta con recordar de vez en cuando que también existe el Espíritu Santo; es necesario reconocer su papel de eslabón esencial, tanto en el camino de salida de las criaturas de Dios como en el de regreso de las criaturas a Dios. El abismo existente entre nosotros y el Jesús de la historia está colmado por el Espíritu Santo. Sin él, todo en la liturgia no es más que la memoria; con él, todo es también presencia.
En el libro del Éxodo, leemos que, en el Sinaí, Dios indicó a Moisés una cavidad en la roca, oculto dentro de ella habría podido contemplar su gloria sin morir (cf. Ex 33, 21). Al comentar este pasaje, el mismo san Basilio escribe:
“¿Cuál es hoy, para nosotros los cristianos, esa cavidad, ese lugar en el que podemos refugiarnos para contemplar y adorar a Dios? ¡Es el Espíritu Santo! ¿De quien lo sabemos? Por el mismo Jesús que dijo: ¡Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y verdad!” [12].
¡Qué perspectivas, qué belleza, qué poder, qué atracción confiere todo esto al ideal de adoración cristiano! ¿Quién no siente la necesidad de ocultarse de vez en cuando, en el vórtice giratorio del mundo, en aquella cavidad espiritual para contemplar a Dios y adorarlo como Moisés?
4.La oración de intercesión.
Junto a la adoración, un componente esencial de la oración litúrgica es la intercesión. En toda su oración, la Iglesia no hace más que interceder: por ella y por el mundo, por los justos y por los pecadores, por los vivos y por los muertos. También esta es una oración que el Espíritu Santo quiere animar y confirmar. De él, san Pablo escribe:
“El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Rm 8, 26-27).
El Espíritu Santo intercede por nosotros y nos enseña a interceder, a su vez, por los demás. Hacer una oración de intercesión significa unirse, en la fe, a Cristo resucitado que vive en un constante estado de intercesión por el mundo (cf. Rm 8, 34; Hb 7, 25; 1 Jn 2, 1). En la gran oración con la que concluyó su vida terrena, Jesús nos ofrece el ejemplo más sublime de intercesión:
“Ruego por ellos, por los que me has dado. […] Guárdalos en tu nombre. No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Santifícalos en la verdad. […] No ruego sólo por éstos, sino también por los que han de creer en mí…”(cf. Jn 17, 9 ss).
Del Siervo sufriente se dice, en Isaías, que Dios le premia con las multitudes “porque cargó con los pecados de muchos e intercedió por los transgresores” (Is 53, 12): Esta profecía ha encontrado su perfecto cumplimiento en Jesús, que, en la cruz, intercede por sus crucifixores (cf. Lc 23, 34).
La eficacia de la oración de intercesión no depende de “multiplicar las palabras” (cf. Mt 6, 7), sino del grado de unión que se puede lograr con las disposiciones filiales de Cristo. Más que palabras de intercesión, se debe, en todo caso, multiplicar los intercesores, es decir, invocar la ayuda de María y de los santos. En la fiesta de Todos los Santos, la Iglesia pide a Dios ser escuchada “por la abundancia de los intercesores” (“multiplicatis intercessoribus”).
Se multiplican los intercesores también cuando oramos los unos por los otros. San Ambrosio dice:
“Si sólo ruegas por ti, también tú serás el único que suplica por ti. Y, si todos ruegan solamente por sí mismos, la gracia que obtendrá el pecador será, sin duda, menor que la que obtendría del conjunto de los que interceden si éstos fueran muchos. Pero, si todos ruegan por todos, habrá que decir también que todos ruegan por ti, porque incluido entre todos aquellos ” [13].
La oración de intercesión es tan agradable a Dios, porque es la más libre de egoísmo, refleja más de cerca la gratuidad divina y concuerda con la voluntad de Dios, que quiere que “todos los hombres se salven” (cf. 1 Tim 2, 4). Dios es como un padre compasivo que tiene el deber de castigar, pero que busca todas las excusas posibles para no tener que hacerlo y es feliz, en su corazón, cuando los hermanos del culpable lo retienen de hacerlo.
Si faltan estos brazos fraternales extendidos hacia él, se queja en la Escritura: “Y vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien se interpusiese” (Is 59, 16). Ezequiel nos transmite este lamento de Dios: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé” (Ez 22, 30).
La palabra de Dios resalta el extraordinario poder que tiene junto a Dios, por su misma disposición, la oración de quienes ha puesto a la guía de su pueblo. Se dice en un salmo que Dios había decidido exterminar a su pueblo debido al ternero de oro, “si Moises no hubiera estado en la brecha, delante de Él para desviar su cólera”.  (cf Sal 106, 23).
A los pastores y a las guías espirituales yo oso decir: cuando en la oración escuchan que Dios está airado con el pueblo que les ha sido confiado, ¡no se alineen en seguida con Dios, sino con el pueblo! Así hizo Moisés, hasta protestar de querer ser expulsado él mismo, con ellos, del libro de la vida. (cf Es 32, 32), y la Biblia hace entender que esto era exactamente lo que Dios deseaba, porque Èl “abandonó el propósito de castigar a su pueblo”.
Cuando se está delante del pueblo, entonces tenemos que dar razón, con toda la fuerza, a Dios. Peró Moisés cuando poco después se encontró delante del pueblo, entonces se encendió su ira: rompió el ternero de oro, desparramó el polvo en el agua y le hizo tragar el agua a la gente (cf Es 32, 19 ss). Solamente quien defendió al pueblo delante de Dios y llevó el peso de su pecado, tiene el derecho -y tendrá el coraje- después, de gritar contra eso, en defensa de Dios, como hizo Moisés.
Terminamos proclamando juntos el texto que refleja mejor el lugar del Espíritu Santo y la orientación trinitaria de la liturgia, o sea la dosología final del canon romano: “Por Cristo, con Cristo y en Cristo, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, cada honor y cada gloria por los siglos de los siglos, Amén”.
 
[1] Cf. I. Ker, Newman, the Councils, and Vatican II, in “Communio”. International Catholic Review, 2001, pp. 708-728.
[2] Juan Pablo II, Carta apostolica  A Concilio Constantinopolitano I, 25 marzo 1981, in AAS 73 (1981) 515-527.
[3] R.Guardini, Vom Geist del Liturgie,  23 ed., Grünewald 2013; J. Ratzinger, Der Geist del Liturgie, Herder, Freiburg, i.b., 2000.
[4] Storia del Concilio Vaticano II, a cura di G. Alberigo, Bologna 1999, III, p 245 s.
 
[5] SC, 7.
[6]  S. Basilio di Cesarea, De  Spiritu Sancto XVIII, 47 (PG 32 , 153).
[7]  B. Isacco della Stella, De anima (PL 194,  1888).
[8] NMI, 32.
[9]  Augustin, Enarrationes in Psalmos 85, 1: CCL 39, p. 1176.
[10] M. Dupuy, Bérulle, une spiritualité de l’adoration, Paris 1964.
[10] M. Dupuy, Bérulle, une spiritualité de l’adoration, Paris 1964. .
[11] P. de Bérulle,  Discours de l’Etat et des grandeurs de Jésus (1623), ed. Paris 1986, Discours II, 12.
[12]  S. Basilio, De Spiritu Sancto, XXVI,62 (PG 32, 181 s.).
[13]  Ambrosio, De Cain et Abel, I, 39 (CSEL 32, p. 372).

EDD. Sábado 20 de Febrero de 2016.

Sábado de la primera semana de Cuaresma.
Deuteronomio 26,16-19. 
Moisés habló al pueblo diciendo:
Hoy el Señor, tu Dios, te ordena practicar estos preceptos y estas leyes. Obsérvalas y practícalas con todo tu corazón y con toda tu alma.
Hoy tú le has hecho declarar al Señor que él será tu Dios, y que tú, por tu parte, seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus leyes, y escucharás su voz.
Y el Señor hoy te ha hecho declarar que tu serás el pueblo de su propiedad exclusiva, como él te lo ha prometido, y que tú observarás todos sus mandamientos;
que te hará superior – en estima, en renombre y en gloria – a todas las naciones que hizo; y que serás un pueblo consagrado al Señor, como él te lo ha prometido.
Salmo 119(118),1-2.4-5.7-8. 
Felices los que van por un camino intachable,
los que siguen la ley del Señor,
Felices los que cumplen sus prescripciones
y lo buscan de todo corazón,
Tú promulgaste tus mandamientos
para que se cumplieran íntegramente.
¡Ojalá yo me mantenga firme
en la observancia de tus preceptos!
Te alabaré con un corazón recto,
cuando aprenda tus justas decisiones.
Quiero cumplir fielmente tus preceptos:
no me abandones del todo.
Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Comentario del Evangelio por 
  San Fulgencio de Ruspe (467-532), obispo en África del Norte
 Sermón 5; PL 5, 737
“Yo os digo: amad a vuestros enemigos”
“No debáis nada a nadie salvo el amor mutuo” (Rm 13,8). Que deuda más sorprendente, hermanos, que este amor que el apóstol Pablo nos enseña hemos de pagar siempre, sin dejar nunca de ser deudores. ¡Dichos deuda, deuda sagrada, portadora de créditos en el cielo, llena de riquezas eternas!… Acordémonos de las palabras del Señor: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian” (cf Lc 6,27). ¿Y cuál será la recompensa de este trabajo?… “Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo”.
El apóstol Pablo nos da a conocer qué es lo que se dará a estos hijos de Dios: “Si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rm 8,17). ¡Escuchad, pues, cristianos, escuchad, hijos de Dios, escuchad herederos de Dios, coherederos con Cristo! Si queréis poseer la herencia de vuestro Padre, pagad la deuda de vuestro amor no sólo hacia vuestros amigos sino también hacia vuestros enemigos. No rechacéis dar este amor a nadie; es el tesoro común a todos los hombres de buena voluntad. Poseedlo todos juntos, y para aumentarlo, derramadlo tanto a los malos como a los buenos. Porque este bien, que no se posee sino es todos juntos, no es de la tierra sino del cielo; la parte de uno jamás reduce la de ninguno de los otros…
El amor es un don de Dios: “El amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5)… El amor es la raíz de todos los bienes, tal como, vemos en san Pablo, la avaricia lo es de todos los males (1Tm 6,10)… El amor está siempre contento, porque cuanto más multiplica sus dones, tanto más ampliamente Dios nos lo concede. Es por esta razón que mientras el avaro se empobrece con todo lo que acapara, el hombre que paga su deuda de amor se enriquece con lo mismo que da.

Primera Predicación de Cuaresma del Padre Raniero Cantalamessa a la Curia Romana.

Padre Cantalamessa: ‘El Vaticano II es un afluente y no el río’
El padre Raniero Cantalamessa, predicador de la casa pontificia, ha iniciado este viernes las predicaciones a la Curia por la cuaresma
•19 febrero 2016•Rocío Lancho García•Papa y Santa Sede
The first Advent homily for 2015 by Fr Raniero Cantalamessa
PHOTO.VA
https://es.zenit.org/articles/padre-cantalamessa-el-vaticano-ii-es-un-afluente-y-no-el-rio/
En la primera meditación de cuaresma a la Curia,  el padre Raniero Cantalamessa, ha proseguido con las reflexiones sobre otros grandes documentos del Vaticano II, después de haber meditado en Adviento, sobre la Lumen Gentium. Y así ha asegurado esta mañana que el Vaticano II “es un afluente y no el río”. Recordó que después del Concilio hubo un despertar sobre Espíritu Santo y que ya no es más “el desconocido” en la Trinidad.
Igualmente, aseguró que “si hay un campo en el cual la teología y la vida de la Iglesia católica se ha enriquecido en estos 50 años del post-concilio, sin duda es el relativo al Espíritu Santo”.
El padre Cantalamessa ha reflexionado también sobre el “lugar del Espíritu Santo en la liturgia”.  Cada celebración litúrgica —ha explicado– en cuanto obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, y ninguna otra acción de la Iglesia se iguala en eficacia y con el mismo título y mismo grado.
A continuación, el predicador ha invitado a tomar alguna indicación práctica “para nuestra forma de vivir la liturgia y hacer que se lleve a cabo una de sus tareas primarias que es la santificación de las almas”. El Espíritu –ha subrayado– no autoriza inventar nuevas y arbitrarias formas de liturgia o modificar por propia iniciativa las existentes.
“Él es el único que renueva y da la vida a todas las expresiones de la liturgia. En otras palabras, el Espíritu no hace cosas nuevas, ¡hace nuevas las cosas!”, ha recordado. Asimismo, ha precisado que rezar en el Espíritu significa “permitir a Jesús continuar ejercitando el propio oficio sacerdotal en su cuerpo que es la Iglesia”.
En esta misma línea, el padre Cantalamessa ha indicado que “no basta con recordar de vez en cuando que también existe el Espíritu Santo; es necesario reconocer su papel de eslabón esencial, tanto en el camino de salida de las criaturas de Dios como en el de regreso de las criaturas a Dios”.
Ha explicado que junto a la adoración, “un componente esencial de la oración litúrgica es la intercesión”. En toda su oración, la Iglesia no hace más que interceder: por ella y por el mundo, por los justos y por los pecadores, por los vivos y por los muertos. “También esta es una oración que el Espíritu Santo quiere animar y confirmar”, ha añadido.
La eficacia de la oración de intercesión –ha recordado– no depende de ‘multiplicar las palabras’, sino del grado de unión que se puede lograr con las disposiciones filiales de Cristo.
Por otro lado, ha reconocido que más que palabras de intercesión, se debe, en todo caso, multiplicar los intercesores, es decir, invocar la ayuda de María y de los santos.
El predicador de la casa pontificia ha asegurado que “Dios es como un Padre compasivo que tiene el deber de castigar, pero que busca todas las excusas posibles para no tener que hacerlo y es feliz, en su corazón, cuando los hermanos del culpable lo retienen de hacerlo”.
En la conclusión de su predicación, ha mencionado que “solamente quien defendió al pueblo delante de Dios y llevó el peso de su pecado, tiene el derecho –y tendrá el coraje– después, de gritar contra eso, en defensa de Dios, como hizo Moisés”.

Homilía para la Eucaristía del Domingo 21 de Febrero de 2016.

No olviden las alcancías de cuaresma. Todavía quedan. Si no Ha llevado pídala en el mismo templo. Hno. Pastor.
DOMINGO II DE CUARESMA.
Génesis 15,5-12.17-18: Alianza de Dios con Abraham: Dios se compromete a darle numerosa descendencia y una patria. El rito arcaico, rito de pasaje, significa que el que se compromete pasa entre las víctimas descuartizadas = que me suceda como a estas víctimas si no cumplo la Palabra. Abram creyó en el Señor.
Filipenses 3,17-4,1: el discípulo es el que acepta a Cristo y vive como Cristo ya en este mundo. El cristiano tiene una ciudadanía celestial que le exige un estilo de vida diferente. La certeza de que el Señor es fiel nos debe sostener.
Lucas 9,28-36: la Transfiguración evoca las manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento. Moisés y Elías, es decir, la Ley y los Profetas, dialogan con Jesús, pero luego se alejan, es que ha terminado su tiempo. Ahora hay que escuchar a Jesús, el Hijo elegido.
1.- El domingo pasado les decía que el cristiano es, al mismo tiempo, un hombre de fe y un Peregrino y forastero expuesto a diversas dificultades. En realidad estamos expuestos a distintas dificultades internas y externas. Y dentro de estas dificultades está la actitud de aquellos que son enemigos de la cruz de Cristo. Siempre se ha rechazado la cruz de Cristo como algo ignominioso. Hoy también se rechaza su mensaje ya que es anticuado, retrógrado y molesta a la sociedad. En medio de estas hostilidades vamos peregrinando. Existen, pues, los obstáculos a la vida nueva, a la vida como discípulo. Pero  no debemos olvidar que a nosotros nos sostiene una fe y somos “ciudadanos del cielo”.
2.- Dios es fiel y veraz. ¿Qué significa esto?
Que El siempre cumple sus promesas, su palabra. De una forma muy particular el Génesis nos muestra cómo Dios se compromete con Abram.
El es también veraz, es decir, no nos engaña. Nuestra fe y seguridad se apoya en el Señor y en nadie más.
Hoy día, cuando existe tanto bombardeo ideológico, tanto escándalo, creo que la única actitud válida del cristiano es la fe, una fe fuerte, como la de Abram, que creyó contra toda esperanza.
3.- Muchas veces nosotros buscamos pruebas que nos corroboren tal o cual promesa. Abram pidió una señal y Dios se la dio: el rito del pasaje.
Dios a nosotros también nos da una señal que viene a ratificar la fe. La Transfiguración del Señor. El relato nos muestra a Jesús como el Hijo elegido. La transfiguración es un anticipo de lo que le sucederá a El y también a nosotros. San Pablo nos dice hoy: “El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso”. Este es un anuncio Pascual: la resurrección = transformación, no sólo para Jesús, sino también para nosotros, que le creemos, porque sabemos que El es fiel y veraz.
Muchas veces luchamos por la transformación de la realidad, y debemos hacerlo, pero sin perder la perspectiva de lo que somos. No habrá auténtica transformación si no nos transformamos nosotros.
Mientras peregrinamos por este mundo no debemos olvidar que tenemos una ciudadanía especial. Los filipenses se enorgullecían por ser ciudadanos romanos, ya que esto les daba ciertos privilegios. Hoy algunos aspiran a tener la  ciudadanía de un país poderoso. Nosotros tenemos la ciudadanía del Reino, que nos hace herederos de las promesas de Dios. Y todo gracias a la fe.
4.- Entonces apliquémonos lo que dice la Palabra: “Perseveren firmemente en el Señor”. Nada de avergonzarnos de Cristo, de su evangelio. Sentir el santo orgullo de ser ciudadanos del Reino, lo que implica un estilo de vida adecuado. Y porque somos ciudadanos del Reino podemos decir: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” Por ser ciudadanos del Reino es que podemos acercarnos a la Mesa santa y servirnos de lo que el Señor nos ofrece. Celebramos el Sacramento de la fe y así podemos seguir en nuestro Peregrinar.
Hermano Pastor Salvo Beas.