Homilía para la Eucaristía del domingo 02 de diciembre de 2018.
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO.
Jeremías 33,14-16: Al Israel decadente, seco, bajo imágenes se le promete un germen justo que practica la justicia y el derecho. Esto se hace realidad en Jerusalén, es decir, el pueblo que será renovado.
1 Tesalonicenses 3,12-4,2: conducta que ha de observar el creyente mientras espera la venida del Señor.
Lucas 21,25-28.4-36: Dos aspectos a destacar en este discurso escatológico de Lucas:
– La manifestación gloriosa del Hijo del hombre.
– La exhortación a la vigilancia.
1.- Entramos en un nuevo tiempo litúrgico: el Adviento. Tiempo en el que no sólo reflexionamos, sino también celebramos la Venida del Señor. ¿Cuál venida? La primera, cuando se encarnó en María Santísima por obra del Espíritu Santo. Y la segunda, cuando venga a consumar el Reino de Dios. Y es eso lo que sugiere la primera lectura.
Israel, de regreso del exilio, se relajó, se dejó estar, lo que produjo un gran desaliento en el pueblo. Es en este contexto que el Profeta promete un germen justo. Germen que sólo podrá brotar cuando sople el Espíritu de Dios, que todo lo vivifica. En otras palabras, se anuncia la irrupción del Reino de Dios no sólo a Israel, sino a todo el mundo. Reino en el que impera la Justicia y el Derecho.
Justicia = Rectitud. La Justicia y el derecho son la base de su trono, dice el salmo 96(97),2. En Él reside la salvación, por eso Él hace justicia a los pobres.
2.- El Señor viene, esto es un artículo del Credo. Esto quiere decir que nosotros creemos en la Venida del Señor; y si creemos entonces esperamos. De allí la virtud de la Esperanza. Hay que saber esperar. Y es en esto precisamente en lo que hace hincapié este tiempo de Adviento, especialmente en estas dos primeras semanas.
San Juan Pablo II, predicando en un domingo como hoy, decía: “Viviremos de una manera justa la Navidad, la primera venida del Salvador, cuando seamos conscientes de su última venida con poder y majestad grandes”.
En este primer domingo de Adviento se nos quiere recordar que la vida nuestra es un pasar. Nosotros no tenemos en este mundo una ciudadanía permanente (cfr. L.G.44c). Y esto no lo podemos olvidar. Olvidar esto es trágico, trae funestas consecuencias.
3.- El mundo, que no acepta a Dios, nada espera…me atrevería decir: desespera, carece de esperanza. El mundo no celebra la venida del Señor. Sólo le interesa el comercio. Como dice el Señor en el evangelio, se ha dejado aturdir por los excesos de toda índole. El Papa Francisco dijo la semana pasada que el consumismo es una enfermedad grande, una enfermedad contra la generosidad, una enfermedad psiquiátrica. Frente a tanta pobreza como vemos en las noticias, gente que busca un lugar mejor para vivir y se le cierran las puertas o regresan a su país de origen decepcionados. Esto es un síntoma de la enfermedad; otro síntoma de estos excesos: los “black Friday”, mal esparcido por todo el mundo occidental. Esta no es la manera cristiana de vivir la espera del Señor que viene.
4.- Por eso el Señor, por medio de su Apóstol nos exhorta a tener otro modo de vida, diferente; una vida en santidad e irreprochables. Y en el evangelio nos dice que estemos vigilantes.
Hoy hacemos Eucaristía; damos gracias por la Esperanza de vivir en paz, sin odio, en generosidad. Damos gracias al Señor porque Él es nuestra Justicia.
Nos cuesta reconocer las señales de los tiempos porque estamos aturdidos; por eso nos cuesta entrever su presencia en medio de tanta mala noticia y amenazas de los poderosos.
Pero por la fe sabemos que viene el Señor e intentamos levantar nuestras cabezas. Así nos acercamos a la Mesa del Señor que viene, que trae la Justicia y el Derecho. A Él podemos hoy decir con el salmista: “A Ti, Señor, elevo mi alma. Muéstrame tus caminos, guíame por el camino de la fidelidad.
Hermano Pastor Salvo Beas.