EDD. jueves 15 de marzo de 2018
Fuente : http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20180314
Jueves de la cuarta semana de Cuaresma
Libro del Exodo 32,7-14.
El Señor dijo a Moisés: «Baja en seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido.
Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: «Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto».
Luego le siguió diciendo: «Ya veo que este es un pueblo obstinado.
Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación».
Pero Moisés trató de aplacar al Señor con estas palabras: «¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, ese pueblo que tú mismo hiciste salir de Egipto con gran firmeza y mano poderosa?
¿Por qué tendrán que decir los egipcios: «El los sacó con la perversa intención de hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra?». Deja de lado tu indignación y arrepiéntete del mal que quieres infligir a tu pueblo.
Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a quienes juraste por ti mismo diciendo: «Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé, para que la tengan siempre como herencia».
Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su pueblo.
Salmo 106(105),19-20.21-22.23.
En Horeb se fabricaron un ternero,
adoraron una estatua de metal fundido:
así cambiaron su Gloria
por la imagen de un toro que come pasto.
Olvidaron a Dios, que los había salvado
y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam
y portentos junto al Mar Rojo.
El Señor amenazó con destruirlos,
pero Moisés, su elegido,
se mantuvo firme en la brecha
para aplacar su enojo destructor.
Evangelio según San Juan 5,31-47.
Jesús dijo a los judíos:
Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría.
Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero.
Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad.
No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro,
y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió.
Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí,
y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida.
Mi gloria no viene de los hombres.
Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes.
He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir.
¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios?
No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza.
Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí.
Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?».
Comentario del Evangelio por Afraates (¿-c. 345), monje, obispo cerca de Mossul. Las Disertaciones, nº 21 .
“Si creyerais en Moisés, creeríais también en mí”
Moisés ha sido perseguido, y Jesús también ha sido perseguido. Se le escondió después de su nacimiento para que no lo mataran sus perseguidores; a Jesús se le hizo huir a Egipto después de su nacimiento a fin de que no lo matara Herodes, su perseguidor. Cuando nació Moisés, a los recién nacidos se les ahogaba en el río: cuando nació Jesús, se mató a los niños pequeños de Belén y sus alrededores. Dios dijo a Moisés: “Ya han muerto los que te querían matar” (Ex 4,19), y el ángel dijo a José en Egipto: “Levántate, coge al niño y a su madre, y vuélvete a Israel, porque ya han muerto los atentaban contra la vida del niño” (Mt 2,20). Moisés hizo salir a su pueblo de la servidumbre del Faraón; Jesús salvó a todos los pueblos de la servidumbre de Satán… Cuando Moisés inmoló al cordero, fueron muertos los recién nacidos de los egipcios; Jesús fue el Cordero verdadero cuando lo crucificaron… Moisés hizo bajar el maná para su pueblo; Jesús dio su cuerpo a todos los pueblos. Moisés, por el leño, suavizó las aguas amargas; Jesús, suavizo nuestra amargura siendo crucificado sobre el leño. Moisés hizo bajar la Ley para el pueblo; Jesús dio los dos Testamentos a los pueblos. Moisés venció a los amalequitas extendiendo sus manos: Jesús venció a Satán con el signo de la cruz.
Moisés hizo salir de la piedra agua para el pueblo; Jesús envió a Simón Pedro a llevar su enseñanza a todos los pueblos. Moisés se quitaba el velo de su rostro para hablar con Dios; Jesús quitó el velo que estaba sobre el rostro de los pueblos, para que pudieran escuchar y recibir su enseñanza (2C 3,16). Moisés impuso su mano a los ancianos y recibieron el sacerdocio; Jesús impuso la mano a los apóstoles y recibieron el Espíritu Santo. Moisés subió a la montaña y allí murió; Jesús subió a los cielos y se sentó a la derecha de su Padre.