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Homilía para la Eucaristía de Navidad. Día. Lunes 25 de diciembre de 2017

Navidad. Día.

 
Isaías 52,7-10: los centinelas divisan a los mensajeros que traen la Buena noticia: Dios llega a salvar a su Pueblo. El centinela no sólo divisa, sino grita de alegría: viene el Señor a salvar.
Hebreos 1,1-6: Dios, que se manifestó de tantas maneras, ahora, en esta etapa final, nos habló por su Hijo. Encontramos una síntesis de lo que Jesús es: Heredero, Resplandor de ala gloria del Padre, superior a todos, porque es el Hijo.
Juan 1,1-18: Jesús, la manifestación del Padre, se hace carne y habita entre nosotros. Este es el núcleo del misterio de la Encarnación, despojado de todo lo que pudiera opacarlo.
1.- Seguimos celebrando al Dios hecho hombre, misterio que nunca alcanzaremos a comprender. Es más fácil decir que Jesús es un gran Profeta, un Enviado de Dios con gran poder. Pero, por favor, no es Dios. Y porque es más cómodo aceptar lo primero, rechazando lo segundo, su divinidad, es que hay pseudo cristianos que no aceptan a Jesús como el Hijo de Dios, que ha venido en nuestra carne mortal.
Es que repugna, escandaliza, el aceptar a un Dios hecho hombre. Sin embargo, el hombre siempre soñó con ser Dios. “Seréis como dioses” es la gran tentación que sigue acechando a la humanidad. Es que la humanidad sueña con un superhombre, un súper héroe, capaz de vencer el mal. Y este sueño se manifiesta en los mitos, cuentos, películas e ideologías. Pero nada de eso sirve.
Hoy contemplamos el escándalo de la Encarnación. Y san Juan es categórico: “LA PALABRA SE HIZO CARNE”.
 
2.- ¿Por qué se hizo carne? Para darnos la posibilidad de llegar a ser realmente Dios. Porque, como dice el texto, “a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios”. Y en verdad, somos hijos de Dios. El sueño del hombre se hace realidad gracias a la Palabra hecha carne. Sí, a muchos escandaliza esta verdad, más escandaloso es que el hombre se autodivinice y se apropie de atributos que sólo a Dios pertenecen. Porque sólo a Dios pertenece el declarar lo que es bueno y lo que es malo. A nosotros corresponde el vivir como hijos. Y si hijos, también herederos. Y si hijos, también hermanos. Y eso no queremos hacer realidad.
La tremenda verdad que nos da a conocer este misterio de fe lo haremos real y creíble sólo cuando lo vivamos.
 
3.- “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.
Hoy viene a nosotros, que somos suyos. ¿Lo recibiremos? Pienso que sí, por algo estamos acá celebrando este Misterio de fe. Dios llega a nosotros y nosotros por la fe lo aceptamos y queremos que viva entre nosotros.
Al mundo molesta la presencia de Jesús, a nosotros no. Dejemos que se quede y se instale entre nosotros, aunque a veces nos desinstala, nos incomoda. Pero la verdad de Cristo Dios-hombre es fuente de salvación para todos los que lo dejan entrar.
Hermano Pastor Salvo Beas.