Homilía para la Eucaristía del domingo 25 de agosto de 2024.
DOMINGO XXI. CICLO B.
Josué 24,1-2.15-17.18b: Al entrar en la Tierra Prometida el Pueblo tiene que optar: o por el Señor o por los dioses. El pueblo opta por el Señor, reconociendo que Él fue el que lo salvó de la esclavitud.
Efesios 5,21-23: El texto de la carta alude a tres elementos para indicar lo esencial, que es el Misterio de Cristo y la Iglesia como un solo cuerpo. Estos elementos son: la unión de Adán y Eva, la unión de Cristo y la Iglesia, la unión de los esposos.
Juan 6,60-69: Frente a lo que sostiene Jesús se produce un quiebre, una crisis: unos se retiran, otros optan por Él.
1.- Teniendo en cuenta lo que nos dice la Palabra podemos colegir que nosotros somos el Pueblo de Dios. Tal vez esto, por haberlo escuchado tantas veces, ya no nos dice nada. Pero pensemos que somos Pueblo de Dios porque somos pertenencia de Dios.
El Señor, por lo que expresa la primera lectura, ha hecho una Alianza con su Israel; ahora es Pueblo de Dios, ya que Dios lo ha hecho suyo. Y el Pueblo opta por Él, servirlo a Él, reconociendo que fue Él quien lo salvó y no los dioses de los pueblos circundantes. Por eso se compromete a seguir al Señor, lo que bíblicamente hablando significa cumplir con sus Mandamientos. De modo que toda la moral de Israel se fundamenta en esto: que es un Pueblo que tiene una Alianza con Dios y la debe vivir.
2.- San Pablo toca un tema esencial: los cristianos somos el Pueblo de Dios, pertenecemos a Él, ya que hemos hecho una Alianza con el Señor. Y lo esencial es que Jesús, el Señor, está tan unido a nosotros que con Él somos un Cuerpo, porque hemos hecho una Alianza con Él. Y esto es lo que hay que vivir. Y este Misterio está significado en la vida cristiana por medio del matrimonio; pero también hay otros signos, como el bautismo, por el que el creyente opta por seguir al Señor y servirlo.
De modo que también los cristianos somos un Pueblo de Alianza, lo que exige de nosotros vivir en la fidelidad la Alianza. La moral cristiana no tiene como finalidad al hombre, sino a Dios, tratando de ser siempre fieles a Él cumpliendo su Voluntad.
3.- Vivimos tiempos difíciles, tiempo de mucha inestabilidad. A tal punto que resulta difícil comprometerse. Hoy, como en Cafarnaúm, muchos dicen: “¡Es duro este mensaje! ¿Quién puede escucharlo?” Y en cierta medida, los que así piensan tienen razón, ya que se ve poco testimonio de fidelidad. Hoy, por ejemplo, muchos no creen en la institución del matrimonio. Sin muchos los que se comprometen con el Señor en la Vida Religiosa y en el ministerio sacerdotal; sin embargo, al poco tiempo abandonan la Vida Religiosa o el ministerio.
Es una triste realidad la que estamos viviendo cuyo resultado es el escaso número de los que optan por el matrimonio, la vida religiosa o la ministerial.
4.- Frente a esta realidad Jesús nos hace la misma pregunta que a sus discípulos: “¿También ustedes quieren irse? ¿Cuál va a ser nuestra respuesta? Ojalá la de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el santo de Dios”. Esa fue la respuesta de Pedro. Sin embargo sabemos que después cobardemente lo negó. Tal vez lo mismo pudiera suceder con nosotros. Con entusiasmo decimos sí al Señor, pero después caemos. Si esto pasa que sea por fragilidad y no por infidelidad al Señor.
Nunca olvidemos lo que nos dice san Pablo: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros. Si somos infieles, él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo.” (2Timoteo 2,11-13).
No temamos renovar ahora nuestra Alianza con el Señor.
Hno. Pastor.