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EDD. martes 06 de agosto de 2024.

Primera Lectura

Lectura de la profecía de Daniel (7,9-10.13-14):

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 96,1-2.5-6.9

R/. El Señor reina altísimo sobre toda la tierra

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R/.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R/.

Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R/.

Segunda Lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro (1,16-19):

Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto.» Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,2-10):

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, corno no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

La Transfiguración

Las fotos, y ahora más y más los videos, pretenden atrapar y detener momentos felices y, como se dice ahora, “mágicos”. Los discípulos también dijeron: ¡Qué bien se está aquí! Aposentémonos, hagamos tres tiendas.  ¡Qué pena que los discípulos no tuvieran una cámara de video o fotos… o simplemente un teléfono móvil con el que enviarnos a todos, simultánea e inmediatamente el momento de la Transfiguración, con la túnica resplandeciente y la gloria! Los seguidores de Jesús se querían quedar ahí, en ese momento maravilloso. Y nadie los podría culpar, claro. Queremos atrapar el momento efímero, por el intenso placer que nos produce. Pero, quizá en el esfuerzo por detener un momento se nos escape la belleza más permanente. Hacer tres tiendas y quedarse en el momento sería cerrarse a la posibilidad de la gloria mayor y más real. En el momento de la Transfiguración, la “gloria” manifestada en las vestiduras resplandecientes y la luz en realidad se refiere a la verdad mayor: este es mi Hijo amado. 

Y para nosotros ese momento en que se nos permite contemplar la gloria, se nos permite también escuchar la verdad. Al compartir la luz, compartimos también esa palabra, que es mucho más consoladora, permanente y transformadora: somos hijos amados. Esa afirmación no es de un momento, porque constituye nuestra identidad.

Pero la Transfiguración, ese momento de maravillosa luz y gloria que apunta a la gloria mayor, es un paso y una prenda antes de entrar en la Pasión. El Hijo amado, que dará la vida para dar vida a todos los hijos amados, entrará en el sufrimiento y la muerte. Y luego pasará a la luz inamovible y enorme de la gloria de la Resurrección. Los discípulos, se nos había dicho, no son más grandes que el Maestro. Aferrarse a un momento de luz podría impedirnos la mayor gloria inmensa y eterna…. Pasando, claro, por el sufrimiento y la muerte de cada día. Ahora bien, contar con la “fotografía”, el recuerdo de ese momento, intenso y gozoso, concede una esperanza que ya no es contra toda esperanza, porque existe la certeza.

Somos hijos amados en el Hijo amado. Esa gloria nadie nos la podría quitar. No hace falta quedarse en un lugar, o en un momento. Hay que seguir caminando en la ciertísima esperanza de la gloria que ya conocemos y que alcanzamos. Pero hay que guardar, en cualquier lugar de nuestra cartera o álbum, la foto del momento en que recibimos esa gloria.

Carmen Aguinaco

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/events/lecturas-del-la-transfiguracion-del-senor-5/?occurrence=2024-08-06