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Homilía para la Eucaristía del domingo 03 de enero de 2021.

Para todos un feliz Año Nuevo, ojalá sin Pandemia. Un abrazo.

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR. 

Isaías 60,1-6: La Jerusalén de los tiempos mesiánicos: Dios presente en medio, por eso es punto de atracción para todos. Allí Dios se dará a conocer. 

Efesios 3,2-6: Pablo describe el Plan de Dios: la salvación es para todos, por eso, todos formamos un Pueblo, un Cuerpo, el de Cristo. 

Mateo 2,1-12: En el capítulo primero Mateo presenta a Jesús como hijo de Abraham, de David, es decir, en relación con el pueblo judío. Aquí lo presenta en relación con el mundo no judío: Él es para todos. 

1.- Seguimos celebrando y profundizando el Misterio de la Navidad. Al evangelista le interesa más mostrar a Jesús en relación con el mundo más que entrar en los detalles de su Nacimiento en Belén. El Misterio que hoy celebramos lo llamamos EPIFANIA, es decir, la manifestación. 

Ya Isaías nos habla de esta manifestación. La descripción que hace está envuelta en las imágenes propias de una Teofanía = manifestación de la divinidad. Dios está presente en medio de su Pueblo, es una presencia transparente, es luz. Es que Dios es luz, así lo describe la Sagrada Escritura. Y la luz todo lo ilumina, nada puede sustraerse de la luz, excepto el que se esconde de ella. En el vocabulario teológico hebreo se habla de la “SHEKINÁ”, es decir, “Dios  morando entre los hombres”. Presencia que es significada con: la nube, la luz esplendorosa, es decir, la Gloria del Señor. Y en el Antiguo Testamento se promete que en los tiempos mesiánicos volverá la “Shekiná”, la presencia de Yahveh; y así aparece en el texto de Isaías que se ha proclamado hoy. 

2.- En el Nuevo Testamento lo que dice Juan 1,14 es una clara referencia a lo que dicen los profetas sobre esta “Presencia Misteriosa”. Jesús es la “Shekiná” de Dios entre nosotros. 

La carta a los Hebreos 1,3 dice: “Él es el resplandor de la gloria de Dios, semejanza perfecta de su ser”. En otras palabras, Jesús es la Epifanía del Padre. Y si atendemos al evangelio de Juan, allí encontramos lo siguiente: “Jesús les hablo diciendo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en tinieblas” (8,12). 

Por eso, como un aspecto esencial del misterio de la Navidad es la celebración del Misterio de la Epifanía, la gloriosa manifestación de Cristo. Manifestación que no se agota en el “episodio” de la adoración de loa Magos, sino que incluye su bautismo en el Jordán, donde el Padre nos muestra a su Hijo; incluye las Bodas de Caná, donde según san Juan, Jesús manifestó su gloria por primera vez y sus discípulos creyeron en Él (cfr. Juan 2,11). 

3.- La Luz de Dios, su presencia, ha brillado, pero el mundo no la conoció. Vino, pero fue rechazada. Ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver. El mundo, el ser humano, está capacitado para captar la presencia de Dios que se manifiesta en la creación, en todo; por eso es inexcusable. Porque pudiendo aceptar a Dios y glorificarlo, no lo ha hecho (cfr. Romanos 1,18-20). Ya lo dijo Jesús, un ciego no puede guiar a otro ciego. La ceguera del mundo es tal que, a pesar de tanto adelanto científico técnico, cada vez hay menos civilización. Esta falta de civilización se nota: no se capta el valor de la vida, no se capta el valor de la persona. No se da cuenta que lo que la mujer lleva en su vientre ya es un ser humano. La ceguera del mundo es tan grande que somos testigos de crímenes y atropellos de lesa humanidad en nombre de la civilización. Hay una ausencia total el respeto a la Dignidad. No basta con tener la Plaza de la Dignidad. 

La Luz ha brillado, pero se prefiere a la oscuridad. 

4.- ¡Levántate, resplandece, porque llega tu Luz y la gloria del Señor brilla sobre ti! 

Dicho lo mismo de una manera más laica: ¡Despierta, humanidad, de tu letargo y sal de tu sopor. Luciente ya la aurora se levanta de tu emancipación! Pro esto se logra sólo cuando se acepta a Jesucristo. ¡Cuidado! También Cristo puede ser eclipsado. Y mire que tenemos experiencia de eclipse: oscuridad, descenso de la temperatura. También en épocas de religiosidad ha habido oscurantismos y atropellos. ¿Por qué? Porque muchas veces se acentuó lo accidental y se dejó de lado lo esencial. “La historia es maestra de la vida”. 

Cada uno de nosotros debe ser una epifanía de Cristo. La Iglesia tiene esta misión y no predicarse a sí misma. Como dice el Papa Francisco: no ser una iglesia autorreferente.  Tenemos que estar centrado en Cristo, vivamos a Cristo y así daremos a conocer a Cristo- Seamos Luz de Cristo, no eclipsemos a Cristo. 

Hermano Pastor Salvo Beas.