Homilía para la Eucaristía del domingo 01 de noviembre de 2020.
Un cordial saludo de Paz y Bien. Pastor.
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS.
Apocalipsis 7,2-4.9-14: Visión de los elegidos de Dios, que son marcados, indicando así que están bajo la protección especial de Dios.
1Juan 3,1-3: Se indica lo que somos: hijos de Dios por pura gracia. Nuestra vocación es llegar a serlo plenamente.
Mateo 4,25-5,12: inicio del primero de los discursos de Jesús. Aquí se nos presenta la identidad de los que son de Cristo. Las Bienaventuranzas son el punto de partida y clave para entender el mensaje de Jesús.
1.- ¿Qué celebramos hoy? A todos los santos, es decir, a todos los elegidos, a los seleccionados del Señor, los que, por ser los elegidos, son marcados. Esta expresión no es rara en el lenguaje de la Sagrada Escritura. Ya el profeta Ezequiel habla de los que son marcados con el “sello” (sfragis, en griego), como un protegido de Dios. En este sentido lo usa el Apocalipsis. El cristiano lleva el sello de Dios, por eso, elegido de Dios. El mismo Pablo habla del sello de Dios que justifica y hace propiedad de Dios. Así, Abraham fue marcado, recibió el sello de la justificación por haber creído. En 2Corintios 1,22 afirma él: “Nos ha marcado con su sello y ha puesto en nosotros las primicias del Espíritu”. Lo mismo en Efesios 1,13: “Ustedes han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido”. Y así muchas otras expresiones similares que dan a entender que el que acepta a Cristo y su mensaje pasa a ser propiedad de Dios, por eso es marcado.
San Juan dice simplemente que al que acepta a Jesús Dios le concede la gracia de llegar a ser Hijo de Dios (cfr. Juan 1,12). Todo lo dicho se puede resumir con una sola palabra: SANTO. Por eso Israel, propiedad de Dios, es un Pueblo santo. El creyente, la Iglesia, por la misma razón, es santo.
2.- Todavía nos queda grande el apelativo “Santo”. ¿Qué decir, entonces, si afirmamos que la expresión más alta de la dignidad y de la vocación del ser humano se ha definido en la doctrina de la divinización del ser humano? La espiritualidad de los cristianos de oriente gira en torno a esta afirmación: la divinización del hombre. En los cristianos de occidente, en cambio, gira en torno de la idea de santidad. Según la teología de los griegos el Verbo se hizo carne para divinizar al ser humano. Según la teología de los latinos, el Verbo se hizo hombre para redimirnos. Resumiendo, según la teología latina Cristo ha venido para quitar el pecado; según la teología griega, Cristo ha venido para darnos la imagen de Dios, su Espíritu, su vida divina.
Ambas visiones se complementan y nos muestran cuál es nuestra vocación: ser santos y elegidos de Dios. Y este misterio es el que hoy celebramos; celebramos lo que somos y lo que debemos ser.
3.- Muchas veces en nuestra formación espiritual se ha puesto el acento en lo que debemos evitar (el pecado) y no en lo que somos: elegidos, santo, hijos de Dios por pura gracia. De allí que la santidad ha sido reservada para unos pocos, con una vida rara. O la reservamos para la otra vida; los santos están en el cielo. Y nos quedamos pegados en algo que, si bien es cierto, no es lo principal: que somos pecadores. Pero el Papa san León clamaba en la noche de Navidad: “Reconoce, cristiano, tu dignidad”. Si reconociéramos nuestra dignidad, si tuviéramos presente lo que somos, distinta sería nuestra vivencia de la fe, es decir, nuestra vida espiritual.
Pocas semanas atrás el Papa Francisco reconoció la vida santa de un muchacho, un lolo de 15 años, Carlos Acutis. ¿Qué tuvo de especial? Nada. Al contrario, fue un muchacho normal y corriente, fallecido hace pocos años, amante de la cibernética, del deporte, que vivió a concho su fe y amor a Jesucristo. Así como él, muchos han sabido hacer vida en su vida las Bienaventuranzas. Por eso son declarados Bienaventurados = Beatos.
4.- Las Bienaventuranzas son un camino de santidad, una forma de vida que nos hace ser distintos-santos. Las Bienaventuranzas forman un camino de santidad porque reflejan una mentalidad nueva, la de Cristo; reflejan una espiritualidad nueva, la de Cristo; reflejan un estilo de vida nuevo, el de Cristo.
Al hacer comunión con Jesús entramos en comunión con todos los elegidos, ya sea que estén en el cielo, ya sea que estén “en la puerta de al lado”. Somos hijos de Dios, marcados por el Señor como propiedad suya. Vivamos lo que somos por el bautismo.
Hermano Pastor Salvo Beas.