Comentario al Evangelio del lunes 25 de agosto de 2025.

EVANGELIO DEL DÍA SEGÚN SAN MATEO 23, 13-22
Hoy la Iglesia celebra la memoria de San Luis, Rey de Francia, patrono de la Orden Franciscana Seglar y de todos los laicos y laicas que simpatizan con el carisma franciscano y clariano. Su vida es un ejemplo luminoso de cómo la santidad se puede vivir en medio del mundo: como esposo y padre, como gobernante justo, como hermano cercano a los pobres y como discípulo fiel de Cristo. San Luis nos recuerda que la verdadera grandeza no está en los títulos ni en el poder, sino en el servicio humilde y en el amor sincero. Su vida franciscana, marcada por la oración, la austeridad y la caridad, nos inspira a ser cristianos auténticos en nuestras familias, trabajos y responsabilidades sociales. Que su ejemplo nos anime a ser seglares franciscanos comprometidos con la justicia, constructores de paz y servidores de los pobres, viviendo con alegría y fidelidad nuestro carisma en la sociedad y en la Iglesia.
No podemos ser, por fuera, una bella guitarra y, por dentro, un pan podrido. La autenticidad de la vida cristiana exige que la belleza exterior corresponda a la verdad interior, que lo que mostramos sea fruto de un corazón limpio y renovado por Dios. Hermanos y hermanas, el Evangelio de hoy nos pone frente a una fuerte advertencia de Jesús: denuncia la hipocresía religiosa, aquella que se queda en las apariencias externas, pero que no deja espacio a la verdad de Dios. Los escribas y fariseos cerraban las puertas del Reino a los demás, porque vivían más preocupados por normas humanas que por el corazón misericordioso del Padre. Jesús nos recuerda que la fe no puede ser fachada. No basta con palabras bonitas o gestos vacíos; lo que Él quiere es un corazón sencillo, auténtico y abierto a la gracia. La verdadera religión no se mide por juramentos solemnes, sino por la fidelidad al amor y la transparencia de vida. Hermanos y hermanas, en nuestra espiritualidad franciscana y clariana, este Evangelio resuena con mucha fuerza. San Francisco y Santa Clara no buscaron honores ni apariencias, sino vivir el Evangelio en la simplicidad, en la fraternidad y en la humildad. Ellos nos enseñan que la coherencia de vida es el testimonio más grande: ser lo mismo por dentro y por fuera, reflejar en nuestras obras la bondad que proclamamos con los labios. Hoy, el Señor nos invita a pasar de una religiosidad de fachada a una fe encarnada en lo concreto: en el servicio humilde, en la alegría fraterna, en el cuidado de los pequeños y en la alabanza confiada al Dios Altísimo. Pidamos la gracia de vivir como Francisco y Clara: con transparencia, con un corazón limpio, y con un testimonio que abra caminos hacia el Reino de Dios. –
Hno. Mauricio Silva dos Anjos – Hermano Menor Capuchino de Chile.