Comentario al Evangelio del martes 05 de agosto de 2025.

Evangelio del día – Mateo 14, 22-36
¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo! Los cristianos hemos sido llamados a prolongar la mano misericordiosa de Jesús para sostener, para acompañar, para cuidar a los demás en Su Nombre.
Hermanos y hermanas, hoy el Evangelio nos presenta a Jesús caminando sobre las aguas, acercándose a sus discípulos en medio de la tormenta. Esta escena, tan conocida, tiene una fuerza especial para nuestra vida cristiana y, particularmente, para nuestra vocación francisclariana, llamada a vivir con confianza absoluta en Dios, en pobreza, humildad y esperanza. Los discípulos están en la barca, golpeados por el viento y el mar agitado. Así también muchas veces nos sentimos nosotros: la vida fraterna, las responsabilidades, las dificultades del mundo y de la Iglesia pueden parecernos como un mar que amenaza con hundirnos. Pero, en medio de la noche y la tempestad, Jesús se acerca caminando sobre las aguas. No está ausente ni lejano; al contrario, se acerca justamente cuando más lo necesitamos. En nuestra vida francisclariana, marcada por la oración, contemplación, minoridad y la pobreza, estamos llamados a reconocer a Cristo que viene a nuestro encuentro en la sencillez de lo cotidiano, en los hermanos y hermanas, y también en los momentos de prueba. Hermanos y hermanas, la primera palabra de Jesús a los discípulos es “¡Ánimo!”. No les da primero una solución mágica a la tormenta; antes que nada, les devuelve la paz interior y la confianza. San Francisco y Santa Clara, en sus experiencias de fe, también vivirán momentos de oscuridad e incertidumbre, pero siempre se apoyarán en el amor fiel de Dios. Ellos sabían que, aunque el mar se agitara, el Señor es nuestra roca firme. Este es el corazón de nuestra espiritualidad: vivir confiados en que Dios es providencia, que no nos deja naufragar. Pedro, con su audacia, pide caminar hacia Jesús sobre el agua. Por un momento lo logra, pero al sentir el viento y el miedo, comienza a hundirse. ¿No nos pasa también a nosotros? Queremos seguir al Señor con entusiasmo, pero nuestras fragilidades, pecados y miedos nos hacen caer. Sin embargo, lo más hermoso es que Jesús extiende su mano y lo sostiene. Hermanos y hermanas, esta imagen es profundamente francisclariana: no somos perfectos ni fuertes; somos pequeños, pobres y necesitados de la misericordia. Pero Jesús nunca nos deja hundirnos: su gracia siempre nos levanta. Queridos hermanos y hermanas, en medio de las tormentas de la vida, recordemos siempre estas palabras de Jesús: “¡Ánimo, soy Yo, no tengan miedo!”. y respondemos con confianza: “Señor, en Ti confío”.Como San Francisco y Santa Clara, dejemos que esta certeza sostenga nuestro caminar y hagamos de nuestras familias, casas, trabajos y fraternidades un lugar donde todos puedan experimentar la paz de Cristo. –
Hermano Mauricio Silva dos Anjos – Hermano Menor Capuchino de Chile.