EDD. miércoles 04 de junio de 2025.
Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (20,28-38):
En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: «Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que durante tres años, de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. A nadie le he pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.”»
Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho, que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 67,29-30.33-35a.35b.36c
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios
Oh Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo. R/.
Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
«Reconoced el poder de Dios.» R/.
Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder, sobre las nubes.
¡Dios sea bendito! R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Jesús se está despidiendo, va a dejar a sus Discípulos, pero se preocupa por ellos. Le ora al Padre para que sean uno. En conformidad con Su mensaje, no pide que les vaya bien – porque el discípulo no es más que su Maestro – o que vivan sin problemas. He aquí hay algunos puntos para la meditación.
Jesús pide por la unidad de sus discípulos: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, así como nosotros». Unidos en el afecto y en los trabajos, según el modelo de unidad del Padre y del Hijo. En si vida terrenal, el mismo Jesús los protegía y orientaba. «Mientras estaba con ellos, los protegía en tu nombre que me diste, y los he cuidado». Ahora, el cuidado debe ser mutuo y apoyados en el Espíritu Santo.
También ora por la alegría de los discípulos: «Pero ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan mi alegría completa en ellos». Con mucha fe, mirando al futuro con esperanza, para poder llevar la Buena Nueva a todos. Y alegres, a pesar de la oposición que van a encontrar. Les advierte sobre el odio del mundo: «Les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, así como yo no soy del mundo». Es decir, vivir contra corriente, y ser fieles a pesar de todo. Porque tenían una gran obra que hacer para la gloria de Dios, y el beneficio de todos los hombres.
Jesús no pide que los discípulos sean sacados del mundo, sino que sean protegidos del mal: «No te pido que los saques del mundo, sino que los cuides del maligno». Oró al Padre para que los protegiera del mal, los librara de ser corrompidos por el mundo y para que pudieran resistir los embates del pecado y las tentaciones. Para que pudieran pasar a través del mundo como así fuera un territorio hostil, pero con decisión.
Y para para poder vivir así, hay que ser santo. También ora por la santificación de los discípulos: «Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad». El aroma de santidad se siente, se extiende y puede sentirse. “Olor de santidad” se lee en algunas biografías de santos. Es la llamada para cada creyente.
Por fin, destaca su misión y la relación entre él y el Padre: «Así como tú me enviaste al mundo, yo los he enviado al mundo… Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad». En resumen, Jesús ora por la unidad, protección, alegría y santificación de sus discípulos, subrayando su relación con el Padre y su misión en el mundo.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.
Fuente : https://www.ciudadredonda.org/comentario-homilia-hoy/