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Comentario al Evangelio del viernes 02 de mayo de 2025

Evangelio del día – Evangelio según san Juan 6, 1-15

Jesús quiere reinar de otra manera. Quiere regalarles y multiplicar su amor, su perdón, su luz, su verdad, su cuerpo, su sangre… para que caminen por esta vida con sentido y con esperanza.

Queridos hermanos y hermanas, estamos viviendo el viernes de la segunda semana de Pascua, un tiempo litúrgico que nos invita a seguir profundizando en el misterio de la Resurrección de Jesús, Y hoy la iglesia nos invita a celebrar con alegría la memoria de San Atanasio, uno de los grandes pilares de la fe cristiana. Vivió en el siglo IV, en tiempos de gran confusión doctrinal. En medio de las tormentas que sacudían a la Iglesia, se mantuvo firme, como un roble plantado junto a corrientes de agua viva, defendiendo con pasión y valentía la verdad del Evangelio: que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. El Evangelio de hoy nos presenta un signo profundamente revelador del corazón de Jesús: la multiplicación de los panes. Un relato lleno de compasión, de gestos sencillos que se transforman en abundancia, y de una llamada a vivir con fe y entrega. Jesús ve a la multitud y “tuvo compasión de ellos”. Él no se limita a enseñarles con palabras, sino que quiere alimentarlos. En este gesto se revela un Dios que no es indiferente al hambre ni del cuerpo ni del alma. Aquí resuena el espíritu de San Francisco y Santa Clara de Asís, que veía a Cristo en cada hermano necesitado y que respondía con gestos concretos de amor. Hermanos y hermanas, este pasaje también nos invita a reflexionar sobre el milagro de la fraternidad y el compartir. Un muchacho ofrece lo poco que tiene: cinco panes y dos peces. Podríamos pensar: ¿Qué es esto para tanta gente? Pero ese pequeño gesto, puesto en las manos de Jesús, se convierte en abundancia. Lo poco de cada uno se convierte en mucho en las manos de Jesús. Eso es lo hermoso de la vida en fraternidad. Aquí hay un mensaje claro para nosotros, FrancisClarinos: Dios no nos pide tener mucho, sino estar dispuestos a dar lo que somos y tenemos, aunque parezca poco. La pobreza evangélica que vivimos no es ausencia de bienes, sino libertad para compartir, para confiar en la Providencia, para vivir con las manos abiertas. Como en la vida de San Francisco y Santa Clara de Asís, lo pequeño se vuelve grande cuando hay fe. Lo frágil, cuando se entrega con amor, se convierte en semilla de Reino. Jesús hace que todos se sienten en grupos, y luego reparte. Esta organización habla de la importancia de la vida en Fraternidad, no se pode excluir a nadie. Y al final, sobra comida. El Evangelio no solo muestra que se satisfacen necesidades, sino que hay sobreabundancia cuando hay confianza, entrega y fraternidad. Hermanos y hermanas, como FrancisClariano, estamos llamados a ser ese signo de pan compartido en el mundo. Estamos llamados a vivir la sencillez, el servicio humilde y la caridad concreta, no como teoría, sino como pan multiplicado cada día en nuestras fraternidades, en el encuentro con los pobres, con los que sufren, con los descartados de la sociedad. Hoy Jesús sigue diciendo: “Denles ustedes de comer”. No miremos a otro lado. Que, como aquel muchacho, pongamos en sus manos lo poco que tenemos nuestra vida, nuestras capacidades, nuestros gestos humildes. Y veremos cómo, en manos del Señor, todo se transforma. Hermanos y hermanas, Pidamos a San Francisco y Santa Clara de Asís que nos enseñe a confiar, a compartir y a amar con sencillez. Que nuestra vida sea pan partido para los demás. Así sea. ¡Amén!

Señor Jesús, Tú que viste el hambre de la multitud y no te quedaste indiferente, mira también nuestras necesidades hoy. A veces nos sentimos pobres, con tan solo unos pocos panes y peces, pero en tus manos, todo se multiplica. Enséñanos a confiar, a darte con generosidad lo poco que tenemos, y a creer que tú puedes hacer maravillas con nuestra entrega. Haznos sensibles al hambre de los demás: hambre de pan, de justicia, de amor y de sentido. Tú eres el Pan de Vida. Aliméntanos con tu Palabra, fortalécenos con tu presencia, y haz de nosotros instrumentos de tu compasión. Amén.
Hno. Mauricio Silva dos Anjos – Hermanos Menores Capuchino de Chile.