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EDD. viernes 11 de abril de 2025.

Primera Lectura

Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):

OÍA la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 17,2-3a.3bc-4.5-6.7

R/. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó

V/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.

V/. Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.

V/. En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

EN aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Elles replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.

Palabra del Señor

REFLEXIÓN

El cristianismo es una visión optimista del mundo y de la historia: todo ha sido creado por Dios y todo es, en principio, bueno. Pero este optimismo cristiano es, como decía el filósofo E. Mounier, un “optimismo trágico”. Es trágico porque no es ingenuo, ni cierra los ojos ante el mal ni lo minimiza. Y, sin embargo, sigue creyendo en el triunfo final del bien: que la bondad de la creación, fruto de la omnipotencia de Dios, no puede ser derrotada por el mal, consecuencia de la libertad limitada del ser humano.

El profeta Jeremías expresa con dramatismo este optimismo trágico: fuerzas oscuras se alzan contra el justo, el honrado, el pobre. Esas fuerzas malvadas se pueden presentar como amables, incluso como amigas, pero buscan la perdición del que se opone y denuncia sus crímenes. Pero la confianza en el Señor acaba triunfando y permite elevar un canto de alabanza al Dios que libera al pobre de la gente perversa.

En Cristo Jesús vemos con claridad meridiana cómo las fuerzas del mal no son solo la consecuencia de una búsqueda ilegítima (por medio de la mentira, el engaño o la violencia) de la propia ventaja, sino que, en ocasiones, los mismos representantes del bien, de la justicia y hasta de la religión pueden lanzarse contra los designios de Dios, contra Aquel que viene a traer el cielo a la tierra, a cumplir la voluntad del Padre, que es exclusivamente una voluntad de bien.

Lo que no vemos con esa claridad meridiana ahora es el triunfo final del bien, que profetiza Jeremías. Y es que ese triunfo, fundamento del optimismo cristiano, transciende los límites de este mundo, en el que tantas veces parece triunfar el mal. Ese triunfo es la resurrección de Cristo, que afirma que el bien, el perdón y la vida, que acaban triunfando, pero no con las evidencias propias de este mundo, sino sólo desde la fe, que recibimos por el bautismo. En una situación dramática de persecución y acoso, Jesús sostiene nuestro optimismo marchando al Jordán símbolo del bautismo, para que muchos crean en él, y eleven un canto de alabanza a Dios, que libera la vida del pobre.

Saludos cordiales,

José M. Vegas cmf

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/evangelio-lecturas-hoy/