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Comentario al Evangelio del domingo 23 de marzo de 2025.

REFLEXIÓN FRANCISCANA SOBRE EL EVANGELIO.
III Domingo de Cuaresma. – Según San Lucas 13, 1-9

Mis hermanos y hermanas, estamos viviendo un tiempo muy oportuno y hermoso: el tiempo de Cuaresma. Seguimos nuestro camino desde donde partimos, de las cenizas a la luz, del polvo a la vida. Estamos en un tiempo fuerte de conversión, de rehacer el camino para volver al Señor. Hoy celebramos el Tercer Domingo de Cuaresma, que podemos llamar el domingo de la posibilidad y de la paciencia. Estamos ante un Dios que siempre nos da la oportunidad de ser mejores personas y que tiene una infinita paciencia con cada uno de nosotros. Este domingo nos recuerda que Dios nos das oportunidades para cambiar nuestro corazón y dar frutos de vida. Hermanos y hermanas, el tiempo de Cuaresma se profundiza y hay una llamada a intensificar nuestras observancias cuaresmales. Si recordamos, el primer domingo de Cuaresma, escuchamos las tentaciones de Jesús, cómo venció esas tres tentaciones que querían poner su propia voluntad en contra de la voluntad de Dios; el domingo pasado, el segundo domingo de Cuaresma; se nos presentó la voz del Padre que en el monte de la transfiguración confirma a Jesús como el hijo amado, a quien debemos escuchar. El Evangelio de hoy trata con bastante intención uno de los temas principales de la Cuaresma: El arrepentimiento. El tema principal es que Dios es bondadoso y paciente con nosotros. Es misericordioso. Es el Señor de la viña que nos ofrece amplias posibilidades de dar fruto. Pero también hay claras señales de advertencia de que, si no nos arrepentimos, si no damos el fruto deseado, pereceremos; seremos cortados. Hermanos y hermanas, sabemos que el arrepentimiento o la conversión es un proceso, un viaje de regreso a Dios. Por nuestros pecados, soberbia, tendencias egoístas, negligencia, desobediencia, terquedad y dureza de corazón, como el hijo pródigo, nos alejamos de la casa del Padre. El arrepentimiento es el largo viaje de vuelta a casa del Padre, que es bondadoso y misericordioso. La primera lectura de hoy nos recuerda cómo Dios llamó a Moisés para que devolviera a su pueblo, los israelitas que entonces eran esclavos en Egipto, a la tierra prometida. El viaje duró 40 años. Dios los guío en todo momento. Sin embargo, algunos fueron obstinados, desobedientes y se negaron a arrepentirse. A Dios no le agradó la mayoría de ellos y perecieron en sus pecados. Hermanos y hermanas, rechazar el arrepentimiento y retrasarlo es una tentación real para nosotros los cristianos de hoy en día. A veces pensamos que todavía tenemos mucho tiempo o sentimos que Dios ya sabe que soy un pecador. Como es bondadoso y misericordioso, siempre me perdonará después de todo. Y así, ignoramos, rechazamos o nos resistimos a cualquier esfuerzo real de verdadera conversión, de arrepentimiento de todos aquellos pecados, actitudes, estilos de vida, negligencias que son contrarios a los valores del Evangelio. Cada uno de nosotros podría preguntarse hoy:
¿cuándo fue la última vez que hice una confesión verdadera y buena?
¿Cuándo fue la última vez que hice un verdadero acto penitencial por mis pecados?
¿Soy consciente de las cosas que hago y que no agradan a Dios y a los hermanos y hermanas?
¿Hay algún esfuerzo real y verdadero por mi parte para abandonar esas cosas que no agradan a Dios y a los mis hermanos y hermanas?
Aunque Dios nos da tiempo suficiente para arrepentirnos. Sería inapropiado dar por sentada la clemencia de Dios como hicieron algunos israelitas en el desierto. Como a la higuera, Dios nos da incluso tiempo extra para que podamos florecer, aprovechemos esta oportunidad especialmente en este tiempo de Cuaresma. Rezar, ayunar y dar limosna sin ningún esfuerzo real y verdadero de arrepentimiento y conversión hace que nuestras observancias cuaresmales sean inútiles. «Si no os convertís, pereceréis igualmente». Que cada día de la cuaresma y de nuestra vida sea un camino de regreso a Dios a través del verdadero arrepentimiento. Hermanos y hermanas, vamos a pedir al Señor, para que en este tiempo de Cuaresma ayúdame a escuchar Tu llamado a la conversión. Que, como la higuera que recibe un nuevo chance, nuestro corazón se abra para dar fruto de amor y servicio. Guíanos para reconocer nuestras debilidades y fortalecernos en Tu misericordia, transformando nuestra vida en un testimonio de Tu gracia. –

Hermano Mauricio José Silva dos Anjos – Hermano Menor Capuchino de Chile.