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Comentario al Evangelio del domingo 03 de marzo de 2025.

REFLEXIÓN FRANCISCANA SOBRE EL EVANGELIO – VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – LA PALABRA DE DIOS NOS ENSEÑA – SAN LUCAS 6, 39-45

Nuestros corazones son un campo donde conviven luces y sombras. No todo lo que sentimos debe convertirse en palabra o acción; Jesús nos enseña a discernir. ¿Qué decisiones tomamos al abrir el tesoro de nuestro corazón? Necesitamos transformarnos más y más en Cristo. Esto exige una progresiva configuración con El, que la gracia va obrando en nosotros por las virtudes y los dones del Espíritu Santo.

Queridos hermanos y hermanas, hoy celebramos el VIII Domingo del Tiempo Ordinario, una nueva oportunidad para renovar nuestra fe y reflexionar sobre nuestra vida cotidiana como personas comprometidas con el Evangelio. Jesús nos enseña con palabras sencillas pero profundas, llamándonos a ser auténticos discípulos suyos en nuestras familias, trabajos y comunidades. La Palabra de Dios nos invita hoy a reflexionar sobre la autenticidad de nuestra vida cristiana, especialmente en la manera en que nos expresamos y en la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. La enseñanza de Jesucristo en el Evangelio de San Lucas es clara: «No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno». Hermanos y hermanas, muchas veces queremos aconsejar o corregir a los demás sin haber examinado nuestra propia vida. Jesús nos invita a ser humildes y a reconocer nuestras debilidades antes de señalar las faltas ajenas. Como cristiánanos, estamos llamados a dar testimonio con nuestro ejemplo antes que con nuestras palabras. Muchas veces es fácil ver los errores en los demás y criticar, pero ¿cuántas veces hacemos un examen sincero de nuestra propia vida? Como cristianos en el mundo, debemos revisar nuestras actitudes, nuestras relaciones y nuestro compromiso con el Evangelio antes de juzgar a los demás. Hermanos y hermanas, Jesús nos recuerda que nuestras acciones reflejan lo que llevamos en el corazón. Un buen cristiano no se define solo por sus palabras, sino por sus obras. En el hogar, en el trabajo y en la sociedad, debemos cultivar frutos de bondad, paciencia y amor, porque eso es lo que realmente hablará de nuestra fe. San Pablo nos dice que la victoria es de Cristo. Esto nos da la certeza de que no estamos solos en nuestro esfuerzo por ser mejores. Vivir la fe como verdaderos cristianos no significa solo venir a misa los domingos, sino reflejar los valores del Evangelio en nuestras decisiones, nuestras relaciones y nuestra forma de tratar a los demás. Queridos hermanos y hermanas, Jesús nos invita a ser auténticos, a vivir nuestra fe con alegría y responsabilidad. Como cristianos, tenemos una misión: ser luz en medio del mundo. Que nuestro testimonio de vida sea el reflejo del amor de Dios, que nuestras vidas reflejen la luz de Cristo, para que otros, al vernos, puedan encontrar en nosotros un testimonio verdadero de amor y misericordia. Que la Virgen María nos ayude a purificar nuestro corazón y a ser árboles que den frutos abundantes de bondad, paciencia y justicia. Amén. –

Hermano Mauricio Silva dos Anjos – Hermano Menor Capuchino de Chile.