Homilia para la Eucaristía del domingo 03 de marzo de 2025.
DOMINGO VIII C.
Eclesiástico 27,4-7: El texto da criterios para conocer a una persona y se sirve de tres ejemplos: la criba: que separa el trigo de la paja; el horno: prueba la calidad de la greda; el fruto: prueba la calidad del árbol.
1Corintios 15,51.54-58: Resurrección = transformación, pero la misma identidad.
Lucas 6,39-46: un discípulo no es juez de nadie ya que todos somos pecadores.
1.- Hoy la Palabra apunta a algo esencial en la vida de una persona, de un discípulo. Se nos está indicando cómo vivir en relación con los demás.
Hemos de estar conscientes que todo ser humano es un ser en relación con otros. Pero no todos somos iguales y a veces acentuamos lo distinto del otro para calificarlo. ¿Cómo conocer a una persona? El Eclesiástico da tres ejemplos tomados de la vida para conocer y calificar al otro.
Con el primer ejemplo, la criba, las palabras delatan a la persona, Con el ejemplo del horno, el fuego muestra la calidad del vaso de barro, como las personas en la discusión (Riñen las comadres diciendo verdades). Y con el tercer ejemplo se nos enseña que al hombre se le conoce por sus palabras y obras. La Sabiduría recomienda extremada prudencia a la hora de juzgar al otro.
2.- Pienso que nadie está libre, ya que todos tenemos tejado de vidrio. Por eso, fácilmente vemos en el otro la basura que tiene. Pero no se nos ocurre pensar que tofa persona puede ser transformada, puede ser un hombre nuevo con la gracia de Dios. Todos seremos transformados nos dice san Pablo.
3.- En el mundo es normal echar en cara los defectos a otro. Hay mucha descalificación y nulo respeto por la privacidad del ser humano.
Es fácil catalogar a una persona, descalificarla. Hoy no existe la vida privada, siendo así que es ésta la que protege los cimientos de la vida interior de la persona y su libertad. ¡Toda persona tiene derecho a una buena reputación!. El interior del hombre es un santuario que sólo Dios y la persona conocen. Toda persona merece nuestro respeto. No obstante, sus manifestaciones externas y sus obras caen bajo el juicio de los hombres. Conviene no ser precipitado en los juicios que hagamos.
4.- Jesús es claro. Porque somos seres en relación tenemos que cuidarnos unos a otros. No seamos ciegos. Si hemos de juzgar, que sea a nosotros mismos.
El árbol malo da frutos malos, el bueno los da buenos. ¿Quién es el Árbol bueno? Ninguno, pero fuimos injertados al árbol bueno (Cristo) en nuestro bautismo, muriendo y resucitando con Él, transformados con Él en nuevas creaturas. Así podemos dar buenos frutos.
No nos desalentemos. No seremos buenos o malos por lo que digan los demás, sino se manifestará en las buenas obras que hagamos.
Hoy el Señor, por la comunión nos vuelve a injertar en el único árbol bueno, Jesús bendito, para quien sea la gloria por los siglos de los siglos.
Hermano Pastor.