Homilía para la Eucaristía del domingo 07 de julio de 2024.
DOMINGO XIV DEL AÑO B.
Ezequiel 2,2-5: El Profeta escucha tres cosas: ¿quién envía? ¿A quién envía? ¿Adónde
envía? Ezequiel acepta su misión.
2Corintios 12,7-10: Pablo da testimonio de su condición o de algo que le humilla y le hace
sentirse débil y pobre. Sólo en Dios tiene su fortaleza.
Marcos 6,1-6: Los de Nazaret no ven la realidad mesiánica de Jesús; se quedan en la
apariencia externa. Se descubre una nueva dimensión de la fe: aceptar a Jesús en su
humanidad.
1.- A la luz de la Palabra podemos distinguir tres cosas: ¿Quién envía? ¿A quién envía? ¿A
dónde lo envía? Y es bueno tener claro esto para no engañarnos. ¿Quién envía? Dios, el
Espíritu que todo lo penetra. Él es quien envía. ¿A quién envía? El texto es claro, a un hijo
de hombre, es decir, a un simple humano, mortal, con todas las limitaciones que puede
tener un ser humano. No obstante Dios escoge lo humilde. “Yo te envío”. El Profeta no es
el que va, sino el que es enviado. ¿Y a dónde lo envía? A un Pueblo rebelde, que no
siempre sabrá escuchar. Es que así es el modo de actuar de Dios para demostrar que Él es
el principio de todo.
2.- Y siempre ha sido este el proceder de Dios. Así lo hizo con san Pablo, a quien aquejaba
algo humillante, que le hace sentirse débil y pobre. Esto ayuda al Apóstol a tener siempre
presente su fragilidad humana y le ayuda a cultivar su humildad en medio de sus éxitos. Es
que Dios muestra su poder usando instrumentos débiles. La debilidad es el terreno en que
se manifiesta y actúa la Fuerza de Dios.
3.- Muchas veces en la vida nos dejamos guía sólo por las apariencias. Y si lo que aparece
es lo humano, lo frágil, nos dejamos guiar por nuestra mentalidad materialista. Y
fácilmente caemos en la descalificación de la persona
Eso pasa con frecuencia en el mundo. Nos dejamos influenciar en el mundo y guiar por
criterios puramente humanos y corremos el riesgo de equivocarnos.
Lo mismo sucede con la Iglesia, que es realmente humana, por lo mismo, defectuosa y
pecadora. La historia es rica en proporcionarnos ejemplos del historial negro de la Iglesia.
Pero es a esta Iglesia la que el Señor envía. Evidentemente que a donde es enviada no es
fácil terreno. Ya lo dijo el Señor: “Los envío como ovejas en medio de lobos” (Mateo
10,16). Y de hecho ya sabemos cómo el Señor garantiza su presencia protectora, ya sea al
Profeta, ya sea a sus discípulos.
4.- En el evangelio vemos cómo sus coterráneos vieron sólo su realidad terrena. Vieron
simplemente a un hijo de vecino. Fueron incapaces de captar la realidad total del
Nazareno.
Es iluminador lo que dice el texto: “Él se asombra de su falta de fe”.
Aquí se descubre una nueva dimensión de la fe: aceptar a Jesús en su humanidad
salvadora de la que muchos se escandalizaron. No fueron capaces de descubrir en este
hombre al Mesías, al Hijo de Dios vivo, como confiesa Pedro. La fe en Jesús no termina en
su humanidad, pero la supone y acepta. Por eso la fe abarca una confesión a favor de
Cristo: dos facetas esenciales en la vida cristiana: creer en la divinidad y humanidad de
Cristo. Dígase lo mismo de la Iglesia, que es humana y divina a la vez.
En esto se basa también nuestra fe sacramental. Dios se hace presente y actúa valiéndose
de lo que a nuestros ojos no tiene valor.
Hno. Pastor.