EDD martes 14 de mayo de 2024
Primera Lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (20,17-27):
En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso.
Cuando se presentaron, les dijo: «Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios. He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he reservado nada; os he anunciado enteramente el plan de Dios.»
Palabra de Dios
Sal 67,10-11.20-21
R/. Reyes de la tierra, cantad a Dios
Derramaste en tu heredad,
oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada
y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad,
oh Dios, preparó para los pobres. R/.
Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas,
es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,1-11a):
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»
Palabra del Señor
REFLEXIÓN :
PREPARAR LA HORA FINAL
Dos despedidas nos presentan las lecturas de hoy: de Pablo y de Jesús. Ambos, rodeados de discípulos-compañeros. Son conscientes de que se les acaba el tiempo, que llega su «hora». Y hacen un balance general de lo que ha sido su vida.
Entre nosotros no es frecuente plantearnos estas cosas. Sobre todo porque no pocas veces no vemos cuándo se acerca esa hora, y nos sorprende ocupados en vivir las cosas de cada día. También es cierto que las circunstancias que nos están tocando vivir últimamente han llevado a muchos hermanos a hacer un alto, a «darse cuenta» de que la vida la podemos perder en cualquier momento, y a revisar sus planteamientos y estilos de vida. Muchos quieren hacer cambios, replantear opciones… aunque a menudo no saben por dónde empezar o qué pasos dar para que las cosas sean distintas. Se abre aquí un reto grande para la comunidad cristiana (pastores y laicos): acompañar, ayudar a discernir, darles herramientas para que sus buenas intenciones no se queden en eso, o incluso acaben desanimados por no encontrar el camino adecuado.
Entre nosotros no es frecuente plantearnos estas cosas. Sobre todo porque no pocas veces no vemos cuándo se acerca esa hora, y nos sorprende ocupados en vivir las cosas de cada día. También es cierto que las circunstancias que nos están tocando vivir últimamente han llevado a muchos hermanos a hacer un alto, a «darse cuenta» de que la vida la podemos perder en cualquier momento, y a revisar sus planteamientos y estilos de vida. Muchos quieren hacer cambios, replantear opciones… aunque a menudo no saben por dónde empezar o qué pasos dar para que las cosas sean distintas. Se abre aquí un reto grande para la comunidad cristiana (pastores y laicos): acompañar, ayudar a discernir, darles herramientas para que sus buenas intenciones no se queden en eso, o incluso acaben desanimados por no encontrar el camino adecuado.
Es verdad que empezar a vivir es empezar a morir… y que nuestra vida tiene punto final, aunque desconozcamos cuántas serán las páginas escritas. Algunas veces quizá lo intuimos, o nos lo dicen abiertamente los profesionales de la salud… Lo ideal sería poder prepararse a tiempo, poder decir -como Jesús y Pablo- que el balance es globalmente positivo. Estos días he tenido ocasión de escuchar varias veces a personas mayores: «he vivido bastante, he cumplido con mis deberes como madre, esposa, trabajadora, he hecho muchas cosas, y de muchas estoy orgullosa… y sé que podría contagiarme con este virus y marcharme pronto al otro barrio: pues no me importa, creo que estoy preparada». Impresionante y sincero testimonio…
He aquí un criterio fundamental para revisar y valorar continuamente nuestra vida: ante el Dios de la gracia, el Dios de la misericordia, el que siempre nos acompaña y hacia el que vamos poco a poco. Es un Dios Salvador, un Dios de la vida que lo tiene todo en sus manos. Y por eso no se empeñan en retener su vida, sino ofrecerla hasta el final.
Fuente : https://www.ciudadredonda.org/events/comentario-al-evangelio-del-martes-26-de-mayo-de-2020/