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Homilía para la Eucaristía del domingo 12 de mayo de 2024

SOLEMNIDAD DE LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR.
Hechos 1,1-11: La Ascensión es al mismo tiempo punto de llegada del ministerio de Jesús y
punto de partida del ministerio de la Iglesia.
Efesios 1,17-23: San Pablo suplica para que los fieles puedan comprender cómo Dios ha
glorificado a su Hijo al resucitarlo y le da pleno poder.
Marcos 16.15-20: Brevemente expone el evangelio el misterio de la Ascensión como el triunfo
de Cristo. El Señor envía a los suyos a predicar.
1.- Hoy celebramos más que un hecho histórico un misterio de fe. Siempre recitamos en el
Credo: “Subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre todopoderoso”. Lo que nos está
indicando que nuestra fe radica en un Cristo muerto y resucitado, vencedor del pecado y de la
muerte. No creemos en un Cristo muerto, sino que vive y es vencedor. Con este misterio
podemos contemplar a Cristo que culmina su obra encomendada por el Padre; Jesús da fin a su
ministerio terrestre, pero se inicia el ministerio de la Iglesia, que es la presencia terrenal del
Cristo celestial. La Iglesia tiene que hacer presente en este mundo a Cristo y su mensaje de
salvación. La Iglesia y cada uno de nosotros debemos proyectar a Cristo en este mundo.
La nube oculta la presencia física de Jesús, pero ahora su presencia en medio es más intensa y
rica, ya que no es una presencia física, sino en el Espíritu. Y así se cumple con lo que Él
prometió.
2.- Pablo en su carta ruega por todos nosotros para que podamos comprender el Misterio de
Cristo, glorificado por el poder del Padre. Comprender, es decir, contemplar al Señor
glorificado. Él tiene la plenitud del poder; por eso Él es el Señor, la Cabeza del cuerpo, que es la
Iglesia. No se trata de un mero conocimiento
intelectual – teológico. No. Sino de un “sobre conocimiento” dado por el Espíritu Santo. Por Él
conocemos, nos unimos, es decir, nos unimos a Jesús glorificado. Este conocimiento no se
aprende ni en una universidad, ni en una escuela teológica, sino es un don de Dios. Dice
Santiago en su carta: “Si a alguno de ustedes le falta Sabiduría, pídala a Dios y la recibirá,
porque Él da a todos generosamente y sin reproches”(1,5). Nuestra meta ha de ser conocer
cada vez más a Jesucristo.
3.- Yo diría que vivimos u tiempo de ignorancia, de agnosticismo, a pesar de todos los
conocimientos. Poco y mal conocemos al Señor. Por eso andamos como a tientas, aferrados a
fábulas y supuestas revelaciones de dudosa calidad.
A una sociedad invadida por la técnica y la ciencia humana debemos nosotros aportarle el
misterio de la fe. Una de las grandes fallas que existe en la Iglesia es la falta de contemplativos,
capaces de aportar este genuino conocimiento, este “epignosis” = sobre conocimiento, que sólo
lo puede dar el “Espíritu de Sabiduría y revelación”, como dice la carta de san Pablo hoy.
4.- San Francisco de Asís, después de conocer a Jesús, lloraba y lamentaba: “el Amor no es
amado”. En la medida que nosotros conozcamos al Señor, nos dejamos enseñar por Él,
podremos ser verdaderos testigos de Cristo.
Jesús promete a los suyos el Espíritu Santo; con Él sí podremos ser sus testigos, porque gracias a
Él tenemos una experiencia del Señor, como la tuvieron los Apóstoles.
Aquí en la Eucaristía entramos en contacto con el Señor, quien nos dice: “Vayan, anuncien la
Buena noticia de salvación”.
El Señor no se ha ido, sigue estando presente de otra manera y nos acompaña siempre.
Hno. Pastor.