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Homilía para la Eucaristía del domingo 07 de enero de 2024.

FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR.
Isaías 60,1-6: Cántico de gloria a la futura Jerusalén. Dios es presente en ella. Dios es el punto de atracción y luz de los pueblos lejanos.
Efesios 3,2-6: Pablo da a conocer el Misterio o Plan de Dios: también los paganos, los no judíos son herederos de las promesas. Cristo es para todos.
Mateo 2,1-12: Encuentro de Jesús y los pueblos no judíos. Él es esperanza de todos.

1.- Culmina hoy la celebración del Misterio de la Encarnación de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, nacido de la Virgen María. Jesús ya no es propiedad del Pueblo judío, sino es Patrimonio de la humanidad.
Ya el Profeta vislumbra la gloria de la nueva Jerusalén; brilla ante el mundo porque en ella mora la Luz, porque en ella está Dios presente. Presente no ya en un Templo de piedras, sino en Jesús, el verdadero Templo de Dios, su cuerpo (cfr. Juan 2,21). Ya lo sabemos, en Jesús Dios es presencia permanente de todos. Por eso, Él se convierte en centro o polo de atracción (cfr. Juan 12,32) para todos. Este es el destino que Dios Padre dio a su Hijo al enviarlo este mundo, para que todo el que crea en Él se salve (cfr. Juan 3,16).
Esto que siena tan familiar a nuestros oídos no lo era para la gente del tiempo de Jesús y los Apóstoles. Ya que entonces se creía que sólo los judíos eran los herederos de la salvación. Para salvarse había que hacerse judío.
2.- Pero Dios se vale del Apóstol Pablo para dar a conocer su Proyecto. Y el Proyecto de Dios es ; (quien cree en Cristo, lo acepta en su vida), sea judío o no llega a ser hijo de Dios y miembro de su Cuerpo. Porque la riqueza de Cristo se desborda ahora y se reparte a todos.
De modo que con Cristo se produce una ruptura; se rompen las barreras que separan al Pueblo judío del resto de la humanidad. De modo que ya no hay judío, griego, romano, etc., sino todos son uno en Cristo (cfr. Gal. 3,28).
Por aquí va el sentido profundo de la Buena Nueva de la Epifanía. El mejor símbolo de este misterio bien puede ser el sol, que brilla para todos sin hacer ningún tipo de distinción.
De modo que al celebrar la Epifanía estamos celebrando el actuar de Dios. Él siempre se vuelca hacia sus creaturas, sale de Sí mismo por puro amor y se da a los demás.
3.- En cambio en el mundo encontramos una cultura narcisista, autocomplaciente, que lleva a que todos se encapsulen, se encierren en sí mismo y a un egoísmo asfixiante. Y así, tenemos políticas narcisistas, una espiritualidad narcisista = lo nuestro es lo mejor y lo único verdadero; y así se llega a la política del descarte en todo: en lo ideológico, en lo religioso (sectarismo) y en lo sexual. Se demoniza lo distinto. Y Dios no es así.
El Misterio de la Epifanía nos invita a ser abiertos y entregados a todos.
4.- Hoy es la Manifestación del Señor. Cada uno debe ser una manifestación del Señor.
Toda la Iglesia, todo cristiano, tiene una vocación misionera. Misionero sí, no proselitista. El auténtico misionero no atropella, sino respeta. Hoy tenemos el desafío de saber convivir con lo distinto: distinto en su ideología, en su cultura, en su religión, en su sexualidad, en todo. ¿Cómo iluminarles de Cristo sin atropellar su identidad, sus valores? No es fácil; por eso es un desafío permanente.
La Eucaristía es una Epifanía. Dios en medio; siendo muchos y distintos todos somos atraídose invitados por el Señor a formar un solo Cuerpo, el de Cristo.
No esperemos más. Hagamos realidad en nuestra vida lo que aquí celebramos.
Hermano Pastor Salvo Beas.