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Homilía para la Eucaristía del domingo 03 de diciembre de 2023.

DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO.
Isaías 63,16-17; 64,1.3-8: Grito angustiado de un pueblo que se reconoce pecador. Sabe que sólo Dios lo puede salvar, porque es Padre y Redentor.
1Corintios 1,3-9: Pablo da gracias por los dones que la comunidad ha recibido; con estos dones deben esperar al Señor que vendrá.
Marcos 13,33-37: Un llamado a la vigilancia a la Venida del Señor que siempre está viniendo.

1.- Hemos iniciado un nuevo ciclo con el tiempo del Adviento, que se caracteriza por ser un tiempo de espera. ¿Espera de qué? Del Señor. De este Señor que ya vino y no se ha ido. ¿Qué esperamos, entonces? Su manifestación. Así como una mujer “espera” al que ya tiene en su vientre; espera su manifestación, que nazca. La humanidad está grávida, embarazada de Dios. Hoy la Iglesia grita “Ven”. “Ojalá rasgaras el cielo” para que descienda la lluvia benéfica, que salvará de la terrible sequía. Sequía espiritual, sequía de Dios.
2.- Eso estaba viviendo Israel. El Profeta nos presenta una concepción teocéntrica del pecado. Acentúa la responsabilidad del hombre en cuanto a su relación con la Voluntad de Dios. De modo que el pecado es ruptura con Dios. De ahí las consecuencias pintadas gráficamente: somos algo impuro, como un trapo sucio. Bien sabemos lo repugnante que es un trapo sucio.
Por eso clama: “Tú, Señor, eres nuestro Padre, nuestro Redentor”. Eso es. Dios es reconocido no sólo como Creador, sino como Padre y Redentor de su Pueblo. Sólo Él puede salvar, sólo Él puede sacarlos de esta degradante situación en la que están sumergidos.
3.- He aquí, hermanos, una gran verdad. Aun cuando estamos preñados de Dios, porque desde que se encarnó no se ha apartado de nosotros, sin embargo el mundo opta por el pecado, es decir, no le hace caso a Dios. Y el resultado es el que estamos viviendo. Lo que el Profeta dice de su pueblo lo podemos aplicar a la realidad presente, una vida vacía, marchita…somos como un trapo sucio. Y el único que puede redimir, y ya lo ha hecho, es Jesús, el Señor, el Enviado, el Redentor. Sabemos que ya vino el Salvador, pero gemimos por una salvación definitiva.
4.- He aquí nuestra Esperanza, distinta a la esperanza humana. Es distinta, porque es una virtud teologal. Nosotros esperamos activamente la Parusía, la manifestación del Señor que quiere salvar a todos. Esperamos que el Reino que Él ha anunciado irrumpa definitivamente en la historia, en nuestra realidad. Pero mientras esto suceda los cristianos tenemos que ir anunciando este Reino de Dios, que es Buena Noticia.
La Esperanza cristiana se traduce en Vigilancia, en un estar alerta. Repetidas veces el evangelio nos dice que debemos estar preparados, no quedarnos dormidos. Así como es peligroso que un chofer se duerma estando al volante conduciendo su vehículo, del mismo modo es peligroso para aun cristiano que se duerma en la vida de la fe. Peligroso dormirse y no cuidar la casa, lo mismo para nosotros los cristianos.
Hemos de estar siempre vigilantes, siempre atentos, discerniendo a cada momento qué nos pide el Señor. Discernir, he aquí lo importante. El discernimiento es una elección y para ello el Papa nos dice que se necesita inteligencia, habilidad y voluntad. El discernimiento es un acto importante que concierne a todos porque las elecciones son una parte esencial de la vida. Un buen discernimiento se conoce porque produce paz y alegría, en una decisión correcta se encuentra la voluntad de Dios con nuestra voluntad. Esa es la manera de estar vigilantes.
Adviento tiempo de espera y esperanza, tiempo de vigilia y vigilancia, porque tenemos fe que Él se manifestará.
Por eso, en cada Eucaristía decimos: “Ven, Señor Jesús”. Y es Él quien nos está siempre respondiendo: “¿No te das cuenta de que estoy viniendo?”. Este es el tiempo, vivámoslo, estemos peparados.


Hermano Pastor Salvo Beas.