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Homilía para la Eucaristía del domingo 22 de octubre de 2023.

DOMINGO XXIX DEL AÑO.


Isaías 45,1.4-6: Dios se vale de Ciro, el Ungido del dios Marduk, para salvar a su Pueblo. Así todos reconocerán que sólo el Señor es Dios.
Tesalonicenses 1,1-5: Introducción a la carta. Pablo da gracias a Dios porque en esa comunidad se vive la Fe, la Esperanza y la Caridad y dan testimonio de la Palabra recibida.
Mateo 22,15-21: Enfrentamiento de Jesús con los fariseos y herodianos, unos nacionalistas fanáticos y los otros, adictos al emperador. Astuta respuesta de Jesús que deja una gran enseñanza.

1.- Hace dos domingos que la Palabra nos viene hablando del misterio del Reino de Dios, que es como una viña que se debe trabajar, o que es como un banquete en el que hay que participar. Pero aun así, no siempre comprendemos lo que es y lo que significa el Misterio del Reino, que sobrepasa nuestros esquemas.
El Reino de Dios es la presencia misma de Dios en este mundo, que dirige los destinos del mundo. Dios respeta la autonomía del hombre, dirige la historia y el bien de la humanidad.
Isaías nos muestra a Ciro, el rey ungido de los persas, como un instrumento elegido para realizar los designios de Dios. Él tiene una misión, aunque la desconoce, pero esta misión lo transforma en instrumento. Es Dios quien dirige la historia y eso lo que tenemos que descubrir.
2.- Tal vez el estar metidos en la historia no nos permite vislumbrar lo que Dios quiere. Los acontecimientos nos sobrepasan y nos encandilan y no nos permiten ni descubrir la Voluntad de Dios ni ver su acción salvadora. Porque no olvidemos que el Reino de Dios es gracia, es amor, es salvación. Por eso es Buena Noticia.
Pero cuando nos sustraemos del Reino, del Señorío de Dios, creamos un “orden” diferente al querido por Dios, creamos nuestro propio sistema, sin Dios ni Ley. El Reino exige de nosotros estar muy despiertos, vivos para poder descubrir la presencia salvadora del Señor.
3.- Pero como no hemos sabido aceptar lo que Dios quiere, todo se ha contaminado y confundido. Y así tenemos la idolatría del poder; siempre ha habido autoridades que se auto divinizan y, por lo mismo, esclavizan y matan. No han faltado las autoridades religiosas que se han divinizado y, si no matan, sí condenan. Todo esto es entender mal a Dios y su Reino.
Pero no es sólo la autoridad la que se diviniza, también se divinizan sistemas ideológicos y políticos. Se divinizan sistemas económicos… todo. Y ya vemos los resultados.
4.- En el evangelio vemos cómo a Jesús le tienden trampas. Y una peligrosa trampa es la política, ya que crea división y confusión.
La respuesta de Jesús es hábil. Si reconocen la moneda quiere decir que han admitido el sistema económico y deben asumir sus consecuencias. Pero Jesús eleva la enseñanza a un nivel superior, El principio es claro: “Den al César lo que es del César…”
Jesús no pretende dividir al mundo en dos reinos, el de Dios y el del César; tampoco establecer dos órdenes separados: lo humano y lo divino.
El Estado es un valor, pero no el supremo; más importante es el Reino, lo que pertenece a Dios. Por eso, lo más importante son los deberes para con Dios y el prójimo. El Estado no puede reclamar lo que no es suyo, la divinidad. Por eso el cristiano tiene que ser alérgico a todo absolutismo.
Jesús nos enseña a navegar por un mar turbulento, y ser muy avispados. No podemos perder lo más precioso que Él nos ha regalado: la libertad y la dignidad. Pero el servir al Señor no nos está eximiendo de nuestros compromisos con el Estado, porque en él vivimos y de él nos beneficiamos, siempre que lo haga bien.
Una vez más entramos al Banquete del reino y así poder servir mejor a nuestra sociedad.


Hermano Pastor Salvo Beas.