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Homilía para la Eucaristía del domingo 28 de mayo de 2023

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS.
Hechos 2,1-11: A los 50 días después de la Pascua los israelitas celebran la fiesta de “Las Semanas”, dedicada a recordar la estancia en el monte Sinaí cuando el Señor hizo Alianza con su Pueblo. Ahora el Señor hace Alianza con su Nuevo Pueblo.


1Corintios 12,3-7.12-13: En la comunidad de Corinto existen muchos dones o carismas dados por el Espíritu Santo para la edificación del Cuerpo de Cristo y no para beneficio personal.


Juan 20,19-23: Jesús se presenta como un ser divino que bautiza con el Espíritu Santo haciendo de sus discípulos una nueva creación y confiándoles una misión.

1.- Ante lo escuchado podemos preguntarnos: ¿efectivamente sucedió todo así o de otra manera? Lucas nos narra un hecho evidente: en la comunidad se manifiesta el Espíritu de Dios que Jesús había prometido. Y para describir esta acción en la que el Espíritu transformó a la gente se vale de esta narración tomando prestado imágenes del Antiguo Testamento como son el viento y el fuego. Lo que interesa aquí es saber el sentido, el alcance y la consecuencia de la venida del Espíritu para la comunidad y para todos los hombres.
Es el Señor quien quiere renovarlo todo, una Ley nueva, un Pueblo Nuevo formado no de las 12 tribu de Israel solamente, sino de todos los pueblos. Porque el Amor de Dios abarca a todos y el mensaje de la salvación es captado por todo pueblo y cultura. Podría decirse en términos modernos que Lucas nos presenta una composición audiovisual para comunicarnos cómo el Espíritu de Dios tomó posesión de aquellos hombres y mujeres.


2.- Porque efectivamente eso es lo que se manifestó de una manera muy evidente en la comunidad de Corinto; y no sólo en Corinto, sino en cada comunidad y en cada persona que el Espíritu Santo derrama sus dones o carismas. Es la forma como Cristo sigue presente y actuando en el mundo. Es Dios quien actúa a través de su Espíritu para el bien de todos. Es el Espíritu de Dios el que gobierna y vivifica a la Iglesia, Cuerpo verdadero de Cristo. Aun cuando son muchos y diversos los carismas todos contribuyen a la unidad del Cuerpo de Cristo. El Apóstol está haciendo un llamado a la unidad, ya que corrió el peligro que algunos se apropiaran del carisma o menospreciaran a otro que no lo tenía. Ningún carisma es para beneficio propio, sino para beneficio de todos.


3.- La madurez de la comunidad cristiana se nota no tanto por tener un buen organigrama, o un número elevado de integrantes, o la variedad de dones o carismas, sino en la unidad que hay en ella. Así lo dice la carta a los Efesios 4,11-13: “Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo.” De modo que la unidad tiene fundamentos teológicos y no sólo se sustenta en afectos y simpatías. Lo que el Señor quiere de todos nosotros es que seamos cristianos maduros, que lleguemos al estado de hombres perfectos.
Lo mismo podría decirse de la sociedad. ¿Podremos hablar en nuestra patria de una sociedad madura? Cuando se nos dice que tenemos una democracia frágil en la que reina la inseguridad y la corrupción, en la que el pluralismo se ve como un mal y no como una riqueza, entonces manifestamos una inmadurez cívica. Y el Espíritu Santo actúa también en la sociedad, porque “el viento o Espíritu sopla donde quiere” (Juan 3,8). Dejémonos conducir por Él.


4.- Juan nos presenta la venida del Espíritu en un contexto diferente. Pero es el mismo Señor resucitado que cumple con su promesa: darles su Espíritu. Lo mismo que en la versión de Lucas, el Espíritu es quien los fortalece y capacita para una obra nueva: el proclamar el Reino de Dios, la salvación no sólo de palabra, sino también con el perdón de los pecados. Porque el perdón se da por medio del Espíritu Santo. Sin el Espíritu Santo, hermanos, nada es posible, nada existe.
Sin el Espíritu Santo no hay vida plena, Cristo es del pasado, la Iglesia una ONG mortecina, el mensaje no entusiasma, el apostolado es un simple proselitismo.
Pero con el Espíritu Santo: hay vida plena, Cristo está presente, la Iglesia es una comunidad viva, su mensaje es siempre actual y el apostolado un testimonio vivo.
Y si ahora podemos celebrar como Comunidad la Eucaristía es gracias al Espíritu Santo presente en nosotros mismos.


Hermano Pastor Salvo Beas.