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Homilía para la Eucaristía del domingo 21 de mayo de 2023.

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.


Hechos 1,1-11: La Ascensión es el punto culminante de la obra terrestre de Cristo, pues toda su vida y ministerio fue una ascensión: de Galilea a Jerusalén y de Jerusalén al cielo. Es también el inicio del ministerio de la Iglesia en este mundo.


Efesios 1,17-23: Súplica en la que se pide la Sabiduría de Dios para los creyentes para que puedan comprender y conocer el poder de Dios, que también se manifestó en Cristo al resucitarlo y sentarlo a su derecha = pleno poder.


Mateo 28,16-20: Jesús, investido de pleno poder, envía a sus discípulos a una misión universal, no limitada a los judíos. Les asegura su presencia diferente, la de su Espíritu.

1.- Al celebrar el misterio de la Ascensión del Señor podemos contemplar dos aspectos: uno, la Ascensión es el punto de llegada de todo lo que hizo Jesús aquí en la tierra. Durante su vida terrenal Jesús predicó el misterio del Reino de Dios, Él trajo un Mensaje que tenemos que acoger, es el mensaje de todo lo que Dios quiere y ha hecho por nosotros. Comenzó en Galilea a predicar la Buena Nueva del Reino y culminó en Jerusalén recibiendo Él la grandeza del Reino.
El otro aspecto, asocia a sus discípulos a esta obra, que sean los proclamadores del Reinado de Dios en este mundo.


2.- Los discípulos tenemos que dar a conocer al mundo, a toda la gente, el poder de Dios. Por eso el Apóstol pide que se nos dé un súper conocimiento (= espíritu de sabiduría y revelación) para comprender lo que Dios ha hecho con su Hijo al sentarlo a su derecha. Le ha dado todo poder sometiéndolo todo bajo sus pies. Porque Jesús tiene el pleno poder Él es EL SEÑOR.
El que Cristo sea el Señor significa que todo está sometido a Él tanto en el cielo como en la tierra y debajo de la tierra. En este mundo no hay otro más poderoso que Jesús. Y fuera de Jesús, lo máximo absoluto es el Reino del Padre.
Cristo es la Cabeza, la que da vida a todo el Cuerpo, que es la Iglesia; todos nosotros somos el cuerpo verdadero de Cristo.


3.- Hoy todo se absolutiza en el mundo, siendo así que todo es relativo, es decir, tiene relación con algo superior, que es Cristo, que es Dios. Y lo afirma san Pablo en 1Corintios 3,21-23 cuando dice: “En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.” Por eso, hermanos, nada podemos absolutizar, nada debemos endiosar. Y en la actualidad, como vivimos un tiempo de ignorancia (= a-gnosis) todo se endiosa: las ideologías, la razón (la diosa razón de la revolución francesa), la astrología, el poder…todo.
Por eso nosotros los cristianos reaccionamos con fuerza frente a esta corriente. Sólo Cristo es el Señor y todo está sometido a sus pies. De modo que decimos no a toda idolatría.


4.- El evangelio de Mateo compone una escena magistral. Jesús se presenta donde todo comenzó, en Galilea. Lucas, en cambio, presenta a Jesús en Jerusalén, donde todo culmina. Aquí lo que interesa saber es que Jesús culmina una etapa y comienza otra, la de la iglesia.
Jesús desaparece de la vista de ellos, pero garantiza su presencia: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Su presencia es real, pero distinta. La nube que lo oculta indica no una ausencia, sino una presencia distinta, a través de su Espíritu.
Por eso Él es el EMANUEL =el Dios con nosotros, presente en su Palabra, presente en la Eucaristía, que ahora celebramos, presente cuando nos reunimos en su Nombre. Está presente para acompañarnos en nuestra misión de hacer discípulos y enseñarles a que acepten a Él y a su Mensaje.


Hermano Pastor Salvo Beas.