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Homilía para la Eucaristía de la Fiesta de la Familia.

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA. 

Eclesiástico 3,3-7.14-17: En Israel las relaciones familiares constituyen un área en la que se vive la devoción a Dios. En el Eclesiástico se toca este tema desde dos aspectos: deberes de los padres y deberes de los hijos. 

Mateo 2,13-15.19-23: Jesús es salvado, como Moisés, por su familia. Así revive la historia de Israel. 

1.- Dentro de esta Semana de Navidad en la que contemplamos al Dios encarnado, la liturgia nos presenta al Señor encarnado en una realidad muy humana: la familia. 

La familia siempre ha jugado un rol muy importante en la vida del ser humano. Para el judaísmo es un pilar básico de la devoción a Dios. Si nos fijamos en el texto del Eclesiástico, al hablar de este tema lo hace desde dos perspectivas. Una, los deberes de los padres para con los hijos: educarlos, criarlos, protegerlos. En el texto de hoy, en cambio, se refiere a las actitudes que han de tener los hijos frente a los padres. Y la Escritura siempre asocia a la madre a la autoridad del padre. De allí lo que dice: “Honra a tu padre…respeta a tu madre”. Y esta vivencia tiene un valor de culto: expía los pecados, ya que es una forma concreta de expresar el Temor del Señor, es decir,  ese respeto que se debe al Señor y por eso se le obedece. 

2.- Jesús como ya se ha dicho, nació y creció en el seno de una familia. Fue la familia, padre y madre, la que lo educó, lo formó y lo protegió en un momento peligroso de su vida. De la misma manera fue protegido antiguamente Moisés, cuando la matanza de los niños hebreos por orden del faraón. Fue su madre quien lo salvó, lo escondió.  Jesús tuvo que huir con su familia, emigró a Egipto para escapar de la tiranía de Herodes. 

También hoy hay familias completas que han tenido que emigrar y entrar a nuestro territorio por razones de seguridad y por procurarse una vida mejor. La historia se repite. 

3.- Hoy vivimos un contexto diferente. Incluso existen varios modelos de familia: la familia tradicional en la que están presente el padre y la madre. Existen familias monoparentales, familias en la que ambos son del mismo sexo, etc. Estas son realidades ante las cuales no podemos cerrar los ojos. Y la Iglesia no puede mirar para otro lugar ni condenar sin más. Hoy día existe un peligro muy grande en la sociedad por varios motivos. Existe el peligro de los padres que no asumen sus deberes para con los hijos. El dejar que los hijos crezcan y se desarrollen de una manera “silvestre”. Y la fruta silvestre pertenece a un árbol no cuidado, no cultivado. También existe el peligro de que el Estado se apropie de los hijos para educarlos a su manera. Y así, hay muchos otros peligros hoy que asechan a la vida de la familia. También existe la tendencia de vivir en pareja, pero no tener hijos. Es más cómodo tener y mantener una mascota que un bebé. Craso error. No hace falta entrar en detalles, ya que todos somos testigos de la realidad imperante hoy día. 

Frente a esta realidad no nos queda otra que dar un fuerte testimonio de lo que nosotros creemos y vivimos. 

4.- Hoy, a la luz de lo que nos dice la Palabra acerca de la Sagrada Familia, podemos simplemente decir que la Familia es una Comunidad de fe y de amor. En ella la criatura aprende a ser persona, a ser humano, aprende a desarrollarse integralmente: en los biológico, lo psicológico y espiritual. La familia es un almácigo donde el ser humano crece y desarrolla en un clima favorable. 

A veces se descuidan elementos importantes como lo afectivo, las relaciones interpersonales y la relación con Dios. Porque la Familia no sólo es Escuela de humanidad, formadora de personas, sino también es la primera escuela de la fe. En ella el ser humano aprende a amar a Dios. 

Según san Pablo somos de la Familia de Dios (Efesios 2,19), por eso hijos y hermanos en Cristo. 

Y aquí en la Eucaristía estamos como Familia de Dios, junto con nuestro Hermano Mayor, Cristo, para celebrar a Dios. 

Asumamos nuestra realidad familiar. Sabemos que no existe la familia perfecta, pero deber nuestro es cultivar la familia e irradiarla en nuestro ambiente. Es un apostolado silencioso, pero eficaz. Hagámoslo. 

Hermano Pastor Salvo Beas.