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EDD. domingo 25 de diciembre de 2022.

Hoy, domingo, 25 de diciembre de 2022

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (52,7-10):

¡QUÉ hermosos son sobre los montes
los pies del mensajero que proclama la paz,
que anuncia la buena noticia,
que pregona la justicia,
que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!».
Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro,
porque ven cara a cara al Señor,
que vuelve a Sión.
Romped a cantar a coro,
ruinas de Jerusalén,
porque el Señor ha consolado a su pueblo,
ha rescatado a Jerusalén.
Ha descubierto el Señor su santo brazo
a los ojos de todas las naciones,
y verán los confines de la tierra
la salvación de nuestro Dios.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6

R/.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.

V/. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

V/. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

V/. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

V/. Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (1,1-6):

EN muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.
En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.
Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.
Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»?
Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,1-18):

EN el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio d él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

Enrique Martínez de la Lama-Noriega

La Palabra se hizo carne


Proclamar que es Navidad significa afirmar que Dios, a través del Verbo hecho carne, ha dicho su última palabra, la más profunda y la más bella de todas. La ha introducido en el mundo, y no podrá retomársela, porque se trata de una acción decisiva de Dios, porque se trata de Dios mismo presente en el mundo. Y he aquí lo que dice esta palabra: «Mundo, ¡te amo! Hombre, ¡te amo! (K. Rahner)

Vivimos en la era de las comunicaciones: – boletines de noticias, noticias casi al instante en las webs de prensa y redes sociales. Tantas, que se amontonan, y se tapan unas otras, sin tiempo para digerirlas. Se habla de «infodemia» que la OMS define así: «Se trata de una cantidad excesiva de información -en algunos casos correcta, en otros no- que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación fidedigna cuando las necesitan»

– Nos «comunican» falsas informaciones, o «titulares» que tratan de desviar la atención de otras realmente más importantes. O nos distraen con la vida de los actores, deportistas y famosillos con sus amores, desamores y traiciones… que en realidad no debieran importarnos para nada… pero favorecen eso que tanto nos gusta: el chismorreo. A mí me sorprende que «ciertos» concursos tengan tanta audiencia.

– Cualquiera puede darse da cuenta de la invasión de «ofertas» del siglo «durante muy pocos días» (y no sólo en estos días navideños). Nos insisten hasta la saciedad en los «regalos» para los demás o para ti mismo… como si «todos» pudieran permitírselos. Pero a los que «no pueden» no se los ve, «no existen».

– Cuando uno atiende a nuestras Instituciones Democráticas y representantes políticos… se asombra (por decirlo en suave), pues lo que debiera ser una escuela de diálogo entre «distintos» criterios y pareceres se llena de agresividad, insultos, verborrea, ataques personales hacia el honor de los contrarios, descalificaciones… sin olvidar los bulos y manipulaciones de lo que debieran ser datos objetivos y demostrables, o propuestas, etc. Y las palabras dichas (promesas, compromisos, objetivos, proyectos)… se dejan a un lado o se contradicen con los hechos… sin ninguna vergüenza. Ufff

Las palabras describen la vida, y son su eco y correa de transmisión. Estos días se «elige» la palabra del año. Entre las candidatas están:  apocalipsis, criptomoneda, diversidad, ecocidio, gasoducto, gigafactoría, gripalizar, inflación, inteligencia artificial, sexdopaje, topar, ucraniano, bloqueo,  inflación, guerra… 

Pues en medio de toda esta maraña de palabras (no necesariamente negativas, afortunadamente), el Evangelio de la Navidad nos habla de «la» Palabra». Escribe Saverio Corradino: 

La palabra es vida y da la vida. Cuando una madre alumbra al hijo, le hace un don grandísimo, pero cuando le enseña a decir las primeras palabras, le confiere una segunda vida, tan importante como la primera y, tal vez, aún más asombrosa. La madre ayuda a que nazca el pensamiento en el niño, a desarrollar su inteligencia y creatividad, a que surjan en él los primeros signos de la afectividad: amándolo le enseña a amar. La palabra hace del niño una persona capaz de comunicarse y de relacionarse con los demás.

Por eso Dios ha querido hacerse Palabra encarnada en nuestra historia. Como una madre, pretende enseñarnos a «hablar» de otra manera. En definitiva a SER DE OTRA MANERA.
           Los autores sagrados, los ángeles, los sacerdotes y profetas se han desgañitado por hacernos oír una palabra distinta, una Palabra que viene de Dios, una Palabra que es luz en medio de la oscuridad de tantas palabras, y que requiere un poco de silencio para ser escuchada. Queremos escucharla y no podemos. ¿Qué habrá que hacer para conseguir ese silencio donde pueda resonar, hablarnos, lhabitar la Palabra?

           § En primer lugar tendremos que desintoxicarnos de tantas palabras que tenemos metidas en la cabeza y en el corazón, y que nos vienen del campo de la publicidad y del consumo: usa, gasta, compra, tira, esto es mejor, esto es nuevo, esto es ecológico, biodegradable o sin conservantes, llama ahora a este teléfono y lo tendrá en casa en muy pocos días… Con todas estas palabras retumbando en la cabeza y condicionando nuestra vida… Dios difícilmente se dejar oír.

           § Luego tendremos que desprendernos de tantas palabras superficiales o innecesarias, que se nos escapan de la boca y del corazón. No puede ser que personas que forman parte de una misma familia hablen de tantas tonterías, discutan de cosas bastante secundarias, y no se puedan (¿o no quieran o no sepan, o no se propongan?) hablar de sus preocupaciones, sus ilusiones, sus sueños, sus sentimientos, lo que les llena o deja vacío el corazón? ¿Las heridas que llevamos y que están sin curar, mal disimuladas con alguna tirita, cuando lo que necesitan es aire puro, oxígeno, diálogo, perdón, etc?

           § Lo mismo habría que decir de los amigos/as: Además de hablar de lo de siempre, ¿hablaremos alguna vez de cómo podemos ayudarnos a ser un poco más felices? ¿compartiremos nuestros problemas? ¿sabremos escuchar los problemas de los demás intentando comprenderlos y actuar en consecuencia? ¿seremos capaces de dejar de aparentar? ¿podremos alguna vez dejar de tener que esconder tantas cosas de nosotros mismos, por el miedo a quedarnos solos? (¿no estamos solos ya?). Y en nuestras comunidades religiosas y parroquiales, ¿dejaremos de lado  tantos chismorreos y minucias, y aprenderemos a compartir más nuestra fe, nuestra oración y los retos evangelizadores que tenemos delante de las narices?

§ Y por fin habrá que desprenderse de tantas otras palabras que se nos van pegando con la marcha de la vida: los recelos, las sospechas, las apariencias, los prejuicios, las caretas, el sabérselas todas, el «ya nos conocemos», el «qué se puede esperar de una persona así», las palabras utilizadas como dardos envenenados…

              Esta tarea no es nada sencilla. Más que nada todo porque ni nos lo proponemos. Y el mismísimo Dios, cansado de tanta «confusión lingüística», apenado por esa Torre de Babel que nos hemos construido para subir a no se sabe dónde… decidió poner las cosas claras, y la Palabra se hizo carne, y agarró su Tienda y se puso en medio de nosotros (Jn 1, 14).
             Vino a decirnos palabras nuevas: Amor (ésta sobre todo), misericordia, acogida, encuentro, fraternidad, perdón, escucha, solidaridad, comunión…  Nos propone un vocabulario que nos haga más personas, a su imagen y semejanza. Y a los que son capaces de acoger y hacer suya esa Palabra que nos visita, «los hizo capaces de ser hijos de Dios» (Jn 1, 12). Ya sabéis cuáles son las palabras de Dios… para ser escuchadas y para ser pronunciadas por todos y cada de nosotros. Es significativo que María, después de acoger la Palabra del Ángel… pronunciara la primera Palabra del Padre en la Escritura: «Hágase». Pues lo mismo nosotros.

¡Ah! Y Feliz Natividad del Señor

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Fuente ; https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy