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Homilía para la Eucaristía del domingo 18 de diciembre de 2022.

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO.A 

Isaías 7,10-14: Texto conocido y enigmático. Se garantiza la presencia salvífica de Dios. ¿El Niño? No se sabe aún quién es, pero el Nuevo Testamento lo aclarará todo. 

Romanos 1,1-7: Prólogo de la carta. Pablo es el Apóstol que anuncia a Alguien, a Jesucristo, Hijo de Dios con poder y, al mismo tiempo, hombre nacido de la familia de David. 

Mateo 1,18-24: Desde la óptica de san Mateo Jesús es visto como el “Dios con nosotros” y, por medio de José, es visto como de la estirpe de David. 

1.- Hoy la liturgia comienza a focalizarse, centrarse en un Misterio de fe, que es central en nuestra fe cristiana. Y el Misterio es, simplemente, el “Emmanuel”, el Misterio del Dios con nosotros, Dios presente entre nosotros. Y llamamos Misterio porque es una verdad y realidad, pero que nuestros sentidos no lo captan, sino la fe. Yo diría que es un Misterio presente en el corazón de la humanidad, ya que toda la humanidad anhela, añora tener a Dios, poseer a Dios…ser Dios. 

Pero nuestro Dios no es un Dios abstracto, ni lejano, ni teórico, sino muy real. Yo diría, escandalosamente real. Al punto que los pensadores, los opinólogos y los teólogos se rebanan los sesos tratando de entender este Misterio y su sentido. Y quedan cortos. En cambio, la Palabra de Dios simplemente nos dice que Dios está presente en la vida de la humanidad, en la vida de todo hombre. Esta es la gran diferencia entre la religión y la Revelación. El hombre busca a tientas a Dios con la religión; en cambio Dios llega a hombre en la Revelación de este Misterio. 

2.- He aquí la gran Buena Noticia para la que Pablo, el Servidor de Cristo, llamado a ser Apóstol, fue elegido. Sí, esta misión de Pablo es también la misión de la Iglesia, de cada cristiano: anunciar la Buena Noticia. Y el evangelio que hay que anunciar no es “algo”, sino “Alguien”, es Jesucristo, el Hijo de Dios y descendiente de la familia de David. Es decir, este Alguien es Dios presente en la Persona de Jesús, por quien Dios hace justo al hombre por medio de la fe. Esta es la síntesis del Misterio de fe: Dios que se avecina a nosotros para salvarnos. Y esta misión es para todos, porque a todos ama Dios. Este es el Misterio que comenzamos a celebrar, a contemplar y saborear. Esto se capta sólo por la fe y se cree con el corazón. “Dios con nosotros” no es para romperse la cabeza, sino para romper el corazón. 

3.- Más que nunca tenemos hoy el desafío y misión de anunciar esta cercanía de Dios en un contexto tan deshumanizante en el que nos encontramos. 

El Profeta y el rey Ajaz se encuentran frente a frente. Ajaz se siente seguro en su alianza con otros reyes y rechaza a Dios. Así también hoy la Iglesia y el mundo están frente a frente. El mundo, el hombre de hoy, cree bastarse por sí mismo. Y ya sabemos el resultado. Hay mucha gente ciega, busca seguridad en donde no la hay. Todos necesitamos ayuda, porque todos estamos buscando. Es hora que como Iglesia renunciemos a creernos dueños de la verdad, y con los demás busquemos y ofrezcamos lo que ya tenemos: a Jesús, el Dios presente.  

4.- En el Evangelio se nos presenta a Jesús como el que realiza concretamente lo anunciado por el Profeta. En Jesús Dios llega a todos nosotros. Pero, ojo, no nos equivoquemos. Si bien es cierto que Dios, en Jesús, se pone al servicio de la humanidad, sin embargo, a veces pensamos más en un Dios en función de nosotros (Él llena o suple nuestras falencias e ineptitudes), que en función de Él mismo. La Palabra de Dios se abre a una relación con Dios diferente. Dios no viene a hacer lo que el hombre no puede hacer, sino comparte con nosotros para que aprendamos a ser felices. El ser humano encontrará su dicha y plenitud al reconocerle como lo que Él es: Dios con nosotros. 

Esto comenzamos a contemplar aquí en la Eucaristía. La Iglesia, nosotros, como María, somos la señal de esperanza al mundo de hoy. Nosotros, llenos de Dios, debemos darlo a luz, parirlo en nuestro barrio, en nuestro mundo y convencer a todos que Dios está con nosotros. ¡Celebremos, hermanos, que va a entrar el Rey de la gloria! A Jesús todo honor y gloria. 

Hermano Pastor Salvo Beas.