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Homilía para la Eucaristía del domingo 11 de diciembre de 2022

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO. A 

Isaías 35,1-6.10: Se acerca el final del destierro, por eso se anuncia la restauración, que es obra del Señor. Todo se presenta como una nueva creación que todo lo renueva. Nace un Pueblo nuevo. 

Santiago 5,7-10: Exhortación a llevar un estilo de vida nuevo en medio de las dificultades. El autor aporta una certeza: la venida del Señor. De allí la paciencia. Y aporta también modelos: los profetas, que dieron testimonio del Señor. 

Mateo 11,2-11: El texto declara que Jesús es el auténtico Mesías, ya que cumple las profecías, como aparecen en Isaías. 

1.- El profeta invita a la alegría. Y no es para menos, se acaba el destierro. Dios mismo viene a restaurar a su Pueblo, deshecho, destruido por el exilio. De allí las imágenes usadas: la tierra reverdece, es un hermoso vergel; es que el Señor viene; los habitantes serán sanados, se les abren lo ojos, son robustecidos. En una palabra, se anuncia un nuevo Éxodo. Porque si la gesta del Éxodo se grabó en la memoria de Israel, ya que nació como Pueblo de Dios, la gesta del retorno del exilio es un nuevo nacimiento. Se puede decir que nace el judaísmo: la conciencia de ser todos un solo Pueblo de Dios. Por supuesto que dicho esto a un pueblo sumido en el destierro es la expresión plástica de la ilusión y confianza totales en Dios. Es que, una vez más hay que decirlo, la salvación no es una teoría, sino una realidad, es reparación, transformación, es un paso a algo mejor. Y esto es lo que encontramos repetidas veces en la Sagrada Escritura. Y es el Señor mismo el que viene a salvar. Aquí no hay teorías, hay hechos concretos en favor de su Pueblo. 

2.- Es cierto que la realidad es otra. Ya lo decimos en la tradicional oración: “A Ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas los desterrados hijos de Eva”. Sí, porque mientras vivimos en este Valle de lágrimas somos peregrinos, vamos caminando juntos. Y es en este contexto que la carta de Santiago nos exhorta a tener un estilo de vida nuevo. Y la carta nos aporta dos cosas: una certeza y un modelo. La certeza de que el Señor va a venir. De ahí que hemos de cultivar una paciencia activa, positiva, como la del labrador, que sabe esperar el tiempo apropiado. Esta paciencia nos debe infundir una fortaleza de ánimo. De ahí el modelo: los profetas, que supieron dar testimonio del Señor, a pesar de las dificultades por las que tuvieron que pasar. A veces nos “choreamos”, preferimos ser más “realistas”. ¡Tanto que dicen que va a venir el Señor…y no pasa nada! 

3.- Y esto es lo que sucede hoy con muchos cristianos y se puede caer en dos errores: unos caen en un angelismo; el Señor vendrá, lo que importa es dedicarse a lo realmente bueno y verdadero: lo espiritual. Otros caen en lo contrario, hay que ser realistas. De nosotros depende el progreso y tenemos que “refundar” …la sociedad, al país, al mundo. Y se le da la espalda a Dios. 

Muchos sostienen que el modernismo ha matado al cristianismo; lo que para mí es falso. Se produce, entonces, lo que recién veíamos: una religión híbrida, desconectada de la realidad, que no calienta a nadie, o, por otra parte, un compromiso con la realidad desconectado de Dios. Entonces, ¿está demás la Iglesia? ¿Vale la pena ser cristiano? ¿Qué o a quién debemos esperar? Interrogantes que mucha gente se está haciendo. 

4.- Jesús nos responde, como a los de Juan, no con teorías, sino con una praxis concreta y liberadora. Lo que los profetas anunciaron Él lo realiza, pero de una manera desconcertante, escandalosa. Ya que su compromiso es con el pobre, el excluido, el ciego. Hay muchos ciegos, y al mundo le conviene que haya ciegos. Jesús se compromete con los pobres, los marginados.  Esto define la Persona y misión de Jesús. Y esto mismo es lo que define la identidad y misión de la Iglesia. Y esto, claro está, escandaliza; por eso se buscan otros mesianismos, a charlatanes de feria, que viven encandilando a la gente, pero no les abren los ojos. 

Hoy se nos invita a la alegría, porque tenemos la certeza de que el Señor ya está viniendo, quiere salvar, transformar, reparar. Por eso hacemos Eucaristía, porque el Señor “hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos”. ¿No se dan cuenta de que el Señor está viniendo, que viene a darnos el mejor de los panes? ¡Celebremos, hermanos, con gozo! 

Hermano Pastor Salvo Beas.