Skip to main content

Homilía para la Eucaristía del domingo 04 de diciembre de 2022.

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO. 

Isaías 11,1-10: Texto altamente mesiánico en el que se resalta que en el futuro Mesías reposará el Espíritu de Dios. Fruto de esto: la armonía, la justicia. Llega un tiempo nuevo. 

Romanos 15,4-9: El texto afirma que Cristo acoge a todos, sin distinción. Y el cristiano debe tener estos sentimientos y así llegará a ser un discípulo maduro. 

Mateo 3,1-12: Juan Bautista anuncia la cercanía del Reino; por eso hay que convertirse sinceramente. Anuncio que lo hace en el desierto. 

1.- Entramos en la segunda semana de Adviento en la que se nos sigue anunciando la venida del Reino de Dios, que trae un tiempo nuevo. Es por eso que la Sagrada Escritura utiliza un lenguaje cargado de signos. Se anuncia el nacimiento de un retoño del tronco familiar de David que está seco, sin vida. Y sobre este retoño descendiente de David (el Mesías) reposará la plenitud del Espíritu de Dios. Gracias a este Espíritu el Reino que trae el Mesías es una nueva creación en el que todo es armonía y justicia. El Reinado que este Mesías viene a instaurar es fruto del Espíritu, ya que Él es quien da vida nueva y recrea todas las cosas. El Mesías posee el Espíritu de Dios en plenitud, es decir, con cualidades desarrolladas en alto grado para bien de la comunidad. Lo mismo sucede con otros personajes a quienes Dios encomienda una misión, ya sean los profetas, los Apóstoles, Marías Santísima…la Iglesia. 

2.- Llama la atención cómo Pablo invita a todos los fieles a que tengan una madurez de fe. Madurez que se notará en la vivencia de los sentimientos y actitudes de Cristo. Dice el texto de la carta: “Cristo los acogió a ustedes”.  Del mismo modo en la comunidad cristiana todos deben acogerse mutuamente, como lo hizo el Señor, el cual se anonadó por todos nosotros (cfr. Filipenses 2,5-8).  Esta es la manera de hacer realidad una comunidad nueva, de hacer creíble la cercanía del Reino de Dios. Porque si la armonía es la característica de este tiempo nuevo, que es el Reino de Dios, entonces estaremos dando una muy buena noticia al mundo al crear este clima diferente, clima de armonía, de paz y bien. 

3.- Lejos estamos de lo que se nos presenta hoy. El mundo, la sociedad están regidos por la ley de la selva. En la selva vive toda clase de bestias, unas más peligrosas que otras. Ya nadie se siente seguro y este clamor es transversal. Parece que la maldad ha superado a las instituciones. Pero no se trata de eliminar a los lobos, leopardos y víboras. Y la tentación es eliminar a los malos. Y esta no es la solución; aunque es una atrayente tentación que muchos quisieran aplicar. ¿De qué se trata entonces? Que el lobo, sin dejar de ser lobo, pueda habitar con el cordero, etc. (Utopía del Reino). ¡Qué bien entendió esto san Francisco de Asís! Él no eliminó al lobo de Gubbio, sino lo domesticó, logró que el pueblo pactara con el lobo. 

Tenemos que aprender a vivir en esta sociedad pluralista en todo, permisiva en todo, como hermanos. Habrá paz-armonía cuando impere el respeto y la tolerancia. Muchos dirán: ¡qué ingenuo es el hermano Pastor! Mira, si piensas que esto es imposible, entonces no cantes “Ven, Señor, no tardes”, ni digas después de la consagración: ¡Ven, Señor Jesús! ¿Para qué? Sería una mentira. Y fijémonos lo que ha logrado el Papa Francisco en esos encuentros internacionales. 

4.- De ahí el llamado del evangelio: ¡” Conviértanse, porque el Reino de Dios está cerca!” ¿Por qué este anuncio se hace en el desierto y no en las calles de la ciudad?  Porque el desierto es el lugar del encuentro. En desierto el Pueblo de Dios conoció a su Dios, allí Israel vivió de Dios, dependió de Dios. El autosuficiente, el que cree que no necesita  de Dios, se queda en la ciudad, es decir, en la comodidad, se busca a sí mismo. 

Hoy con mayor razón hay que vivir esta espiritualidad del desierto, sentir la necesidad de Dios. Sólo el sediento va a la fuente de agua, sólo el hambriento busca en Pan que da la vida. 

Conozco gente que vive sin sentido de nada y son tristes y amargados. Es allí donde hay que ir y decirles que salgan de su letargo, que la vida merece vivirse bien, creer y esperar que viene algo mejor que no lo da ningún gobierno, ningún sistema, sino sólo Jesús, que con su Espíritu trae la paz y la reconciliación. Que Él venga a domesticar a esa fiera que anida en cada uno de nosotros y nos haga instrumentos de su Paz. 

Hermano Pastor Salvo Beas.