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Homilía para la Eucaristía del domingo 13 de noviembre de 2022.

DOMINGO XXXIII DEL AÑO. 

Malaquías 3,19-20: Se anuncia el “Día del Señor”, es decir, la intervención del Señor en la historia que tiene doble fin: purificar y salvar. 

2Tesalonicenses 3,6-12: Ante un falso aviso de la pronta venida del Señor el Apóstol reprende la ociosidad de algunos que vienen a ser una carga para la comunidad. Y da pautas de cómo vivir. 

Lucas 21,5-19: Discurso escatológico sobre el futuro del templo y los discípulos. Exhorta a la constancia en medio de la tribulación. 

1.- Se habla del “Día del Señor”. Viene a ser una expresión técnica que quiere indicar la intervención de Dios en favor de su Pueblo o del oprimido: día de castigo para el opresor, de gozo y alegría para los que aman a Dios. Es la consumación del Reino de Dios con un lenguaje muy lleno de símbolos, los que no se deben entender y aplicar al pie de la letra. Con este estilo de lenguaje la Sagrada Escritura describe las intervenciones de Dios. El salmo 117, por ejemplo, dice: “Este es el Día en que actuó el Señor”, refiriéndose a la Pascua, la liberación de la esclavitud en Egipto. Para nosotros el “Día del Señor” es la Resurrección del Señor, cuando Dios intervino en favor de su Hijo muerto por nosotros.  Por eso al primer día de la semana lo llamamos “Domingo”, que viene del latín: “dies dominica” = Día del Señor. 

El Señor siempre está interviniendo. Yo diría que cada uno tiene su “Día del Señor”, su “Kairós” o tiempo de gracia, en el que Dios interviene para nuestro bien. 

2.- En esto se basa nuestra fe y esperanza: en la intervención de Dios. Fe y esperanza que no es para infundir ni miedo, ni menosprecio por el tiempo presente. La expectativa “inminente” del Día del Señor hizo que muchos se cruzaran de brazos y menospreciaran el trabajo. Pero lo que enseña la carta es lo contrario. El cristiano, motivado por la certeza del Día del Señor, debe asumir con mayor responsabilidad su aporte creativo al futuro de la sociedad, al cuidado de la “Casa común”. La amonestación es clara y dura: “El que no quiere trabajar, que no coma”. Es como si dijera: Si creen que la inminente venida del Señor les exime de trabajar, también les debe eximir de comer. ¡Y cuidado que andan por ahí sectas con estas ideas! 

3.- Vivimos tiempos difíciles, tiempos de modernidad, en el que, al parecer, la sociedad se ha liberado de la tiranía de la religión y de las iglesias. Ya no sirve creer en Dios, porque todo se explica con la ciencia. Las iglesias nada tienen que hacer, ya que ahora es el Estado el que ordena todo, regula todo. El ser humano se basta a sí mismo.  Este pensamiento que se ha ido imponiendo en todas partes asusta a la gente timorata, al creyente.  Las instituciones que parecían referentes morales para la sociedad se han resquebrajado. Los sistemas ideológicos que prometía un mundo mejor se han viciado y suscitan decepción. Esta es una triste realidad. Ya nada es estable, todo es relativo; cada uno tiene su propio código moral. Ante esta situación algunos buscan refugio en instituciones que brindan aparente seguridad, como pueden ser Movimientos políticos o religiosos de carácter más bien conservador, en los que todo está normado, asegurado.  Otros optan sin más por negar a Dios y negar lo trascendente: ateísmo, agnosticismo, etc. 

4.- Pero no. El Señor una vez más nos sale al paso.

Los judíos pensaban que el Templo y Jerusalén eran indestructibles, ya que ahí moraba Dios. ¿Qué dice Jesús? “Un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Y de esto lo acusaron ante el Sanedrín (Cfr. Mateo 26,61).  No sólo anuncia la destrucción del Templo, sino también la persecución que tendrán que padecer sus discípulos. Pero nos advierte a que seamos constantes y estemos muy despiertos, que no nos dejemos amedrentar ni engañar. De la persecución la comunidad siempre sale fortalecida. Lejos, pues, de nosotros el temor, el buscar refugios donde no los hay. Nada es absoluto. Al contrario, fortalecidos podemos decir: “Griten con gozo delante del Señor, porque viene a gobernar la tierra”. Bien podemos decir también nosotros aquí hoy reunidos: ¡Este es el Día en que actuó el Señor! aquí en la Eucaristía. Por eso damos gracias. 

Hermano Pastor Salvo Beas.