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Homilía para la Eucaristía del domingo 25 de septiembre de 2022

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO. 

Amós 6,1.4-7: Se condena la confianza fetichista en la religión para encubrir el materialismo despreocupado. 

1Timoteo 6,11-16: Todo cristiano es un hombre de Dios, por eso debe dar testimonio de Cristo con una vida recta y piadosa, fruto de la fe. 

Lucas 16,19-31: Sigue la enseñanza de Jesús sobre el discípulo y las riquezas. Hoy se insiste en el sentido social de las riquezas. 

1.- A la luz de la Palabra surgen algunas preguntas: ¿es malo tener riquezas? ¿Qué reprocha la Sagrada Escritura? Porque en la mentalidad judía las riquezas son una bendición de Dios. Sin embargo, los profetas denunciaron y condenaron el estilo de vida de los adinerados. El texto de Amós es un retrato perfecto de la vida del adinerado, es una vida con un materialismo despreocupado. Lleva a la negación de la fe, ya que su dios es el dinero. Es también una negación del otro, ya que vive centrado en sí mismo. Se vive en la cómoda indolencia, semillero de muchos vicios. 

El tener riquezas no es malo, pero se corre el riesgo de “pasar de largo”, como dice la parábola del buen samaritano. O como dice la “Fratelli tutti”: Aun hoy, detrás de la muralla de la antigua ciudad…se crean nuevas barreras para la auto preservación, de manera que deja de existir el mundo y únicamente existe “mi mundo” (F.T. 27). De modo que, protegiéndose a sí mismo pasa a negar la identidad del otro, del que está afuera. Y es eso lo que retrata la parábola. 

2.- Por eso, como dice la carta a Timoteo, un discípulo, por ser un hombre de Dios, debe vivir una vida justa, es decir, con rectitud ante Dios y los hombres; pero al mismo tiempo una vida de piedad, es decir, viviendo una auténtica relación de amor a Dios y al prójimo. Impío es el que no tiene amor, no tiene piedad para con sus semejantes. Impiedad no quiere decir que no practica la religión, sino que vive para sí mismo solamente. Y eso no es propio de un hombre de Dios Y el peligro de ser falsas personas de Dios. 

3.- Es por esta razón que lo que se denuncia con fuerza es la indiferencia y la indolencia. Muchas veces se ha culpado al cristianismo de endiosar la propiedad privada. Es falso eso, aunque me temo que a veces da la impresión que sí. Ya san Juan Pablo II dijo que la propiedad privada tiene una hipoteca social. Pero igual sigue habiendo gente que se apropia de lo que no es de ellos y eso es un robo. Los hay quienes se apropian de las playas, que son fiscales, y no permiten que otros vayan a ellas. 

Aunque ha habido desarrollo económico falta, sin embargo, el desarrollo social. Han aparecido nuevas pobrezas. También dice el Papa Francisco: “Vemos cómo impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada…creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos en la misma barca” (F.T.30). 

4.- Me llama la atención de la parábola el diálogo del rico con Abraham. Ahí se condena la falsa religiosidad, que consiste en cosas, ritos, fetiches, amuletos y ciertas devociones de dudosa calidad. En cambio, nos dice la carta de Santiago: “La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con el mundo”. (Cap.1,27). Y la respuesta de Abraham: “Tienen a Moisés y los profetas: que los escuchen”. Ya está todo dicho, lo importante es escuchar y vivir lo escuchado. Lo demás de nada sirve. Cierto que es más cómodo refugiarse en una falsa piedad, pero es vana. 

Hoy es el Día de oración por Chile. Entre católicos y protestantes somos mayoría. ¿Se nota? Recojamos la lección que nos deja el evangelio, traduzcamos todo en una cultura de la solidaridad. Si nos aprestamos para recibir hoy el Cuerpo de Cristo, estemos siempre atentos a recibir al cuerpo de Cristo tirado en nuestras calles, en los inmigrantes. Entonces sí que tiene sentido el que vengamos al templo a orar y celebrar. 

 Hermano Pastor Salvo Beas.