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Homilía para la Eucaristía del domingo 24 de julio de 2022.

Paz y Bien a todos.

DOMINGO XVII DEL AÑO. 

Génesis 18,20-32: La figura de Abraham como mediador. Podemos destacar: el poder intercesor de Abraham, la justicia divina temperada por la misericordia y el nuevo sentido de la solidaridad. 

Colosenses 2,12-14: En el bautismo fuimos salvados por la fe en el poder de Dios que resucitó a Jesús. La salvación es presentada como la cancelación de una deuda y anulación del documento que la registra. 

Lucas 11,1-13: Catequesis de Jesús sobre la oración. El discípulo debe orar y pedir como un hijo a su padre, con confianza y constancia. 

1.- El protagonista en el texto del Génesis es Abraham, el amigo de Dios, a quien se le hizo la promesa: “en ti serán bendecidas todas las naciones” (Génesis 12,3). Es decir, él es puesto como mediador entre Dios y  todos los pueblos.  Aquí lo vemos intercediendo confiada y audazmente con Dios. Pide por ciudades ajenas a la Alianza. Y aparece un nuevo sentido de la solidaridad. Ya no es sólo una solidaridad en el pecado, (en Adán todos somos solidarios en el mal),  sino también en la justicia. De modo que la justicia de unos pocos redunda en beneficio de muchos. 

Llama la atención cómo es presentado el diálogo entre Abraham y Dios. Hay un regateo que brota de la confianza de un amigo que se atreve a ser insistente con Dios en lo que pide.

 

2.- Abraham va reduciendo el número de justos para que Dios perdone a Sodoma; pero llegó solamente hasta veinte justos. Sin embargo en la Nueva Economía bastará la muerte de Uno solo para salvar a todos. Dice san Pablo: “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Romanos 5,8). Es Él quien canceló la deuda impagable. Él pago todo por nosotros. De esta manera se muestra la calidad de Dios, capaz de justificar a todos por causa del Único Justo, Jesús, ¡Bendito por siempre! De esta manera nos muestra Pablo lo que es la salvación obrada por Cristo. Teniendo a  un Dios tan rico en misericordia no tenemos excusa para no acercarnos a Él. 

3.-  Hoy hay mucha gente que cree bastarse por sí misma, que no necesitan de Dios. Por eso en la sociedad actual reina el secularismo, el negar a Dios o el prescindir de Él, ya no hace falta.  Pero también en el ambiente religioso (cristiano) hay una tendencia al pelagianismo, doctrina que sostiene que el hombre se santifica sin la ayuda de Dios, prescindiendo de la Gracia, sino sólo con sus propios medios. Cae en una autosuficiencia, cree bastarse a sí mismo. Consecuencia de todo esto: una crisis de oración. Y espiritualidad.  Y en casos extremos se echa mano de métodos y sistemas que rayan en lo esotérico y en lo mágico.  Es increíble, pero la persona que es autosuficiente y cree valerse por sí solo cae en la idolatría de las cosas, incluso en una especia de panteísmo (da gracias a la tierra por el alimento que le proporciona).

4.- Pero el discípulo del Reino es aquel que reconoce y acepta la soberanía de Dios. Por eso ora, pide con confianza. Si Abraham, por sentirse amigo de Dios, se atreve a dialogar y regatear con Él, con mayor razón un cristiano, ya que no sólo es amigo, sino hijo de Dios. Y en el Reino todos somos hijos-hermanos. Jesús nos enseña a orar; no da fórmulas, sino un modelo.  

Con la parábola del amigo inoportuno Jesús nos enseña la eficacia de la oración perseverante. Algunos ven en esto la “sabiduría de los mendigos”. El proverbio dice: “Miren a los mendigos los porfiados que son, no se dan por vencidos cuando son rechazados; saben que la tenacidad conduce al  éxito”. Así debe ser nuestra oración, no cansarnos nunca. 

Y Jesús agrega que si nosotros sabemos dar cosas buenas a un hijo, “¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan”.  Claro, es cuestión de saber pedir. Y cuántas veces se pide no lo que es bueno, sino lo que no nos conviene.  El domingo pasado el Señor decía a Marta: Una sola cosa es necesaria. Y hoy nos dice lo que debemos pedir: al Espíritu Santo, Él nos ayudará a vivir en el Reino de Dios. Lo demás vendrá por añadidura.  Hagámoslo. 

Hermano Pastor Salvo Beas.