Skip to main content

Homilía para la Eucaristía del domingo 10 de julio de 2022.

DOMINGO XV DEL AÑO.
Deuteronomio 30,9-14: El texto afirma la interioridad de la Ley, es decir, algo muy íntimo al hombre. Viviéndola el creyente puede ser perfecto.
Colosenses 1,15-20: Himno cristológico en el que se confiesa que Jesucristo es la imagen perfecta de Dios y al mismo tiempo principio de una humanidad nueva, reconciliada por Dios a través de Jesucristo.
Lucas 10,25-38: Jesús propone qué hacer para tener la Vida eterna: cumplir, vivir la Ley, pero de un modo diferente.

1.- La pregunta que hace el doctor de la Ley también la encontramos en Mateo 19,16: “¿Qué hacer para heredar o tener vida eterna?” Tanto al doctor de la Ley como al joven rico les interesa la vida eterna, es decir, la plenitud, la perfección, ya que así tendrían la vida eterna.
Inquietud que afecta a todo hombre de buena voluntad, sea creyente o no. De una manera u otra, el hombre trabaja por ser perfecto. Pero hay una gran diferencia entre la persona de la cultura occidental (griega) y la persona de la cultura semita (israelita).
El hombre occidental busca, lucha por alcanzar la perfección, como algo que está lejos de él mismo. De hecho en nuestro hablar decimos: “luchar por alcanzar la perfección”. En cambio para el semita la perfección no está fuera, sino dentro, como lo expresa muy bien el texto del Deuteronomio. La Ley, que es expresión de la Voluntad de Dios, está en el interior del hombre. Y cuando la voluntad del ser humano entra en comunión con la Voluntad de Dios entonces hay perfección. Porque el hombre perfecto, según la Sagrada Escritura, es el que vive en plenitud la Voluntad de Dios.
2.- ¿Y quién es el hombre plenamente perfecto? Aquel cuya comida era hacer la Voluntad de Dios, como dice Juan 4,34. Por eso Él, Cristo, es el Hombre Nuevo Perfecto, que es la imagen del Dios invisible, es decir, Dios se expresa y manifiesta plenamente en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Modelo tenemos, entonces, de perfección.
Y así lo creyó san Pablo y así lo confesó la primitiva comunidad cristiana. En Cristo, el Dios trascendente, tan distinto al ser humano, se hace inmanente, cercano, tan cercano que, si alguno ama al Señor cumple su Palabra y el Padre lo amará y vendrán el Padre y el Hijo a morar en su interior” (Juan 14,23). Es que no puede ser de otra manera. Dios mora en nosotros y nosotros en Él.
3.- ¡La Perfección! Cuántos hay que luchan por ser perfectos y se enferman y enferman a otros. Sí, tienen el mal que se llama el perfeccionismo. Hacen consistir la perfección en exterioridades. Sufren y hacen sufrir, son intolerantes e inaguantables. Y los hay en todos los estamentos. Tal vez el perfeccionismo más peligroso es el perfeccionismo religioso, que puede conducir al que lo padece a ser una persona escrupulosa. Y caen en la actitud de los fariseos, haciendo consistir la perfección en un mero cumplimiento externo de la ley. Y eso no sirve. Porque lleva a ser personas de doble corazón, pretender servir a Dios, pero caen en la mundanidad.
4.- Razón tiene le doctor de la Ley en llamar a Jesús “Maestro”. Ya que Él, como el verdadero Maestro que es, nos enseña hoy cómo tener la perfección y nos recuerda que en la vivencia del Amor a Dios y al prójimo está el resumen de toda la Ley, y que el cumplimiento de ambos otorga la vida eterna, la plenitud, la perfección.
Es interesante constatar que mientras san Mateo 5,42 se lee: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”, en Lucas 6,36 se lee: “Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso”. Lo que está indicando dónde está lo esencial y lo diferente. Más que buscar fuera y ver quién es mi prójimo hay que buscar dentro de uno y ver hasta dónde soy capaz de salir de mi mismo superando mi egoísmo, y hacerme prójimo del otro, sea quien sea ese otro. Porque el prójimo no se selecciona.
“La Palabra (la Voluntad de Dios) está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la practiques”. Sí, hoy el Señor no sólo nos da a conocer lo que a Él le agrada, sino viene a nosotros, mora en nosotros y nos anima a vivir de una manera distinta. Entonces, hermano, VE, Y PROCEDE TÚ DE LA MISMA MANERA.
Hermano Pastor Salvo Beas.