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Homilía para la Eucaristía del domingo 03 de abril de 2022.

Paz y Bien. Si Dios quiere, nos veremos después de Pascua.

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA. 

Isaías 43,16-21: Dios se manifiesta una vez más como el que salva al pueblo de la opresión. Promete una liberación mejor que la del Éxodo, ya que pondrá ríos en el desierto. Transforma situaciones de muerte (desierto) en situaciones de vida; hace algo nuevo. 

Filipenses 3,8-14: Pablo, el alcanzado por Cristo, presenta el ideal de la vida del cristiano: el conocimiento pleno de Cristo, es decir, vivir en comunión con Él. Por este ideal Pablo todo lo sacrifica. 

Juan 8,1-11: La actitud de Jesús con los pecadores: no condena, pero exige enmienda y no erigirse en jueces del pecador. 

1.- Estamos a pocos días de comenzar la “SEMANA SANTA”, o la Semana diferente, ya que celebraremos, conmemoraremos la gran Gesta de Dios: la salvación obrada por medio de su Hijo Jesucristo. Es tan maravillosa esta gesta de Dios que no vale la pena recordar las cosas pasadas. Porque, si grande y maravilloso fue el Éxodo, si grande y maravilloso fue el que transformara situaciones de muerte en situaciones de vida, más maravilloso es lo que Él ha realizado en Jesucristo y por medio de Jesucristo: la verdadera Pascua o Paso de la muerte a la vida. Con razón podemos también nosotros decir con el salmista: “¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros!” 

Y esto también lo experimentó Pablo: a él, el conocimiento de Cristo le cambió la vida. 

2.- Por eso san Pablo nos presenta el ideal de la vida de una cristiano. Y este ideal no es otro que conocer a Cristo. Claro que no se trata de un conocimiento intelectual, sino vivencial. Lo dice textualmente: “Ganar a Cristo y estar unido a Él, no con mi propia justicia, sino con la que nace de la fe en Cristo”. 

Porque Pablo fue alcanzado por Cristo, fue cazado por Cristo. Y esto le cambió la vida. Todo lo anterior queda atrás, ya no vale la pena recordar el pasado. Él es ahora una creatura nueva. Pablo (y todo cristiano) quiere conocer a Cristo, asemejarse a Él. En verdad es un ideal de vida por el que bien vale la pena sacrificarlo todo. 

Por eso el Señor dice en Isaías: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? ¿Y qué está germinando? ¡La vida! Esto me recuerda cuando allá en el sur, parado en una gran costra de lava vi cómo poco a poco brotaban algunas yerbas. Siempre es la vida la que germina, no la muerte. 

3.- Hoy en el mundo se cultiva la muerte. Y se le llama progreso. Porque la muerte asoma por doquier: el armamentismo es muerte; la droga es muerte; el aborto es muerte; la guerra es muerte. Los femicidios son muerte. ¿Vale la pena seguir con la lista de manifestaciones de muerte? No, porque todos las estamos experimentando a diario.  

Y es en este contexto que el mensaje de la Palabra debe resonar muy fuerte. Como cuando san Juan Pablo II gritó en el parque O’Higgins: “El amor es más fuerte”.  También nosotros podemos decir: ¡“La Vida es más fuerte”! 

4.- El evangelio habla por sí solo. ¿Qué tenemos?  

A una mujer acusada justamente, le va a caer todo el peso de la Ley. 

A los escribas y fariseos, sostenedores del sistema religioso, que tienen a la Lye de su parte. 

A Jesús, puesto a prueba, pero que realiza dos gestos proféticos. Uno, escribe en el suelo. Es decir, en silencio cita a Jeremías cuando dice: “Tú, Señor, eres la esperanza de Israel: todos los que te abandonan quedarán confundidos, los que se apartan de ti serán escritos en el polvo, porque han abandonado el manantial de agua viva” (Jeremías 17,13). Aferrados a su sistema se han olvidado de Dios, Fuente de la vida. 

El otro gesto, no condena a la mujer, pero le exige no volver a pecar. Esa mujer está en una situación de muerte, no tiene escapatoria. Esa mujer puede ser cualquiera de nosotros, puede ser la misma Iglesia, sorprendida en flagrantes delitos. 

Pero Jesús perdona, pone de pie, da vida allí donde hay muerte. Si esto es así, no importa lo que hayas sido, “no se acuerden de cosas pasadas”. 

Si tú, yo, todos hemos sido alcanzados por Cristo, trabajemos por asimilarnos a Él, unirnos vitalmente a Él. ¿Cuándo? ¿Dónde? Aquí, ahora, en esta Comunión. 

Hermano Pastor Salvo Beas.