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EDD. viernes 28 de enero de 2022.

Hoy, viernes, 28 de enero de 2022

Primera lectura

Lectura del segundo libro de Samuel (11,1-4a.5-10a.13-17):

Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel, a devastar la región de los amonitas y sitiar a Rabá. David, mientras tanto, se quedó en Jerusalén; y un día, a eso del atardecer, se levantó de la cama y se puso a pasear por la azotea del palacio, y desde la azotea vio a una mujer bañándose, una mujer muy bella.
David mandó preguntar por la mujer, y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Alián, esposa de Urías, el hitita.»
David mandó a unos para que se la trajesen. Después Betsabé volvió a su casa, quedó encinta y mandó este aviso a David: «Estoy encinta.»
Entonces David mandó esta orden a Joab: «Mándame a Urías, el hitita.»
Joab se lo mandó. Cuando llegó Urías, David le preguntó por Joab, el ejército y la guerra.
Luego le dijo: «Anda a casa a lavarte los pies.»
Urías salió del palacio, y detrás de él le llevaron un regalo del rey. Pero Urías durmió a la puerta del palacio, con los guardias de su señor; no fue a su casa. Avisaron a David que Urías no había ido a su casa. Al día siguiente, David lo convidó a un banquete y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió para acostarse con los guardias de su señor, y no fue a su casa. A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio de Urías. El texto de la carta era: «Pon a Urías en primera línea, donde sea más recia la lucha, y retiraos dejándolo solo, para que lo hieran y muera.» Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías donde sabía que estaban los defensores más aguerridos. Los de la ciudad hicieron una salida, trabaron combate con Joab, y hubo bajas en el ejército entre los oficiales de David; murió también Urías, el hitita.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 50,3-4.5-6a.6bc-7.10-11

R/.
Misericordia, Señor: hemos pecado

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces. R/.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre. R/.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.»
Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.»
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Palabra del Señor

REFLEXIÓN :

Queridos hermanos:

En la época de Jesús la esperanza en la llegada del Reino de Dios revestía formas muy variadas. Algunos pretendían implantarlo con la lucha armada, con sus propias fuerzas (zelotas); otros, más moderados, pensaban que lo establecerían con la práctica de la virtud (fariseos), y con el consiguiente menosprecio y alejamiento de quienes no actuasen así; y no faltaban grupo de descreídos o escarmentados (tal vez los saduceos), que se fijaban demasiado en pasadas esperanzas y experiencia fallidas.

El grito programático de Jesús es que llega el Reino de Dios (Mc 1,15). Él es el ungido para anunciarlo y establecerlo, con sus múltiples manifestaciones: consuelo para los afligidos, alimento para los hambrientos, luz para los ciegos, libertad para los cautivos… (Lc 4,18). Pero su forma de presentarlo es original: el Reino es don de Dios, y sus promesas son irrevocables; el Reino se implantará, pero no por la violencia ni como fruto del esfuerzo humano: “Dios lo da a sus amigos mientras duermen”. En  Is 5,1-5 y en Mt 21,33 se habla del viñador diligente, que planta cepas, construye la tapia, excava el lagar… En nuestra parábola el campesino parece más bien un holgazán despreocupado. En cada momento Jesús recalca una enseñanza: la diligencia es necesaria en la vida, pero la autosuficiencia humana está reñida con el establecimiento del Reino; esto es asunto del amor gratuito del Padre, siempre dispuesto a acabar con las situaciones de sufrimiento.

La segunda parábola, del grano de mostaza, acentúa especialmente el contraste entre el comienzo insignificante y el final grandioso; en Mt y Lc va unida a la de la levadura, que expone el mismo pensamiento. Jesús invita a percibir que en lo más pequeño está ya virtualmente lo más grande, con lo cual interpreta su vida y, en cierto modo, la nuestra. Él no es un poderoso socialmente influyente, pero su sencilla enseñanza cotidiana, sus gestos de comer con marginados, declarar el amor de Dios a los pecadores, curar a algunos enfermos… son signos de que el Reino está irrumpiendo. Poco importa que sus discípulos sean tardos para cambiar de mentalidad, o que Herodes Antipas le tenga entre ceja y ceja (Lc 13,31); no hay fracaso que anule su esperanza en el Dios que no defrauda. Reafirmando el desarrollo indiscutible y sorprendente de las semillas, Jesús combate el escepticismo de los discípulos, que quizá le ven como ingenuo o “iluminado”.

“¿Por qué vienen tan contentos los labradores… que cuando vienen del campo vienen cantando?” En la experiencia popular, también en la bíblica, la siega es tiempo de fiesta, de recogida de frutos. Y Jesús describe así el final, la plenitud del Reino: meter la hoz, ponerse a segar, porque la espiga ya pesa por el grano. Y el hombre de la antigüedad, poco conocedor e interesado por las leyes de la naturaleza, contemplaba en la recolección un milagro: la maravilla de la aparición de lo grandioso a partir de… casi nada.

Acojamos hoy la llamada de Jesús a contemplar la gratuidad del don de Dios, a vivir con sencillez, renunciando a todo asomo de autosuficiencia, a mantenernos en la esperanza inconmovible, a contemplar las cosas pequeñas, los gestos diminutos, con mirada penetrante, que vea más allá de la superficie y capte que allí se está gestando el Reino de Dios en todo su esplendor.

Vuestro hermano,
Severiano Blanco cmf

Fuente : https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy